La creciente importancia de la insuficiencia cardíaca (IC) se ha debido al incremento en la población que la padece, que alcanza hasta el 10% en los mayores de 75 años. En los escasos estudios epidemiológicos recientes se aprecia cómo de forma global existe un mayor número de varones afectados (un 55% frente a un 45% de mujeres), posiblemente por la mayor prevalencia en éstos de la cardiopatía isquémica1. Además, tras 20 años de seguimiento, la incidencia anual de IC por 1.000 habitantes era de 3,7 para los varones y 2,4 para las mujeres. Existía una incidencia creciente con la edad en ambos sexos2. Sin embargo, en edades más avanzadas esta proporción se invierte, teniendo las mujeres el dudoso honor de contar con una mayor prevalencia3 (fig. 1). Además la IC constituye la principal causa de ingreso en las mujeres en el grupo de individuos de más de 65 años, siendo el número de hospitalizaciones mayor que en los varones (probablemente debido al factor edad).
Fig 1. Prevalencia de insuficiencia cardíaca en el estudio de Framingham por edad y sexo.
Pero tanto la prevalencia, el cuadro clínico y el pronóstico de la IC crónica pueden ser diferentes en ambos sexos. En recientes estudios se ha sugerido que las diferencias de género pueden deberse a una variación en la fisiopatología, tratamiento y pronóstico de las principales causas etiológicas de la IC como los síndromes coronarios agudos4-6. Los conocimientos entre las po tenciales diferencias entre sexos son aún insuficientes. Una pregunta clave sería si la IC crónica debe tratarse de la misma forma en varones y en mujeres. En los principales ensayos clínicos en terapia médica para la IC sólo el 20% de los pacientes incluidos fueron mujeres. De hecho, el primer ensayo en pacientes con IC realizado para evaluar el impacto de un fármaco en morbimortalidad (V-HeFT) sólo incluyó a varones7. En ensayos posteriores (SOLVD) sólo se incluyó un 26% de mujeres8, hecho que se repite a lo largo de la bibliografía (tabla 1) y aunque se suelen extrapolar los resultados de varones a mujeres, esto no resulta aceptable.
Por tanto, se debería partir de conocer las diferencias entre sexos para una misma afección, la IC, para poder adecuar las actuaciones y tratamientos.
¿La fisiopatología de la insuficiencia cardíaca es igual en ambos sexos?
La fisiopatología de la IC es compleja, y en ella están implicados factores tanto miocárdicos como externos. Hasta hace pocos años, la IC era considerada una enfermedad edematosa en la que la retención hídrica desempeñaba un papel importante. Durante los años setenta, se introdujo una teoría hemodinámica, que fue sustituida en los años ochenta por la teoría neuroendocrina9,10. En ella se reconocía la importancia de la prolongada activación de diferentes ejes neuroendocrinos en el daño miocárdico, al producir vasoconstricción y aumento de la poscarga. La elevada concentración de hormonas vasoconstrictoras se ha asociado con un incremento de la mortalidad en la IC crónica. Además, el péptido natriurético cerebral y el ANP N-terminal-Pro pueden proporcionar información pronóstica y pueden posiblemente utilizarse como marcadores de la IC. Sin embargo, no sabemos si todos estos marcadores bioquímicos son tan fiables en las mujeres como en los varones.
Al comparar el efecto de la sobrecarga de presión, varios estudios sugieren que la hipertrofia ventricular izquierda desarrollada como respuesta difiere entre varones y mujeres. En registros de cardiopatía hipertensiva en ancianos, más del 80% de los pacientes eran mujeres11. Carroll et al12 detectaron que mujeres con estenosis aórtica grave tenían más hipertrofia concéntrica y mejor función ventricular izquierda que los varones con un grado similar de estenosis aórtica. En las mujeres con hipertensión sistólica aislada era más común encontrar una hipertrofia concéntrica mientras que en los varones era más frecuente encontrar una hipertrofia excéntrica13. Si, como sugieren estos datos, las mujeres desarrollan hipertrofia concéntrica en respuesta a una serie de situaciones de sobrecarga, se puede esperar con más frecuencia síntomas de IC con función ventricular sistólica conservada y con ello un mejor pronóstico que en los varones, con mayor disfunción ventricular sistólica. En estudios epidemiológicos, al realizar una valoración por géneros en pacientes con IC y con/sin disfunción sistólica, el número de mujeres sin esta alteración es significativamente mayor1. A este elemento se añade el hecho de que en las mujeres ancianas la hipertensión arterial parece ser el factor de riesgo cardiovascular más importante, además de más frecuente en las pacientes con IC1. Ciertos estudios han demostrado un incremento posmenopáusico de la presión arterial14, que podría ser uno de los mecanismos que explicarían el incremento del riesgo de IC o enfermedad coronaria.
Otro dato importante es la influencia de la cardiopatía isquémica (causa subyacente muy frecuente de IC). En el estudio de Framingham15,16 la enfermedad coronaria en ausencia de hipertensión era responsable de IC en el 5% de las mujeres y el 14% de los varones. Sin embargo, no se dispone de datos ajustados por edad (ya que las mujeres tienen una edad media superior a la de los varones). Aunque la IC se desarrolla en sujetos con cardiopatía isquémica con una frecuencia 10 veces superior comparado con la población general, esta progresión no es igual en ambos géneros. Al seguir a los pacientes durante al menos 6 meses, se apreció que las mujeres desarrollaban IC crónica con más frecuencia que los varones tras un infarto agudo de miocardio. Esto era independiente de que la fracción de eyección al ingreso y al décimo día fuera mayor en las mujeres que en los varones2. Parece que los varones desarrollan menos IC a pesar de tener peor función sistólica ventricular izquierda que las mujeres tras un infarto de miocardio. Esto sugiere que los mecanismos fisiopatológicos son distintos.
La diabetes mellitus (DM), y en particular el tipo 2, es una enfermedad cada vez más común. El envejecimiento de la población, el aumento de la obesidad y la disminución del ejercicio físico podrían ser las causas de este crecimiento. Datos procedentes de múltiples estudios, incluido el de Framingham, han confirmado como un importante factor de riesgo de morbimortalidad cardiovascular a la DM17,18, especialmente en la mujer19. Aproximadamente un 20% de los pacientes ingresados en unidades coronarias por infarto de miocardio padecen DM. Además en muchos casos incluso se ha sugerido que tiene efectos adversos sobre el corazón independientes de la cardiopatía isquémica. Por todo ello, se analizará de forma más detallada la relación entre esta patología y la IC en la mujer.
Diabetes mellitus e insuficiencia cardíaca en la mujer
El estudio de Framingham fue el primer estudio epidemiológico en que se demostró un incremento del riesgo de IC en pacientes con DM. Comparando con mujeres y varones no diabéticos, el incremento estimado en la incidencia de IC para diabéticos varones y mujeres era de cuatro y ocho veces, respectivamente17. Además del aumento del número de diabéticos entre los pacientes con cardiopatía isquémica, se identificó una asociación entre DM e incremento del grosor y la masa de la pared del ventrículo izquierdo que parecía ser independiente de los factores de riesgo convencionales. Este hecho sucedía en las mujeres y no en los varones20. En otros estudios no se apreciaban diferencias ecocardiográficas entre varones y mujeres con diabetes21, con lo que la causa para la mayor frecuencia de la IC en las mujeres diabéticas frente a los varones posiblemente se deba a otros factores. Hardin et al encontraron como principales modificaciones en el miocardio del diabético con IC fibrosis intersticial, aumento de material PAS-positivo y microangiopatía intramiocárdica22. No hay lesiones características sólo para la DM, lo que indica que la razón para la miocardiopatía puede encontrarse a nivel funcional y bioquímico. Y quizá sea también aquí donde se encuentren las diferencias entre varones y mujeres que expliquen la mayor frecuencia de miocardiopatía diabética en las segundas.
La DM produce distintas modificaciones metabólicas y anatómicas en varones y mujeres. Distintos estudios han demostrado como la DM en las mujeres se asocia con modificaciones en la mayoría de los factores de riesgo (mayor obesidad, mayor deterioro del patrón
de lipoproteínas incluyendo un descenso del colesterol unido a lipoproteínas de alta densidad [HDL] y aumento de la Apo B, incremento de las cifras de tensión arterial, incremento de las concentraciones de fibrinógeno, etc.) respecto a los varones diabéticos. Una posible hipótesis se basaría en el síndrome de resistencia a insulina: hiperinsulinemia, obesidad central, hipertensión, dislipemia y, a veces, trastornos hemostáticos23. Las mujeres, especialmente las premenopáusicas, tienen normalmente un perfil lipoproteico menos aterogénico que los varones no diabéticos, así como cifras inferiores de presión arterial y fibrinógeno y menos obesidad troncular. Esto podría deberse a la presencia de los estrógenos que aumentan las cifras de cHDL y disminuyen las de colesterol unido a lipoproteínas de baja densidad (cLDL), la presión arterial y la obesidad troncular24,25. La resistencia a la insulina se ha relacionado con hiperandrogenismo y concentraciones disminuidas de estrógenos. Por eso, la resistencia insulínica y los cambios hormonales que la acompañan en las mujeres diabéticas puede modificar el perfil cardiovascular favorable y resultar en un conjunto de factores de riesgo que aceleran el proceso de la aterosclerosis. Además, el incremento del riesgo relativo en las mujeres es independiente de la medida de los convencionales factores de riesgo19.
La respuesta que se produce en un área de miocardio no infartado en un corazón sujeto a una isquemia aguda es una hipercinesia para compensar las áreas afectadas y que en muchos casos consigue normalizar la fracción de eyección. Sin embargo, al estudiar esta respuesta en pacientes diabéticos se observó una disminución de la fracción de eyección en las zonas no infartadas sin aparecer la respuesta hipercinética compensadora26. Durante el seguimiento del estudio GUSTO la IC era casi dos veces más frecuente en los diabéticos que en los no diabéticos27. Esto sucede incluso con infartos más pequeños en los diabéticos y similares fracciones de eyección, lo que probablemente refleja un empeoramiento de la función diastólica, hecho que parece ser el más característico en la miocardiopatía asociada a la DM28.
La clínica y el tratamiento de la insuficiencia cardíaca según el sexo
Los estudios de la disfunción ventricular izquierda (SOLVD) demostraron que en pacientes con similar grado de disfunción ventricular, tenían mejor pronóstico los que se encontraban asintomáticos frente a aquellos con síntomas. El hecho de que las mujeres tiendan a tener más IC que los varones a pesar de tener similar o incluso mejor función ventricular puede tener importantes implicaciones pronósticas. Las causas de los síntomas en pacientes con IC no son del todo conocidas, pero los datos expuestos indican que no sólo el grado de disfunción ventricular es determinante. Muchos otros factores pueden estar implicados. De hecho, en las mujeres con mayor porcentaje de disfunción diastólica la IC es mucho más sintomática que en los varones29. En el estudio CASS las mujeres presentaban más síntomas que obligaban a utilizar una mayor cantidad de diuréticos a pesar de una mejor fracción de eyección y menor porcentaje de casos con enfermedad de tres vasos30. Al valorar la calidad de vida de varones y mujeres con IC se encuentra que las mujeres tienen un grado inferior de satisfacción ante la vida secundario a una mayor dificultad para las actividades de la vida diaria y sus relaciones sociales, ajustado por edad y fracción de eyección y sin existir diferencias en grado de depresión o nivel social.
Quizá haya que añadir a las diferencias fisiopatológicas, en este estado más sintomático, problemas en el tratamiento de estas pacientes. Al hacer una valoración de la existencia de diferencias en el estudio y tratamiento de las mujeres con IC frente a los varones se ha observado que existe una tendencia al infratratamiento y al infradiagnóstico. En un estudio publicado por Harjai et al se observó que una vez ajustados por edad, fracción de eyección, raza y otras variables importantes, las mujeres en tratamiento por los cardiólogos recibían inhibidores de la enzima conversiva de la angiotensina (IECA) en menor proporción que los varones31. En el estudio de Cohen-Sola sólo un 58% de las mujeres frente a un 71% de los varones recibían IECA1. También Hood et al encontraron diferencias, con una menor realización de ecocardiogramas y administración de IECA que ellos atribuían a la edad (debido a la distribución demográfica de la IC, las mujeres se ven afectadas de forma desproporcionada por diferencias en el manejo por la edad)32. El motivo para este infratratamiento probablemente sea debido a la falta de inclusión en los grandes ensayos clínicos de mujeres (como ya se ha citado) y sujetos de mayor edad. No obstante, aunque la fisiopatología puede ser diferente y es difícil hacer extrapolaciones de resultados, no hay pruebas en contra de que la IC deba ser tratada de forma diferente entre varones y mujeres. En un pequeño estudio realizado para comparar la tolerancia y respuesta de las mujeres frente al tratamiento con altas dosis de IECA, se encontró que a pesar de que las mujeres continuaban más sintomáticas que los varones, se conseguía una buena tolerancia a IECA, con una mejoría en la clase funcional, en la capacidad de ejercicio y en las tasas de hospitalizaciones similares a las de los varones33.
Muchas de las diferencias de género en la IC se deben también (además de a factores fisiopatológicos) a factores extrínsecos. El nivel sociocultural y el apoyo social suelen ser inferiores en las mujeres (en el registro español se encontró en las mujeres un porcentaje de analfabetismo y nivel de estudios bajo muy superior al de los varones, así como el de viudas que vivían solas34). Esto podría explicar por qué al estudiar los factores precipitantes de reingreso entre 2.700 pacientes Opasich y Rapezzi encontraron que la falta de adhesión al tratamiento era más frecuente en las mujeres35, y por qué los pacientes reingresados procedentes de las zonas más deprimidas económicamente también eran mujeres.