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Vol. 24. Núm. 1.
Páginas 197-202 (enero 2013)
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Reseña del libro
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Yanna Hadatty Mora
Instituto de Investigaciones Filológicas
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Un congreso internacional llevado a cabo en noviembre de 2008 en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la unam con motivo de la coincidencia de los 80 años de Carlos Fuentes y de los 50 de la novela, y en el marco de un Homenaje Nacional al autor, aparece como origen de este libro. Sin embargo, no se trata de la correspondiente publicación de las memorias del congreso, aunque el tomo incluye como parte central varias de las participaciones del mismo, sino de reunir un conjunto de textos que intenten responder por escrito a las mismas preguntas eje que animaran la celebración del congreso hace cuatro años y medio, como asienta por escrito la editora del volumen y organizadora de la reunión académica, en la introducción: “¿Qué tanto difiere la recepción de 1958, airada, controvertida, con la de 2008?, ¿la novela sigue teniendo presencia en el siglo xxi?, ¿han cambiado las lecturas críticas?”(14). Varias respuestas surgen al repasar este material, rico, diverso, heterogéneo: respuestas que no hablan únicamente de aproximaciones individuales, con diferentes grados de especialización, y diferente pluma, sino que sugieren un mapa [d]“el estado de la crítica y de los estudios literarios”(14).

Si el autor de La región más transparente, dice su editora, puede ser llamado “el mejor cartógrafo de la novela”, pensamos en que puede hacer sentido leer este libro como una cartografía de la lectura de Fuentes.

Hay que señalar primero que se trata de un libro de la pluralidad, tanto por las generaciones y posiciones en las que se encuentran los participantes —pues los hay estudiantes, maestros, investigadores, eméritos y funcionarios— como por la variedad de sus adscripciones —dentro de la misma unam, tenemos investigadores y docentes del Instituto de Investigaciones Filológicas, de la Facultad de Filosofía y Letras, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, estudiantes de posgrado; así como profesores de la Universidad de la Ciudad de México, de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, del Colegio de México; y, ya a nivel nacional, de la Universidad Autónoma del Estado de México, de la Autónoma de Tlaxcala, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla—; por su parte, a nivel sudamericano, encontramos contribuciones de profesores de las argentinas Universidad del Centro y Universidad Nacional de Quilmes, de la ecuatoriana Universidad Católica de Santiago de Guayaquil; y en Estados Unidos, de las Universidades de California (Davis, Los Angeles y Santa Bárbara), así como de las de Cambridge y de la de Brown; en Europa de estudiosos de las alemanas universidades de Düsseldorf, Berlin y Hamburgo; de las francesas Sorbonne y de Rouen, a más de la italiana Universidad de Udine. En cuanto a grupos etarios, tres cuartos de siglo separan al decano de la publicación, el centenario don Luis Leal, hoy ya fallecido, de las bisoñas voces veinteañeras que aquí se estrenan.

A nivel descriptivo, diríamos que se trata de un nutrido volumen, que distribuido en once temáticas aglutinantes (el congreso en sí; la resonancia de la obra de Fuentes en México y el mundo; el estudio de la novela conmemorada; la novela y la ciudad; el género novela; la lectura comparada de la obra con otras novelas; del autor con otros escritores; de la visión de la historia en el autor; del análisis de La muerte de Artemio Cruz; de la representación de lo femenino y lo infantil; y, finalmente, del tiempo, México, lengua e ideología), permite dialogar y compartir las páginas de una misma temática a especialistas, lectores avezados y estudiantes en proceso de formación de posgrado.

Lectura de los textos, cartografía posible

En la lectura del volumen, es posible encontrar varias líneas de crítica, más o menos seductoras según el perfil de cada lector. Reseño aquí seis que me resultan especialmente atractivas al interior de esta posible cartografía. Considero que son una sólida respuesta a la distancia que media entre la recepción del momento de publicación, y la del medio siglo de la primera edición.

1Paratextualidad y tono

Luis Leal, decano del libro, aborda con enorme frescura el asunto del título de la novela, que, según él, tiene un “enigmático origen”. Se trataría de una invención de Alfonso Reyes lo de “viajero: has llegado a la región más transparente del aire”, atribuida a Humboldt, pues difícilmente este podía darse la bienvenida a sí mismo. Y añade con gracia que ningún viajero previo a los inicios del xx señala en especial la “calidad del aire” hasta que don Alfonso la recupera como epígrafe de Visión de Anáhuac, y en su caso es un tema importante porque creía que el paisaje era el que nos unía al pasado. En la novela de Fuentes, el uso es netamente irónico, que es el tono predominante de la novela, y son la ironía y los desplazamientos (intercalación de motivos míticos en una narración realista, supeditados motivos y narración a una estructura además ejemplarmente adecuada al tema), lo que según Leal hace de la novela de Fuentes una obra maestra moderna.

2Imagología, subalternidad. La figura y la función del intelectual

Friedhelm Schmidt-Welle propone el análisis de la figura del intelectual y la del escritor en especial, es decir, la función en la sociedad mexicana y su recepción en Estados Unidos, pensando en esta lectura comparatista que “Fuentes se ocupa con cierta insistencia de la cultura estadounidense, y su obra literaria y ensayística no se puede entender sin considerar la presencia de los Estados Unidos en ellas” (78). La recepción de Fuentes en ese país es menos literaria que política, dice, al grado de que es posible afirmar que “La importancia de Fuentes para las relaciones culturales y literarias entre México y los Estados Unidos radica más en su función de mediador y agente político-cultural que en la recepción de su producción fccional” (84).

Por su parte, Cecilia Vera de Gálvez revisa la función de la obra de Fuentes desde la perspectiva de la emergencia de las subalternidades, leyendo al autor mexicano desde la propuesta crítica de Francine Masiello (El arte de la transición, 2001). Cómo leer a Fuentes desde la globalización, piensa Gálvez, sino desentrañando la doble representación, artística y política, que es la que brinda la literatura leída con ojos contemporáneos.

3Literatura comparada

Vittoria Borsó parte de una anécdota personal, ver en 1985 un retrato de Balzac detrás del escritorio de Fuentes durante una entrevista realizada en la casa del escritor en San Jerónimo, la lleva a asumir la importancia de este autor en el mexicano. A nivel de texto, declaraciones del autor le permiten rastrear la relación entre las dos escrituras, partiendo de un Balzac complejo, “realista y fantástico”, en palabras del mismo Fuentes, pues “su realidad incluye la realidad de la imaginación” (87). La recurrencia de personajes que enlazan una ficción con otra de Fuentes, a partir de La región más transparente (1958), recuerda el modelo de La comedia humana donde el autor francés “reutilizó los mismos personajes multiplicando las perspectivas novelescas con espejos enfrentados” (88). Una hermosa cita del ciclo novelesco de Balzac da título a este texto, en que el autor francés dice que el azar es el mayor novelista del mundo al que hay que estudiar para ser fecundo, la sociedad francesa sería el historiador, y él, Balzac, no debería ser sino su secretario, o bien su secrétaire. Tras una rica y puntual comparación, Borsó concluye en pensar que la tarea del escritor después de la novela de Fuentes aquí estudiada solo puede ser crítico-utópica, “la novela tiene por ende la función de demostrar la imposibilidad de las utopías políticas y el vacío de la historia” (102), tal como Balzac aspirara a ser el secrétaire de la société française, “Carlos Fuentes fue el [p]olígrafo de la modernidad internacional, cuyo laboratorio es México. La obra de Fuentes, cosmopolita ‘entre dos continentes’, es un mural gigantesco en el que desflan los movimientos históricos y literarios del siglo xx encabezados por un escritor todopoderoso” (103).

Con igual detenimiento, Klaus Meyer-Minnemann compara la novela de Fuentes con Berlín Alexanderplatz de Alfred Döblin; en una lectura que destaca coincidencias y divergencias; para concluir en la sintonía que tanto ambas novelas como Ulysses de Joyce y Manhattan Transfer de Dos Passos coinciden “en la intencionalidad […] de representar con los medios del lenguaje literario las características de la ciudad moderna” (294).

4Polifonía y heteroglosia en la relectura de la tradición literaria mexicana

Juan Coronado plantea que la novela de Fuentes es polifónica en un sentido incluso musical, pues en ella se escuchan “desde la flauta y el teponaztli hasta la batería y la guitarra eléctrica, pasando por el órgano y la viola da gamba” (223), pero en la que se alternan sobre todo “un discurso narrativo común, legítimo, donde se expresan narradores y voces directas de los personajes en tiempos y espacios del discurrir […] de una trama novelesca; y […] el de un discurso bastardo que es hijo directo y reconocido, quizá para equilibrar su bastardía, de un autor omnipotente que no respeta ni tiempos ni espacios, pues se quiere intemporal y arbitrario para mejor hablar de una verdad profunda que no quiere ser reconocida” (224). De las intercalaciones y alternancias se pasa a la transformación final del uno en el otro: el bastardo se vuelve legítimo. La explotación de su misma categoría, nueva novela latinoamericana, se identifica. Y es hibridación de géneros y clausura del repertorio de la novela hasta entonces: “reconstruye la novela urbana, reconstruye la novela nacionalista, supera el realismo y la vanguardia mal vestida. Se apropia de las voces de los grandes de la primera mitad de siglo: Reyes, Martín Luis Guzmán, Azuela, Cuesta, Yá-ñez, Revueltas e incluso Rulfo” (225). Por tanto obra totalizante, sin anécdota central, aparentemente tríptico descuadrado.

En una línea de lectura coincidente en los términos, Tatiana Bubnova lee la obra de Fuentes en clave heteroglósica bakhtiniana. Pensando en que “los ‘lenguajes sociales’ que constituyen dicha heteroglosia son discursos ideológicos polémicamente dirigidos en contra de los lenguajes ‘ofciales’ de las épocas correspondientes, así como discuten entre sí, al expresar diversos posicionamien-tos ideológicos” (354), Bubnova compara en su análisis la novela de Fuentes con dos obras de 1963: Los recuerdos del porvenir de Elena Garro y La feria de Juan José Arreola. Y se pueden encontrar, como bien prueba la estudiosa, diferentes manejos dialógicos, en las tres obras a partir de esta clave de lectura entre connacionales y contemporáneos: en Fuentes predomina el yo-para-otro (lo que incluso hace más traducible su obra); en Arreola se va de un estilo personal hacia una “elaboración artística de la heteroglosia social” (363): el yo- para-mí con un cierto yo-para-otro; mientras Garro enuncia desde un yo-para-mí “tratando de aclararse […] el otro-para-mí, que las más veces se le manifiesta como amenazante” (363) y por último el reconocimiento de que solo en Fuentes el otro-para-mí “despierta el sentido de la pertenencia, de la identidad” (363).

5Intratextualidad, vasos comunicantes

Georgina García-Gutiérrez nos brinda un texto sobre la reescritura y relectura a 50 años necesaria en un autor tan autoconsciente de las referencias e inter-textualidades como Fuentes, entre La región más transparente y La voluntad y la fortuna (2008). De la totalidad ambivalente de la modernidad vista como biografía de la ciudad, a una exacerbación de la estética del horror para hablar de la posible destrucción de todas las ciudades perdidas, novela milenarista o apocalíptica, de dimensiones y referencias bíblicas.

Otro tanto hace Florence Olivier, al plantear tres momentos en la representación novelística de la ciudad de México hecha por Fuentes: 1958 con La región más transparente. El segundo, 1987, con la aparición de Cristóbal Nonato. Y el último, 2008, con La voluntad y la fortuna.

6Historiografía y memoria; historia y literatura

Por último, Aurora Díez-Canedo y Aída Gambetta Chuk leen la relación entre historia y literatura desde la apropiación historiográfica en Fuentes o a partir de su manejo de las nuevas visiones de la historia, respectivamente.

Aurora Díez revisa las versiones historiográficas de las que se vale Fuentes para contar la vida de Cortés y sus herederos en la ficción Los hijos del conquistador (1993) que reelabora la conocida “conjuración de Martín Cortés” para hablar de la herencia de los dos Martines como depositarios de la conquista y herederos de la misma. Díez-Canedo sostiene que la novela de Fuentes es “fel a los hechos y a la historia de Suárez de Peralta” (410), aunque el novelista seguramente desconoce otras versiones y otros documentos. A su parecer, no se trata propiamente de una novela histórica sino de una ficción inspirada en hechos históricos. En la novela el autor “es coherente con su idea de la historia: ‘la historia verdadera [de la memoria y los deseos], que no los polvosos archivos, lo dirán un día’ ” (412). La investigadora de la unam se pronuncia porque las nuevas fuentes revelan sorpresas, aunque permeen a la historia de manera lenta en su revelación. Y concluye: “La realidad supera a la ficción en el tema de Hernán Cortés y su legado” (413).

Por su parte Aída Gambetta revisa cómo “el constructo del historiador, en las novelas de Carlos Fuentes, migra de la Historiografía, la historicidad y del historiador micheletiano y decimonónico o de la primera mitad del siglo xx” (423), propio de sus primeras novelas, a partir de la misma Aura (1963), hacia la “Memoria y al presentismo generado en los últimos veinte años del siglo xx, representado por el constructo del memorialista que se manifiesta como un testigo que denuncia el presente insatisfactorio de México” (423). El narrador que rememora, en lo social y en lo político, en escenarios privados y públicos, aparece finalmente como un iluminado abductor del futuro próximo, con algo de advertencia profética, en sus últimas novelas.

Por supuesto existen otros enfoques en el libro para completar la cartografía: historia cultural, literatura urbana, representación del cuerpo, masculini-dades y feminismo, lingüística, etcétera.

Se impone dejar constancia, finalmente, de que, bajo la batuta de Georgina García-Gutiérrez, y en las voces de los cuarenta y cinco colaboradores del volumen, el libro logra ser una compilación que por muchos motivos marcará un antes y un después en los estudios sobre Fuentes y su señera novela.

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