A partir de una encuesta representativa, aplicada a 1 243 alumnos de primaria, secundaria y preparatoria en el estado de Yucatán, México, en 2011, este artículo presenta resultados que perfilan la complejidad y multiplicidad de factores que intervienen en la conformación de lo que suele entenderse por “cultura de la migración”. Complementados con información cualitativa provenientes de entrevistas, los datos muestran que esta cultura no sólo constituye un terreno dinámico y en permanente disputa en el que fuerzas contrarias se confrontan para consolidar el arraigo comunitario o alentar las decisiones migratorias, sino que conforma un ámbito altamente sensible a la edad y sexo de los jóvenes, a su escolaridad, a las redes sociales de las que participan, el propio referente familiar, así como a diversas fuentes de información que influyen para afianzar distintas representaciones de los destinos migratorios.
Based on a representative survey given in 2011 to 1243 primary, secondary, and high school students in the state of Yucatán, Mexico, this paper presents results that provide a profile of the complexity and multiplicity of factors involved in forming what is generally understood as “the culture of migration.” Supplemented with qualitative information from interviews, the data show that this culture is not only a dynamic field and constantly debated by opposing forces who are confronted to consolidate community roots or promote migration decisions, but also that this culture is highly dependent on the age and sex of youth, their education, social networks in which they participate, as well as on diverse sources of information that influence the establishment of diverse representations of migratory destinations.
En ocasiones, la decisión de un sujeto de migrar no proviene de una situación comunitaria apremiante o de una precarización económica familiar, sino que se cultiva lentamente a partir de las creencias, valores, y predisposiciones que circulan en una comunidad, y que perfilan a la migración como una opción de vida aceptable o al menos tolerada. Estos procesos de socialización ocurren en buena medida en la adolescencia y en la primera juventud, cuando de manera típica están siendo configurados los elementos de identidad de los sujetos y cuando se confrontan decisiones fundamentales en la trayectoria de vida, tales como seguir estudiando o insertarse en el mercado laboral, y/o formar una familia propia. En la literatura se ha denominado “cultura de la migración” al objeto que se desarrolla de manera comunitaria y penetra en la formación de los sujetos, un elemento latente que se hace manifiesto en los procesos de decisión migratoria.
Como parte de una región de amplia movilidad interna y en ocasiones preparatoria de una movilidad externa aún modesta, la península de Yucatán presenta un caso ejemplar para comprender las fuerzas económicas, sociales y culturales de “empuje” y “atracción” migratoria, así como la imbricación de estos factores con los flujos locales, regionales e internacionales de migración. A diferencia de otras regiones de México, la Península —aún— expulsa del país a un pequeño porcentaje de sus habitantes, en buena medida a raíz del polo de atracción que representa la zona turística conocida como Riviera Maya, y en particular las ciudades de Cancún y Playa del Carmen, que generan empleos atractivos para los habitantes de Quintana Roo y Yucatán. Sin embargo, desde hace varias décadas se registra también la formación de redes sociales migratorias hacia los Estados Unidos, en particular hacia el estado de California, que han consolidado regiones expulsoras en Yucatán con una tradición de migración (conapo 2005; Cornelius, Fitzgerald y Lewin Fischer 2008).
Ambas corrientes se configuran como un sistema, no sólo porque hay una tensión dinámica entre la decisión de migrar de las comunidades pequeñas hacia las capitales, los desarrollos turísticos o los Estados Unidos, sino porque en ocasiones uno u otro sirven como “campo de entrenamiento” (en términos de habilidades y redes sociales) para optar por las decisiones más remotas de migración (Cornelius, Fitzgerald y Lewin 2008). Así, estas tres opciones se ubican frente a la posibilidad de permanecer en el lugar de origen.
¿Cuáles son los componentes culturales presentes en la dinámica de este sistema, que se diferencian marcadamente de los incentivos económicos, los más habituales como factores de expulsión? ¿Estos componentes tienen un nivel de sistematicidad y preponderancia tales, que pueden ser considerados parte de una pretendida “cultura de la migración”? ¿Cómo se relacionan estos elementos con la condición juvenil y este preciso momento en el ciclo de vida de los sujetos? Para responder estas preguntas elaboramos una encuesta que aplicamos en 2011 a una muestra representativa de jóvenes estudiantes en todos los municipios de Yucatán, compuesta de 1 243 casos, y que incluye variables que especifican aspectos que consideramos de suma relevancia para el fenómeno: la coerción subjetiva para migrar y las circunstancias óptimas para hacerlo, el arraigo comunitario en tensión con el imaginario de residencia futura y deseo de salir, el prestigio de los migrantes, el peso de las amistades y los padres como referentes de dicha decisión, así como la presencia y fuente de la información instrumental que los jóvenes reciben acerca de la migración y cómo la significan en dirección a su aprovechamiento futuro.
A un nivel contextual, este trabajo pretende cubrir una laguna de conocimiento acerca del fenómeno en el ámbito estatal y sobre una población poco investigada, en miras de aportar elementos de diseño de políticas públicas, en particular —pero no exclusivamente— para el ámbito educativo. A un nivel más general, intenta comprender la dimensión facultativa de la migración, es decir, las condiciones socioculturales que configuran un escenario propicio para salir de la comunidad, en el cual un sujeto adquiere habilidades y disposiciones mediante las cuales la opción de migrar se hace presente, posible y disputada.
LA CULTURA DE LA MIGRACIÓN EN TENSIÓN CON EL ARRAIGO COMUNITARIO. ABORDAJE TEÓRICOLas redes de migración, cada vez más expansivas, se tejen a partir de los diferenciales entre trabajos bien y mal pagados pero no son suficientes para explicar por qué, por ejemplo, hay muchos miembros de la comunidad que aun viviendo las mismas presiones económicas y gozando de los mismos recursos, permanecen inmóviles ante la corriente migratoria (Cohen 2004). Por lo tanto es posible sospechar que la infraestructura social y económica como motivador para emigrar se complementa con un factor cultural que se encarga de incentivar y reproducir la decisión migratoria, promoviéndola y justificándola. Este factor ha sido recientemente condensado bajo la figura de una cultura de la migración, es decir, un flujo de ideas que la gente comparte acerca de los migrantes y la migración, y que puede constituirse en una opción para orientar decisiones para salir o permanecer en su lugar de origen.
Siguiendo la acepción de Geertz, se define a la cultura de la migración como un conjunto de actitudes, normas, valores, prácticas y creencias que informan la decisión de migrar (Hawkins et al. 2010, 163). Hay por un lado un fuerte componente motivacional que tiene detrás orientaciones actitudinales favorables a la migración, lo cual la impulsa, refuerza y/o la valida, o por lo menos, configura un ambiente social que no estorba la decisión (al grado de caracterizarla en última instancia como un mecanismo de supervivencia) (Durand y Massey 2003). Pero por otro lado tiene una naturaleza instrumental, porque les permite a los nuevos migrantes integrarse al flujo con facilidad y manejarse adecuadamente en los circuitos migratorios (Durand 1994, tomado de Gaspar Bojórquez 2006).
Asimismo, dicha cultura tiene una dimensión longitudinal de modelaje, porque involucra una red migratoria histórica con experiencias acumuladas que sirven como “repertorios conductuales de referencia”, retroalimentaciones positivas o negativas (Herrera Carassou 2006) para los miembros de la comunidad en tanto migrantes potenciales, de manera que es una consecuencia de la expansión sostenida del “capital social” en el que se asienta una corriente migratoria (Durand y Massey 2003). También tiene una dimensión ritual, porque incluye “celebraciones” de la migración y una dimensión material al involucrar artefactos y bienes materiales utilizados en el proceso migratorio, de ida y de retorno, en su apropiación instrumental y simbólica (Easthope y Gabriel 2008). No obstante, se manifiesta sobre todo en y como un componente relevante de la vida cotidiana.
Hawkins et al. (2010) complementan estas definiciones con la propuesta de que la cultura de la migración también se compone de creencias y valores que disuaden al migrante potencial o actúan en contra de la decisión de migrar, puesto que observan que el concepto, tal como está formulado, se centra de manera fundamental en la historia o los bienes que refuerzan, facilitan e impulsan la migración. Por lo tanto definen a esa cultura no como una influencia completamente dirigida a migrar, sino como un territorio en disputa, en donde los valores, actitudes y creencias en conflicto producen diversas decisiones migratorias de partida, pero también de arraigo.
Dos elementos de disuasión son destacados. Por un lado, en un plano racional los actores son capaces de renegociar el valor de migrar considerando sus diversos impactos en la comunidad, la familia y el mismo individuo. Por otra parte, en un plano simbólico predomina un sentido de pertenencia o identidad territorial o locativa,3 en virtud del cual los sentimientos vinculados a un espacio o territorio pueden ser importantes para las necesidades emocionales de las personas y el desarrollo y mantenimiento de su propia identidad (Gendreu y Giménez 2002). Ambos, el sentido de pertenencia y la consideración racional de los impactos de la migración, son algunos de los elementos de negociación frente a la corriente cultural proclive a migrar, y constituyen una tensión en los sujetos particularmente conforme van alcanzando condiciones o momentos en los que materialmente pueden hacerlo, tales como la conclusión de un nivel educativo.
A nivel macro, la cultura de la migración pudiera ser explicada en vinculación a los procesos de desarrollo económico desigual —entre naciones, regiones o comunidades— que preceden a los flujos migratorios. De acuerdo a Germani (en Herrera Carassou 2006), en ellos participa un nivel ambiental y objetivo, que incluye los factores expulsivos y atractivos, la naturaleza y condiciones de las comunicaciones, la accesibilidad y el contacto entre el lugar de origen y el de destino; un nivel normativo “que comprende normas, valores, pautas, expectativas y roles que actúan como marco de referencia potencial en la percepción y evaluación de las condiciones objetivas, filtro a través del cual se miden las posibilidades reales de la movilización” (Herrera Carassou 2006, 80) y un nivel psicosocial, formado por las actitudes desarrolladas por sus individuos en el contexto de su marco normativo, lo que distingue finalmente su acción y define el carácter de su comportamiento individual.
Puesto en proceso, esto quiere decir que el individuo siente una presión estructural ante la cual es orillado a tomar una decisión migratoria, pero por más apto que un individuo sea para hacerlo —física y psicológicamente—, la decisión sólo ocurre cuando la sociedad impulsa o experimenta un ajuste cultural o estructural importante (Herrera Carassou 2006). Así, las premisas previas consideran a la cultura de la migración no sólo como una consecuencia de un flujo migratorio en consolidación, que contribuye a estabilizar (Gaspar Bojórquez 2006), sino también como un proceso germinal de gestación del mismo.
A nivel micro y en una fase madura, la cultura de la migración se considera un efecto de procesos de socialización y educación implícita y explícita. Al interior de las familias esto puede ocurrir como parte de la transmisión intergeneracional de capital cultural vinculado a la migración (Easthope y Gabriel 2008). A nivel comunitario se erige un discurso cotidiano que toma cuerpo en forma de relato oral, en el que circulan narrativas tales como las historias de éxito y competitividad de aquellos que logran emigrar (Baños Ramírez 2003; Gaspar Bojórquez 2006). En ambos escenarios las expectativas y valores acerca de la migración son constantemente negociados, rara vez indoctrinados.
Respecto a las consecuencias de la cultura de la migración —asociadas a su grado de madurez en una determinada comunidad—, se ha mencionado de manera reiterada la motivación y los recursos cognitivos o sociales para migrar; no obstante, y en el sentido correctivo al que aludimos previamente respecto a las tensiones (culturales) entre migrar y permanecer en la comunidad, habría que enfatizar las normas y de manera concomitante las sanciones sociales que ello implica; las personas que viven inmersas en una cultura migratoria pueden decidir no migrar, pero tendrán que resistir la coerción que ella provoca. Vista la migración como “rito de paso”, la opción de ciertos sujetos por no migrar puede impactar en su prestigio, pues estos son calificados de perezosos, no emprendedores y fracasados (Reichert 1982, en Durand y Massey 2003). Al complementarse con los bienes materiales traídos por los migrantes de retorno, una cultura de la migración pudiera también incrementar un efecto de “privación relativa”, una sensación de carencia del individuo o familia en relación a un grupo de referencia vinculado con los beneficios, supuestos o reales, de la migración, lo cual pudiera a su vez incrementar en los individuos la presión para obtener un ingreso —en lugar de buscar opciones educativas—, que les permita reducir la supuesta desventaja ocasionada por permanecer en la comunidad (Durand y Massey 2003; Punch 2007b).
Aunque la teorización previa pudiera sugerir que la cultura de la migración tiene un influjo en todos los segmentos poblacionales y tipos de comunidades, los estudios empíricos confirman que este proceso no es homogéneo entre y al interior de las comunidades, y que su variación está asociada con el sexo y la edad de los migrantes, entre otros factores. Los adolescentes varones tienden a migrar y las adolescentes mujeres tienden a permanecer con la familia (Güémez Pineda 2001; Lewin Fischer 2012). Entre los más jóvenes prevalece el deseo de experimentar el proceso migratorio como tal, relacionado con el hecho de que en muchos casos la primera migración de estos adolescentes, como mencionamos, se ha convertido en una suerte de “rito de paso” que marca la transición entre la adolescencia y la adultez temprana, y que provee prestigio entre sus pares (Quintal Avilés et al. 2012). En contraste, los migrantes de edades más avanzadas tienden a contextualizar su migración a partir del beneficio económico y el bienestar de sus familias.
Por otro lado la cultura de la migración pudiera tener una mayor intensidad en las localidades en donde se ha establecido una “comunidad transnacional” en donde los migrantes mantienen, construyen y refuerzan múltiples vínculos con sus lugares de origen (Schimitter 2008), y en donde el desarrollo tecnológico es mayor —particularmente en cuanto a tecnologías de información— puesto que éstas intensifican las relaciones sociales, facilitan la vinculación entre localidades distantes y favorecen una mayor influencia entre ellas (Brettel y Hollifield 2008).
Diversos estudios empíricos constatan la presencia de este fenómeno en distintos escenarios, aunque con un rango de fenómenos aún limitado. En las comunidades donde se ha establecido una cultura de la migración hay una especie de consenso juvenil de que no es posible “salir adelante” en su comunidad de origen y que en cambio es posible escapar de la pobreza e incrementar el estatus económico y social yéndose al extranjero (Beazley 2007; Carpena-Méndez 2007; Echeverri 2005; Hawkins et al. 2010; Punch 2007b); en ocasiones también circulan significados acerca de migrar como una forma de reagruparse con la familia, o “devolver” a sus padres el esfuerzo que hicieron por ellos (Carrillo 2005), así como vivir una sensación de aventura o cumplir el deseo de vivir experiencias novedosas (Easthope y Gabriel, 2008; Hawkins et al., 2010; Punch, 2007a).
Asimismo, en la literatura se identifican por lo menos cinco valores de los que está compuesta la cultura de la migración (Hawkins et al. 2010): en primer lugar prevalece el valor de la movilidad económica ascendente, puesto que los jóvenes colocan valor en el éxito económico individual incluso por encima del estigma vinculado a un trabajo de bajo status en el destino migratorio (aunque esto puede no darse). En segunda instancia, el hecho de permanecer en la comunidad es un valor en el sentido de la responsabilidad moral hacia el resto de la sociedad, lo cual se vincula con un tercero, el valor de apoyar a la familia propia. El valor de la experiencia migratoria en sí también es relevante, en el sentido de que los jóvenes que migran son vistos como héroes, y la decisión de migrar no está basada en la superación financiera, sino en un sentido de aventura (el migrante héroe además se convierte en un buen candidato para el matrimonio, en el caso de las mujeres). Finalmente se encuentra el valor de la educación como estrategia de movilidad social que en ocasiones es más fuerte que la migración, de manera que si los jóvenes estudian y fincan mayor confianza en la educación, se verán menos motivados para migrar.
Por parte de las creencias que conforman la cultura de la migración, juega un papel importante aquellas que se manifiestan como imaginarios sobre el país o la localidad a donde se desea migrar (Echeverría et al. 2011). Dichos imaginarios se edifican sobre las narrativas de los inmigrantes que han llegado antes y que a través de diferentes medios (cartas, llamadas telefónicas, retorno por vacaciones, etcétera) llegan y se instalan a manera de “esperanzas” en la vida cotidiana de la población […] Son realidades deformadas acerca de la posibilidad rápida de un empleo, de una alta remuneración, etcétera, que crean expectativas sobre las cuales los jóvenes que migran solos o las familias emprenden su trayectoria migratoria (Echeverri 2005).
En contraste con estos factores de “empuje” migratorio, empíricamente se ha encontrado que en escenarios migratorios ciertos jóvenes manifiestan factores de pertenencia y arraigo al lugar de origen, asociándolo a un clima agradable, paisaje diverso, ritmo pausado de vida y valores morales más sólidos (Carrillo 2005), así como el apego a la familia, la propiedad de la tierra y la presencia de redes sociales protectoras (Gendreu y Giménez 2002).
Ambas fuerzas se imbrican en una tensión social que en ocasiones se resuelve a favor de la decisión de migrar, y a veces en contra de ella. El ejercicio empírico que aquí se propone tiene por lo tanto la finalidad de constatar el grado de penetración de una “cultura de la migración” entre un grupo de adolescentes de Yucatán, y la presencia, alcance y relación entre estos factores culturales de empuje y retracción.
METODOLOGÍA: MUESTRA E INSTRUMENTOS DE ELICITACIÓNTres poblaciones fueron contempladas en el estudio: en primarias se recogió información de niños inscritos en sexto grado; en secundaria y preparatoria fueron contemplados estudiantes de tercer año, en el supuesto de que el último año de cada nivel educativo es una referencia importante a partir de la cual entender y evaluar el impacto migratorio. Así, el universo de esas poblaciones en Yucatán, exceptuando el municipio de Mérida —típicamente receptora de migrantes—, fue de 21 600 estudiantes de sexto de primaria; 17 774 de tercero de secundaria, y 8 857 de tercero de bachillerato, de acuerdo a datos de la Secretaría de Educación.4
Para la integración de la muestra se utilizaron criterios tanto probabilísticos como no probabilísticos. De cada población descrita se obtuvo una muestra probabilística de 398 casos, con una confiabilidad de 95% y un error muestral de +/− 0.05. Esta muestra se amplió para fines de reposición, con lo cual se obtuvo una muestra distribuida de la siguiente manera: 401 niños de sexto. de primaria; 419 adolescentes de tercero de secundaria y 423 jóvenes del tercer año de bachillerato (quinto semestre), para un total de 1243 casos.
Respecto a la integración del marco muestral, se procedió en dos eta-pas. De una lista de los diez municipios de mayor expulsión a cada destino migratorio —local, regional e internacional—, basada en una encuesta previa (Lewin Fischer 2012), se integró una relación de todas las escuelas alojadas en tales municipios. El integrar la lista de escuelas solamente de los municipios con altas tasas de expulsión incrementó la probabilidad de que los encuestados tuvieran experiencia migratoria, porque viven en municipios en los que de antemano se sabe que la hay.
Se designaron, de manera no probabilística, 39, 35 y 24 puntos de recolección (escuelas) por cada muestra (primaria, secundaria y preparatoria, respectivamente), considerando distribuir un máximo de 12, 12 y 18 cuestionarios por escuela, de manera que no implicara una carga extraordinaria de trabajo para los profesores que ayudaron a administrar las encuestas, y redundaría en una mayor confiabilidad. De manera no probabilística se designó dentro de la muestra de los puntos de recolección —escuelas— un número equiparable de instituciones que estuvieran localizadas en escenarios migratorios de diferente naturaleza, de modo que se pudiera comparar sub muestras de escuelas alojadas en zonas de expulsión con destinos migratorios distintos. Con este criterio se determinaron escuelas en destinos migratorios predominantemente internacionales (Estados Unidos), nacionales (principalmente Quintana Roo) y locales (específicamente Mérida).
Contactamos a un maestro por cada una de esas escuelas, y éstos seleccionaron el número designado de estudiantes al azar, de acuerdo a los primeros de su lista, aunque se procuró contar con un número equivalente de varones y mujeres. La muestra incluyó a alumnos con y sin experiencia migratoria familiar, por lo que los resultados permitieron hacer análisis comparativos. La aplicación de los instrumentos fue por autocumplimentación en los tres niveles educativos.
Para complementar los datos duros de la encuesta se generaron datos cualitativos en una comunidad de Yucatán, Hoctún, sitio en el que confluyen flujos migratorios significativos tanto estatales, regionales e internacionales. Esta fase cualitativa tuvo un diseño ex profeso de 50 casos entrevistados en profundidad.
Utilizamos en este trabajo algunos de los testimonios recogidos durante esa fase cualitativa para matizar e ilustrar los datos cuantitativos.
En cuanto al instrumento de recolección de datos, éste operacionalizó la cultura de la migración en tres dimensiones y sus respectivas variables, en función del marco teórico propuesto: una primera dimensión se refiere a los aspectos que alientan y/o condicionan la migración; las variables fueron las percepciones sobre la obligación de salir, las circunstancias óptimas para emprender una migración (o la resistencia a la misma) y, como un aspecto derivado del anterior, el grado de preparación académica que los jóvenes estiman como una condición previa para poder migrar.
Una segunda dimensión se refiere a la valoración de los jóvenes sobre los migrantes y la migración, relacionando ambos aspectos con la intencionalidad migratoria reportada por ellos. La creencia en la superioridad de los que se van, el respeto a los mismos, el papel de las amistades y las condiciones laborales del padre, aunado a la información al alcance de los adolescentes sobre este tema, son las variables que incluimos dentro de este segundo apartado.
En el último segmento abordamos la dimensión de las expectativas personales. Las variables de arraigo comunitario, el de los ideales sobre la residencia futura y el deseo reportado por vivir en los Estados Unidos se analizan en asociación con la valoración en torno a los que migraron a ese país. Consideramos que estas tres dimensiones o líneas de análisis presentan un acercamiento general al fenómeno de la cultura migratoria de una muestra significativa de adolescentes en Yucatán. Estamos conscientes que estas dimensiones podrían ampliarse a otros aspectos que son generados como consecuencia de las dinámicas migratorias. Con todo, nos parece que los aspectos incluidos en este trabajo nos acercan bastante al fenómeno de la cultura migratoria entre los jóvenes, un aspecto ciertamente muy poco abordado en los estudios migratorios en Yucatán.
Exponemos a continuación las frecuencias simples y los cruces a los que sometimos los datos, en el orden previamente descrito, así como algunas correlaciones complementarias entre variables que sugerían una relación a partir de la teoría o la intuición (puesto que se trata de variables de tipo nominal, utilizamos el estadístico chi cuadrado para detectar correlaciones, así como el estadístico V de Cramer para observar el alcance de tal correlación).
HALLAZGOS EMPÍRICOSFactores condicionantes de la migración potencial de los jóvenesPor diferentes razones de tipo familiar, laboral, salarial, presencia de redes sociales y de prestigio social, a partir de secundaria, y particularmente a lo largo de la preparatoria, los jóvenes suelen encontrarse ante la disyuntiva de continuar viviendo en la comunidad o sentirse obligados a partir para trabajar afuera. Deseábamos saber con qué intensidad los jóvenes sentían esta obligación y de qué manera podría variar con el perfil demográfico, educativo y cultural de los estudiantes.5 En su conjunto, las respuestas nos darían una pauta acerca de la presión que los jóvenes perciben para perfilar su futuro laboral y, en consecuencia, sobre la importancia de la migración asociada a este propósito. La pregunta no consideró ningún destino específico.
Al respecto, la actitud de los jóvenes ante la presión para salir de la comunidad y trabajar afuera, mostró que esta creencia se encuentra incomparablemente más arraigada que la tendencia opuesta: la resistencia ante la percibida “obligación” de salir de la comunidad, expresada por el 16.1% de los encuestados, es mucho menor que su aceptación (33.7%).
Si bien el porcentaje de adolescentes que se expresó a favor de la obligación de salir es mucho más alto, esta tendencia muestra diferencias asociadas a condiciones demográficas específicas, puesto que es mucho más notoria entre los varones y se manifiesta con más insistencia conforme aumenta el nivel educativo de los estudiantes; por ejemplo, es mucho más recurrente entre los estudiantes de preparatoria que entre los de secundaria (45.2% y 22.0% respectivamente).
En este sentido, los testimonios breves de dos estudiantes de secundaria reflejan la valoración de las pocas oportunidades económicas a nivel local: Aquí no (se puede salir adelante) […] como es un pueblo y tienen que ir a una ciudad… para ejercer tu trabajo (alumno de secundaria). Pues si acá no buscan algo para tener dinero, se van allá (a Mérida) para poder tener un poco más de ingresos para su familia, […] mi tía acá no buscaba trabajo, luego mi tío se fue a trabajar allá, en Bimbo, […] y no podía estar viajando a cada rato… y se decidieron vivir allá (alumno de secundaria). A los 18 años empiezo a trabajar en McDonald's, ahí (en Cancún) hay un montón de trabajo […] como mis tíos siempre han trabajado allá, ahí me gustaría trabajar igual (alumno de secundaria).
La “internalización” de esta suerte de “norma social” del fenómeno migratorio no es homogénea. Los varones y las mujeres no opinan exactamente lo mismo, a la vez que las condiciones sentidas como coercitivas, tanto familiares como educativas, que los alumnos utilizan como parámetros al evaluar una posible migración varían de acuerdo al sujeto potencial de esta migración y al destino potencial, especialmente entre la interna y la internacional. Tres ejes emergen como razonamientos principales al valorar una eventual migración: libertad total para migrar —“cuando quiera, siempre está bien”—, conclusión de los estudios como condición previa para salir de la comunidad —“cuando termine de estudiar”— y prohibición o censura de la migración —“nunca está bien”—.
Las opiniones de varones y mujeres sobre la libertad de una migración de los jóvenes de cualquier sexo muestran una mayor apertura cuando se trata de la salida de los varones; en contraste, ante una probable migración de las mujeres, la libertad total para salir del municipio —“siempre está bien”— se acentúa cuando se trata de migración estatal (30.7/25.2),6 a la vez que se reduce de manera sensible cuando la libertad para salir se asocia con la migración nacional o internacional (15.8/14.6 y 14.9/11.1 respectivamente). Esto querría decir que las mujeres aprueban en menor grado la migración de su propio grupo, criterio que aplican igualmente al evaluar la libertad para salir a otro municipio del estado o a los Estados Unidos. Ello parece confirmar, por un lado, la existencia de una dimensión de género en la estructuración de la cultura migratoria que otorga más libertad a los varones y, por el otro, un arraigo comunitario más pronunciado entre las mujeres.
La conclusión de los estudios como condición para migrar es compartida por todos y constituye el factor dilatorio más importante entre los adolescentes para condicionar la migración. Éste se mantiene relativamente estable a lo largo de tres escenarios: internacional (55.3/58.5), nacional (73.7/69.9) y estatal (65.0/67.9), aunque como se observa es más enfático en la migración a otro estado del país. [Terminar la escuela sirve] para salir adelante, tener una profesión que te sirva y para que tengas todo lo económico y no te falte nada […] Te puede servir más adelante, con eso le puedes dar el ejemplo a tus hijos y que vean que fuiste alguien, que tienes tu profesión y así se animarían a estudiar también (Alumna de preparatoria).
Los datos muestran que, independientemente del escenario migratorio, los niveles de primaria y secundaria quedan descartados como umbral de suficiencia educativa para el desarrollo laboral, siendo la preparatoria y la universidad los únicos grados académicos pertinentes, el primero para trabajar en el mismo municipio y el segundo en cualquier otro contexto.7 [Una carrera universitaria sirve] para llegar a ser alguien en la vida y tener ya tus propias cosas… un trabajo fijo, porque dicen que ahora la prepa exige mínimo, ya no piden la secundaria, el que no tenga su prepa no consigue trabajo (alumno de preparatoria). Pues yo [más adelante] me imagino aún estudiando una carrera, porque como todo joven, tengo sueños e ilusiones y yo sí quiero ser alguien en la vida, quiero sobresalir y quisiera ser una persona que ayude a las demás, pero quisiera que [con] mi trabajo pueda ayudar a otras personas, he pensado estudiar para nutriólogo o pediatría […] Yo quisiera estudiar, muchos dicen en Mérida (alumno de preparatoria).
Finalmente, la censura —“nunca está bien salir”— destaca como una tendencia notable ante una probable migración internacional (25.5/27.7), a la vez que se reduce drásticamente cuando se trata de migrar a otro estado o municipio de Yucatán (6.6/11.6 y 2.5/4.4 respectivamente). Los datos muestran que varones y mujeres coinciden al ponderar la censura de la migración femenina internacional. Pero al evaluar la migración interna de este sector, la opinión de ellas en censurarla es más insistente que la de sus contrapartes masculinas (prácticamente el doble): 17.2/23.39. Los referentes nacional y estatal son censurados en mucho menor grado que la migración internacional (3.7/9.2 y 0.9/3.2 respectivamente), aunque son más las mujeres las que muestran este tipo de rechazo. Además, y en comparación con la censura de la migración potencial de las mujeres, ante la de los varones la censura registra valores más bajos, es decir, la migración de los hombres es vetada en menor grado que la de las mujeres. Un hombre puede andar en Mérida y tiene más facilidad de encontrar trabajo y pues una mujer no (alumno de preparatoria).
Algunas [jóvenes] piensan que [otras mujeres que emigran] sí van a trabajar, pero algunas piensan que sólo se van a buscar hombres o algo así. Mi mamá y mi tía me dirían que porque “soy mujer” y que una mujer […] se puede perder más fácilmente, no puede andar sola (Alumna de preparatoria)
Expectativas personales: edad, sexo y nivel educativo en la selección del destino migratorio y valorización de los migrantesLa conclusión de los estudios como una etapa decisiva a partir de la cual poder considerar la salida de la comunidad se complementa con las ideas que los estudiantes tienen en torno al tiempo que les gustaría permanecer en la comunidad, lo cual expresa la tensión entre el arraigo comunitario y la expulsión migratoria. Las respuestas de los alumnos se ubicaron a lo largo de un continuum, siendo los extremos —“siempre” y “hasta asegurar un empleo fuera”— los que obtuvieron los puntajes más altos.
Los resultados mostraron que el fuerte arraigo reportado entre los estudiantes de primaria —prácticamente la mitad de ellos condicionó su permanencia en la comunidad hasta terminar sus estudios o casarse— va dejando paso a una variedad de expectativas en jóvenes de secundaria y preparatoria. Estas tendencias, que incluyen la permanencia incondicional en la comunidad, la supeditación de la migración a la terminación de los estudios, a la garantía de obtener un empleo fuera de la comunidad y a las posibilidades de consolidar una pareja, se presentan en proporciones muy semejantes, sin definirse todavía una orientación clara (véase tabla 1).
Pues como no conozco mucho Mérida, pues sólo hemos ido a pasear allá, pues se ve bonito pero a la vez me daría miedo ir hasta allá porque dicen que hay mucho robo y pues eso es la parte que a mí no me gusta y pues prefiero más aquí que allá (alumna de secundaria).
No sé, creo que porque ya me acostumbré, porque aquí nací, me siento más cómodo acá que cuando voy a otro lado (alumno de secundaria).
- –
¿Dónde estarías viviendo (en cinco años)?
- –
No lo sé, pero fuera de Hoctún, no me gustaría quedarme aquí (alumna de secundaria).
Los valores cercanos que registramos para las variables de permanencia en la comunidad (“siempre”) y el logro educativo (“hasta terminar los estudios”) entre los estudiantes de secundaria, pero casi idénticos entre los de preparatoria, nos llevó a explorar una correlación estadística que resultó moderada entre ambas variables (X2(12)=.177, p=.01).
Detallando la variable anterior, los mismos estudiantes fueron interrogados acerca de dónde les gustaría vivir cuando fueran adultos. Entre quienes optaron por un lugar definido, las respuestas muestran una tendencia descendente conforme el destino migratorio se aleja: comunidad (30.6%), Mérida (19.0%), otro estado del país (12.8%), Estados Unidos (5.9%), Europa (3.3%) y Canadá (2.2%). Estos mismos datos, desagregados por nivel educativo, no muestran una tendencia lineal asociada a la escolaridad y/o madurez de los jóvenes, aunque vale la pena señalar que no registramos diferencias importantes entre los estudiantes de primaria y preparatoria que escogieron su propia comunidad para vivir en el futuro, no así los jóvenes de secundaria, que son los que menos optaron por querer permanecer en su localidad (24.8%, frente al 34.6 y 32.5 de primaria y preparatoria respectivamente). Con todo, los resultados constataron que el sitio ideal para vivir continúa siendo la comunidad de origen: —¿Qué es lo que no te gusta de tu pueblo? —Nada, todo me gusta (del pueblo) […] Creo que toda mi vida (viviría aquí), porque es un buen lugar para vivir y creo que ya es una costumbre (alumno de preparatoria). A mí me gustaría vivir en Mérida, a mí me gusta eso de, como de arquitecto […] o también eso de ser policía… tengo un tío que está en la policía y se ve que gana bien, que le gusta su trabajo (alumno de secundaria).
Finalmente, las respuestas de los que seleccionaron los Estados Unidos como destino migratorio muestran una escala porcentual descendente conforme aumenta el nivel educativo de los alumnos, probablemente como resultado de un pensamiento mucho más libre o especulativo de los niños de primaria.
Sin embargo, al acotar la muestra a los jóvenes que alguna vez pensaron ir a ese país, una correlación estadística entre esta variable y la del deseo de vivir fuera de la comunidad mostró una correlación medianamente significativa (X2(6)=.373, p<.000), lo cual quiere decir que en efecto, es muy probable que el deseo de vivir en los Estados Unidos se acompañe del deseo de vivir fuera de la comunidad.
Considerando que el 26.7% del total de estudiantes reportó haber pensado seriamente ir a los Estados Unidos, exploramos la posible relación entre esta variable y la del lugar ideal de residencia futura. A pesar de lo reducido del grupo, los resultados no dejan de sorprender: prácticamente todos (el 94.9%) los que seleccionaron Estados Unidos como lugar para vivir también habían pensado seriamente en migrar al norte alguna vez.
Consideramos que el deseo de vivir “en otro lado” y el haber pensado alguna vez en migrar a los Estados Unidos podría estar asociado con ciertas creencias en torno a la forma de vida de los migrantes en ese país. En efecto, de todos los jóvenes que habían considerado ir, casi la mitad (40.9%) piensa que los de allá viven en mejores condiciones, el 15.1% los ubica en condiciones de igualdad y sólo el 19.1 cree que viven peor que en sus comunidades. El porcentaje restante (24.9), la mitad de los cuales corresponde al nivel de primaria, no supo contestar. Como sea, ciertamente predomina una correspondencia entre el deseo de ir al norte y la creencia de que allá se vive mejor, que además es corroborada por una correlación estadística moderada (X2(3)=.227, p<.000), así como por varios testimonios: [He pensado irme a Estados Unidos] Al ver que muchos se van, te llama la atención, porque dicen que hay trabajo, que ganas más dinero, hay más diversión […] compras tu ropa y zapatos originales.
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¿Cuándo se te ocurrió irte para allá?
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Desde los 11 años.
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¿Por qué te gustaría irte?
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Para divertirme, trabajar, para ya no aburrirte tanto como acá, buscar nuevos amigos allá (alumno de secundaria).
Por otro lado, una cuarta parte de todos los encuestados (23.9%) piensa que los que se fueron a los Estados Unidos viven en mejores condiciones, mientras que el 28.4% piensa lo contrario. Sin embargo, estas opiniones no son compartidas por igual entre varones y mujeres: mientras que los varones predominan por sus juicios positivos (57.7), las mujeres destacan en sus opiniones negativas (52.4), aunque —como es notorio— la diferencia es mínima. En efecto, al desagregar la muestra por sexo y nivel educativo, vemos que los porcentajes de opiniones negativas respecto de los que se fueron a los Estados Unidos se incrementan claramente conforme aumenta la edad y el nivel educativo de los alumnos. En concordancia con la tendencia general, las mujeres reportan un mayor porcentaje de juicios negativos (véase grafica 1).
Salvo la disparidad entre varones y mujeres en el nivel de secundaria, donde los primeros destacan por sus juicios positivos, los datos de la encuesta y la información de nuestras entrevistas muestran una tendencia ascendente de juicios negativos conforme aumenta la edad de los encuestados, siendo las mujeres las principales portavoces de estos juicios. Quizás vayas a Estados Unidos y te logres superar y todo eso, pero que por lo mismo de que estás en un lugar donde no naciste, donde no es tu lugar, te van a discriminar, te van a hacer menos […] quizás hasta te humillen o te traten menos. Qué está difícil [irse a los Estados Unidos], porque si vas a ir a trabajar allá, tienes que saber inglés, hablarlo bien y para conseguir departamento, primero tienes que conocer, tener familiares allá para que te digan qué hacer […] Es difícil […] Mi primo se fue hace como siete años pero ya volvió, siete años tardó allá.
Partimos del supuesto de que el arraigo de la cultura migratoria entre los jóvenes puede expresarse en creencias y valoraciones en torno a los propios migrantes, particularmente a través del modo en que éstos son percibidos por sus pares. Para acercarnos a estas creencias y valoraciones optamos por explorar dos jerarquizaciones de identidades atribuibles a los que emigran de la comunidad: la creencia en la superioridad o prestigio de los migrantes y el respeto que se les tiene, fueron los elementos a evaluar por los jóvenes. A su vez, los resultados de ambos fueron asociados con una tercera variable, a saber, la intencionalidad migratoria de los propios jóvenes encuestados.
El análisis de los datos mostró que más de la mitad de los encuestados (53.4%) consideró que los que salen de la comunidad suelen creerse superiores a los demás, aunque sólo el 17.7% afirma que los respeta. Sin embargo, al explorar la intencionalidad migratoria de los jóvenes en relación al prestigio atribuido a los que salen, los resultados muestran cifras un tanto diferentes: encontramos que el 60.9% de los jóvenes que alguna vez pensaron en ir a los Estados Unidos también consideraron que los que salen se consideran superiores a los que se quedan. Definitivamente se confirma una relación estrecha entre la consideración de la superioridad de los que emigran y el deseo expresado por vivir en los Estados Unidos (véase gráfica 2).
En este sentido, encontramos casos que muestran una correspondencia más transparente entre el deseo de vivir en los Estados Unidos y el valor de superioridad atribuido a los que salen, lo cual nos llevó a incursionar en una siguiente apreciación para conocer el grado de aceptación del respeto que se les tiene. Los resultados de las encuestas muestran que un poco menos de la cuarta parte (23.1%) de los estudiantes que reportaron haber tenido el deseo de vivir en los Estados Unidos también tienen la idea de que los que salen son más respetados que los que se quedan, lo cual sugiere un vínculo entre ambos aspectos.
El siguiente testimonio de un estudiante de secundaria permite apreciar esta inclinación por aceptar la superioridad de los migrantes, a la vez que el deseo por lograr las mismas condiciones: Ellos [los migrantes] también se visten de diferentes manera, con ropas anchas, a veces se visten bien […] A mí me gustan más las deportivas que traen, de marca, como Nike, Adidas, esas, son las marcas buenas. También me impactó algo, un niño, creo que […] de cuatro años, vino, ves cómo se expresa y habla en inglés, así de una manera grande y es lo que me gustaría también a mí, hablar inglés bien (alumno de secundaria).
Por otro lado, la intencionalidad migratoria registró un comportamiento asociado a la cantidad y lugar de residencia de las amistades y, de manera fundamental, los padres de familia. Respecto al primer punto, aunque observamos que el número de amistades de los entrevistados decrece conforme se aleja el destino migratorio, los datos también muestran que la proporción de jóvenes que alguna vez tuvieron la idea de migrar a los Estados Unidos es mucho mayor cuando tienen más amistades fuera de su comunidad. A su vez, esta inclinación se acentúa con la lejanía del destino migratorio de sus amistades; los datos también indican que esta tendencia es más acentuada cuando sus amistades se encuentran en los Estados Unidos (véase gráfica 3).
Las respuestas de los jóvenes con relación al lugar de residencia y trabajo del padre son, como mencionábamos, un factor fundamental. Antes señalamos que “los jóvenes se sienten más obligados a salir si el padre trabajaba en otro municipio, a la vez que esta obligación también se incrementaba cuando el padre vivía en otra entidad”. Explorando estas variables con relación a la intencionalidad migratoria, los resultados de este vínculo muestran conclusiones que, si bien preliminares, no dejan de llamar la atención. Tanto la variable de residencia como la del trabajo en los Estados Unidos muestran, en ambos casos y de manera muy similar, valores incomparablemente más altos (el doble o más) a los consignados para las demás categorías migratorias de residencia y empleo: el 54.9% de los jóvenes cuyos padres trabajan en Estados Unidos y el 56.6% de los que residen en ese país, expresaron el deseo de migrar al norte. Ello expresa que a medida que el padre distancia su residencia del lugar de origen, la probabilidad de migrar por parte del hijo es mayor (X2(5)=.185, p<.000).
Más allá de estos factores sociodemográficos, los jóvenes están expuestos de forma directa o indirecta a juicios de valor en torno a los que salen de sus comunidades, que tienen una influencia potencial sobre los procesos de decisión migratoria. Así, recogimos datos sobre la opinión de los jóvenes en cuanto a la información que les es ofrecida por parte de maestros (institucional no afectivo), padres (privado afectivo) y amistades (público afectivo) acerca de los que salen de la comunidad. El primer dato que destaca es que en general los comentarios negativos que dicen escuchar son mínimos, oscilando entre el 1 y el 7 por ciento, siendo que los porcentajes más altos de estos juicios se dirigen invariablemente hacia los migrantes internacionales. El segundo aspecto que llama la atención es el que se refiere a las cifras relativamente altas de opiniones positivas sobre los migrantes, aunque estos juicios varían de acuerdo al sujeto de la opinión y el destino migratorio del migrante (véase gráfica 4).
Varios aspectos de este fenómeno merecen nuestra atención. Primero, la migración interna estatal, principalmente a la ciudad de Mérida, es valorada en forma positiva y equivalente por las tres fuentes de información, muy probablemente porque constituye una realidad mucho más conocida para los jóvenes, dado su peso demográfico en Yucatán. Segundo, la migración interna nacional, principalmente a Quintana Roo, concentra la menor cantidad de juicios positivos, siendo los maestros quienes destacan en esta apreciación. Tercero, la migración internacional es valorada principalmente por las amistades de los estudiantes y con una frecuencia semejante a la que todos realizan de la migración estatal.
Ahora bien, al acotar el análisis al grupo de jóvenes que alguna vez pensaron ir a los Estados Unidos, el porcentaje de amistades que se expresan a favor de los migrantes internacionales se incrementa al 55.4%, mientras que los que opinan en sentido opuesto representan el 34.4%, es decir, un porcentaje bastante similar al valor consignado al considerar a todos los jóvenes encuestados. Dentro de este mismo grupo, los comentarios negativos fueron expresados por el 39.1% de los adolescentes. Tengo una amiga, ella tiene ido allá y nos mostró que está bien bonito, que Disney, ese de Disney el castillo de Disney y me dijo así que ella ya fue a Los Ángeles, estaba muy feliz. [Mis otras amigas] dicen que sí quieren ir, pero que tengan los papeles igual que Bety, pero Bety fue igual porque tiene a su papá allá (alumna de preparatoria).
Los datos de las encuestas y la información de las entrevistas confirman que en el imaginario migratorio de los jóvenes, la valoración del destino internacional está siendo encabezada por sus amistades, principales portavoces de esta concepción, y se distinguen claramente de las de los maestros y padres. Dada la fuerza de persuasión que pueden tener los comentarios hechos por sus pares, los jóvenes están siendo expuestos por igual a flujos de información que valoran positivamente tanto la migración estatal como la internacional, pero principalmente esta última cuando se trata de jóvenes que alguna vez expresaron el deseo de ir a los Estados Unidos.
Adicional a los maestros, padres y amistades, la encuesta revela que los alumnos obtienen información sobre migración de al menos cinco tipos de fuentes: la televisión y la radio (77%) y, en orden decreciente de importancia, la escuela (45.9%), Internet (33.8%), el propio hogar del estudiante (32.4%), familiares migrantes (29.3%), amistades (28.3%), gobierno (20.8%) e iglesia (3.3%). Esto quiere decir que están expuestos a fuentes de información muy variadas, asociadas a ámbitos tanto públicos como privados, en tanto sujetos pasivos y activos, a la vez que como consumidores e interlocutores de la información que reciben.
Finalmente, la importancia de conocer las fuentes de información a su alcance también está asociada al papel potencial que pueden tener como factores catalizadores de decisiones migratorias. Al asociar la intención de migrar a los Estados Unidos y la exposición de los jóvenes a cada una de las fuentes de información, encontramos que entre todos los jóvenes que reportaron haber pensado ir a los Estados Unidos alguna vez, las fuentes de información sobre migración que más destacan son tres: el hogar, las amistades y la televisión/radio (30.5%, 30.5% y 29.0%, respectivamente). He visto [en la tele] que hay personas que los deportan y hay veces que los matan un chavito que estaba jugando por la frontera y le dispararon (alumno de secundaria).
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¿Y qué pensaste de esa noticia en tv (la Ley Arizona)?
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Que a veces, está mal. Pero no sé, que todos tenemos derecho de entrar”
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¿Y qué te hizo sentir esa noticia, sabiendo que tu familia está allá?
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Pues preocupación, porque qué tal si los sacan (alumna de secundaria).
Hasta donde sé, se puede pasar [a los Estados Unidos] de tres formas, una es pasando el río, otra pasando el desierto y otra, pasando unas montañas que están entre California norte y California de abajo […] [Lo vi] en un reportaje (alumna de secundaria).
CONCLUSIONESUna valoración global del estudio de la cultura migratoria entre los estudiantes entrevistados nos permite concluir lo siguiente.
Primero, se aprecia una fuerte convicción por terminar con los compromisos escolares y una valoración positiva de los estudios como tales, lo cual no excluye la incertidumbre mostrada entre los estudiantes de secundaria. De la misma manera, la consideración de los estudios está asociada a la obtención de un empleo fuera de la comunidad, lo cual en sus opiniones les brindará mejores posibilidades para garantizar empleos mejor remunerados, ante la incertidumbre y desconocimiento de los escenarios a los que se enfrentarán en el futuro. La otra cara de este fenómeno muestra el papel indirecto de expulsión migratoria asociado a la culminación de los estudios: las expectativas generadas por una creciente escolarización también confirman las pocas posibilidades que los estudiantes tienen para satisfacer sus ambiciones laborales dentro de sus comunidades. Es en este sentido que la educación, sin proponérselo, también contribuye a consolidar, aunque en forma postergada, una cultura migratoria entre los estudiantes.
Por otro lado, podemos constatar que la consideración de una migración futura es importante, pues duplica las intenciones de arraigo, independientemente del lugar o residencia del padre.
En segundo lugar, en nuestros datos las tensiones de arraigo y migración están cruzadas por los ejes demográficos de género y edad. La dimensión de género que subyace a la conceptualización de la migración potencial de los jóvenes es importante, puesto que varios aspectos analizados a lo largo de este trabajo mostraron una constante diferencia de actitudes y opiniones entre varones y mujeres. Pareciera perfilarse una tendencia general según la cual la inserción laboral fuera de la comunidad, vía migración, es competencia primordial —y probablemente responsabilidad— de los varones, y de que sobre las mujeres recae en mayor grado la reproducción del vínculo comunitario, lo cual pudiera confirmarse mediante un estudio cualitativo. De la misma manera nos parece que los datos sugieren que la reflexión en torno a las ideas de futuro por parte de los jóvenes se vincula estrechamente con la edad de los mismos: las cifras parecen indicar que el tercer año de secundaria constituye una etapa crítica en la que los jóvenes manifiestan una mayor incertidumbre en cuanto a su propio futuro y durante la cual parecen gestarse sus futuras decisiones; de manera concomitante, la relativa coincidencia entre el arraigo local y el escenario de futuro se va desdibujando con la edad, la escolaridad e, incluso, con la influencia ejercida por las redes sociales más cercanas a los jóvenes, especialmente sus amistades.
En tercer lugar, las fuentes de información migratoria así como el sentido positivo o negativo de la misma es un aspecto directamente relacionado con la intencionalidad migratoria. A diferencia de la información que reciben de la televisión y de familiares en el hogar, la que obtienen de sus amistades tiene el potencial de acentuar su intencionalidad migratoria por dos razones: primero, independientemente del destino de los migrantes, las amistades de los jóvenes son las fuentes que más exhiben juicios positivos acerca de los migrantes, especialmente de los que salen a los Estados Unidos. En segundo lugar, las relaciones horizontales que los jóvenes establecen con sus amistades y la naturaleza esencialmente afectiva, activa y persuasiva de estos vínculos, significa que los pares tienen un papel preponderante en la formación de opiniones relevantes en las actitudes de los jóvenes acerca de varios temas, entre ellos la migración. Asimismo, el uso de Internet y de las redes sociales es significativo para los jóvenes y extiende en cierta medida este efecto, al ubicarlos en roles pasivos y activos, a la vez que como consumidores e interlocutores de información relacionada con la migración.
Aunado a ello, la presencia de redes familiares y sociales fuera del municipio constituye un trampolín y un elemento motivador para abrirse camino afuera de la comunidad.8
En síntesis, observamos la presencia de una cultura migratoria en los adolescentes yucatecos que tiene componentes de empuje y de retracción. La presión por salir de la comunidad se presenta con una frecuencia relevante en los entrevistados ante lo que se percibe como una falta de oportunidades dentro de la comunidad, aunque está mediado por asignaciones de rol de género (las mujeres sienten menos presión y ejercen más censura al acto de migrar que los hombres), por el grado de maduración etaria de las expectativas de futuro y de manera fundamental por el destino migratorio: la presión y la baja censura por migrar hacia una localidad dentro del estado son casi la norma, pero esto se invierte cuando el destino migratorio se trata de otro país. De igual manera las personas de la comunidad que han decidido migrar gozan de considerable prestigio, y parece ser un factor relevante de manera particular para quienes desean migrar a los Estados Unidos.
Por un lado se constata la presencia de un efecto de “modelaje” en virtud del cual los jóvenes son poderosamente influidos por sus padres y otros familiares migrantes para simpatizar con la idea de salir de su comunidad, particularmente a medida que el padre está ausente por más tiempo, lo cual se traduce en la presencia de este fenómeno en los hijos de migrantes internacionales. Asimismo, la vinculación de esta cultura con un historial migratorio colectivo es notoria en los datos, puesto que el capital social acumulado predispone positivamente a los jóvenes a migrar, en particular en el caso de la migración internacional.
Por otro lado la presión por salir de la comunidad se vincula estrechamente con las presencia significativa de diversas fuentes de información (interpersonales y mediáticas) y la circulación de discursos positivos acerca de la migración, en donde tiene un peso fundamental el segmento de los pares en el reforzamiento de estos aspectos. Dichos discursos, particularmente respecto a la idealización de las condiciones de vida en Estados Unidos, no son homogéneos y tienden a ganar fuerza en la secundaria para disminuir significativamente en la preparatoria, particularmente en las mujeres.
Asimismo, la conclusión de los estudios se verifica como un elemento cultural disuasorio, aunque en lugar de ser un aspecto que refuerza el arraigo comunitario, habilita un horizonte de expectativas que la localidad no satisface, favoreciendo así un proceso migratorio; se presenta incluso un fenómeno de migración para efectos educativos, particularmente si se tiene aspiraciones personales asociadas a una educación universitaria (aunque ello, de nuevo, es menor para las mujeres). De esta manera la aspiración de concluir un nivel educativo se vuelve un factor que tan solo pospone el deseo de migrar, en lugar de incrementar la permanencia. Este hecho alienta aún más los ya fracturados nichos familiares y comunitarios, el desdén por la vida en ruralidad, un creciente desprestigio por el campo y sus posibilidades, generando así diversos escenarios para la creación de nuevas identidades que, en el caso de los jóvenes, se disputan entre distintas representaciones de ruralidad y vida urbana (Baños Ramírez 2003).
Por último, la fuerte inclinación por salir o sentirse obligado a dejar la comunidad, también está acompañada de una carencia de información sólida en cuanto a las posibilidades, tanto sociales como laborales, para definir una estrategia de vida afuera de sus comunidades. Dado el carácter generalizado de esta tendencia, el acercamiento de información útil y precisa en este sentido, sería un aspecto a valorarse seriamente por las instituciones con presencia directa en el medio rural de Yucatán. En este sentido, las instituciones educativas tendrían un importante papel de formación vocacional para los jóvenes, especialmente entre los estudiantes de secundaria y preparatoria.
¿Cuánto tiempo te gustaría vivir en el pueblo? (N=1127)
Encuestado | Siempre | Al terminar primaria | Al terminar secundaria | Al terminar preparatoria | Hasta casarse | Tener hijos | Empleo fuera | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Primaria | Varón | 51.0% | 2.6% | 5.7% | 9.4% | 31.3% | N/A | N/A |
Mujer | 45.9% | 1.9% | 5.8% | 9.2% | 37.2% | N/A | N/A | |
Secundaria | Varón | 34.2% | N/A | 12.3% | 4.0% | 0.6% | 17.8% | 31.1% |
Mujer | 20.4% | N/A | 18.8% | 4.1% | 2.0% | 17.7% | 37.0% | |
Preparatoria | Varón | 32.2% | N/A | N/A | 3.8% | 0.5% | 29.6% | 33.9% |
Mujer | 36.2% | N/A | N/A | 5.9% | 0.1% | 29.6% | 28.2% |
Este sentido de pertenencia implica el hecho objetivo de ser parte de alguna cosa —evaluada por la frecuencia estable de interacciones—, la conciencia subjetiva de este hecho —evaluada por la autodefinición o autopercepción— y la conciencia intersubjetiva del mismo —la definición de otros— (Merton 1972, en Gendreu y Giménez 2002).
Los resultados aquí reportados forman parte de un proyecto más amplio que recibió apoyo de Investigación y Educación Popular Autogestiva A. C., Unidad Ejecutora de unicef en Yucatán, entre 2011 y 2012.
Con el propósito de apreciar las coincidencias y divergencias de opiniones entre varones y mujeres, en este texto se conservan, por separado y entre paréntesis, las cifras reportadas por hombres y mujeres, respectivamente (H/M).
Los datos también muestran que el nivel educativo de los encuestados constituye una variable interviniente que matiza estas tendencias. Hay más estudiantes de secundaria que se pronunciaron a favor de la preparatoria como nivel de suficiencia para trabajar en Mérida u otro estado del país, a la vez los preparatorianos son más proclives a favorecer el nivel universitario como condición para trabajar en esos mismos contextos.