En este artículo se sostiene la tesis de una singularidad de sentido en el empleo del nombre América Latina por parte de Francisco Bilbao. Se discuten las tesis al respecto de J. Phelan, A. Ardao, M. rojas Mix, P. Estrade, M. Quijada, V. Romero y W. Mignolo sobre la base de documentación inédita y se muestra la difícil posición del nombre en el contexto geopolítico de los imperialismos rivales del siglo xix por parte de Francisco Bilbao, entre su primera ocurrencia de empleo en 1856 hasta su denegación en 1862.
This article asserts that there is a singularity of sense in the use of the name “América Latina” by Francisco Bilbao. the theses proposed by J. Phelan, A. Ardao, M. Rojas Mix, P. Estrade, M. Quijada, V. Romero and W. Mignolo are reviewed and discussed regarding new unpublished documentation. At the same time, it shows the difficult position of the name in the geopolitics context of rival imperialisms of xix century, in which Francisco Bilbao took part, between its first use in 1856 until its denial in 1862.
Revista del Nuevo Mundo1
Se conoce desde hace algún tiempo la importancia de una carta de Lamennais sobre el pensamiento y la obra de francisco Bilbao, carta fechada en París el 5 de diciembre de 1853. Ella puede servir de hito para distinguir dos grandes épocas en la carrera intelectual de Bilbao (1823-1865). La primera comprendería el periodo desde su regreso a Santiago desde Lima a comienzos de 1839 hasta su partida de Lima hacia París en mayo de 1855. La segunda comprendería el periodo entre su llegada a París en julio de 1855 y el último periodo de su producción en Buenos Aires a fines de 1864. La carta sería un hito para esta diferenciación si en ella apareciera la idea de una América latina, y si esa proposición diera lugar a la instancia de empleo del nombre “la América latina” acontecida en la Iniciativa de la América, conferencia leída por Bilbao en París el 22 de junio de 1856, publicada dos días después, y que es, hasta donde se sabe, el documento de la primera ocurrencia de su utilización. El propósito de este artículo es volver a este aserto y discutir la cuestión del empleo de la expresión en Bilbao desde nueva documentación a la vista.
Edmundo o’Gorman propuso en 1958, en lugar de la idea del descubrimiento de América, la idea de una invención de América por Europa.2 En 1968, John Phelan tomó la hebra de la distinción entre las dos Américas, la latina y la sajona, y siguiendo la pista a la idea de América Latina, concluye que se trata también de una invención europea. América Latina, dice, “fue concebida en francia durante la década de 1860, como un programa de acción para incorporar el papel y las aspiraciones de francia hacia la población hispánica del nuevo mundo”.3 concretamente, habría aparecido por primera vez en un artículo de L. M. Tisserand titulado “Situation de la latinité”, fechado el 1º de junio de 1861, publicado en la Revue des Races Latines. Sólo con posterioridad, añade Phelan, habría sido implementada por “dos autores hispanoamericanos que residían desde hacía mucho tiempo en francia”.4 Esos dos hispanoamericanos aludidos por Phelan son, seguramente, el colombiano José María Torres Caicedo y el argentino Carlos calvo. ninguna alusión existe en el artículo de Phelan, hasta donde advertimos, al papel desempeñado por Bilbao en el mencionado bautismo.
En 1965, sin embargo, Arturo Ardao indicaba fechas anteriores y empleos más complejos del nombre. Este trabajo inicial de Ardao fue el comienzo de una investigación mayor sobre el origen del nombre “América Latina” publicado en 1980, investigación en la que concluye que l’Amerique latine es una idea francesa en cierto sentido, pero que el empleo francés del nombre es posterior a la instancia de la primera ocurrencia de utilización. El nombre es “obra de hispanoamericanos, no de europeos”, dice Ardao en contra de Phelan.5 de inspiración francesa, el nombre “la América latina” sería anterior a su uso francés y sería, concretamente, localizable en el poema Las dos Américas de torres caicedo, poema fechado en Venecia el 26 de septiembre de 1856 y publicado en El Correo de Ultramar el 15 de febrero de 1857. Ardao advierte el empleo de la expresión en la conferencia de Bilbao, pero no le asigna a esa ocasión de empleo más relevancia que la de “un paso”, que califica de “vacilante”, “ocasional” y “esporádico”. no insistiría Bilbao en ella con posterioridad y no daría lugar, entonces, esa instancia de empleo, a su uso y consolidación posterior,6 cuyo uso pertenecería a torres Caicedo, quien habría, frente a la amenaza de la presencia yanqui en Centroamérica en ese mismo momento, creído encontrar “en las tradiciones de la latinidad un nuevo horizonte histórico de inspiración y de cohesión para nuestra América”.7
El libro de William Crawford publicado en 1944,8 traducido en 1966,9 y las obras de Leopoldo Zea de 194910 y de 1965,11 aunque de muy distinto carácter y alcance, suscitaron primero un artículo de Oscar Kubitz en 1960,12 después un ensayo de Salomon Lipp en 1975,13 y, finalmente, otro artículo de frank Spindler en 1980.14 Este último tiene la particular relevancia de haber seguido de cerca la relación de Bilbao y Lamennais y, pese a que en ocasiones desacierta, llamó la atención sobre una carta de Lamennais dirigida a Bilbao y su respuesta, acerca de la referencia en ellas al manifiesto del comité Latino de París y sobre la proposición de unificación de las naciones latinas. Las contribuciones de Louis Miard en 1982 respecto a las influencias de Lamennais, Quinet y Michelet a mediados del siglo xix en América Latina a través de Bilbao15 permitieron abrir, sin embargo, un capítulo distinto a la cuestión del nombre.
Estas relaciones discipulares de Bilbao las tiene en cuenta Miguel Rojas Mix en un trabajo suyo de 1986: “¿Quién fue el primero en hablar de América latina? ¿Bilbao o torres caicedo? ¿Quién lo escuchó de quién? o ¿A quién se lo escucharon ambos?”.16 A esas influencias no les asigna empero una relevancia gravitacional. En medio del tráfico de las significaciones de la latinidad de entonces, según otro trabajo suyo de 1991,17 la expresión “la América latina” encontraría en Bilbao un alcance de sentido singular, y significativamente se hallaría en él tanto su primer empleo como su abandono posterior. Bilbao instala el nombre con motivo de la Intervención norteamericana en nicaragua en 1856 y, después, deja de emplearlo con motivo de la Intervención francesa en México en 1862. Rojas Mix sugiere en ello una influencia de La expedición de México (1862) de Edgar Quinet. Pero entonces su uso, para Rojas Mix, en contra de la tesis de Ar -dao, no es un uso simplemente esporádico o meramente ocasional. El desembarco de las tropas francesas en México y la crítica al panlatinismo por Quinet opera, sin duda alguna, un efecto en esa decisión: “cuando lo abandona es porque ve que sirve para legitimar el colonialismo francés”, dice Rojas Mix. En Bilbao, el nombre tendría una significación propia, y sería la misma que perduraría hasta hoy, a saber, una significación decisivamente antiimperialista, y por eso a Bilbao se debería “el hallazgo de América Latina” y “la fundación del término en que hoy reconocemos nuestra identidad”.18 El Post-dictum de la Iniciativa de la América aparece fechado el 24 de junio. La conferencia había sido leída “el día 22 de junio de 1856, en París, en presencia de treinta y tantos ciudadanos pertenecientes a casi todas las Repúblicas del Sur”, en el contexto de una reunión en protesta por la Intervención norteamericana.19 Rojas Mix especula sobre la asistencia, ciertamente probable, de Torres Caicedo a la conferencia de Bilbao, y sobre una posible influencia ejercida por Bilbao sobre el poema de Torres Caicedo que es tres meses posterior. “Hasta donde he podido seguir su pista, el primero en emplear el apelativo fue el chileno Bilbao”, concluye Rojas Mix y “le siguió el colombiano torres caicedo”.20
Frente a la recomendación de la Real Academia Española en 1992 en el sentido de “la reinstalación en la nomenclatura oficial de los términos Hispanoamérica e hispanoamericano”, “o los de Iberoamérica e iberoamericanos, siempre que se quiera aludir también a los hermanos brasileños”, y “se abandonen las voces ajenas y equívocas de Latinoamérica y latinoamericano”, Paul Estrade identifica en 1994 el motivo de la recomendación académica en la tesis de Phelan y convoca en su favor las investigaciones de Ardao y de Rojas Mix: Hasta donde está averiguado, la expresión “América Latina” se inventó en 1856 para ser lanzada en son de reivindicación identitaria y de manifiesto político. Surgió con motivo de la invasión de nicaragua por los mercenarios de William Walker, y como protesta contra la misma y también contra la potencia que, bajo ese disfraz, trataba de llevar a cabo su gran designio expansionista a expensas del Sur, después de haberlo logrado hacia el oeste a expensas de México. En París fue —eso sí, y no es casual— donde brotó el término de “América Latina” del cerebro de unos latinoamericanos conscientes del peligro del norte, conscientes de la urgencia de la unión del Sur, conscientes de la necesidad de un concepto definidor y unificador después de decenios de indecisión en la América, antes española y aún sin nombre genuino. El 22 de junio de 1856, en París, delante de más de treinta ciudadanos de casi todas las repúblicas del Sur, en un acto de repudio a la agresión a nicaragua, el chileno francisco Bilbao calificó de ‘latina’ a la América que defendía y promovía y evocó ‘la raza latino-americana’, oponiéndolas clara y únicamente a los Estados Unidos de América y al ‘yankee’. fechado en 26 de septiembre de 1856 y motivado por la misma y prolongada agresión, el poema Las Dos Américas del colombiano, exiliado también en París, José María torres caicedo, las enfrenta del todo: “La raza de la América latina / Al frente tiene la sajona raza. / Enemiga mortal que ya amenaza / Su libertad destruir y su pendón”. Por aquellas fechas, nadie en el mundo usaba tal denominación, ni siquiera en francia entre los adeptos de la “latinidad” incipiente.21
Estrade volvió al asunto en 1998. Esta vez para inclinarse, pensando en la consolidación del nombre, por la figuración de Torres Caicedo: “el más consecuente promotor de la nomenclatura América Latina”, dice.22
También en 1998, Mónica Quijada abordó la cuestión por el lado del éxito y de la difusión del nombre “América Latina”, con el propósito, dice, de “devolver el papel protagónico a los principales actores de ese proceso”, oponiéndose así a la tesis que ella misma llama imperialista de Phelan.23 desde esta perspectiva, la instalación y la consolidación del nombre respondería, en parte, al interés de esos actores por inscribirse en el proceso de modernización occidental decimonónico, y respondería, en parte, pero sobre todo, al interés de constituirse como un conglomerado geopolítico suficiente para hacer frente a los expansionismos norteamericano y europeo sobre América del Sur. con esta clave de lectura, Quijada resitúa la figuración de Torres Caicedo en la línea de Ardao y pasa casi por alto el rol de Bilbao que había destacado antes Rojas Mix.
Desde otra perspectiva, tendiente a debilitar las tesis de Ardao y de Rojas Mix, ese mismo año de 1998, Vicente Romero reconsideró la influencia sobre Bilbao de Lamennais e hizo gravitar sobre él el sentido suyo de la latinidad. Ese sentido sería el que pone en circulación el comité Latino de París, que había fundado y lideraba el propio Lamennais, y el que se encontraría además en dos cartas de Lamennais, una de las cuales es la carta que dirige a Bilbao el 5 de diciembre de 1853. En esta carta y en el Manifiesto del comité aparecería un sentido espiritual de la latinidad, en oposición al materialismo del mundo anglosajón, y sería éste el sentido que actuaría en la obra de Bilbao.
Es en ese molde latino de Lamennais que el chileno francisco Bilbao formulará, rápidamente, “la ‘latinidad’ de su continente”, dice Romero. frente a la tesis de fondo que compartirían Ardao y Rojas Mix, para Romero resultaba “demasiado optimista, pues ella afirma la existencia de una ‘identidad’ y de una ‘conciencia’ latinoamericanas”, “nos situamos”, dice Romero, “como franco tiradores escépticos”.24
Esta tesis optimista, sin embargo, refleja, según nosotros, información insuficiente. dice Romero: Es Lamennais el que pretende hacer de esta oposición [latino/sajón] el principio que oriente la obra y la acción de Bilbao en América, como también es él quien, por intermedio de una carta fechada en los primeros días de diciembre de 1853, propondrá a su discípulo, junto al “catolicismo social”, su nueva visión, y le insta a actuar para levantar “un contrapeso” latino en ese continente: “tenga por seguro que no hay nada que esperar de la América española mientras ésta siga sometida a un clero imbuido de las más detestables doctrinas, de una ignorancia sin límites, corrompido y corruptor. La Providencia la ha destinado a formar el contrapeso de la raza anglosajona, que representa y representará siempre a las fuerzas ciegas de la materia en el nuevo Mundo. Esta bella misión, sólo la podrá cumplir desprendiéndose de los lazos de la teocracia, uniéndose y confundiéndose con las otras dos naciones latinas, la nación italiana y la nación francesa. […] Usted puede apreciar, en el pequeño folleto que acompaña a esta carta, como ha comenzado a realizarse esta unión. Ella responde a la naturaleza, a la necesidad, por ello se realizará. trabaje en esta obra, y que dios bendiga vuestros esfuerzos”. Antes de la recepción de esta carta, no se encuentra en Bilbao la oposición sajón/latino como principio de acción. Era “igualitario”, espiritualista y un puente lo unía a la civilización sajona: su espíritu casi puritano de libertad. Es después de la recepción de esta carta que encontramos en sus escritos algunas referencias al problema de las diferencias y oposiciones entre las civilizaciones sajona y latina. En especial en su Mensaje del proscrito a la nación chilena (1854). dos años más tarde, Bilbao vuelve sobre este problema en su conferencia en París Iniciativa de la América. Idea de un Congreso Federal de las Repúblicas empleando entonces las fórmulas hoy día consagradas.25
La aparente evidencia que propone esta lectura puede disolverse si la confrontamos con la siguiente observación. Romero consulta las Obras Completas de Francisco Bilbao en la edición de Manuel Bilbao, un volumen de 300 páginas que reúne los escritos de Bilbao entre mediados de 1851 y fines de 1853, y que no incluye La revolución en Chile y los mensajes del proscrito (Lima, 1853). Esta ausencia es decisiva, puesto que Romero no puede advertir que la oposición latino/sajón en Bilbao es algo anterior. Ella remonta, mirando ese volumen, al primero de sus artículos tras su huída de chile en julio de 1851, titulado La definición, originalmente publicado en el diario El Comercio de Lima el 17 de septiembre de 1851, y se encuentra con posterioridad en Necesidad de una nación, originalmente publicado en la Revista Independiente de Lima a fines de diciembre de 1853. Es seguro que a estos escritos a los que se refiere el propio Bilbao en su carta de respuesta a Lamennais cuando dice: “El pensamiento de vuestra carta ha venido a imprimir la autoridad de vuestra palabra a la obra que he ejecutado en este país. Sucedía que yo había escrito en el mismo sen-tido…”.26 Antes de la carta, pues, Bilbao había escrito en la misma dirección, “en el mismo sentido”, dice. Lo que hay todavía que comprender es justo en ese sentido, anterior a la carta y el mismo de la carta. también para nosotros la carta de Lamennais es gravitante, le otorgamos el carácter de hito en su virtud, pero es insegura, para nosotros, la tesis de un rol funcionario en el empleo de la expresión.
Para Walter Mignolo, en años recientes, “América” es la invención europea de la primera modernidad, como “América Latina” lo es la de la segunda modernidad. La primera corresponde a la etapa colonial, como la segunda a una segunda forma de colonialidad. dice Mignolo: “La ‘idea’ de América Latina es la triste celebración por parte de las élites criollas de su inclusión en la modernidad, cuando en realidad se hundieron cada vez más en la lógica de la colonia lidad”.27 En el nuevo escenario global, después del declive de España co mo potencia imperial, determinado por el conflicto entre Inglaterra y Francia co mo imperialismos rivales, y Rusia insinuándose en esa rivalidad, la intelectualidad criolla hispanoamericana emancipada habría buscado un amparo ante la avanzada de Estados Unidos sobre América del Sur y la habría encontrado, creído encontrarla, en la ideología francesa de la latinidad. Para Mignolo, entonces, América Latina no es sólo un nombre que designe una entidad ni expresa la conciencia de una identidad. Para Mignolo, América Latina constituye un “proyecto político”. y es, en relación a ese proyecto que resulta interesante, a diferencia de torres Caicedo, la posición de Bilbao. tomando una hebra del texto de Rojas Mix, dice Mignolo: Ubicado en la encrucijada de una nueva subjetividad disidente y una reconfiguración del orden mundial, Bilbao fue crítico de las ambiciones imperiales de Europa, Estados Unidos y Rusia, y en especial de las de Francia, que incursionaba en territorio mexicano y pretendía controlar a ‘América Latina’ luego de la salida de España y la focalización de Inglaterra en Asia y África. […] Así, la discontinuidad de Bilbao inaugura una perspectiva crítica que tiene el potencial de dejar al descubierto la omnipresente rearticulación de la colonialidad del poder durante el siglo xix por medio del concepto de latinidad.28
Volvemos nosotros a tomar el hilo.
El proyecto en cuestión remonta a las Cartas sobre la América del Norte de Michel chevalier, publicadas en París en 1836, y que ya circulaban en chile al menos desde 1842. Para la llegada de Bilbao a Francia en 1845, el libro de chevalier era todo un éxito editorial. Había alcanzado en 1844 la cuarta edición. Además, chevalier en el colegio de Francia tenía a su cargo la cátedra de Economía Política desde 1840, y Bilbao asiste, según Manuel Bilbao, al curso de Economía Política en el colegio en 1845.
En la introducción a esas Cartas, lo mismo que antes para Hegel, para chevalier “la civilización a la que pertenecen los pueblos de Europa marcha sobre el globo terráqueo de oriente a occidente”.29 no describe esa marcha una línea recta y avanza, más bien, sinuosa y alternativamente entre “las dos grandes razas de la Biblia, la de Sem y la de Jafet”, y entre las razas benditas entonces. Pues son tres los hijos de Noé y tres las razas bíblicas. La tercera raza, la maldita, es la de cam. Para chevalier, América es el último paradero de la civilización europea, compuesta de tres “familias”: la latina, la germana y la eslava, cada una encabezada por una distinta nación: Francia, Inglaterra y Rusia. y éstas, las tres naciones, también las “tres cabezas” de Europa, son las que disputan el predominio en la escena mundial. dejando a un lado a Rusia, que es “una recién llegada” dice chevalier, Europa aparece dividida en consecuencia entre una “Europa latina” y una “Europa teutónica”. La primera está constituida por los pueblos meridionales cuyas lenguas proceden del latín y cuya religión es la romana. La segunda es la septentrional, que en cambio es protestante y habla lenguas germanas. En América, añade chevalier, se ha reproducido esta diferencia, que es, insistamos, una diferencia de lengua y de religión: “Ambas ramas, latina y germana, se han reproducido en el nuevo Mundo. América del Sur es, como la Europa meridional, católica y latina. La América del norte pertenece a una población protestante y anglosajona”.30 Así, pues, del mismo modo que existe una “Europa latina”, ha llegado a haber también, como una extensión suya, una América “latina”. de todo este “grupo latino”, el liderazgo, continúa chevalier, le debe corresponder a Francia; hallándose en “la cumbre” del grupo latino, Francia “es responsable de los destinos de todas las naciones del grupo latino en los dos continentes. Sólo ella puede impedir que esta familia entera de pueblos sea absorbida por el doble despliegue de germanos, sajones o eslavos. A ella le corresponde despertarlos del letargo en que se encuentran inmersos en ambos hemisferios, elevarlos a la altura de otras naciones y prepararlos para figurar en el mundo”.31 Le corresponde a Francia una función tutelar y patronal y es ella la que debe proteger el destino de los pueblos latinoamericanos porque, dice, “no se encuentran aún en condiciones de bastarse a sí mismos”.32 El imperativo del liderazgo es, en chevalier, ciertamente reactivo. de lo que se trata es de apurarse ante el despliegue y avance de los ingleses y de los rusos en Europa, como de los yanquis en América. de apurarse, y de conformar, pues de es -to también y principalmente se trata, una unidad racial panlatina capaz de equilibrar las fuerzas y de distribuir en consecuencia el mundo según un modelo geopolítico cuyo punto de vista es el francés, según un horizonte recortado por lo latino como punto de vista francés.
Con posterioridad a los acontecimientos de 1848 y 1849 en París, se había constituido el comité democrático francés-Español-Italiano, fundado en 1851 por la iniciativa y con el liderazgo de Lamennais.33 En Londres, paralelamente, se había constituido el comité central democrático Europeo, liderado por Mazzini, quien pensaba en la realización de la “república universal”, mientras Lamennais, en lugar de la idea de una confederación que juzgaba irrealizable en ese momento, desde el comité Latino de París pensaba más bien en la reconstrucción de la República a partir de un “núcleo central” de pueblos latinos: “Por su posición geográfica y sus afinidades de origen, cultura, ideas, lengua e intereses, las naciones latinas, Francia, Italia, España, parecen ser los elementos naturales de este núcleo central en torno al que lleguen a agruparse elementos nuevos”.34 El citado es un pasaje del Manifiesto del comité Latino, firmado entre otros por Lamennais, comité disuelto poco después con el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851. Es entonces cuando Lamennais, comprendiendo la significación del golpe y decepcionado, vuelve la mirada hacia América, y hacia Bilbao en particular, y es entonces cuando fomenta, contra el bloque sajón, la formación de un bloque latino, republicano y espiritual en “la América española”. Si “la América española”, decía Lamennais a Bilbao en su carta de 1853, entra en alianza con las naciones francesa e italiana, y si entonces inscribe su posición en relación con “las naciones latinas”, definiéndose a sí misma en tanto “latina”, sólo entonces tendría la posibilidad de cumplir el destino de ser “el contrapeso de la raza anglo-sajona, que representa y representará siempre las fuerzas ciegas de la materia en el nuevo Mundo”. Lamennais opone, en efecto, las dos razas, la latina y la sajona, en términos de la espiritualidad de la primera y el materialismo de la segunda, retomando así por su cuenta, y a distancia de chevalier, el sentido de la latinidad. La composición de un bloque latino en América del Sur, sostenía, es una urgencia histórica en los momentos en que Estados Unidos amenaza con la realización de lo que llama su destino Manifiesto y que, de cumplirse, le otorgaría una hegemonía tal que “rebajaría el mundo entero a su nivel y haría del género humano una especie de gran molusco”.35
La oposición, referida a América en 1836 por Michel chevalier, da lugar entonces, bajo la mediación de Lamennais, a partir de un sentido amparado por la oposición entre la civilización espiritual de los pueblos latinos y la materialista de los anglosajones, a la denominación de “la América latina” por parte de Bilbao.
Con todo, antes de la carta de Lamennais, existe en Bilbao el uso, en boga por lo demás en la época, de la oposición latino/sajón. Hasta donde hemos podido pesquisarla, según decíamos, se remonta a La definición, de septiembre de 1851, donde América aparece como un campo de disputa entre lo latino y lo sajón. Hacia el Sur, América aparece a su vez como la matriz de un encuentro y la ocasión para un ensayo, la matriz del encuentro latino-indígena y la oportunidad para el tanteo de la República. América del Sur sería, podría ser, en este sentido, un nuevo mundo político y moral. La novedad posible de este mundo, sin embargo, está indecisa. A la oposición entre Europa y América, propia del tiempo de las independencias, se ha unido una distinta ahora, una oposición interior al continente, que es distinta de la oposición bolivariana entre las Américas Septentrional y Meridional, la del norte y la del Sur, y es esta una oposición entre una América “sajona” y una América “latina”. Su indecisión se funda en la amenaza que representa “la raza anglo-sajona” sobre el “mundo latino-católico” del Sur, si éste no es capaz de replantear por sí mismo su condición de cristiandad y si no es capaz de replantearse en tanto injerta en los pueblos indígenas; si no es capaz de producir, en sentido ético y político, un mundo nuevo desde la singularidad de su condición, desde su condición, pues, latino-americana. y habrá que pensar esa condición conjuntiva en Bilbao, desde ahora, como injerto, y pensarla a diferencia de otras metáforas, como la del trasplante o de la importación en Sarmiento y Alberdi.
Después, la oposición reaparece en Necesidad de una Nación, de diciembre de 1853, donde el “mundo latino” en América aparece como un mundo despotizado por el catolicismo, necesitado pues de un proceso de descatolización. La sociabilidad latina de América debe descatolizarse entonces, y para ello requiere de una nación que lidere esa operación. Bilbao veía ese liderazgo factible en chile.
Esos dos textos son en cierto modo preparatorios del tercer Mensaje del proscrito, fechado en julio de 1854 y publicado en Guayaquil, que es, según los comentaristas, singularmente relevante para la cuestión de la latinidad, pero lo es, para nosotros, no porque encontremos en él una recepción de Lamennais y de la carta suya que acababa de recibir, sino porque más bien encontramos en él el cuadro geopolítico delineado por chevalier y su diferencia con él, que es fundamental. En la agenda teológica y política de Bilbao, América del Sur debe descatolizarse, decíamos, y recuperar “la bella tradición latina de la sociabilidad”. Una tradición de sociabilidad, sin embargo, que no es estrictamente francesa, o que no es francesa sin más. El Segundo Imperio de Bonaparte el chico ya representaba para Bilbao una traición a Francia, al ideario republicano de las revoluciones de 1789, 1830 y 1848, y sin la República, pensaba, Francia no puede presumir el liderazgo de los pueblos latinos y pretender asumir la comandancia de occidente: “La Francia no puede hacerse centro del espíritu y capitanear al occidente sin proclamar a la República”.
Esta crítica a Francia remonta a 1849, y es localizable en la carta a Andrés Bello del 31 de julio de 1849 remitida desde París, donde se lee: La Francia, por su historia y su genio, es la patria donde se prepara la noción práctica de la fraternidad. […] Pero, además de ser París el Panteón o el Vaticano moderno, es también la aspiración de lo desconocido. y he aquí el mal que nos agita de un cabo al otro de la tierra. ¿cuál es el pensamiento del porvenir? ¿La marcha actual es conforme al pasado revolucionario? ¿Hay decepción o esperanza? ¿Hay resplandores del ideal futuro? Eternité, néant, sombres abimes. Mi carta, señor, toma proporciones que no esperaba, y me detengo. […] ¡oh, si puedo un día oponerme a la invasión de Europa presente en la América, y sobre todo, en la tierra de nuestro amor! ¡Que no escuche, señor, la seducción de la serpiente! Esto sería inagotable.
Y, más significativamente, en el texto de colaboración a La Tribune des Peuples del 7 de mayo de 1849, donde, a propósito del desembarco francés en Civita Veccia, se lee: “Esos signos, franceses, significan una cosa: la abdicación de Francia, la muerte de la iniciadora del mundo. […] Adiós Francia, es necesario un nuevo mundo”.36
Un texto de 1855, escrito y publicado en Bruselas, titulado Movimiento social de los pueblos de la América Meridional,37 representa, se puede decir, el definitivo momento de visibilidad de América. Los pueblos meridionales de América —o latino-americanos en su relevo inmediatamente posterior—, dice Bilbao, “aspiran igualmente y marchan a la vez, cada uno de su lado, a la realización de la República”. Ello es visible desde lejos y el texto importa entonces una distancia, la distancia que Europa proporciona: “Para apreciarlo convenientemente es necesario contemplarlo desde las playas de Europa”. Esa distancia no es sólo la de la lejanía, implica además un puesto, un lugar de mira y un modo de ver. Vuelta hacia América y de espaldas a Europa, Europa misma es la conquista de una perspectiva a la que se le vuelve la espalda: “nosotros podemos hoy dar la espalda a la Europa. En esas regiones sombrías, no vuelve a levantarse el sol jamás”. Mirando hacia América, los pueblos meridionales —o latinos— parecen marchar, desfilar avanzando hacia la realización de la República: “en el norte sajón como en el sur latino e indígeno, todo marcha hacia la República, a pesar de la diferencia de razas y de la diversidad de espíritus”; hacia la realización de la República que sin embargo aparece también amenazada desde tres frentes, y por los mismos que antes fueran sus tres influencias: por España y la moral del catolicismo; por Francia y la política del indiferentismo que ha seguido al fracaso de la Revolución; por Inglaterra y el individualismo empresarial. A diferencia de los dos primeros, que son peligros de “contagio”, de influencias pues contrarrestables, el tercero, el anglosajón, desplazado hacia Estados Unidos y localizado como frente interno, es en cambio peligro de “invasión”, amenaza de “dominación”. Muy distinto al carácter de Grecia y de Roma, el “coloso yanqui”, dice Bilbao, “es una especie de estoicismo eléctrico que aspira a la dominación del mundo; es el movimiento perpetuo, es un Saturno rejuvenecido que devora a la vez el tiempo y el espacio”. no es nueva esta concepción colosal de Estados Unidos. Está en otros autores de la época y en Bilbao ya estaba, en cierto modo, en La definición y en Necesidad de una Nación, y está también en el tercer Mensaje del proscrito. En estos textos, sin embargo, la capacidad de respuesta todavía no pasa por la confederación; pasa para Bilbao por el liderazgo en Sudamérica de una Nación y Bilbao cifraba en chile la esperanza de esa nación. La idea de la Confederación es posterior y se produce en relevo de esa esperanza nacional.
En Iniciativa de la América, la confederación es la estrategia de lo que llama “la segunda campaña”. La primera fue la de las independencias americanas. La primera fue contra España. La segunda, contra Estados Unidos. durante la primera, Bolívar pensó la confederación fundamentalmente contra Europa. En los tiempos de la segunda, Bilbao piensa la confederación desde un contexto mundial que ha desplazado la cuestión. La estructura de las relaciones geopolíticas mundiales, en efecto, se ha vuelto más nítida en algún sentido y más difusa en otro. Más nítida la emergencia de las nuevas potencias mundiales. Más confusa, puesta en ese mismo contexto, y más urgida que nunca en esa posición, la situación de América del Sur; en especial si la iniciativa latina que le urge tomar tiene que ser antiimperialista en tres direcciones: en dirección al panamericanismo anglosajón, al paneslavismo ruso y al panlatinismo francés. Es en estos pa-nismos donde se sostiene y contra ellos como se piensa, en Bilbao, el proyecto de confederación, y es también éste el contexto de tráfico desde donde se piensa la noción de latinidad. frente a los imperialismos rivales y emergentes del momento, frente a las “civilizaciones” que representan, y a las “razas” y “pueblos” que los protagonizan, América del Sur tiene que buscar, no puede menos que encontrar una posición en la nueva escena mundial, y con los elementos de un discurso racial Bilbao cree encontrarla en la noción de “la raza Latina-Americana”, de “nuestra raza Americana y Latina”. Ese soporte discursivo, que no es naturalista al parecer sino más bien cultural y lingüístico, y en un contexto geopolítico preciso, es la condición para que en Bilbao pueda aparecer, y aparezca por primera vez en el texto de la Iniciativa de 1856 publicado en París, la expresión “la América latina”.38 El diferencial latino aquí no representa una opción simplemente espiritualista, una opción arielista; es el síntoma de una angustia más bien y define una posición americanista singular; si se quiere, salvacionista de la iniciativa política y moral en riesgo en América del Sur.
En La América y la República, publicada en la entrega de julio de La Revista del Nuevo Mundo, fundada en Buenos Aires por Bilbao en 1857, escribe en la misma línea de los dos trabajos anteriores escritos en Bruselas y París. Hay en él, sin embargo, un desplazamiento significativo. ya no se habla de “raza”, sino de “mundo”, de un “mundo Latino-Americano” en peligro de consumo por el mundo yanqui: “El zapador americano prolonga sus líneas de ataque para envolver al continente y asimilarse el mundo Latino-Americano”.39 Este trabajo y las líneas programáticas de la Revista, poco conocida por los lectores de Bilbao, dan la pista más segura, especialmente por sus consideraciones sobre los pueblos indígenas, de la significación de este “mundo”.
En suma, decíamos que Ardao sostuvo que el empleo de “América latina” en la conferencia de Bilbao de 1856 había sido una ocurrencia ocasional; que Rojas Mix en cambio vio en esa ocasión de empleo una decisión, porque vio rehusar su uso con posterioridad; que, tiritando el nombre en esa renuncia, Estrade y Quijada concedieron a Torres Caicedo la obra de consolidación; que Romero, resolviendo en términos de influencias, sobre Torres Caicedo la de chevalier y sobre Bilbao la de Lamennais, ve en ambos un empleo funcionario de la expresión; y que Mignolo, finalmente, ve en “América Latina” un proyecto político antes que un nombre expresivo de una conciencia y una identidad, y por lo mismo una diferencia entre el uso funcionario de Torres Caicedo y el empleo crítico de Bilbao.
Ese sentido crítico y singular lo hemos seguido de cerca en la preparación del nombre con anterioridad a la conferencia de 1856, y sería preciso seguir la pista también a la insistencia de su empleo hasta el momento de su efectiva denegación. tal vez para ello puede ser conveniente retomar el camino andado en 1973 por Alberto Varona,40 y seguir a Bilbao en los diarios El Orden (1858) y El Nacional Argentino (1859) de los cuales fue redactor. En ellos hemos visto —y es esta una labor en curso sobre la que será preciso volver en otra ocasión— un empleo reiterado y sistemático de la expresión.
Por ahora indiquemos, en primer lugar, la evaluación retrospectiva de la conferencia de París. decía así, por ejemplo, el 21 de mayo de 1858 en el diario El Orden de Buenos Aires: En Europa, y desde allí, abarcaba a la América en mis brazos, como el continente prometido al ensayo de la República de la fraternidad, a la regeneración y desarrollo del poderoso elemento latino, despreciado, desprestigiado, esclavizado en el viejo mundo. En Europa se revela mejor la patria americana. Esa patria americana amenazada de invasión, destrozada y absorbida en partes, desquiciada y caminando al suicidio en otras, se me presentaba como el polo del eje de la civilización del mundo. ¿cómo salvar el elemento latino en peligro, cómo salvar la patria americana, de qué modo dar garantías a la libertad ausente de la Europa continental, de qué modo realizar las sublimes profecías de los sabios, las esperanzas de los buenos que desde el viejo mundo nos tienden los brazos como al tabernáculo de la alianza, como al arca que sobrenada en el diluvio de esclavitud y corrupción que cubre las montañas de la Europa? con la nación América, que en Inglés y Español diga libertad, abundancia y fraternidad a todas las razas y naciones! Esa nación América será en el porvenir los Estados Unidos del norte y los Estados Unidos del Sur. Los Estados Unidos [del norte] existen constituidos, como salvación de la República. Los Estados Unidos del Sur están por constituir. Luego, la federación de Sud América debe ser el gran pensamiento de los políticos y gobiernos que no quieren vivir con el día, sino preparar el camino de la era futura que garantizará todo bien, toda libertad y toda fuerza. Habitando las alturas de ese pensamiento fue que concebí el proyecto de la federación Americana, para lo cual reuní en París a los jóvenes de América. Las prensas de América han reproducido el proyecto y tres gobiernos [los de chile, Perú y Ecuador] han dado los primeros pasos para llegar a un resultado preparatorio [el Tratado Tripartito de 1856] de la federación de las Repúblicas del Sur. […] He llegado a Buenos Aires posesionado del gran pensamiento de la federación de las Repúblicas, y resuelto a cooperar a su realización, creyendo, como creo, que este pueblo, por sus antecedentes gloriosos, por la gloriosa iniciativa que tomó en tiempo de la Independencia, era la mejor tribuna para proclamarlo.
Y el 15 de abril de 1859, al tomar la redacción de El Nacional Argentino, el diario oficial del gobierno de la confederación en Paraná, también decía: Hace tres años presentábamos ante una reunión de americanos convocada por nosotros en París, el proyecto de un congreso federal de las Repúblicas del Sur. La desaparición progresiva de Méjico, la anarquía de la América del centro, en cinco repúblicas independientes divididas, sin poder arrojar de su territorio a una banda de filibusteros, y, más que todo, el espectáculo grandioso que podría presentar el continente americano dividido tan sólo en dos nacionalidades colosales, los Estados Unidos del norte y los Estados Unidos del Sur, con el inglés y el español como idiomas, y la República como verbo definitivo de la fusión de todas las razas, en orden y libertad explotando las maravillas conocidas y por conocer del mundo de colón, he ahí, en resumen, el impulso y motivo que nos hicieron aceptar y propagar la idea de la federación Americana. Lejos de la República Argentina, jamás pudimos comprender la separación de Buenos Aires. Penetrados de la grande idea, esa separación era un obstáculo primordial que levantaba la cabeza de Medusa para espantar a los pueblos y hacer desesperar de los destinos de la raza latina. […] En la Revista del Nuevo Mundo fundada por nosotros, en la redacción del orden, en la correspondencia del Uruguay, proclamamos la cuestión nacional como cuestión capital de la República. […] Hoy, casualidad o Providencia, hemos venido a redactar el diario de la nacionalidad, y nos inclinamos ante el honor y la responsabilidad que la tribuna de El Nacional Argentino nos impone.
De manera significativa, en segundo lugar, en ambos periódicos hemos visto agrandado el nombre. En El Orden vemos el nombre con mayúsculas en un artículo del 28 de marzo de 1858. La federación americana, dice, podría llegar a constituir un coloso desafiante de Europa, “apoyando una planta en la América Sajona y la otra en la América Latina”. La mayúscula del nombre vuelve a aparecer en El Nacional Argentino el 7 de mayo de 1859: “Si volvemos nuestras miradas a la América, vemos al momento la palabra libertad pronunciada tan sólo en dos idiomas: la América Latina, la América Sajona”. desconocemos un texto anterior a este, en Bilbao mismo o en otros autores, donde “América Latina” se escriba así, con mayúsculas.
Por último, en La América en peligro, como se sabe escrita en reacción a la Intervención francesa en México ese mismo año de 1862, y donde por lo tanto no se trata de la América latina en peligro, sino del peligro latino de América, el nombre es empleado denotativamente, e incluye México, Centroamérica, colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, chile, Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil.41 Brasil y Paraguay entran en el conglomerado latinoamericano virtualmente, pues sus situaciones políticas respectivas de ese momento los hacen permanecer a la expectativa de su efectiva inclusión; el primero porque es todavía un imperio y el segundo una prolongada dictadura. Esas exclusiones arrastran una doble significación política para América Latina, que habrá de ser en definitiva republicana y democrática. Que tiene otra significación, pues, que la procedente del imperialismo panlatinista francés. En un artículo inmediatamente posterior, artículo de polémica publicado en La Nación Argentina el 7 de octubre de 1862, Bilbao usa, hasta donde sabemos, el título por última vez: Cuando en la América latina se trata nada menos que de la vida o muerte de una religión y de una nueva manifestación o desarrollo del axioma eterno de la libertad en la región del dogma […], al frente de una situación moral tan grave, en nombre de dios y de la humanidad, a todos conjuro para sostener la columna fundamental del nuevo mundo: la libertad de pensamiento, la libertad de la conciencia, la autoridad de la razón.
En el retiro, tan reflexivo como decisivo, de la expresión, opera seguramente la lectura de L’expédition du Mexique de Edgar Quinet,42 que Bilbao traduce y publica en Buenos Aires el 20 de octubre de 1862,43 y donde hay un explícito cuestionamiento de la “raza latina”. dice Quinet traducido por Bilbao:
¿Es a título de latinos que vais a cubrir con vuestra invasión al pueblo mexicano? ¿y todo lo que es latino en el mundo debe esperar de vuestra parte una violación semejante? […]. ¿Es, pues, como miembro de la familia que venís a ocupar el hogar, a arrojar de él a sus dueños, a imponerles la ley, o la ausencia de ley, que será más de vuestro agrado? […]. ¿os declaráis su señor? ¿cambiaréis a vuestro capricho su gobierno, su voluntad? os diréis los mayores de esta familia, y a título de mayorazgo reduciréis a los menores a la condición de los siervos.
La denuncia de la “raza latina” como dispositivo ideológico por Quinet exhibe la distancia crucial de Bilbao con América Latina, que se expresa así en Emancipación del espíritu en América de 1863: “Atrás la Francia Imperial, personificación de la hipocresía y de la perfidia; hipócrita, pues se llama protectora de la raza latina para someterla a su régimen de explotación; pérfida, pues habla de libertad y nacionalidad cuando, incapaz de libertad, conquista para esclavizar”. Bilbao remitió este mismo artículo para su reimpresión en La voz de Chile a comienzos de 1863: “Envié a Guillermo Matta un artículo mío contra Francia, que ha causado algo como asombro aquí. no sé si lo publicará. nos hemos de libertar de todas esas fementidas tutelas. ¡América libre! es todo un programa. Los ilustrados son los más siervos en América. Pero la reacción empieza”.44 Para Bilbao, pues, Latinoamérica empieza en esta reacción, cuando Latinoamérica no se llama (sin) más América Latina.
Este artículo es parte del Proyecto de Investigación fondecyt núm. 1111041: “francisco Bilbao y el proyecto latinoamericano”.
Buenos Aires, Imp. y Lit. de J. A. Bernheim, 1857. La revista fue fundada, dirigida y en gran parte redactada por francisco Bilbao. La imagen reproducida figura en la portada.
John Leddy Phelan, “Pan-Latinism, french Intervention in Mexico (1861-1867) and the genesis of the Idea of Latin America”, en Conciencia y autenticidad históricas. Escritos en homenaje a Edmundo O’Gorman, México, unam, 1968, pp. 279-298.
Arturo Ardao, El origen de la idea y el nombre de América Latina, caracas, centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 1980, p. 60.
Arturo Ardao, “Panamericanismo y latinoamericanismo”, en Leopoldo Zea [coord.], América Latina en sus ideas, México, Buenos Aires, Madrid, unesco/Siglo xxi, 1986, p. 159.
El pensamiento latinoamericano de un siglo, trad. de María Teresa Chávez, México, Limusa-Wiley, 1966.
“francisco Bilbao’s Ley de Historia in Relation to the doctrines of Sarmiento and Lamennais”, Philosophy and Phenomenological Research, vol. 20, núm. 4, junio de 1960, pp. 487-502. Véase traducción de Rodrigo naranjo en Archivos de Filosofía, núms. 6-7, 2011-2012.
“francisco Bilbao, Chilean disciple of Lamennais”, en Journal of the History of Ideas, vol. 41, núm. 3, julio-septiembre de 1980, pp. 487-496. Véase traducción de Rodrigo naranjo en La Cañada, núm. 3, 2012. En www.revistalacanada.cl.
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“del invento de ‘América Latina’ en París por latinoamericanos (1856-1889)”, en Jacques Maurice y Marie-Claire Zimmermann [comp.], París y el mundo ibérico e iberoamericano, Actas del XXVIII Congreso de la Sociedad de Hispanistas franceses (S.H.f.) (París, 21, 22 y 23 de marzo, 1997), Nanterre, Université París x, 1998, pp. 179-188.
“Sobre el origen y la difusión del nombre ‘América latina’ (o una variación heterodoxa en torno al tema de la construcción social de la verdad)”, en Revista de Indias, vol. LVIII, núm. 214, 1998, pp. 595-616.
Vicente Romero, “du nominal ‘latin’ pour l’Autre Amerique. notes sur le naissance et le sens du nom ‘L’Amerique latine’ autour des années 1850”, en HSAL, núm. 7, primer semestre, 1998, pp. 57-86. Hay traducción de Alejandro Madrid Zan, en Archivos de Filosofía, núms. 4-5, 2009-2010, pp. 393-422.
Vicente Romero, “del nominal ‘latino’ para la otra América. notas sobre el nacimiento y el sentido del nombre ‘la América latina’ en torno a los años 1850”, pp. 412-413.
Michel chevalier, Lettres sur l’Amérique du Nord, París, Libraire de charles Gosselin, 1836. Una traducción en inglés a partir de la tercera edición francesa fue publicada en Estados Unidos con el título Society, manners and politics in the Unites States: bein a series of letters on North America, Boston, Weeks, Jordan and company, 1839. Una traducción en castellano de la introducción de la obra fue publicada en Madrid por la Revista Española de Ambos Mundos, núm. 1, 1853, pp. 1-10, con el título “Sobre el progreso y porvenir de la civilización”. La revista, bajo la dirección de Alejandro Magariños Cervantes, se abre con esa traducción. Una traducción distinta de la misma introducción es la que ofrece Arturo Ardao en el Apéndice de su Génesis de la idea y el nombre de América Latina. Una traducción reciente de la misma realizada por Alejandro Madrid Zan a partir de la primera edición francesa la hemos publicado en Archivos de Filosofía…, pp. 423-436.
El citado es el pasaje de una carta de Lamennais a Ligéret de chazey, del 10 de julio de 1853, que es conveniente ver con más amplitud: “La raza sajona, en sus tres expresiones (alemana, inglesa, americana) posee su genio propio, y sus propias funciones en el desarrollo universal. Inferior a las razas del Mediodía, depositarias de los fecundos principios de la verdadera civilización totalmente espiritual, ella se encarga de los trabajos pesados de la familia humana, de desbrozar, de fabricar, de transportar, de manipular la materia, con una energía proporcional a la pasión por las ganancias, el único objetivo final que se propone, objetivo necesariamente egoísta. dura e invasiva, rebajaría al mundo entero a su nivel y haría del género humano una especie de gran molusco, si la Providencia no hubiese dispuesto un contrapeso con otras razas, relativamente ociosas en apariencia, ya que, en cuanto su actividad se desarrolla en una esfera más alta, son el instrumento predestinado del progreso intelectual y moral. de esos dos tipos de funciones diversas, indispensables la una y la otra para la vida humana, resulta un antagonismo, cuya expresión geográfica en América será la atribución de una mitad de ese vasto continente, desde los límites boreales al istmo de Panamá, para la raza sajona, y la otra mitad para la raza latina, es decir, española, portuguesa, italiana y francesa, pueblos hermanos cuya íntima fusión ya ha comenzado a realizarse en las riveras de La Plata y en el mismo Brasil”. Corréspondance Générale, vol. VIII, 1841-1854, París, Colin, 1981, pp. 815-816. Cfr. Romero, op. cit., pp. 405-406.
Sobre el punto, véase la admirable investigación de Rafael Mondragón, “Anticolonialismo y socialismo de las periferias. francisco Bilbao, la tormenta de 1849 y la fundación de La Tribune des Peuples”.
Mouvement social des peuples de l’Amérique Méridionale, son caractère et sa portée. En La Libre Recherche, Bruselas, Bureau de La Libre Recherche, 1855, t. I, pp. 246-256. Una traducción de este texto fue publicada por Manuel Bilbao en su edición de Obras Completas, t. I, pp. 169-180. Hay también una traducción reciente de próxima aparición realizada por Alejandro Madrid Zan como parte del Proyecto de Investigación fondecyt núm. 1111041.
Joseba Gabilondo, “Genealogía de la raza latina. Para una teoría atlántica de las estructuras raciales hispanas”, en Revista Iberoamericana, vol. LXXV, núm. 228, julio-septiembre de 2009, pp. 795-818.
Alberto J. Varona, Francisco Bilbao, revolucionario de América. Vida y pensamiento. Estudio de sus ensayos y trabajos periodísticos, Buenos Aires, Excélsior, 1973.