Objetivos: Comparar medias de violencia en la familia de origen, así como machismo y violencia en la pareja entre ambos sexos, y contrastar tres modelos de violencia en la pareja: de interacción, control violento y reacción violenta.
Material y métodos: Se aplicaron los cuestionarios de violencia en familia de origen, violencia en la pareja y de premisas histórico-socioculturales, a una muestra incidental de 400 participantes voluntarios con pareja heterosexual.
Resultados: Se analizaron 223 mujeres y 177 hombres. La violencia en la infancia fue un predictor de violencia recibida de la pareja en ambos sexos y de violencia ejercida en mujeres, pero no en hombres. El machismo fue un predictor de violencia recibida, pero no de violencia ejercida, en ambos sexos. La violencia ejercida (equivalente entre hombres y mujeres), fue esencialmente determinada por violencia recibida (más alta en hombres).
Conclusiones: Se validó un modelo de violencia reactiva con antecedentes predictivos de violencia en la infancia y machismo.
Objectives: To compare gender differences in family-of-origin violence, machismo and couple violence, and to contrast three models of couple violence: interaction, violent control, and violent reaction.
Material and methods: The questionnaires of Family-of-origin Violence, Couple Violence and Historical Socio-cultural Premises were applied to an incidental sample of 400 Mexican voluntary participants with heterosexual couples.
Results: We analyzed 223 women and 177 men. Childhood violence was a predictor of violence received from the couple in both genders and of violence exerted in the couple against women but not in men. Machismo was a predictor of received violence, but not of exerted violence, in both genders. Exerted violence (equivalent between men and women) was essentially determined by received violence (higher in men).
Conclusions: A reactive violence model with predictive history of family-of-origin violence and machismo was validated, and finally we made suggestions for intervention based on this model.
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Introducción
La "violencia" se suele definir como una conducta aprendida e intencional, cuyo objetivo es dañar, imponer, vulnerar, reprimir o anular; va dirigida hacia una persona específica, constituyendo un medio posible en la resolución de conflictos, al imponer una solución sin utilizar la negociación, por lo que se convierte en un ejercicio de poder.1 otros autores, sin restar peso a lo adquirido en el ambiente de desarrollo infanto-juvenil, destacan los aspectos instintivos de reacción ante situaciones irritantes, frustrantes, conflictivas, de peligro o agresión y la tendencia temperamental diferencial de unas personas a otras.2,3
Johnson (2008) desarrolló una clasificación de la violencia de la pareja, desde la relación entablada por ambos miembros.4 Distingue tres tipos: violencia situacional, definida como un círculo vicioso de violencia en el que intervienen ambos miembros de la pareja ante conflictos que no resuelven; terrorismo íntimo, sería un control violento con una agresión unilateral para controlar por el miedo a la pareja y; resistencia violenta, corresponde a una reacción violenta como autodefensa y restablecimiento del respeto ante una agresión recibida. Como antecedente de los dos últimos tipos de violencia se puede señalar el pertenecer a una cultura patriarcal, en la que el hombre cuenta con un estatus superior al de la mujer y ejerce la violencia como medio de control, con la expectativa de sumisión y respeto.5 otro antecedente pertinente para los tres tipos sería la violencia en la familia de origen, actuando los progenitores como modelos de conducta para resolver conflictos.6
Existe mucha investigación de la violencia centrada en la mujer como víctima del hombre,7-9 cuando usualmente no es un fenómeno unidireccional.10-12 Así la investigación contemplando ambos sexos tanto en los aspectos de violencia recibida como ejercida en ámbitos cotidianos es escasa, especialmente en México. Debe señalarse que, contrario a las expectativas de la perspectiva de género,13 las investigaciones de violencia en la pareja con muestras donde participan ambos sexos, ya sean procedentes de población abierta, estudiantes universitarios o forense, reportan que la diferencia por sexos no es significativa o inclusive que los promedios de victimización son mayores en hombres.10-16
Retomando a Johnson, sería importante diferenciar la violencia recibida y ejercida, contemplando tanto a hombres y mujeres, para determinar la presencia de un círculo de violencia en ambos sexos o si un modelo de control violento en hombres y reacción violenta en mujeres se ajusta mejor; asimismo, sería pertinente contemplar la violencia en la familia de origen y el machismo como factores de riesgo y diferenciales entre ambos sexos,5,6 con la expectativa de mayor violencia en la infancia ejercida por el padre17,18 y mayor machismo en hombres,19,20 resultando estos correlatos y predictores de violencia en la pareja.
La presente investigación tiene como objetivos comparar medias de violencia en la familia de origen, machismo y violencia en la pareja entre ambos sexos, y contrastar tres modelos de violencia en la pareja: de interacción, control violento y reacción violenta, conjuntando o separando a ambos sexos.
Material y métodos
Se empleó una muestra no probabilística incidental de 400 participantes voluntarios con pareja heterosexual (matrimonio, noviazgo o cohabitación), que residen en Monterrey y su zona metropolitana, Nuevo León, México. Se aplicaron tres escalas de autoinformes con ítems tipo Likert, todos ellos directos, esto es, redactados en sentido de violencia o conservadurismo cultural:
1. Escala de violencia en familia de origen:21 se compone de nueve ítems con un rango de 5 puntos cada uno (de 1 "nunca" a 5 "siempre") y dos factores: violencia del padre (cinco ítems) y de la madre (cuatro ítems).
2. Cuestionario de violencia en la pareja:5 está integrado por dos escalas. una es de violencia recibida, se compone de 27 ítems con un rango de 5 puntos (de 1 "nunca" a 5 "siempre") y tiene cuatro factores: económica (seis ítems), psicológica (siete ítems), física (seis ítems) y sexual (ocho ítems). La otra escala es de violencia ejercida, se compone de 11 ítems con un rango también de 5 puntos (de 1 a 5) y tiene dos factores: psicológica (seis ítems) y no psicológica (física, sexual y económica) (cinco ítems).
3. Cuestionario de premisas histórico-socioculturales, versión breve de 27 ítems:19 está integrado por siete factores, de los cuales sólo se toma el de machismo, de cuatro ítems dicotómicos.
La aplicación de las escalas fue individual. De las 400 aplicaciones, 325 (81%) fueron en casas particulares, calles peatonales y parques públicos, y 75 (19%) en salas de espera de instituciones socio-sanitarias; con el objetivo de tener una variabilidad amplia en las puntuaciones de violencia. Se solicitó el consentimiento informado para la participación en el estudio, garantizando el anonimato y confidencialidad de la información de acuerdo con las normas éticas de investigación de la Asociación Americana de Psicología.22
Se compararon las medias del factor de machismo entre hombres y mujeres, por la t de Student, así como las de violencia recibida y ejercida, o de los factores de la violencia en la familia de origen entre hombres y mujeres por análisis de varianza (ANOVA) de modelo mixto. Se estimaron correlaciones entre violencia recibida, ejercida, en la familia de origen y machismo por coeficiente producto-momento de Pearson. Finalmente, se contrastaron tres modelos de violencia por análisis de senderos, empleando el método de mínimos cuadrados generalizados. Se contemplaron ocho índices para evaluar el ajuste de estos tres modelos: función de discrepancia [FDmín], ji cuadrada [χ2], parámetro de no centralidad poblacional [PNCP=NCP/n], residuo cuadrático medio de aproximación [RMSEA] de Steiger-Lind, índice de bondad de ajuste [GFI] de Jöreskog y Sörbom y su modalidad corregida [AGFI], así como índice normado de ajuste [NFI] e índice comparativo de ajuste [CFI] de Bentler-Bonett. Se estipularon como valores de buen ajuste para los índices: p de χ2 > 0.05, FD < 2, PNCP < 1, RMSEA < 0.05, AGFI y NFI > 0.90, así como GFI y CFI > 0.95; y como valores adecuados: p de χ2 > 0.01, FD < 3, PNCP < 2, RMSEA < 0.08, AGFI y NFI > 0.80, así como GFI y CFI > 0.85.23
Resultados
Descripción de la muestra y consistencia interna de las escalas
De los 400 participantes (223 mujeres y 177 hombres), 111 (49%) dijeron estar solteros en relaciones de noviazgo y 112 (51%) casados o unión libre (49%), éstos últimos reportaron una media de dos hijos. El promedio de grado de escolaridad terminado fue bachillerato y edad de 30 años. Véase la descripción socio-demográfica en la Tabla 1.
En la presente muestra, la consistencia interna de los nueve ítems de violencia en la familia de origen fue alta (α = 0.88), al igual que la de dos factores: 0.88 (del padre) y 0.82 (de la madre). La consistencia interna de los 27 ítems de la escala de violencia recibida fue alta (α = 0.96), al igual que la de sus cuatro factores, variando de 0.89 a 0.87, con un promedio de 0.88; y la consistencia interna de los 11 ítems de la escala de violencia ejercida fue también alta (α = 0.89), al igual que la de sus dos factores: 0.88 (psicológica) y 0.74 (no psicológica). La consistencia interna de los cuatro ítems dicotómicos del factor de machismo del cuestionario de premisas histórico-socioculturales fue adecuada (KR-20 = 0.65).
Diferencias de medias entre los sexos
La respuesta a los ítems de violencia en la familia de origen más frecuente fue "nunca", con 75 de las 400 repuestas (19%). La media de la escala dividida por su número de ítems fue 1.83, redondeando a la unidad fue 2, lo que correspondió a la repuesta: "con poca frecuencia". Se dividió cada uno de los dos factores por su número de ítems para obtener un rango homogéneo de 5 puntos, antes de calcular las diferencias de medias. Desde el modelo de ANOVA mixto, la violencia del padre fue significativamente mayor que la reportada de la madre (p<0.01); la media del factor de violencia en la familia de origen (que incluye la del padre y madre), reportada por hombres y mujeres participantes fue estadísticamente equivalente (p<0.01), no existiendo interacción entre el sexo del progenitor (padre o madre) y el sexo del participante (hombre o mujer) (p=0.19).
La respuesta a los ítems de violencia recibida más frecuente fue "nada", con 63 de las 400 respuestas (16%). La media de la escala dividida por su número de ítems fue 1.70 (DE = 0.81), redondeando a la unidad fue 2, lo que correspondió a la repuesta: "con poca frecuencia". También respuesta a los ítems de la violencia ejercida más frecuente fue "nunca", con 48 de 400 respuestas (12%). La media de la escala dividida por su número de ítems fue 1.90 (DE = 0.77), redondeando a la unidad fue 2. Desde el modelo de ANOVA mixto, con rangos para las escalas de 1 a 5, la media fue significativamente mayor en violencia ejercida que recibida dentro de cada participante (p<0.01), no habiendo diferencia entre los sexos en el factor de violencia (que incluye ejercida y recibida) (p=0.07), pero la interacción entre violencia y sexo sí fue significativa (p=0.03). La media de las mujeres fue más baja que la de los hombres.
Por la prueba t de Student, la media de los hombres fue significativamente más alta en el factor de machismo que la de las mujeres (p<0.01).
Correlaciones entre violencia en la infancia y en la pareja
Las correlaciones entre las dos modalidades de violencia en la pareja fueron de altas a moderadas, variando de 0.41 a 0.70: las correlaciones fueron más altas en hombres que en mujeres. La violencia vivida en la infancia correlacionó con valores de 0.28 a 0.44 con la violencia recibida de la pareja, con valores más altos en mujeres, destacando más la violencia del padre que la de la madre. Las correlaciones de violencia en la familia de origen con el ejercicio de violencia variaron de 0.24 a 0.36, esto es, presentaron valores menores que con la violencia recibida, salvo la correlación con el progenitor del mismo sexo. El machismo mostró correlaciones significativas de 0.17 a 0.41 con ambas modalidades de violencia, más altas con recibida que ejercida; en la recibida destacaron las correlaciones de la muestra de mujeres y en la ejercida las de los hombres (Tabla 2).
Contraste de modelos de violencia
Se definió un primer modelo de círculo vicioso, en el que la relación entre la violencia ejercida y recibida es bidireccional (no recursiva). La violencia en la infancia predijo ambas modalidades de violencia en la pareja y el machismo sólo violencia recibida de la pareja, ya que la vía de predicción de la violencia ejercida por el machismo no fue significativa. Las dos variables exógenas (violencia en la familia de origen y el machismo) correlacionaron. Tanto en el contraste unigrupo como en el contraste multigrupo, el modelo se rechazó por la prueba ji cuadrada, el cociente entre ji cuadrada y sus grados de libertad fue mayor a 3 y el error de aproximación cuadrático medio fue mayor a 0.08 (Tabla 3). Todas sus vías fueron significativas en la muestra conjunta y de hombres, pero en mujeres ejercer violencia no fue predicha por recibir violencia.
Se contrastó un segundo modelo de reacción violenta ante la pareja, en el que la violencia ejercida fue pronosticada por la violencia vivida en la infancia y violencia recibida. La violencia recibida fue predicha por la violencia en la infancia y machismo. A su vez, el machismo y la violencia en la infancia correlacionaron. Todas sus vías y la correlación fueron significativas, con buen ajuste a los datos (Tabla 3). Se explicó el 36% de la varianza de la violencia ejercida y 28% de la recibida. Al contrastar este modelo de reacción violenta entre ambos sexos (sin restricciones), el ajuste fue de adecuado (Tabla 3). En la muestra de hombres, la violencia en la infancia no predijo el ejercicio de la violencia hacia la pareja (β = 0.06, p=0.34). Las demás vías fueron significativas. Se explicó el 50% de la varianza de la violencia ejercida en hombres y 28% en mujeres. A su vez, se explicó el 27% de la varianza de la violencia recibida en hombres y 28% en mujeres (Figuras 1 y 2).
Figura 1. Modelo estandarizado de violencia reactiva estimado en la muestra de hombres por mínimos cuadrados generalizados (GLS).
Figura 2. Modelo estandarizado de violencia reactiva estimado en la muestra de mujeres por mínimos cuadrados generalizados (GLS).
Se definió un tercer modelo recursivo de control violento, en el que la violencia recibida fue predicha
ejercida. La violencia ejercida fue predicha por la violencia en la infancia y por otra parte, el machismo y la violencia en la infancia correlacionan. El ajuste es peor que en los dos previos (Tabla 3), aunque todas las vías fueron significativas en la estimación unigrupo y multi-grupo.
Discusión
Como en otros estudios,17,18 hay mayor percepción de violencia ejercida por parte del padre contra la madre e hijos, siendo esta valoración equivalentes entre participantes de ambos sexos. Esto valida la perspectiva socio-cultural de la violencia, la cual acentúa el patriarcado y la ideología machista como fuente de violencia contra la mujer.19,24
Contrario a las expectativas de la perspectiva de género,13 la violencia recibida es mayor en hombres que en mujeres en las parejas encuestadas, lo que coincide con otros estudios empíricos;10-12,14,19,20 a su vez, el reporte de la violencia ejercida en promedio es estadísticamente equivalente, también como reportan otras investigaciones.14,19,20
Conforme a las expectativas derivadas de otros estudios19,20 y al beneficio ideológico, los hombres son más machistas. No obstante, el machismo finalmente no es un determinante de ejercer violencia; sí lo es de recibir violencia en ambos sexos. A pesar de este efecto parcial del machismo sobre la violencia en la pareja, finalmente ejerce una acción deletérea y debe contemplarse una vía de intervención a nivel comunitario e individual. El manejo de la relación desde una ideología machista plantea y agudiza los conflictos en la pareja, dificultando su resolución, cuando las parejas jóvenes en la sociedad actual se enfrentan a la necesidad de contribuir al sostén familiar y, por consiguiente, a compartir las tareas domésticas y de crianza.6,20
La violencia en la infancia de origen es un predictor de recibir violencia en ambos sexos, y sólo de ejercer violencia en mujeres. La vía de actuación probablemente sean esquemas internalizados de comunicación, relación y solución de problemas.25 Lo que abre una vía de intervención individual a través de la modificación de conducta,25 pero también comunitaria desde los grupos de discusión e iniciativas colectivas fomentados desde la investigación-acción participativa.6
Estos datos que corresponden esencialmente a población general, no sustentan un modelo de círculo vicioso, quizá más adecuado para parejas violentas que acuden a tratamiento o inician procesos judiciales de separación o divorcio.20 Tampoco sostienen un modelo en el que el ejercicio de la violencia antecede a recibir la misma, propio de casos clínicos o judiciales de terrorismo psicológico;4 por el contrario, se ajustan mejor a un modelo de violencia reactiva. Parece que hombres y mujeres reaccionan violentamente, pero posteriormente se calman, lo que evita una escalada de la violencia o círculo vicioso, lográndose finalmente un nivel bajo de violencia dentro de la pareja. Así la reacción parece tener un efecto de equilibrio positivo, probablemente por un ambiente de afecto y respeto entre los miembros de la pareja.
Como limitaciones del estudio debe señalarse el carácter no probabilístico de la muestra. Aunque su tamaño grande nos permite alcanzar potencia alta en las pruebas de contraste, toda generalización debe manejarse como una hipótesis aplicable a una población semejante de gente joven, con escolaridad e ingresos mayores al promedio nacional.26 A favor de nuestros datos, cabe señalar los coeficientes de consistencia interna altos de los instrumentos de medida.
En conclusión, se percibe más violencia del padre que de la madre en la familia de origen, siendo la violencia en la infancia un antecedente predictor de recibir violencia en ambos sexos y ejercerla en mujeres, pero no en hombres. Los hombres son más machistas que las mujeres, siendo el machismo un antecedente predictor de violencia recibida, pero no de violencia ejercida en ambos sexos. La violencia ejercida (equivalente en hombres y mujeres), es esencialmente determinada por recibida (mayor en hombres), lo que refleja la naturaleza reactiva de la misma. Finalmente, el modelo de reacción violenta válido para ambos sexos y las diferencias en violencia entre hombres y mujeres, remarcan que una perspectiva radical de género en el planteamiento y abordaje de este problema es errónea.
Este modelo justifica como vías de intervención para el problema de la violencia en la pareja: generar posiciones críticas hacia la ideología machista, siendo la opción la equidad de género,6 prevenir situaciones de la violencia en la familia de origen, quedando implícito como opción la búsqueda negociada de soluciones entre los miembros de la pareja.25 En las intervenciones psicoterapéuticas debería contemplarse el aspecto reactivo de equilibrio y justicia de la violencia, asimismo la forma de evitar un círculo de escalada de la misma ante el afrontamiento exitoso de los conflictos y diferencias a través del diálogo, la negociación, la convivencia, la solución de problemas y la asertividad en un ambiente de afecto y respeto.27
Conflicto de intereses
Los autores declaran no tener conflicto de intereses.
Financiamiento
Los autores no recibieron ningún patrocinio para llevar a cabo este artículo.
Agradecimientos
A Carlos Díaz y José Luis Jasso, ex alumnos de la Facultad de Psicología de la UANL, por su ayuda en el trabajo de campo.
Correspondencia:
José Moral de la Rubia.
Dr. Carlos Canseco N° 110, Colonia Mitras Centro,
C.P. 64460, Monterrey, N.L., México.
Teléfono: (+52 81) 8333 8233, ext. 416 y 423. Fax: ext. 103.
Correo electrónico: jose_moral@hotmail.com
Recibido: Abril 2012.
Aceptado: octubre 2012