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Inicio Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research Diferencias regionales en el costo de vida en Argentina a comienzos del siglo xx
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Vol. 10. Núm. 3.
Páginas 202-212 (octubre 2014)
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Diferencias regionales en el costo de vida en Argentina a comienzos del siglo xx
Regional differences in the cost of living in Argentina in the early 20th century
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M. Florencia Correa Dezaa, Esteban A. Nicolinib,
Autor para correspondencia
esteban.nicolini@gmail.com

Autor para correspondencia.
a Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES-CONICET-UNT) y Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Tucumán, San Miguel de Tucumán, Argentina
b CIEDH, INVECO, Departamento de Economía, Universidad Carlos III, Madrid, España
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Tabla 1. Índices de precios (CC). Buenos Aires 1903=1. Ciudades argentinas (1903-1912)
Tabla 2. Índices de precios (CDN). Buenos Aires 1903=1. Ciudades argentinas (1903-1912)
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Resumen

El análisis de los niveles de vida en Argentina a finales del siglo xix y comienzos del xx es difícil porque no existen comparaciones consistentes de precios entre las diferentes regiones del país. En este artículo construimos índices de precios de alimentos para varias ciudades argentinas en diversos años entre 1903 y 1912 usando datos de los Boletines del Departamento Nacional de Trabajo.

Los resultados muestran que aunque existe un patrón común, tanto los niveles de precios como sus variaciones son bastante específicos de cada ciudad. Las ciudades de la región central del país y de mayor tamaño (Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba) parecen tener precios más bajos que las ciudades más pequeñas y más alejadas de esa región (San Juan, Posadas, Jujuy). Además, la producción local de ganado vacuno y trigo estaría asociada a precios de carne y pan más bajos y a niveles de precios también más bajos.

Palabras clave:
Precios
Alimentos
Argentina
Provincias
Códigos JEL:
E31
N36
N96
Abstract

The analysis of the living standards in Argentina in the late 19th and early 20th century is hindered by the lack of a consistent comparison of prices across regions. In this article we calculate price indexes of food for several cities in several years between 1903 and 1912 using data from the Bulletins of the National Labor Department.

Although local price indices follow a pattern with common characteristics, both the price levels and the inflation rates are quite specific of each province. Cities in the central region of the country and with a relatively large population (Buenos Aires, Santa Fe, Cordoba) have lower price levels than the cities in the peripheral areas of the country and with a smaller size (San Juan, Posadas, Jujuy). Moreover, those areas with larger sectors of livestock and wheat production tend to have lower prices of meat and bread and, consequently, lower price levels.

Keywords:
Prices
Food
Argentina
Provinces
JEL classification:
E31
N36
N96
Texto completo
1Introducción

La evolución de la economía argentina a finales del siglo xix y comienzos del siglo xx está caracterizada por un importante crecimiento económico basado, en parte, en una política de apertura comercial e integración al mercado mundial de bienes y factores. Entre 1880 y 1914 el producto por habitante creció a una tasa superior al 3%, convirtiendo a Argentina en uno de los países con mayor ingreso per cápita del mundo (Cortés Conde, 2005). Las bases institucionales que permitieron este crecimiento se encuentran unas décadas antes (entre 1853 y 1860) en la organización legal y constitucional que se produjo al final del período de las guerras civiles (Ferrer, 2008). Junto a este proceso se fueron conformando las principales características del modelo productivo que estará vigente hasta la Primera Guerra Mundial. La abundancia de tierra de excelente calidad para la producción de maíz y trigo y la cría de ganado ovino y bovino que le daba a Argentina enormes ventajas comparativas en la producción de esos bienes se vio reforzada y consolidada por la llamada Campaña del Desierto (1879), que incorporó a la explotación agrícola-ganadera grandes extensiones del sur del país (Cortés Conde, 1979; Rapoport, 2008).

Los capitales necesarios para la puesta en explotación de las tierras provinieron básicamente del mercado internacional y, en especial, de Inglaterra. La alta rentabilidad esperada en las actividades destinadas a la exportación se sumó a medidas específicas de atracción de capitales implementadas desde los poderes del Estado. El sector de los ferrocarriles fue uno de los más importantes para la inversión extranjera en este período, y su red alcanzó una gran extensión en etapas bastante tempranas conectando regiones, dinamizando mercados y abriendo oportunidades para la movilidad de los trabajadores (Gerchunoff y Llach, 2007).

La escasez de mano de obra impulsó a las élites a implementar mecanismos para atraer inmigrantes (campañas de propaganda en los países de origen, subsidios para la movilidad y estancia, etc.) que, junto con un alto diferencial de salarios, generaron una gran afluencia de trabajadores desde Europa. La gran mayoría de los inmigrantes que se dirigieron a Argentina provenían de España e Italia, y tendieron a asentarse en la zona de la Pampa Húmeda y muchos de ellos se concentraron en las ciudades, en particular, en Buenos Aires (Sánchez Alonso, 2007)1.

Aunque grandes extensiones de la zona central de Argentina eran particularmente adecuadas para la producción de cereales y ganado, las áreas periféricas (de perfil más montañoso hacia el Oeste, más cálido y húmedo hacia el Norte o más frío hacia el Sur) no tenían las mismas ventajas comparativas. En algunas de estas áreas se desarrollaron actividades más adecuadas a sus características geográficas y cuya producción se destinaba principalmente a satisfacer la demanda interna de productos de consumo. Los dos casos más notables son la producción de azúcar en Tucumán y la producción de vino en Mendoza, que, en ambos casos, se configuraron como sectores relativamente intensivos en capital y destino de migraciones internas desde las provincias vecinas (Campi y Richard-Jorba, 2003).

El estudio de la evolución de los niveles de vida en este período está comparativamente atrasado en la agenda de investigación. Existe cierta evidencia de que los salarios reales habrían crecido entre 1880 y 1914, pero, probablemente, a un ritmo menor que el de crecimiento de la economía en promedio (Cortés Conde, 1979). Como consecuencia, se han elaborado hipótesis de que la inequidad habría aumentado considerablemente en estos años (Williamson, 1995; Prados de la Escosura, 2007; Alvarez y Nicolini, 2010), pero es imposible establecer con precisión un panorama global o comparativo a nivel nacional de la situación de las clases populares en este período porque no existen estudios metodológicamente compatibles sobre los precios y los salarios para las diferentes regiones del país.

Para poder comparar ingresos nominales de diferentes períodos o de diferentes espacios es necesario convertirlos en ingresos reales, o sea, compararlos con un conjunto adecuado de precios. Por lo tanto, un insumo esencial para la discusión de los niveles de vida en el país y sus regiones es un índice de precios consistente y comparable que dé cuenta no solo de la evolución de los mismos en el tiempo, sino también de sus diferencias regionales. A pesar de esto, existen muy pocos estudios sobre la evolución de los precios en Argentina a finales del siglo xix y comienzos del siglo xx, y no existe ninguno que intente cuantificar las diferencias de los niveles de precios entre provincias.

Las series de índices de precios más usadas por la historiografía son la de Cortés Conde (1979) y la de Bunge (1920). La primera cubre los años 1870-1912, se basa en precios de la ciudad de Buenos Aires y, en lo que se refiere a los alimentos, solo usa precios de pan y de carne. La segunda construye una canasta de bienes más elaborada y cubre el período 1910-1918 (Bunge, 1920, pp. 263-268). Aunque existen algunos ejemplos de historia local de precios y/o salarios, la mencionada falta de información sobre las diferencias en el coste de vida entre las diferentes ciudades del país hace que las investigaciones locales no se puedan amalgamar en un estudio que aporte una perspectiva comparada o con una mayor cobertura geográfica. Por ejemplo, los estudios clásicos de Bialet Massé (2010) o Alsina (1905) ofrecen una gran cantidad de información sobre los ingresos nominales de numerosas categorías laborales en las primeras décadas del siglo xx, pero al no tener datos de coste de vida, no es posible establecer patrones regionales de poder de compra de los salarios percibidos por los trabajadores.

Aun sin información precisa, existen menciones en la literatura que muestran que los niveles de precios habrían variado considerablemente entre las diferentes regiones del país. Bunge (1920, p. 260) sostiene que «las diferencias del costo de la vida en distintas regiones de la República suelen ser de importancia. Por esto no generalizamos las cifras absolutas de la Capital para el resto del país». También observa que «[…] en las oscilaciones de los precios se observa una correlación casi perfecta en toda la República con excepción de algunos productos sin influencia en el conjunto. Cuando en la Capital suben o bajan los precios, en general, suben o bajan también, y en igual proporción en el resto de la República»2. Más recientemente, Balán (1976, p. 221) compara los precios de Buenos Aires con Tucumán en 1895 y afirma que el coste de vida habría sido más alto en la provincia del Norte debido, básicamente, a la diferencia de precios de la carne y el trigo y a los costes de fletes para algunos productos importados.

En este artículo usamos por primera vez de manera sistemática las menciones de precios de artículos de consumo popular ofrecidos por los Boletines del Departamento Nacional del Trabajo (BDNT). Estos boletines, que empiezan a ser editados en 1907, recogen información general sobre las condiciones de vida de los trabajadores, los salarios, los precios, la situación laboral, las huelgas, etc. En varios de sus volúmenes aparecen menciones de precios de un conjunto homogéneo de bienes (en algunos casos, información retrospectiva), sobre todo alimentos, en varias ciudades del país, mencionando mes y año al cual se hace referencia. Con esta información de precios construimos dos índices para varios años entre 1903 y 1912: primero replicamos el índice de Cortés Conde (1979), basado en pan y carne, con el objetivo de poner los resultados de ese autor en un contexto geográfico más amplio. Además, mejoramos el índice Cortés Conde agregando 6 bienes más que figuraban entre los más consumidos de las clases populares del país. El período elegido cubre la última década de la primera globalización, en la cual se produjo una agudización de la llamada «cuestión obrera» relacionada con el estancamiento de los salarios reales, las discusiones sobre los niveles de vida de las clases trabajadoras y el recrudecimiento de las huelgas.

Nuestros resultados nos permiten concluir que los niveles de precios pueden llegar a ser bastante diferentes entre ciudades, y que las oscilaciones de los mismos serían pronunciadas y no resultarían coincidentes entre provincias al menos en períodos de un año o dos. Los niveles de precios promedio de las ciudades más grandes, localizadas en la zona de la Pampa Húmeda, son más bajos que los de las ciudades del interior, más alejadas de Buenos Aires. Además, las ventajas comparativas en la producción de trigo y ganado, base de los dos productos de consumo más generalizado (pan y carne), estarían asociadas a costes de vida más bajos.

El resto del artículo se organiza de la siguiente manera: en la sección 2 presentamos un resumen de anteriores investigaciones relacionadas con los precios y los salarios reales en Argentina y otros países de América Latina en el período bajo estudio. La sección 3 presenta la fuente principal usada en este artículo, los BDNT, y la sección 4 discute la construcción de la canasta de bienes usada en nuestra elaboración del índice de precios de los alimentos. La sección 5 presenta los resultados, y la sección 6, las conclusiones. Tres apéndices a este trabajo analizan la fiabilidad de las fuentes usadas, presentan un análisis de sensibilidad de nuestros resultados frente a cambios en las ponderaciones de los bienes de la canasta, y ofrecen una tabla con los datos originales de precios usados en nuestros índices.

2Antecedentes

La preocupación por los niveles de vida y los precios de los artículos de consumo popular en Argentina a comienzos del siglo xx empieza tempranamente con las investigaciones de Juan Alsina (1905) y Juan Bialet Massé (2010) realizadas en los años 1903 y 1904, respectivamente. Ambos textos buscan caracterizar la situación de las clases obreras respecto de formas de vida, habitación, alimentación, usos y costumbres, entre otras, y describen las condiciones de trabajo en las principales actividades económicas del país, los salarios, los accidentes de trabajo y las regulaciones laborales, tanto nacionales como provinciales. El estudio de Bialet Massé proporciona menciones de ingresos de trabajadores en diferentes ocupaciones que no son necesariamente muy sistemáticas, pero están acompañadas de un interesante análisis de las condiciones de vida y de salud de los trabajadores. Alsina ofrece un corpus de información económica mucho más detallado, con un análisis cualitativo y cuantitativo de ingresos y condiciones de vida de las «grandes industrias peculiares» en las que incluye ganadería, agricultura, producción vitivinícola, azucarera, madera y yerba mate (pp. 283-343, Tomo I) y un listado sistemático de cientos de ingresos de variadas categorías ocupacionales en Capital Federal y muchas ciudades del interior (pp. 1-387, Tomo II). Aunque ambos autores nos ofrecen una invaluable caracterización global del estilo de vida de las clases populares en el período, la manera de presentación de la información no permite comparaciones cuantitativas rigurosas de los niveles de vida de los trabajadores.

Algunos años después, y entrando en el campo de los estudios cuantitativos sobre consumo, precios y costo de vida, Alejandro Bunge (1920) construyó índices de precios que miden los cambios en el costo de los alimentos (bienes alimenticios de consumo masivo) y en otros rubros como vivienda, vestido, luz y otros para el período 1910-1918 en Buenos Aires. Roberto Cortés Conde (1979), con el objetivo de analizar la evolución del salario real en Buenos Aires entre 1882 y 1912, elaboró un índice de precios que incluye solo pan y carne con ponderaciones del 50% cada uno3. Más recientemente, Williamson (1995) elaboró un índice de salarios reales para Argentina durante la primera globalización usando como deflactor el índice de Cortés Conde (1979) para el período 1890-1910, y el de Bunge (1920) para el período 1910-1914; estos salarios reales son frecuentemente usados en la literatura para describir la economía del país y se asume explícita o implícitamente que resumen satisfactoriamente lo que sucede en cada una de las regiones del mismo (por ejemplo, en Williamson [1995], Prados de la Escosura [2007] y Frankema [2010]).

Existen algunos estudios de precios para otras regiones del país. Campi (2004) elaboró, para Tucumán, una serie de salarios reales entre 1881 y 1893 calculando un índice de precios representativo del consumo tucumano tomando como fuente de datos registros contables de conventos. Correa Deza (2007) elaboró, también, una serie de salarios reales de peones azucareros para el período 1904-1927 utilizando como deflactor un índice basado en siete bienes cuyos precios se obtienen de una publicación semanal homogénea del diario El Orden.

Prieto y Choren (1990) caracterizan el comportamiento económico de las familias mendocinas que se encuentran por encima y por debajo del nivel de supervivencia hacia 1895. Determinando el costo de la vida y el salario aproximado percibido por los trabajadores verifican si un varón adulto era capaz de mantenerse y mantener a la familia con un solo trabajo, o si el resto del grupo familiar debía trabajar. Las autoras definen un «salario de supervivencia» contabilizando el coste de los alimentos y de otros requerimientos como alquiler, combustible, iluminación y sustitución de ropa desgastada.

Richard-Jorba (2009, 2010) caracteriza el mercado laboral vitivinícola de fines del siglo xix y principios del xx en Mendoza basándose en referencias de Bialet Massé, de Alsina y datos de los anuarios estadísticos, entre otros. Sus aportes incluyen el análisis de la evolución de los salarios nominales, la descripción del problema de la carestía de la vida a través de los medios periodísticos locales de la época, la construcción de presupuestos familiares que presentaremos con más detalle en la sección 4, y, evaluando los cambios en el gasto total de una familia de clase trabajadora, un análisis implícito de los movimientos de precios en ese período4.

Además de estos estudios centrados en una sola provincia, existen algunos sobre niveles de vida y salarios en perspectiva comparada. Campi y Richard-Jorba (2003) analizan la realidad tucumana y mendocina comparando niveles salariales entre actividades y entre provincias, basándose en la dirección de los flujos migratorios positivos hacia ambas provincias, que según los autores responden a salarios más altos en Tucumán, respecto de Santiago del Estero y Catamarca, y en Mendoza, respecto de San Juan. Campi y Lagos (1995) caracterizan los modelos azucareros tucumano y saltojujeño, respectivamente, y encuentran que los reducidos costos salariales permitieron a los ingenios saltojujeños mantener bajos los costos de producción. De esta manera, los autores comparan los salarios en la misma actividad pero en diferentes provincias, y sin tomar en cuenta ni hacer explícitas las posibles diferencias de niveles de precios. Campi (2004) contrasta los salarios reales del peón azucarero tucumano con los de los obreros no calificados de la ciudad de Buenos Aires y con los de los peones rurales de la provincia de Buenos Aires tomados de Cortés Conde (1979) entre los años 1882 y 1893. Los resultados muestran que los salarios reales en Tucumán serían más bajos que en la provincia y en la ciudad de Buenos Aires, aunque las canastas de consumo usadas en los índices de precios de cada zona no son las mismas.

Las dificultades para evaluar las diferencias regionales de coste de vida en este período existen también para otros países latinoamericanos en varios de los cuales los estudios de precios se basan en índices que se refieren a una única ciudad, usualmente la capital.

Williamson (1998) compara salarios reales para varios países de América Latina entre 1820 y 1940, pero en todos los casos, salvo Brasil, usa solo un salario y un índice de precios para cada país. En el apéndice de datos (p. 6) argumenta que Brasil experimentó una gran divergencia regional y por ello es conveniente presentar dos series diferentes de salarios reales y, por lo tanto, de precios: una para el Sudeste (Río de Janeiro) y otra para el Nordeste (Pernambuco). Las evoluciones de estos 2 índices son muy dispares: a pesar de que para ambas regiones usa una base 1913=100, en 1855 el Nordeste tiene un índice casi tres veces más grande que el Sudeste, en 1900 es un 33% más pequeño y en 1920 es nuevamente más grande, en este caso un 33%.

Para el caso de Méjico, uno de los índices de precios más usados para fines del siglo xix y comienzos del xx es el de Gómez Galvarriato y Musacchio (1998); a pesar de que los autores mencionan la existencia de algunos datos para otras ciudades (menos homogéneos y sistemáticos), su índice está calculado con datos provenientes de la capital mexicana tanto para la elaboración de la canasta como para los precios de los productos incluidos5. Más recientemente, Dobado y Marrero (2005) analizaron la variabilidad regional de precios del maíz para evaluar la integración de mercados en este país, pero usan el precio de ese único producto y no construyen índices de precios para evaluar la variabilidad espacial del coste de la vida.

Matus González (2012) analiza la dinámica de precios y salarios en Chile durante el ciclo salitrero (1880-1930), y para ello el autor ofrece un recorrido exhaustivo por la historia de los precios en Chile con el análisis de las virtudes y limitaciones de al menos nueve artículos y del índice de precios editado por la Dirección General de Estadísticas desde 1928. Además, construye un índice de precios usando dos cestas (12 productos en 1880-1897 y 25 en 1897-1930) que surgen de una muestra de hogares representativos y precios recogidos en dos ciudades (Valparaíso y Santiago), y considera al índice representativo de todo el país, dado que la población de estas ciudades representaba el 21% de la población total en 1880 y el 33% en 1930.

Para Uruguay, Bértola et al. (1999) estiman la paridad de poder de compra de los salarios de varios países (entre ellos Uruguay) en 1914 y 1927 con el objetivo de analizar regímenes de convergencia o divergencia internacional de los mismos. La elección de las ponderaciones del índice de precios usado para Uruguay se basa en los datos provenientes de «La gran guía de la composición de los alimentos» (VV. AA., 1998), complementada con información sobre las costumbres alimentarias locales y las particularidades geográficas y ambientales. Los precios usados provienen principalmente de Montevideo y algunas ciudades cercanas, y no se analiza la variabilidad de precios dentro de Uruguay.

3Fuentes de información

La fuente principal usada en este artículo es el BDNT, que registra precios en distintas ciudades de la Argentina para varios años a partir de 19036. En la sección 5 también se utilizan datos provinciales de población, stock ganadero, superficie cultivada con trigo y toneladas de harina producidas del Tercer Censo Nacional (1916), realizado en 1914. También se usa información de distancias entre ciudades por ferrocarril calculadas sobre la base de mapas satelitales georreferenciados7. Nuestro estudio comienza en 1903 (año de los primeros datos ofrecidos por el BDNT) y termina en 1912, para coincidir con la finalización de la serie de precios de Cortés Conde y con la proximidad de la Primera Guerra Mundial, que suele ser reconocida en la literatura como un punto de quiebre del proceso económico argentino de las décadas anteriores. Los años cubiertos por nuestro estudio coinciden con el comienzo de una tendencia negativa de los salarios reales (Cortés Conde, 1979; Williamson, 1995), usualmente asociada a un incremento de la oferta de trabajo motivada por el saldo migratorio positivo de los años anteriores. En estos años también se agudizó la conflictividad social, aumentó el número de huelgas y la «cuestión obrera» entró en la agenda del Estado8.

Existen datos del BDNT para años posteriores a 1912, pero la regularidad de su publicación es menor y el grupo de provincias al cual se refieren se torna mucho más heterogéneo. En virtud de esta limitación, si se intentara expandir la muestra y analizar la dispersión de precios durante los años posteriores a 1912 haría falta complementar la información del BDNT con nuevas fuentes, tarea que podría ser abordada en futuras investigaciones.

La información provista por el BDNT suele presentarse en un cuadro que contiene una extensa lista de bienes alimenticios (arroz, azúcar, aceite, carnes, harinas, maíz, frutas, verduras, legumbres, entre otros), bebidas, combustibles (carbón, queroseno y leña) y artículos varios (escobas, tabaco y jabón), valuados para diferentes provincias, ciudades y territorios nacionales9. Las fuentes no brindan información detallada acerca de los criterios usados en la recolección y elaboración de los precios, y los epígrafes no son demasiado informativos; el de 1907 dice: «Datos sobre el costo de la vida. Con datos suministrados por la Dirección de Inmigración e informes tomados directamente por el Departamento […]». En el encabezado de la tabla dice: «Precios de los artículos de primera necesidad en diversos puntos de la República. Mes de septiembre de 1907» (BDNT, 3, 1907, p. 345). Para el año 1908, en el cual se publican datos de precios y salarios conjuntamente, la sección se titula: «Salarios corrientes y coste de la vida. En los cuadros siguientes damos los salarios corrientes en algunas provincias y territorios y el coste de vida en los mismos. Los datos se refieren al mes de mayo del año corriente» (BDNT, 5, 1908, p. 224).

En virtud de la falta de información acerca de la recolección y elaboración de los precios realizadas por el BDNT, cabe preguntarse si los mismos son representativos de los precios de mercado. A los efectos de encontrar posibles respuestas a estas preguntas, podemos establecer 3 chequeos de la fiabilidad de la fuente comparándola con otras menciones de precios en fuentes similares, pero que usan información independiente. El primero de los mismos se basa en la comparación de los precios que el BDNT ofrece para Tucumán en 1912 con precios publicados por el diario El Orden y recolectados por Correa Deza (2007) para esa provincia10. El segundo chequeo es con precios de productos similares publicados por Bunge (1920). El tercero es una comparación entre los precios ofrecidos por el BDNT para Mendoza con datos del Anuario de Estadística de Mendoza del año 1910 (Dirección General de Estadísticas, 1912). El detalle de este análisis se puede encontrar en el Anexo I (material adicional disponible en la versión electrónica).

De los chequeos de fiabilidad anteriores se puede concluir que es altamente probable que los precios de nuestra fuente principal representen los valores enfrentados por los trabajadores de las ciudades incluidas en nuestro análisis en tanto son consistentes con otras evidencias tanto para Tucumán como para Buenos Aires y Mendoza, y dado que la evolución interanual parece similar a la presentada en otras fuentes para varios productos clave (a excepción, probablemente, del café, que de todas maneras no está incluido en nuestro índice).

4Construcción del índice de precios

Para comparar niveles de precios es necesario combinar los precios individuales en un índice y para ello es necesario elegir la ponderación que se le dará a cada bien. Existen numerosos conjuntos de ponderaciones posibles y la elección de uno en particular depende, sobre todo, del tipo de medición o comparación que se quiera realizar. En nuestro caso nos centramos en la construcción de un índice que nos permita analizar el poder de compra de los salarios y, por lo tanto, buscamos un conjunto de ponderaciones que haga al índice representativo de los movimientos de precios de la canasta de bienes de consumo de las familias de clase trabajadora11.

En esta investigación la elección de un conjunto de ponderaciones representativo de las decisiones de la población está basada en la información existente sobre los patrones de consumo imperantes a principios del siglo xx y en la disponibilidad de datos para ese período. Es por eso que este trabajo contará con canastas conformadas principalmente por productos alimenticios que, según algunas estimaciones, representaban el 50% del consumo en la primera mitad del siglo xx12. Los rubros vivienda, indumentaria y transportes no serán incluidos en nuestros cálculos fundamentalmente por falta de datos13. Además, el presente trabajo deberá asumir la existencia de una única canasta de consumo representativa de un conjunto de provincias que pueden no haber presentado pautas de consumo similares.

Arcondo (2002, pp. 162-185) sostiene que durante gran parte del siglo xix el sistema alimentario argentino estuvo basado en el consumo preferencial de carnes, pan, maíz, trigo, azúcar, frutas y vino, pero con algunos rasgos distintivos en las diferentes regiones del país. Las especificidades locales se deberían a las condiciones ambientales que determinaron producciones localmente especializadas y a la falta de un mercado nacional articulado. En otra parte de su ensayo el autor indica que este hecho cambiaría en los últimos años del siglo xix y primeros del xx con la extensión del sistema de transportes, que permitiría el comienzo de la configuración de un mercado nacional y la influencia de los inmigrantes en las costumbres locales, que se extendería paulatinamente a lo largo y a lo ancho de la geografía argentina (pp. 188 y 275).

Dentro de una canasta alimentaria los dos rubros más importantes suelen ser los granos y las proteínas animales, usualmente cubiertas en Argentina con consumo de carne, que era el más emblemático de la alimentación desde la colonia hasta nuestros días. La carne de porcinos, equinos y ovinos no fue tan extendida como la carne vacuna (Bunge, 1920, p. 204). Entre los cereales más difundidos en la alimentación argentina encontramos el trigo y el maíz. Ambos fueron utilizados como ingredientes en comidas preparadas o molidos para la obtención de harinas. En el período inicial del modelo agroexportador, las regulaciones a los precios del trigo y del pan y la agricultura precaria como consecuencia de la asignación de recursos a la ganadería crearon condiciones desfavorables para la industria de este bien. La harina que se consumía en el país era de origen estadounidense, por lo que su acceso no estaba completamente extendido a todas las clases sociales. Con la ampliación de la superficie agraria y la derogación de las regulaciones aumentó la producción de harina que, junto a la disminución de los costos de transporte gracias al ferrocarril, extendieron el consumo de pan hacia las clases más vulnerables (Arcondo, 2002, p. 196). Bialet Massé en 1904 ya reconocía que «en las costumbres del país se nota que el consumo de carne y vegetales tiende á (sic) tomar el equilibrio por la introducción del pan, que antes era raro en la alimentación en los campos, y que el cultivo de los cereales ha hecho general» (Bialet Massé, 2010, Volumen II, p. 34).

Cortés Conde (1979) analiza la composición del consumo de las familias obreras entre 1897 y 1907 utilizando como fuentes los estudios de Patroni (1898), Buchanan (1898) y Bunge (1918, 1920) y los informes del BDNT correspondientes a 1908 y 1912, junto con la Estadística del trabajo, editada por el mismo departamento. De este análisis concluye que los gastos familiares se distribuyen de la siguiente manera: 50% de alimentos, 20% de vivienda, 15% de vestidos y 15% de varios. La carne y el pan constituirían el 60% del gasto total en alimentos14. Por ello, y por la falta de datos para todos los bienes, el autor construye un índice en el que incluye solo carne y pan con una ponderación del 50% cada uno.

El trabajo de Bértola et al. (1999) busca comparar niveles de precios en paridad de poder de compra entre algunos países latinoamericanos, como es el caso de Argentina, Brasil y Uruguay, y otros países como Estados Unidos y Gran Bretaña, y recurre a la utilización de mojones representativos de períodos de tiempo más extensos. Las canastas consideradas por estos autores se limitan a alimentos y alquileres, y en la elaboración de los índices de precios, se intentó buscar puntos de comparación entre las canastas inglesas, uruguayas, argentinas, brasileras y estadounidenses. La metodología utilizada consideró el gasto total, la ponderación de cada bien en cada país y los requerimientos energéticos de cada dieta, que sin duda respondían a cuestiones climáticas, de dotación de recursos naturales y de pautas de consumo propias de cada país. La estructura de consumo elegida para Argentina en 1914 asume que la carne representaba un 29% del consumo de alimentos, la harina y el pan un 25%, la leche un 13%, y el azúcar un 4,5%; el resto del gasto en alimentos se destinaba a té y café, yerba, manteca, huevos y papas. Esta estructura se mantiene sin cambios evidentes hacia fines de la década de 1930, pero se incorporan alimentos como el arroz y el queso.

El artículo de Campi (2004) sobre la evolución del salario real del peón azucarero tucumano a fines del siglo xix también recurre a la estimación de una canasta de bienes a los efectos de deflactar los salarios nominales. En dicho trabajo se utilizaron solo precios de alimentos y combustible (arroz, café, papa, carne, maíz, fósforos y leña), y para definir las ponderaciones de cada bien, el autor siguió la metodología utilizada por Carmagnani (1963) y Bértola et al. (1999).

Las estimaciones de Correa Deza (2008) se basan en las pautas de consumo de la población que surgen de la discusión de los estudios anteriores y, a partir de ello, en una canasta de bienes conformada por carne en un 30%, por harina en un 30%, por maíz en un 20% y por azúcar, arroz, yerba y vino en un 5%, respectivamente15.

Finalmente, Richard-Jorba (2010), con el objetivo de determinar qué nivel mínimo de ingresos era suficiente para alcanzar niveles «razonables» de consumo en Mendoza durante los últimos años del siglo xix y primeros del xx, elabora el presupuesto mensual de una familia trabajadora compuesta por un matrimonio y dos hijos de ocho años sin escolaridad, y lo valúa en 1893, 1905, 1910-1911 y 1927. El consumo de dicha familia en 1927 habría estado compuesto en un 45% por alimentos. Los porcentajes de gasto total de los alimentos son los siguientes: la carne representa un 17%, el pan, un 6%, el azúcar, un 4%, el maíz, un 1%, la harina, un 0,6% y la yerba, un 4%. Puede observarse que en relación con las canastas mencionadas anteriormente, este autor propone una participación mucho menor de los panes y harinas en el consumo popular que las canastas para Buenos Aires mencionadas anteriormente.

El análisis de este artículo estará basado en dos tipos de canastas. La primera será la réplica de la de Cortés Conde (50% carne y 50% pan), que se calculará para Buenos Aires y para el resto de las provincias de las cuales tenemos datos, de manera que evaluará si es factible extrapolar los resultados de la provincia de Buenos Aires al resto del país o si ese procedimiento genera sesgos importantes. Estos cálculos, además de permitir la comparación entre provincias, podrían considerarse una mejora en relación con los de Cortés Conde por haber sido realizados con precios minoristas tanto del pan como de la carne. La segunda será una canasta ampliada, aproximándonos a las ponderaciones de Bértola et al. e incluyendo los precios de los siguientes bienes en las siguientes proporciones: carne 29%, pan 23%, leche 15%, harina de maíz 10%, azúcar 5%, papas 8%, yerba 8% y harina de trigo 2%. Sobre la relativamente alta ponderación definida para el pan puede existir cierta controversia dado que en principio podría pensarse que el pan era de consumo generalizado en Buenos Aires, pero menos usual en la población de las zonas más andinas o norteñas, donde podría haber sido reemplazado por maíz por cuestiones culturales o de precios relativos16. De hecho, mientras Cortés Conde (1979) y Bértola et al. (1999) dan una alta ponderación para el pan en Buenos Aires, Richard-Jorba (2010), al analizar el consumo de Mendoza, propone unas ponderaciones considerablemente menores. Para ver si nuestros resultados son sensibles a esta elección de las ponderaciones, presentamos en el Apéndice II (material adicional disponible en la versión electrónica) un índice en el cual la ponderación del pan se reduce al 10% y se aumentan proporcionalmente las ponderaciones de los otros siete bienes. Las principales conclusiones del artículo se mantienen básicamente inalteradas si se usa esta versión del índice17.

5Resultados

En el cuerpo principal de este trabajo se ofrecen dos índices de precios de alimentos para catorce ciudades argentinas en varios años, entre 1903 y 191218. Uno de ellos es usando solo dos bienes: pan y carne (en adelante, índice CC), siguiendo la metodología propuesta por Cortés Conde (1979). El otro hace una cobertura más amplia de la canasta de bienes, incluyendo otros seis alimentos comunes en la dieta de las clases populares argentinas del período (en adelante, índice CDN). Los precios de todos los bienes considerados, las ciudades y las ponderaciones asignadas se encuentran resumidos en el Apéndice III, (material adicional disponible en la versión electrónica).

Las tablas 1 y 2 muestran la evolución de los índices de precios en las catorce ciudades haciendo el índice de Buenos Aires en 1903 igual a 1. La tabla 1 muestra el índice CC y la tabla 2 el índice CDN. Las figuras 1 y 2 muestran la evolución de los índices de precios en algunas ciudades seleccionadas, que permiten describir de manera aproximada el comportamiento de los mismos en la mayoría de las ciudades19. La figura 1 muestra el comportamiento del índice CC y la figura 2 el comportamiento del índice CDN.

Tabla 1.

Índices de precios (CC). Buenos Aires 1903=1. Ciudades argentinas (1903-1912)

  1903  1904  1907  1908  1909  1910  1911  1912  Promedio 1903/1912 
Bs As  1,00    1,15  1,17          1,11 
Córdoba  0,92    1,17  1,17  1,17    1,25  1,58  1,21 
La Pampa  1,00    1,50  1,50  1,50      1,33  1,37 
Paraná  1,00      1,28  1,43      1,33  1,26 
Rosario  1,00    1,33  1,33        1,33  1,25 
Santa Fe  0,92  0,92    1,22  1,20  1,33  1,25  1,17  1,14 
Jujuy  1,08  1,08  1,58  1,33  1,50  1,43  1,43  1,67  1,39 
Santiago  0,87  0,95    1,25  1,17  1,58    1,50  1,22 
La Rioja  1,17  1,17  1,08  1,33  1,33  1,33  1,33  1,33  1,26 
Salta  0,93  0,93  1,33  1,17  1,50  1,50  1,50  1,50  1,30 
Mendoza  1,17  1,17  1,67  1,50  1,50  1,50  1,67  1,40  1,45 
San Juan  1,33    1,50  1,67  1,75  1,83  2,08    1,69 
Posadas  1,00  1,00  1,33  1,25  1,25  1,67  1,33  1,33  1,27 
Corrientes  1,00  1,00  1,50  1,50  1,25  1,25  1,42  1,33  1,28 

Fuente: elaboración propia en base a los Boletines del Departamento Nacional del Trabajo. Ver texto por detalles.

Tabla 2.

Índices de precios (CDN). Buenos Aires 1903=1. Ciudades argentinas (1903-1912)

  1903  1904  1907  1908  1909  1910  1911  1912  Promedio 1903/1912 
Bs As  1,00    1,12  1,19          1,10 
Córdoba  0,94    1,12  1,09  1,10    1,16  1,36  1,13 
La Pampa  1,16    1,53  1,53  1,54      1,54  1,46 
Paraná  1,13      1,18  1,43      1,52  1,32 
Rosario  0,95    1,26  1,26        1,18  1,16 
Santa Fe  1,03  1,03    1,13  1,26  1,30  1,44  1,02  1,17 
Jujuy  1,14  1,14  1,52  1,29  1,37  1,34  1,38  1,48  1,33 
Santiago  1,06  1,11    1,24  1,10  1,72    1,43  1,28 
La Rioja  1,16  1,12  1,37  1,39  1,34  1,49  1,45  1,57  1,36 
Salta  0,98  0,98  1,24  1,43  1,45  1,39  1,39  1,49  1,29 
Mendoza  1,13  1,18  1,64  1,45  1,43  1,46  1,57  1,28  1,39 
San Juan  1,30    1,49  1,64  1,71  1,79  1,92    1,64 
Posadas  1,00  1,00  1,60  1,45  1,62  1,84  1,70  1,50  1,47 
Corrientes  1,04  1,04  1,48  1,42  1,35  1,44  1,64  1,79  1,40 

Fuente: elaboración propia en base a los Boletines del Departamento Nacional del Trabajo. Ver texto por detalles.

Figura 1.

Evolución del índice de precios (índice CC) en las ciudades argentinas seleccionadas, 1903-1912.

Fuente: elaboración propia en base a los Boletines del Departamento Nacional del Trabajo.

(0.09MB).
Figura 2.

Evolución del índice de precios (índice CDN) en las ciudades argentinas seleccionadas, 1903-1912.

Fuente: elaboración propia en base a los Boletines del Departamento Nacional del Trabajo.

(0.08MB).

El patrón general de la evolución de los índices es relativamente similar. Las dos figuras muestran en los dos primeros años cierta estabilidad acompañada de poca dispersión entre ciudades; en 1903 el coeficiente de variabilidad del índice CDN es de 9,45% (calculado sobre las catorce ciudades) y se reduce a 6,68% en 1904 (aunque hay que tener en cuenta que el cálculo fue hecho sobre ocho de las catorce ciudades).

En la segunda parte del período se observa un nivel más alto y un ligero crecimiento, pero sobre todo mucha mayor variabilidad entre ciudades. El coeficiente de variabilidad del índice CDN adquiere valores superiores al 12% a partir de 1907, y en 1911 y 1912 alcanza valores superiores al 14%20.

Comparando nuestros resultados con la serie de Cortés Conde, resulta que los dos índices construidos en este trabajo para Buenos Aires (limitada a los años 1903, 1907 y 1908 por la disponibilidad de datos en el caso del índice CDN) coinciden bastante con la serie de aquel autor. Cortés Conde calcula una inflación del 21% entre 1903 y 1908, mientras que nuestro índice CC experimenta un crecimiento del 17% y el índice CDN de un 19% (Cortés Conde [1979, p. 226] y tablas 1 y 2). Sin embargo, la inflación en Buenos Aires para estos años es muy inferior a la de la mayoría de las ciudades21, lo que permite suponer que por lo menos para estos años, asumir que la inflación de Buenos Aires es representativa de lo que sucede en el resto del país puede llevar a errores.

Una de las preguntas centrales de este artículo es si existen diferencias sistemáticas entre los niveles de precios de las ciudades estudiadas. La figura 2 y la tabla 2 muestran que la evolución del índice CDN para cada ciudad no tiene demasiada estabilidad. Algunas ciudades como Santa Fe muestran saltos interanuales considerables.

Sin embargo, en la figura 2 algunas ciudades aparecen como sistemáticamente más caras o baratas. Por ejemplo, Jujuy, Mendoza o Corrientes aparecen con índices de precios más elevados en la mayoría de los años, mientras que Buenos Aires o Santa Fe son las que aparecen sobre todo en la parte baja de la gráfica, mostrando índices relativamente bajos.

Esto se confirma mirando el promedio de los índices de precios sobre los ocho años para los cuales tenemos información (última columna de la tabla 2). Las ciudades que están entre las más caras son (en este orden) San Juan, Posadas, La Pampa, Corrientes, Mendoza, La Rioja y Jujuy. Las ciudades más baratas son Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Santa Fe y, a cierta distancia, Santiago del Estero. Si usamos el índice simplificado de carne y pan las posiciones de los rankings son muy similares (tabla 1), manteniendo a Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero y Rosario entre las más baratas, y a San Juan, Mendoza, Jujuy y La Pampa entre las más caras. Dado que algunas ciudades tienen más observaciones al principio de nuestro período de análisis y en promedio los precios suben durante el período, podría haber un sesgo de selección en este análisis. En particular, Buenos Aires solo tiene datos para 1903, 1907 y 1908. Si restringimos la comparación al promedio del índice en esos años, Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe, Paraná, Rosario y Santiago siguen siendo las más baratas, y San Juan, La Pampa, Mendoza, Posadas y Jujuy, las más caras.

Las diferencias de niveles de precios entre ciudades no son pequeñas: usando el índice CDN se observa que San Juan era un 38% más cara que Buenos Aires en 1908 y un 65,5% más cara que Córdoba en 1911. En promedio, San Juan era un 49% más cara que Buenos Aires, un 45% más cara que Córdoba y un 40% más cara que Santa Fe.

La posición relativa de Buenos Aires podría verse alterada por el hecho de que la información para esa ciudad en nuestra fuente más importante solo está disponible para los años 1903, 1907 y 1908. Podría ser conveniente explorar qué sucedería si combinamos la serie completa de Cortés Conde para la ciudad de Buenos Aires que incluye todos los años de 1903 a 1912 con la información de nuestra fuente para el resto de las ciudades22. Los resultados de este ejercicio son muy parecidos a los obtenidos con el índice CC y presentados en tabla 1, y generan las mismas conclusiones de fondo que las comentadas hasta el momento.

La información precedente indica de manera bastante clara que las ciudades más baratas son las que están ubicadas en la región pampeana con fácil acceso a los transportes y las más eficientes para la cría de ganado vacuno y la producción de trigo. Las ciudades ubicadas en la zona de Cuyo (San Juan y Mendoza) están entre las más caras, junto con las que se encuentran en la zona norte del Litoral (Corrientes y Posadas). Y en la mayoría de los rankings elaborados la ciudad más lejana dentro del corredor es más cara que la ciudad más cercana (San Juan más cara que Mendoza y Posadas más cara que Corrientes). La Rioja y Jujuy, también ciudades alejadas de Buenos Aires, aparecen entre las más caras.

Es importante resaltar en este punto que nuestro índice refleja los precios de los alimentos y deja fuera otros componentes del consumo de los hogares por ausencia de información suficiente para ser incluidos en el análisis. Para el rubro vivienda, que ocuparía aproximadamente un 20% del consumo total (Cortés Conde, 1979, p. 225), Alsina (1905, pp. 222-336) ofrece un muy interesante informe comparativo del precio de algunas formas usuales de resolver la necesidad de vivienda de las clases obreras (habitaciones de alquiler en casas particulares, habitaciones de alquiler en conventillos y casas de alquiler) para 1904 en varias ciudades del país y para algunos barrios en el caso de la ciudad de Buenos Aires. Esta información permitiría confirmar que la vivienda era más cara en Buenos Aires que en otras ciudades. La habitación con cocina en casa particular, por ejemplo, costaría en promedio en la ciudad de Buenos Aires 19,5$m.n por mes, mientras que su precio sería de 15$m.n en Posadas, 12,5$m.n en Salta, 12$m.n en Santa Fe, 10$m.n en Mendoza, 9$m.n en Córdoba y Paraná, 8$m.n en Jujuy y 5,5$m.n en San Juan. Aunque está claro que Buenos Aires es la más cara de las ciudades en este rubro, el ranking de las otras ciudades en precio de la vivienda no parece tener una relación clara, directa o inversa, con el ranking de precios de los alimentos. San Juan, que es de las más caras, tiene vivienda muy barata, mientras que Posadas, también entre las de alimentos más caros, tiene un precio de la vivienda relativamente alto. Aunque no es posible un análisis más sistemático de esta cuestión porque los datos existen solo para un año, estos resultados muestran que el coste de la vida en la ciudad de Buenos Aires puede no ser tan bajo como lo mostrado por el índice de precios basado exclusivamente en alimentos.

La determinación de los precios de cada producto y, por consiguiente, del nivel de nuestro índice para cada ciudad es, casi con seguridad, el resultado de múltiples fuerzas con interacciones complejas. Sin embargo, dentro de esta complejidad, resulta natural preguntarse si la existencia de ventajas comparativas en la producción de los bienes en ciertas áreas geográficas puede resultar en precios más bajos en las mismas. Por ejemplo, esta relación fue anticipada por Jorge Balán, quien decía que «al menos la carne y el trigo, elementos básicos de la dieta argentina[…] eran más baratos esos años en Buenos Aires que en Tucumán. Esto no debiera sorprendernos dada la especialización de la pampa húmeda en esos productos. Además, puede suponerse muy bien que otros artículos, en especial los importados, resultarían bastante más caros en Tucumán que en el Litoral, por la diferencia de fletes o, en el caso aún de persistir la producción local, por lo más barato del producto industrial importado» (Balán, 1976, p. 221).

En los casos de la carne y el pan, los dos bienes más importantes de nuestro índice, parece existir una correlación negativa entre el precio relativo del bien en una ciudad y la capacidad de producción de ese bien en la provincia a la cual esa ciudad pertenece. En la figura 3 se muestra la dispersión de los logaritmos de los precios relativos de la carne en las ciudades, y la cantidad de cabezas de ganado vacuno per cápita en la provincia correspondiente23, observándose cierta asociación negativa entre las dos variables. Está claro que existen ciudades alejadas de la recta de regresión y que la asociación no es perfecta, pero si estimamos una regresión y=a+bx, donde «y» es el logaritmo del precio relativo y «x» el logaritmo de las cabezas de ganado per cápita en la provincia, el parámetro «b» es igual a −0,0915 y distinto de cero al 90% (p=0,062)24.

Figura 3.

Precio de la carne y stock ganadero en las provincias argentinas, 1914.

Fuente: elaboración propia en base a los Boletines del Departamento Nacional del Trabajo y el censo de 1914.

(0.08MB).

En la figura 4 presentamos la dispersión de los logaritmos de los precios relativos del pan y las hectáreas de trigo sembradas per cápita en la provincia25, donde también aparece la asociación negativa entre las dos variables, aunque en este caso la pendiente es menor (b=−0,021), así como la significación estadística (p=0,110)26,27.

Figura 4.

Precio del pan y hectáreas sembradas de trigo en las provincias argentinas, 1914.

Fuente: elaboración propia en base a los Boletines del Departamento Nacional del Trabajo y el censo de 1914.

(0.08MB).

Además de las ventajas comparativas en la producción de los bienes más importantes en el índice, hay dos elementos que pueden pensarse como candidatos naturales a afectar los diferenciales de niveles de precios. El primero de ellos es la distancia de cada ciudad desde las zonas productoras de trigo y carne (en la Pampa Húmeda) y de los puntos más importantes de importación y comercio (la ciudad de Buenos Aires). El segundo es el tamaño de cada mercado con la hipótesis de que uno más grande promovería una mayor competencia y, por lo tanto, ceteris paribus, niveles de precios más bajos. Para incorporar estos elementos en nuestro análisis empírico hemos reconstruido dos variables extra: la primera es la distancia por ferrocarril desde la ciudad de Buenos Aires en el recorrido de las líneas férreas construidas en el período (por detalles sobre la construcción de esta variable [ver nota 7]). La variable proxy para el tamaño de mercado es la población de la ciudad correspondiente en 191428. Las dos nuevas variables construidas están asociadas negativamente (a mayor distancia de Buenos Aires las ciudades tienden a ser más pequeñas). Además, y más importante aún, ambas están asociadas con el signo esperado con el promedio del índice de precios de cada ciudad entre 1903 y 1912: en la figura 5 se observa que a mayor distancia de Buenos Aires, el índice es mayor. El parámetro «b» es positivo y significativo al 10% en la regresión y=a+bx («b» es igual a 0,0153, con p=0,066), donde «y» es el índice de precios promedio de la ciudad y «x» es la distancia a Buenos Aires en cientos de kilómetros.

Figura 5.

Índice de precios promedio en 1903-1912 según la distancia respecto de Buenos Aires.

Fuente: elaboración propia en base a la tabla 3 y el análisis de distancias7.

(0.08MB).

En la figura 6 se observa que cuanto más grande es la ciudad, el índice es menor. El parámetro «b» es negativo (−0,0964) y significativo al 5% (p=0,022) en la regresión y=a+bx, donde «y» es el índice de precios y «x» es la población de la ciudad en millones29.

Figura 6.

Índice de precios promedio en 1903-1912 según el tamaño de la ciudad.

Fuente: elaboración propia en base a la tabla 3 y el censo de 1914.

(0.08MB).

Obviamente la dispersión geográfica de precios puede responder a muchos factores que no están capturados en estos simples ejercicios empíricos (preferencias en la dieta, producción local de bienes diferentes a carne y trigo, producción local de sustitutos, costes de transporte alternativos al ferrocarril, nivel de ingresos de los consumidores, etc.) y la falta de información precisa sobre estas cuestiones no nos permite realizar un análisis más sofisticado ni ofrecer conclusiones finales. Lo que estos resultados muestran es que las condiciones naturales para la producción de cereales y carne son factores que influyen en el nivel de precios del pan y la carne, elementos centrales en la alimentación popular del período, y que la distancia de la zona pampeana, y en concreto de Buenos Aires, y la población de las ciudades pueden ser candidatos interesantes para explorar los diferenciales de precios en las regiones argentinas.

6Conclusiones

La incorporación de Argentina a la economía mundial en la era de la primera globalización se produjo en el marco de importantes cambios en la especialización productiva regional. La zona de la Pampa Húmeda se especializó en la producción pecuaria y de cereales destinada al mercado europeo, mientras que las provincias ubicadas al Oeste o al Norte se especializaron en producciones locales y, en algunos casos, destinadas al mercado nacional. La generalización del ferrocarril conectó en fechas bastante tempranas a muchas ciudades del interior con Buenos Aires, que era tanto una de las principales vías de exportación como el mercado de consumo más grande del país. Sin embargo, alguna evidencia apunta a que aún a comienzos del siglo xx las grandes distancias y los costes de transporte mantendrían diferencias en las estructuras económicas, los mercados de trabajo, los niveles de precios y los niveles de vida de las clases trabajadoras.

En este contexto, la discusión sobre los movimientos de precios y la evolución de la inflación a fines del siglo xix y principios del xx está sorprendentemente atrasada en la agenda de la historia económica en Argentina. Hasta 1912, la gran mayoría de los cálculos de inflación se basan en un índice (Cortés Conde, 1979) que incluye solo dos alimentos (pan y carne) y cuya cobertura se limita a la ciudad de Buenos Aires. Aunque se han construido series de índices de precios para otras regiones del país (Campi, 2004; Correa Deza, 2008), en muchos casos se sigue asumiendo que los movimientos de precios de Buenos Aires son extrapolables al conjunto nacional; no existe ningún análisis formal de los diferenciales de precios entre ciudades y/o provincias y, por lo tanto, las comparaciones de niveles de vida y la transformación de variables nominales, en particular salarios, a variables reales es imposible.

En este trabajo hemos presentado una nueva fuente para la construcción de índices de precios que incluyen una gama bastante amplia de productos alimenticios en varias ciudades argentinas en los primeros años del siglo xx. Con esta información hemos construido índices de precios de los alimentos para esas ciudades en el período 1903-1912. Los resultados del ejercicio nos permiten concluir que la dispersión de precios entre ciudades podría haber sido relativamente grande, y que las tasas de crecimiento de los mismos también habrían variado de manera significativa. Al mismo tiempo, dentro de esta variabilidad, existen ciertos patrones que merecen destacarse.

Las ciudades de Buenos Aires, Córdoba, Rosario de Santa Fe y Santa Fe resultan consistentemente más baratas que algunas otras del interior, más alejadas de este núcleo de la región pampeana, como San Juan, Mendoza, Jujuy o Posadas. Las diferencias en el valor del índice presentado en este artículo llegan a un 65% entre San Juan y Córdoba en el año 1911, o a un 42% entre Posadas y Santa Fe en el año 1910. Este hallazgo confirma menciones aisladas en la historiografía que apuntan a que los alimentos en Buenos Aires podrían haber sido bastante más baratos que en algunas ciudades del interior del país (Balán, 1976, p. 221). La causa probablemente más importante por la cual aquel conjunto de ciudades tenía precios de alimentos más bajos era la oferta relativamente más amplia de los dos bienes con más importancia en la alimentación popular de la época (pan y carne) y de mayor ponderación en nuestro índice. La estrategia econométrica presentada en los resultados de este artículo evidencia una relación negativa entre el precio de la carne y el stock ganadero per cápita, y entre el precio del pan y las hectáreas de trigo sembradas per cápita.

Otra característica de las ciudades con alimentos relativamente más baratos es que están ubicadas en la zona de la Pampa Húmeda y son de tamaño mediano a grande, con mercados más desarrollados y posiblemente más eficientes y con más competencia. Respecto de estas variables, la evidencia econométrica sugiere que las ciudades con mayor población tienen niveles de precios más bajos, y a medida que la distancia respecto de Buenos Aires se incrementa, las ciudades tienden a hacerse relativamente más caras.

Todos los elementos resumidos hasta ahora apuntan a que los mercados de alimentos de las ciudades argentinas no estaban altamente integrados, y que los niveles de precios en cada ciudad y sus tasas de cambio podrían haber estado influidos por elementos locales, al menos en plazos de uno o dos años. Hay años en que unas ciudades tienen inflación positiva, mientras otras la tienen negativa, y los niveles de precios de ciudades presumiblemente bien comunicadas no presentan la correlación esperada en el corto plazo. La determinación local de los precios parece indicar que los costes de transporte eran todavía relativamente altos, al menos en lo que se refiere a los productos de la canasta alimentaria representativa de las clases populares30.

La estimación de los diferenciales de precios de los alimentos entre las principales ciudades argentinas permitirá a partir de ahora hacer comparaciones sistemáticas de variables monetarias asociadas a los niveles de vida de los trabajadores, principalmente salarios. No es la intención de este artículo avanzar en la construcción de salarios reales para las ciudades estudiadas, pero algunos ejemplos pueden ayudar a enfatizar la utilidad de la evidencia aportada. Richard-Jorba informa que un peón en Mendoza ganaba en 1904 la cantidad de 38,75$m.n., lo cual puede ser comparado con los 35,00$m.n. que ganaba un peón en Santa Fe según la información del BDNT (Richard-Jorba, 2010, p. 257; BDNT, 1911, p. 600); el de Mendoza es casi un 11% mayor, pero una vez ajustado por los niveles de precios resulta un 3,5% más bajo. En 1908 un peón en Jujuy ganaba 50$m.n., mientras el de Buenos Aires ganaba 40$m.n., o sea el de Jujuy era un 25% mayor; cuando se los convierte a valores reales, la diferencia a favor del de Jujuy es solo de 15,3% (BNDT, 1911, p. 601; BDNT, 1908, p. 632).

Al final del período cubierto por nuestro análisis, la Primera Guerra Mundial representó un quiebre en el patrón de desarrollo económico argentino, en el que empieza a crecer lentamente la producción para el mercado interno asociada a un incipiente crecimiento del sector industrial productor de bienes de consumo y de capital. Los desequilibrios regionales y la tensión entre la especialización y la integración al mercado mundial, por un lado, y la producción para el mercado interno, por otro, estarán en el centro de las discusiones de economía política en Argentina en las siguientes décadas.

Obviamente, este artículo es solo un primer paso en la enorme e indispensable tarea de conocer cómo evolucionaron los precios en Argentina en el período de la primera globalización y antes de la consolidación de un sistema estadístico moderno. La agenda futura incluye la expansión de este ejercicio a los períodos anterior y posterior al estudiado, la inclusión de una mayor variedad de fuentes para confirmar la consistencia de los resultados, y un análisis más detallado de algunos mercados específicos para mejorar nuestra comprensión de la determinación de precios a nivel local.

Financiación

Esteban Nicolini agradece el apoyo económico del Ministerio de Educación de España a través del proyecto ECO2011-25713; también agradece el apoyo de la UNSTA a través del subsidio Res. 1036/09 y del CIUNT a través del subsidio 26/F410. M. Florencia Correa Deza agradece el apoyo de la Universidad Nacional de Tucumán.

Agradecimientos

Los autores agradecen comentarios y discusiones previas sobre el tema con Lavih Abraham, Beatriz Álvarez, Daniel Campi, Rafael Dobado, Cecilia Fandos, Alfonso Herranz, Juan Luis Martiren, Mario Matus González, Henry Willebald y los revisores de esta revista. Alejandra Machín ha realizado una excelente tarea de análisis preliminares de datos.

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En esta época la residencia urbana o rural no tenía límites muy precisos dado que una gran masa de trabajadores se movía de las ciudades a la campaña en las épocas de cosecha (Cortés Conde, 1979, p. 200).

Como se verá más adelante, esta afirmación no resulta cierta cuando analizamos el período 1903-1912.

Cortés Conde construye también un índice de precios más exhaustivo en el que incluye aceite, arroz, azúcar, carbón, leña, café, té, yerba, harina, grasa, papas, vino, tabaco, vivienda y vestidos, pero al no tener información para hacer una serie completa, basa la mayoría de sus cálculos y sus conclusiones en el índice más sencillo de dos bienes (Cortés Conde, 1979, pp. 286 y 287).

Abraham (2008, 2012) construye un índice de precios para Rosario, pero para un período bastante posterior (entre 1933 y 1955), considerando veintidós precios de alimentos, tres precios de combustibles de utilización doméstica y un precio proxy del costo de la vivienda.

Gómez Galvarriato y Musacchio (1998, pp. 2-4) también ofrecen un detallado análisis de la historia de los índices de precios para ese período en México.

La unidad monetaria en la que están expresados los precios es el Peso Moneda Nacional ($m.n.), moneda de curso legal vigente en Argentina desde 1881 hasta 1969.

A los fines de calcular las distancias por las vías férreas entre las ciudades bajo estudio se llevaron a cabo varios pasos: en el primero, se localizaron los trazados de líneas férreas que conectaban las ciudades bajo análisis en un mapa correspondiente a 1916 (Lobato y Suriano, 2010). En el segundo paso se utilizó el programa Mapsource (software libre perteneciente a Garmin Ltd. en su versión 6.15.4) y a partir de la base cartográfica MAPEAR, consistente en una serie de mapas satelitales georreferenciados, se determinaron las líneas férreas que conectaban la ciudad de Buenos Aires con el resto de las ciudades consideradas. Finalmente, con la herramienta de cálculo de distancias, se aproximó la extensión de dichas vías. Agradecemos al Dr. Fernando Longhi el habernos acercado este software y habernos guiado en la estimación de las distancias.

Sánchez Alonso (2010) indica que las dificultades de los trabajadores para generar cambios en las políticas favorables a la inmigración impulsó una estrategia de resistencia basada en huelgas y, en algunos casos, en resistencia violenta.

Además de las ciudades mencionadas, las tablas con precios cubren la ciudad de Bahía Blanca para los años 1903, 1904, 1910 y 1912; Rosario de la Frontera para el período 1910-1912; Catamarca para 1911-1912, y Chiclana, La Plata, San Luis y Tucumán solo para 1912.

Aunque los precios del diario El Orden están disponibles para todos los años entre 1883 y 1927, el BDNT solo da precios para Tucumán para 1912. Por este motivo, Tucumán no fue incluido en el análisis general de este artículo.

La fórmula utilizada en el índice de precios que presentamos es la de Laspeyres, que pondera los precios relativos de los bienes respecto del precio de Buenos Aires en el año 1903, y utiliza como ponderadores la proporción del gasto de las familias que representa cada bien en la provincia y en el año base y las mantiene constantes a lo largo del período analizado.

El BDNT (3, 1907, p. 346) presenta la estructura de gasto para 10 familias obreras de Buenos Aires en 1907 y el promedio de gasto en alimentos para las mismas es del 65%. La metodología del INDEC establece para 1930 que el porcentaje de alimentos y bebidas en la estructura de ponderación del IPC-GBA es del 52,5%. Información disponible en el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, 2012.

En la sección de Resultados haremos mención a algunos precios de la vivienda que están disponibles para 1904.

En este punto, Cortés Conde sigue el análisis de Bunge y establece que «[…] el rubro alimentos está integrado en un 30% por el precio de la carne y 30% por el pan. Los artículos que corresponden al 40% restante son aceite, arroz, azúcar, carbón, leña, café, té, yerba, harina, grasa, papas, vino y tabaco» (Cortés Conde, 1979, p. 286).

En esos trabajos no se incluye el pan por no tener información suficiente sobre sus precios, y por ello se amplían las ponderaciones de la harina y el maíz.

Agradecemos a Jorge Gelman el habernos llamado la atención sobre este punto.

Si en vez de aumentar proporcionalmente las ponderaciones de todos los productos menos el pan se incrementan solamente las ponderaciones de los otros cereales (harina de maíz y harina de trigo), los resultados centrales del artículo no se modifican. Lo mismo puede decirse si se reduce la ponderación de la carne aumentando la de la leche y la de las harinas (de maíz y de trigo). Los resultados de estos ejercicios están disponibles a pedido a los autores.

Como se menciona en la sección anterior, en el Apéndice II se discuten los resultados con un tercer índice.

Si se incluyen los índices de todas las ciudades en las figuras, la cantidad de líneas hace que la interpretación sea muy difícil. Dado que las tablas 1 y 2 tienen toda la información necesaria para construir las figuras, el lector interesado puede hacer la selección que prefiera para la construcción de su propio diagrama.

El coeficiente de variabilidad fue calculado con información para 11 ciudades en 1907, para 9 ciudades en 1911 y para 12 ciudades en 1912.

Considerando el índice CC, la única ciudad con inflación menor a Buenos Aires en el período 1903-1908 es La Rioja (tabla 1).

Para realizar esta exploración fue necesario ajustar los precios provistos por Cortés Conde, que son mayoristas, para hacerlos comparables con los precios de nuestras fuentes, que son minoristas. Los detalles de la metodología y los resultados obtenidos están disponibles a pedido del lector interesado.

Los precios usados para cada ciudad en este ejercicio son los precios promedio para todos los años para los cuales hay información del producto. Las cabezas de ganado vacuno y las poblaciones provinciales provienen del censo de 1914. Se cuentan las cabezas totales menos las dedicadas al tiro y las lecheras.

Hay dos puntos en la gráfica que se encuentran alejados de la recta de regresión. Uno de ellos, arriba a la derecha, corresponde a la ciudad de La Pampa en la cual el precio de la carne es relativamente alto a pesar de que el stock ganadero de su provincia también lo es. El otro, abajo a la izquierda, es Posadas, con precios de la carne relativamente bajos a pesar del escaso stock ganadero en la provincia correspondiente.

Los datos de las hectáreas de trigo sembradas y la población por provincia provienen del censo de 1914.

Si usamos la producción de harina proveniente del censo de 1914 esta asociación desaparece. Esto puede deberse a que la producción de harina puede tener mayor variabilidad interanual y que los datos de 1914 no sean representativos de lo que sucedió en promedio entre 1903 y 1912.

Hay un punto en la gráfica alejado de la recta de regresión, arriba a la derecha, que corresponde a la ciudad de San Juan, en la cual el precio del pan es relativamente alto, a pesar de que la superficie sembrada con trigo en la provincia correspondiente también lo es.

Estas dos variables capturan muy imperfectamente las dos dimensiones que queremos agregar a nuestro análisis, lo cual genera que los resultados sean, una vez más, tentativos, y que los consideremos solamente pasos adelante en el refinamiento de las hipótesis para la investigación futura.

En la figura 6 se observa un punto alejado que corresponde a la ciudad de Buenos Aires. Si quitamos de la regresión esa observación el valor del parámetro «b» aumenta en valor absoluto y se incrementa la significación estadística del mismo.

Tanto la integración de la zona pampeana al mercado mundial como la especialización de algunas regiones en productos destinados al mercado nacional generó desde épocas tempranas una tendencia a la especialización y una reducción en términos relativos de la producción de alimentos para el consumo local. La oferta local de alimentos será una combinación de la producción local de los mismos y de la compra de alimentos producidos en otras provincias. La integración de los mercados regionales (por la baja de los costes de transporte, por ejemplo) aumentará el tamaño relativo de la segunda parte y generaría, en principio, una reducción de los precios finales. Aunque para un período anterior, Fandos y Parolo (2011) muestran la coexistencia de producción de alimentos para el mercado local con el cultivo de caña de azúcar, cuyo producto final (el azúcar) estaba destinado al mercado nacional.

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