Borges escribe en la Noche de los Dones1: “Se debatía el problema del conocimiento. Alguien invocó la tesis platónica de que ya todo lo hemos visto en un orbe anterior, de suerte que conocer es reconocer; mi padre, creo, dijo que Bacon había escrito que si aprender es recordar, ignorar es de hecho haber olvidado. Otro interlocutor, un señor de edad, que estaría un poco perdido en la metafísica, se resolvió a tomar la palabra. Dijo con lenta seguridad: -No acabo de entender lo de los arquetipos platónicos. Nadie recuerda la primera vez que vio el amarillo o el negro o la primera vez que le tomo el gusto a una fruta, acaso porque era muy chico y no podía saber que inauguraba una serie muy larga”.
Carlo Rovelli, un extraordinario físico y divulgador de la ciencia contemporánea, plantea la tesis de la inexistencia del tiempo tal como lo intuimos si nos dejamos llevar por el universo de la gravedad cuántica2. Nuestro tiempo, al igual que la percepción de colores, obedece más a la neurociencia que a la física fundamental. Lo cito textual de una interesante entrevista en El Pais3 “Las cosas cambian, así que hay una distinción entre el antes y el después. Pero todas las ecuaciones que hemos descubierto y que describen este cambio no diferencian entre pasado y futuro. Si algo puede ocurrir así [Rovelli dibuja con el gesto una flecha imaginaria en una dirección], también pueden ocurrir así [Rovelli dibuja con el gesto una flecha imaginaria en la dirección opuesta]. El problema que sigue abierto es de dónde viene la diferencia entre pasado y futuro: por qué las dos direcciones no son iguales. Parece evidente que el pasado es diferente del futuro: el pasado lo conocemos, el futuro no. Pero cuando miramos de cerca, esta diferencia parece desaparecer.”
Que díficil entonces me resulta aquí suponer que se inicia una nueva etapa en la edición de la publicación oficial de la Sociedad Neurológica Argentina. Que díficil me resulta entonces hablar que un pasado medido (¿?) en un lapso de 6 años me tuvo como Editor Asociado y que un aprendizaje y experiencia compartida con los editores que me precedieron, Mario Melcon y Damian Consalvo, me enriqueció humana y profesionalmente. Más díficil aún es convercernos que podemos ilusionarnos con hechos futuros, llámese esto un crecimiento continuo profesional y científico de todos los que hacemos Neurología Argentina: lectores, escritores, revisores y editores, valga aquí el explícito reconocimiento a Diego Ballesteros, Berenice Silva y Dolores Gonzalez Morón -editores asociados en esta etapa-; llámese esto una mayor circulación y difusión de Neurología Argentina; llámese esto un creciente orgullo compartido de formar parte de Neurología Argentina. Pero como trabajamos en Neurociencias y no, en Gravedad Cuántica, el orden del tiempo sí existe en nuestra percepción y entonces reafirmo aquí mis experiencias pasadas y mis ilusiones futuras, invitándolos a transitar juntos el camino que este año inicia Neurología Argentina.
Cierro aquí como en El Sur4, y al igual que Dahlmann empuño con firmeza el cuchillo, que acaso no sabré manejar, y salgo a la llanura.