El año 2001 ha sido relativamente plácido para la farmacia española, tras los sobresaltos de los últimos años. El Pacto de Estabilidad del sector farmacéutico aporta seguridad y garantiza que no se promulgarán medidas que perjudiquen la economía de los profesionales de la farmacia. Éstos, habituados últimamente al desasosiego, pueden contemplar su ejercicio profesional sin la inquietud que produce el continuo goteo de medidas perjudiciales para sus intereses. Pero que no se acumulen, por una vez, las medidas perniciosas no quiere decir que nada cambie. Incluso en momentos de relativa bonanza, el farmacéutico es consciente de la transformación que experimenta su profesión. Las medidas aprobadas en Cataluña sobre la tarjeta sanitaria hacen inviable que una farmacia pueda dispensar sin estar informatizada por completo y sin disponer de un personal experto en informática. Aquello que no hace tanto tiempo era una novedad y para algunos una rareza es hoy condición indispensable para que una farmacia pueda funcionar. Si el farmacéutico desconoce la informática no está en condiciones de dispensar a la Seguridad Social, del mismo modo que no puede hacer el seguimiento terapéutico de sus pacientes. Se está produciendo un cambio de actitudes y conocimientos, un relevo generacional, y es urgente que las Facultades de Farmacia se adelanten a la realidad: un farmacéutico de a pie puede sobrevivir sin alta investigación, pero no sin ordenador y sin un programa de gestión.
Acaso lo más importante de este fenómeno es que no ha hecho sino empezar. Estamos al principio del proceso de informatización de la farmacia, no al final. La receta electrónica despunta ya en el horizonte, sustituyendo a la receta tradicional y a los mecanismos habituales de control como el libro recetario. La receta física será dentro de poco una pieza de museo, como las viejas registradoras de las farmacias. Lo que importa es que las farmacéuticas y los farmacéuticos tengan la capacidad de adaptarse a las innovaciones y de hacerse imprescindibles. Si el grueso del pelotón se rezagara, acudirían los competidores a tomar el relevo. De poco sirve una vanguardia innovadora y al día si la mayoría de los farmacéuticos no es capaz de superar el desafío de la revolución tecnológica. Las Facultades y los Colegios tienen una gran responsabilidad, pero el futuro lo escribirán los miles de farmacéuticos de a pie. Nada mejor que la relativa bonanza para reflexionar sobre la profesión y advertir que, incluso cuando aparentemente nada sucede, todo está cambiando.