Paciente varón de 46 años sin antecedentes relevantes, acudió por un cuadro de elevación térmica de dos días de evolución, que se acompañaba de moderada tos «seca». Se decidió realizar una radiografía de tórax, la cual fue reportada como normal (fig. 1A). Tres días más tarde, y ante la persistencia de la fiebre y aumento de la frecuencia de la tos, fue atendido nuevamente. En este ingreso comentó la presencia de disnea, inicialmente de moderados esfuerzos, que había progresado hasta presentarse en reposo. Al examen físico el paciente estaba taquipneico, con una saturación de oxígeno de 93%. Por este motivo se decidió realizar una TC de tórax, en la cual se observaron infiltrados parcheados, en vidrio deslustrado que afectaban a ambos campos pulmonares (fig. 1B). Ante estos hallazgos se decidió realizar PCR de COVID-19, la cual resultó positiva.
En el contexto del diagnóstico de pacientes con sospecha de COVID-19, la radiografía de tórax tiene una baja sensibilidad inicialmente, por lo que puede ser normal. En períodos precoces de la enfermedad, la TC ha demostrado identificar hallazgos patológicos en pacientes sospechosos, por lo que es una herramienta imprescindible, sobre todo en casos de pacientes inestables, con alta sospecha de la presencia de COVID-19, y con una radiografía simple de tórax normal. La obtención del diagnóstico mediante PCR del COVID-19 tarda aproximadamente 24 horas, en contraposición con los 10 minutos utilizados en la realización de una TC de tórax. Este hecho nos permite valorar la relevancia de esta técnica de imagen en el diagnóstico de determinados pacientes con COVID-19.