Hemos leído con interés el artículo de Kim et al.1 que analiza el cambio en la distribución y etiología del ictus isquémico en la población de Buenos Aires durante la segunda década del siglo XXI. Nos gustaría aportar una serie de consideraciones al respecto en base a un artículo de similar temática publicado por nuestro grupo2.
Nuestro trabajo analizaba un único periodo (2009-2014) de población española, pero mostraba una baja proporción de ictus lacunares respecto a las series históricas. Este dato aparece también en el trabajo de Kim et al.1, que permite además constatar la reducción sobre una misma población (18% 2015-2019 vs. 54% 1997-1999). Una reducción tan acusada se logró con disminuciones mucho más modestas de los factores de riesgo vascular más relacionados con la microangiopatía cerebral (hipertensión arterial y diabetes mellitus) en los pacientes con ictus.
En cuanto a las diferencias entre nuestra serie y la de Kim et al.1, la principal es la diferente proporción de ictus de origen cardioembólico e indeterminado (fig. 1): mientras que Kim et al.1 describen un 54% de ictus indeterminados y un 20% de cardioembólicos, nuestro estudio2, en línea con otros trabajos europeos3, reportó una incidencia del 32% de cardioembólicos y 40% de indeterminados. Es probable que estas diferencias se expliquen por el mayor envejecimiento de nuestra población frente a la argentina (el ictus cardioembólico es el que más crece en la población de edad avanzada), pero también por haberse realizado en nuestra serie un estudio etiológico más extenso1,2. Así, en la serie de Kim et al.1 existió un bajo porcentaje de estudios Holter-ECG (14%) y otros estudios cardiológicos avanzados como el ecocardiograma transesofágico (4%), lo que no solo pudiera justificar el menor porcentaje de ictus cardioembólicos hallados sino también el aumento de los indeterminados (fig. 1). Las guías clínicas vigentes4 recomiendan explorar el cayado aórtico y realizar una monitorización ECG prolongada (al menos 2 semanas) en el diagnóstico de los ictus de etiología indeterminada, ya que un porcentaje relevante de los mismos puede deberse a fibrilaciones auriculares paroxísticas (alrededor del 30%5), otras arritmias embolígenas o ateromatosis aórtica. Dilucidar la etiología del ictus ha de ser el principal objetivo diagnóstico y se deben utilizar todos los recursos disponibles para ello, ya que permitirá seleccionar el tratamiento de prevención secundaria adecuado para evitar las recurrencias.