El Dr. Javier Urcola era jefe de sección de Neurología y máximo responsable en el Hospital Provincial de Guipúzcoa de San Sebastián desde el año 1976 hasta el 2000. Fue un hombre culto, trabajador y honesto. Durante sus 50 años de actividad como neurólogo atendió a decenas de miles de pacientes neurológicos hasta que una enfermedad renal se complicó y ya no se llegó a recuperar, falleciendo en febrero del 2014.
Se casó en 1965 con Mari Carmen Carrera Goñi y tuvieron 5 hijos. Nuestras mujeres son hermanas y, por tanto, nos unió además de la relación profesional y de amistad, el parentesco.
Le conocí en 1968 siendo yo estudiante de medicina en Pamplona. Él era ya médico con una consulta en San Sebastián, en la que atendía un gran número de pacientes con problemas neurológicos. Había cursado medicina en Zaragoza. En julio de 1961 ingresó como alumno becario en el Hospital Psiquiátrico de San Sebastián que dirigía el Dr. Luis Martin Santos. Javier sentía una auténtica fascinación por la persona y la obra literaria de Luis, que falleció en 1964, a los 39 años, en un accidente de tráfico, dejando al Servicio con una auténtica sensación de orfandad. Esto propició el cambio de orientación profesional de Javier hacia la neurología y la neurofisología. En aquellos momentos, la Neurología en España era una especialidad joven, con pocos servicios hospitalarios. Formarse era una ardua tarea, que exigía iniciativa, interés y esfuerzo.
En 1968 inicia su actividad pionera en el Servicio de Neurofisiología de la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu, encargándose fundamentalmente de la electroencefalografía. Desde 1971 estableció una estrecha relación con el Dr. Martínez Lage, quien dirigía el Servicio de Neurología de la Clínica Universitaria en Pamplona, y en la que mi mujer y yo estábamos de residentes. En 1973 obtuvo la plaza de jefe de Servicio de Neurofisiología de la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu. En 1976 abandonó esta plaza para ejercer la neurología clínica y, acogiéndose a una excedencia, se trasladó definitivamente al Hospital Provincial de Guipúzcoa. Allí desempeñó la jefatura de la Sección de Neurología hasta su jubilación, en el año 2000. Desde entonces hasta que la fatal enfermedad se lo impidió, continuó atendiendo a pacientes en Policlínica Guipúzcoa. Sus conocimientos en psiquiatría y en neurofisología y su amplia cultura le ayudaban a atender y entender mejor a sus pacientes.
En estos momentos, acuden a mi memoria muchos recuerdos de vivencias conjuntas. Recuerdo que en la década de los 70 salíamos a pescar o al monte con su gran amigo Luis Pedro Peña Santiago, escritor, y con vastos conocimientos de historia, geografía y etnografía vasca. Con cierto rubor, debo expresar mi sentimiento de inferioridad cultural ante ambos. Eran cultos en diversos aspectos de la historia, geografía, el románico, el arte popular vasco, las «argizaiolas», las estelas funerarias o la evolución y la influencia de los caseríos en el devenir histórico del País Vasco. Javier, en los últimos años, investigó sobre el Camino de Santiago en el País Vasco, donde hizo algunas aportaciones importantes junto con su esposa. En los últimos meses, su tema de lectura preferido era «Navarra». Se sentía vasco y militó como hombre culto del País. Le gustaba el mar y tuvo durante muchos años una pequeña embarcación para salir a pescar. Tenía una estrecha relación con los «arrantzales» de Fuenterrabía, donde disfrutaba muchos fines de semana y vacaciones.
Miembro de la Sociedad Española de Neurología desde 1965 y de la Sociedad Vasca de Neurología desde su fundación, en 1988. Desde 1967 asistía con regularidad a las reuniones de la Sociedad Española de Neurología en Barcelona y fue vicepresidente del Comité Organizador del Congreso de Neurología que organizamos en San Sebastián en 1984. En marzo del 2007 recibió un homenaje en la xxviii reunión de la Sociedad Vasca de Neurología, con una magnífica presentación por parte de Javier Olascoaga de la trayectoria y méritos de Javier. El presidente de la Sociedad era el profesor Juan José Zarranz, que mantuvo con Javier una relación siempre cordial. Miembro de la Sociedad Bascongada de Amigos del País. El periodista y escritor Alvaro Bermejo le definió como «neurólogo ilustrado». Importante conversador de cualquier materia, sabedor de buenos consejos, enemigo de dogmas, de espíritu reposado pero inquieto, desordenado, ácrata, crítico, de humor socarrón y escéptico son adjetivos adecuados para definir la personalidad de este ilustre neurólogo.
Deseo que estas líneas en recuerdo de su trayectoria profesional en la revista Neurología, órgano oficial de la Sociedad Española de Neurología, sirvan para destacar los méritos, divulgar a los jóvenes las dificultades que existían en la España de hace 50 años para formarse en la especialidad y subrayar el valor de adquirir conocimientos en otras áreas de la cultura.
Los amigos y los neurólogos que compartimos su quehacer sentimos profundamente la muerte de Javier y echaremos de menos sus conversaciones siempre interesantes.
