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Vol. 21. Núm. 1.
Páginas 60-62 (enero 2002)
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La farmacia y el medicamento en Suiza
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JA. Valtueñaa
a Presidente del Centro Internacional de Educación para la Salud. Ginebra (Suiza).
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Suiza atraviesa uno de los peores momentos de su historia reciente, que se traduce en dos sentimientos de acción negativa acumulativa: duda de sí misma y frustración. Swissair, la línea aérea emblemática del país, de la que poseían acciones desde los ricos hasta las personas modestas, se ha hundido estrepitosamente, y el túnel del San Gotardo, que los suizos ponían como ejemplo de lo que debía ser un túnel de carretera, ha sufrido un accidente que ha puesto de manifiesto sus insuficiencias, mucho más numerosas de lo que ayer se afirmaba.

Aunque se acusa con frecuencia a los medicamentos de ser responsables del aumento continuado del gasto de mantenimiento

de la salud, el hecho es que en Suiza casi la mitad de ese gasto se destina a tratamientos hospitalarios, mientras que el gasto farmacéutico apenas rebasa el 10%

 

En ese contexto es difícil hallar un sector de actividad que no se vea afectado por el ambiente de pesimismo que reina en el país. Del dicho Il n'y a pas comme nous (no hay como nosotros) se ha pasado a una sucesión de interrogantes, que por el momento no tienen respuesta evidente. El sector del medicamento y la farmacia no escapa de este ambiente de incertidumbre, aunque sigue siendo uno de los menos afectados por la crisis de pesimismo reinante.

Farmacias, droguerías y médicos dispensadores

En Suiza, las farmacias están sometidas a una ruda competencia, pues no sólo las droguerías están autorizadas a vender determinados productos terapéuticos, para los que no se exige receta, sino que existen 3.609 (cifra del año 2000) médicos dispensadores (también llamados profarmacéuticos) que, previo pago, entregan medicamentos a sus pacientes. Dado que la venta de medicamentos por esos médicos no está reglamentada de modo uniforme en los 26 cantones, existen grandes diferencias en la tasa de médicos dispensadores, nula en los cantones de Ginebra y el Tesino (Suiza italiana), donde no está autorizada la figura de ese tipo de médico, y de 178 médicos dispensadores por cada 100.000 habitantes en el cantón de Basilea rural (el antiguo cantón de Basilea se dividió en dos: Basilea rural y Basilea urbana).

La existencia del médico dispensador influye evidentemente en el número de farmacias, menor cuanto mayor es la tasa de médicos dispensadores. Por ejemplo, en el año 2000 el cantón de Nidwald (en la Suiza central) contaba con cinco farmacias por cada 100.000 habitantes, pero a la vez había 82 médicos dispensadores.

En lo que se refiere a la expedición de productos terapéuticos (de origen vegetal fundamentalmente) en droguerías, ésta se halla en plena regresión. Entre 1990 y 2000 abrieron en Suiza 131 farmacias, mientras que el número de droguerías disminuyó en 149. Cierto es que son escasísimas las farmacias que se dedican exclusivamente a la venta de medicamentos. La enorme mayoría redondea su cifra de negocios con la comercialización de cosméticos, plantas medicinales y alimentos para niños, y cada vez más para ancianos (leche en polvo enriquecida con calcio, por ejemplo).

El pago de los medicamentos en las farmacias sigue en general dos mecanismos: a) pago directo por el paciente, quien después recupera su porcentaje (el 80% como máximo) de su sociedad de seguro de enfermedad; y b) pago por el seguro de enfermedad, pero sólo de los medicamentos reembolsables. La cifra de los que pertenecen a este último grupo tiende a estabilizarse, pues era de 2.207 en 1990, de 2.465 en 1997, de 2.504 en 1998 y de 2.500 en 1999. Sin embargo, esas cantidades son alrededor de la tercera parte de los medicamentos presentes en el mercado: 7.333 en 1999. La lista de fármacos reembolsables es establecida cada año por el Servicio Federal de Seguros Sociales y no comprende, por ejemplo, los anovulatorios. Los criterios que sigue este servicio son muy restrictivos y se refieren a la eficacia, la idoneidad y determinados factores de carácter económico (relación entre el coste y el valor terapéutico).

Conviene señalar aquí que el tipo de seguro de enfermedad existente en Suiza se ajusta por completo a los criterios de la medicina liberal. El Estado obliga a toda persona residente en Suiza, cualquiera que sea su naturaleza jurídica (suizo de origen o naturalizado, extranjero poseedor de uno de los distintos permisos de residencia existentes o familiar de los anteriores) a estar afiliado a una de las numerosas sociedades de seguro de enfermedad existentes. Éstas cobran primas muy variadas en función de la edad del sujeto y en particular de que el asegurado esté dispuesto o no a abonar una franquicia, esto es, una parte más o menos elevada del gasto ocasionado por cada enfermedad que padezca. El paciente tiene total libertad para acudir al médico o el especialista que desee, libertad a la que el Gobierno federal desea poner cortapisas al considerar que es una de las causas del aumento continuado del gasto en salud.

Auge paulatino de las EFG

La venta de las especialidades farmacéuticas genéricas (EFG) aumenta de modo constante, en buena parte gracias al apoyo que reciben por parte de los médicos y farmacéuticos, quienes no dudan en recomendar la adquisición de una EFG cuando la diferencia de precio respecto al medicamento de patente registrada es claramente favorable. En los últimos cinco años, el mercado de los medicamentos genéricos ha aumentado en un 60% aproximadamente, aunque constituyen todavía el 2,6% del total del mercado de productos farmacéuticos (en precios de fabricación). El reparto del mercado farmacéutico, en función de la protección por patente, se muestra en la tabla 1. Esto significa que el mercado potencial de EFG es del 38%, calculado conforme a los precios de producción, de modo que ofrece amplias posibilidades de crecimiento. Es de suponer que éstas serán aprovechadas por las empresas farmacéuticas, dado el contexto político actual, que presiona para que por todos los medios se ponga freno al crecimiento del gasto sanitario.

 

En relación con la creciente utilización de las EFG, es preciso destacar que el número de especialidades farmacéuticas disponibles en Suiza sigue una continuada tendencia a la baja, habiendo pasado de 9.662 productos en 1985 a 7.224 en el año 2000, es decir, casi la cuarta parte menos en 15 años. Incumbe la responsabilidad de autorizar la venta de un determinado medicamento a la Oficina Internacional de Control de los Medicamentos, con sede en Berna, que divide los fármacos en las cuatro listas siguientes: medicamentos obtenibles con receta no renovable, medicamentos de receta renovable sin nueva visita médica, medicamentos dispensados sólo en farmacias, y medicamentos susceptibles de adquisición en farmacias y droguerías.

Medicamentos de origen suizo

Alrededor de la tercera parte de los medicamentos vendidos en Suiza están fabricados en el país, mientras que las dos terceras partes restantes proceden por orden decreciente de Estados Unidos, Alemania, Suecia, Reino Unido, Francia, Benelux e Italia. En lo que respecta a la balanza comercial de los productos farmacéuticos, Suiza es un país claramente exportador. En el año 2000 exportó 22.100 millones de francos (unos 15 millones de euros) de medicamentos, pues el 90% de los fabricados en el país se destinan a la exportación. Sus principales clientes son los países europeos, y entre éstos, por orden decreciente, Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido. El excedente de las exportaciones de medicamentos en relación con las importaciones crece de modo continuado, siendo las primeras más del doble de las segundas en 2000.

Entre los países europeos que registran un excedente en la balanza comercial farmacéutica, Suiza ocupa un primer lugar bien destacado, seguida de Alemania, Irlanda, Reino Unido, Francia, Suecia, Dinamarca, Bélgica y Países Bajos. Téngase en cuenta que dos países de alta fortaleza industrial, como son Estados Unidos y Japón, presentan una balanza comercial negativa en el sector farmacéutico.

Medicamentos y gasto sanitario

Aunque se acusa con frecuencia a los medicamentos de ser responsables del aumento continuado del gasto de mantenimiento de la salud, el hecho es que en Suiza casi la mitad de ese gasto se destina a tratamientos hospitalarios, mientras que el gasto farmacéutico apenas rebasa el 10% (el 11,3% exactamente) del coste total del cuidado de la salud. Es más, mientras que los costes hospitalarios están en constante crecimiento, el gasto en medicamentos apenas aumenta desde 1985.

Pese a esa estabilización del gasto farmacéutico, Suiza ocupa un elevado lugar en el mundo en lo que respecta al coste de mantenimiento de la salud, que fue del 10,7% del producto interior bruto en 1999 (último año del que se dispone de estadísticas completas), superado sólo por Estados Unidos, donde la práctica de la llamada medicina defensiva (realización de exámenes y pruebas destinados ante todo a cubrir la responsabilidad civil del médico en caso de demanda judicial) resulta particularmente onerosa para la población. Cierto es que la comparación del gasto sanitario global de los distintos países está sujeta a notables incertidumbres, porque no siempre comprende los mismos segmentos.

La mayor parte del gasto farmacéutico se destina al tratamiento de los trastornos cardiovasculares, a los que siguen en orden decreciente las afecciones del sistema nervioso central, las infecciones y las enfermedades del aparato respiratorio, el aparato digestivo, la piel, el sistema osteomuscular, el aparato urogenital y los órganos sensoriales.

Es muy difícil afirmar la existencia de una relación directa entre el gasto sanitario, comprendido evidentemente el gasto en medicamentos, y la salud. El hecho es que en todos los países industrializados se observa desde comienzos del siglo xx un aumento continuado de la esperanza de vida al nacer y a los 65 años, con un mantenimiento del diferencial entre hombres y mujeres. En 2000, la esperanza de vida al nacer era en Suiza de 82,6 años para los hombres y de 76,7 años para las mujeres.

En ciertas edades, la diferencia de mortalidad entre la población masculina y la femenina es muy llamativa. Así, entre los 45 y los 64 años, la mortalidad de los hombres es casi el doble que la de las mujeres, diferencia todavía más acentuada entre los 15 y los 44 años. Según las estadísticas más recientes, la mortalidad masculina es claramente superior a la femenina en accidentes y actos violentos (el 4,3 y el 2,8%, respectivamente, de la mortalidad total) y suicidios (el 3,1 y el 1,2%, es decir, casi el triple en los hombres que en las mujeres).

En este sentido, es digna de señalar también la neta diferencia existente en la prevalencia del sida entre los hombres y las mujeres. A finales de 2000 se habían registrado en Suiza 7.036 casos de sida (cifra acumulativa desde 1983), de los que el 23% eran mujeres y el 77% hombres. En ese año se observó un neto descenso de los casos de sida declarados, que se explica fundamentalmente por la eficacia de los tratamientos antirretrovíricos realizados en los sujetos VIH-positivos.

Una vez más se demuestra que la investigación en la industria farmacéutica contribuye de modo inequívoco a mejorar la salud de la población. En ese sentido, Suiza está claramente satisfecha del esfuerzo de sus científicos. Utilizando el índice de citas, es decir, el número total de citas de trabajos científicos dividido por el número de publicaciones, Suiza ocupa el primer lugar entre los países industrializados en biología molecular y genética, inmunología, farmacología, química, física, botánica/zoología y ecología. En ese esfuerzo investigador participa de modo predominante la economía privada, y a su cabeza la industria farmacéutica, cuya participación en el esfuerzo global no ha dejado de aumentar en los últimos años.

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