Tras la aparición de la infección por el SARS-CoV-2 en diciembre de 2019, en Wuhan (China), la gran cantidad de información al respecto, sobre todo en los medios, está teniendo un gran impacto emocional en todo el mundo1.
A pesar de esto, se está viendo que la salud mental ha pasado a un segundo plano, siendo incluso infraestimada. Algunos estudios recientes han encontrado una mayor prevalencia de síntomas depresivos2, postraumáticos y ansiógenos3 en pacientes con infección o sospecha de infección por SARS-CoV-2.
En cuanto al material y métodos del estudio que aquí se presenta, la muestra se compone de 48 pacientes mayores de edad atendidos desde el inicio de la epidemia con el diagnóstico de infección o sospecha por coronavirus hasta la fecha en que se inicia el estudio de campo, el 30 de abril del 2020. Se decidió no seguir incluyendo pacientes a partir de esta fecha, ya que las condiciones vitales fueron cualitativamente distintas (confinamiento domiciliario) y podría suponer un sesgo entre las personas entrevistadas y afectadas antes y después de esto.
Se realizó una entrevista telefónica en la que se les aplicó un cuestionario de screening de sintomatología psicológica (BSI-18).
Con respecto a los resultados de las entrevistas, en la figura 1, se observan las puntuaciones T en las diferentes escalas del BSI-18 de la muestra analizada. Las puntuaciones T constituyen una escala normalizada con media de 50 (DE = 10). Sin embargo, encontramos que las medias de los pacientes en todas las escalas eran cercanas a T = 60 (correspondiente a un percentil 84), siendo las diferencias estadísticamente significativas para todas las escalas (somatización: X = 63,68 (DE = 10,51) t = 9,022 p < 0,000; depresión: X = 60,54 (DE = 9,90) t = 7,376 p < 0,000; ansiedad: X = 62,10 (DE = 8,47) t = 8,471 p < 0,000; índice global de severidad (ISG): X = 63,40 (DE = 9,74) t = 9,532 p < 0,000).
Observando los ítems concretos contestados, los síntomas más frecuentes han sido «sentimientos de tristeza» (X = 2,18); «sentirse con miedo» (X = 1,97) y «sentirse tenso o alterado» (X = 2,06). Por su parte, los menos frecuentes han sido «pensamientos de poner fin a su vida» (X = 0,10), «ataques de terror o pánico» (X = 0,52) y «sustos repentinos o sin razón» (X = 1,04). Los síntomas más recurrentes son aquellos relacionados con la sintomatología ansioso-depresiva leve, es decir, síntomas más esperables en los primeros momentos después de una situación estresante como la que han vivido. En contraposición, los síntomas más graves (ideación suicida, ataques de pánico y sintomatología postraumática) son menos recurrentes. Esto nos puede indicar que, a raíz de esta situación, los pacientes experimentan la sintomatología esperable tras la situación vivida (pandemia, confinamiento, etc.) o bien que se está iniciando la presencia de sintomatología psicológica y que esta, con el paso del tiempo, se puede agravar y/o cronificar.
Por último, el BSI-18, al ser un cuestionario de screening, ofrece un punto de corte para determinar si el paciente es un posible caso clínico (T > 63 en el IGS o T > 63 en dos de las escalas). En esta muestra, el 62,5% de las personas es un posible caso clínico (n = 30), lo que muestra, una vez más, que estos pacientes están experimentando sintomatología psicológica derivada de esta situación. Como complemento a esta información se observó que, durante la entrevista, al ofrecerles algún tipo de recurso psicológico gratuito, el 47,9% (n = 23) lo solicitó.
Concluimos que la sintomatología de los pacientes fue variada (ansiedad, depresión y somatización) y significativamente superior a la media poblacional, lo que podría ser objeto de atención clínica. Aunque la sintomatología fuese leve, podría ser debido a la proximidad del acontecimiento estresante o como mero mecanismo de adaptación. Estos resultados son coincidentes con estudios previos realizados con pacientes con el SARS del 20032–4 como en aquellos con la COVID-191,5.
Es importante establecer mecanismos y recursos de apoyo para quienes que puedan requerirlos, pudiendo basarnos en situaciones similares anteriores como en la epidemia por SARS del 20034. En futuras líneas de investigación, sería recomendable valorar cómo, con el paso del tiempo, esta sintomatología evoluciona, bien manteniéndose o superándose, por lo que un segundo análisis en los meses posteriores aportaría información útil para dicha comparativa.
FinanciaciónNo se ha percibido ningún tipo de financiación para la elaboración del presente trabajo.
Conflicto de interesesLos autores del presente documento declaran la ausencia de cualquier conflicto de interés relacionado con la publicación de este manuscrito.