Los oncólogos, y en especial los equipos de cuidados paliativos, somos profesionales que nos enfrentamos cada día con la enfermedad, con el sufrimiento y, muchas veces, con la muerte de nuestros pacientes. Reflexiones y vivencias sobre cómo aprender a morir o cómo orientar el final de la vida o qué sentido darle a la misma son cuestiones que nos hacen sentir cierta inquietud.
Al final de este viaje es un libro del dr. José Luis Guinot, fruto de su bagaje, que refleja su experiencia personal y profesional. Su lectura puede servirnos de orientación y guía.
El libro está dividido en 2 partes. En la primera, el escritor se centra en la muerte, hace hincapié en que la muerte en la naturaleza es necesaria, que debemos cambiar la forma de pensar en ella y asumirla como parte de la vida a pesar de nuestros deseos de inmortalidad. Plantea diversas situaciones del final de la vida y sus diferentes enfoques: la persona mayor, la enfermedad de rápida evolución, la enfermedad incurable, la muerte inesperada, la esperada, la sentenciada, la buscada… También hace referencia a cómo la muerte de un ser querido nos impulsa a replantearnos el sentido de la vida.
En la segunda parte trata de descubrir si existe una finalidad de la vida en sus diferentes dimensiones: bienestar físico, emocional, social y espiritual, que nos constituyen como seres humanos. El interrogante que plantea al lector es si existe una finalidad global, cuáles son los pilares en los que edifica su vida, si está intentando vivir plenamente… y se refiere a un enfoque diferente de la muerte, como parte de la vida, como una conclusión de la misma.
A casi nadie nos gusta imaginar cómo será nuestra propia muerte, aunque todos sabemos que así será, y a pesar de codearnos con ella diariamente. El libro propone una filosofía de vida: estar preparados para que nos alcance en cualquier momento; pero no por sembrar temor, sino para poder vivir la vida de forma más comprometida, aprendiendo a disfrutar el momento y los detalles.
Precedentes literarios que ya inculcan ese buen morir existen muchos. Desde Jorge Manrique con sus famosas Coplas a la muerte de su padre donde el maestre don Rodrigo acepta con serenidad su tránsito a la otra vida o la filosofía de A. Machado que reflejan sus versos «…y cuando llegue el día del último viaje (…), me encontraréis a bordo ligero de equipaje» en los que se refiere a valorar en su justa medida lo que tenemos y dejamos atrás. Para ello, como decía Unamuno «hay que vivir muriendo para poder morir viviendo». O haremos nuestras las palabras en verso de Amado Nervo: «Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino (…), Vida, estamos en paz.»
En resumen, el libro es una buena guía para vivir la vida y para servirnos de consuelo y compañía en su final. Está escrito de forma clara, resulta fácilmente aplicable a los casos reales que conocemos en nuestra vida personal y profesional, y realmente impele al lector para que enfoque su vida con optimismo relativo que le permita asumir el trance con la mayor serenidad posible. En la clínica, esta tarea es una labor difícil, que requiere una gran calidad humana, tiempo y, sobre todo, un buen trabajo en equipo y empatía con el enfermo. Como colofón, me quedo con la frase escrita en la última página del libro: «Los sabios piensan en la vida, no en la muerte».