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Vol. 37. Núm. 148.
Páginas 208-212 (abril - junio 2015)
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Los discursos que nos hablan
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Eddie Ivan Torres Leal1
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El libro Los discursos que nos hablan se terminó de escribir en 2011, a cargo de la doctora Elsa S. Emmanuele, y fue publicado en el año 2012 por la editorial Entre Ideas. Se trata de un ensayo en donde la autora recapitula las reflexiones hechas en su devenir académico; la base fundamental de este proceso ha sido la obra y teoría de Michel Foucault (1926-1984), cuyas categorías utiliza para realizar sus análisis. De esta forma, discurso, poder, tecnologías, gubernamentalidad, disciplinamiento y panóptico, entre otros conceptos, sirven para realizar un bosquejo que intenta leer la realidad política y social de la Argentina contemporánea a través de relatos, anécdotas, experiencias, documentos, manuales o cualquier otro elemento que sirva de instrumento de tensión teórica y práctica para analizar la materialidad discursiva. De esta manera la autora demuestra la falta de obviedad y naturalidad de todos estos recursos discursivos, y entiende dicha materialidad como una práctica social.

Para realizar el recorrido dialéctico, en el que nos presenta un vaivén de argumentos teóricos contrastados con ejemplos de la realidad argentina a través de la historia, se auxilia de otros autores que complementan este proceso de investigación: desde teóricos como Gilles Deleuze (1925-1995), Umberto Eco (1932-) y Lourau (1933-2000), hasta referentes más cercanos a Latinoamérica como Ernesto Laclau (1935-) Eduardo Galeano (1940-) y el subcomandante zapatista Marcos son utilizados para nutrir una redacción que busca aportar desde la poética el entendimiento de la realidad y el presente. En la misma lógica del estudio, que enfatiza desde lo negativo, es decir, desde lo que no se dice, están los epígrafes que aparecen al inicio de cada capítulo y subcapítulo, y que dan continuidad a la poesía vertical de Roberto Juarroz. Cuatro capítulos, un prólogo del escritor anarquista Carlos Solero, un pórtico introductorio y un epílogo son suficientes para mostrar cómo el estudio del presente tiene sentido en la medida que se analiza desde la historia de sus cruces discursivos.

La doctora Emmanuele se desempeña como coordinadora de la Carrera de Especialidad de Psicología en Educación y del Doctorado en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, además de ser autora de diversos trabajos donde ha dejado clara su impronta “foucaultiana”. Fue ella quien acuñó la categoría discurso pedagógico, como uno de los pilares que sostienen la materialidad en que convergen las relaciones de poder, y desde esta postura conceptual creó el término Psicología EN Educación, que hace una referencia a cierta forma de leer las relaciones pedagógicas; con ello se desmarca de la Psicología de la Educación, a la que alude sólo como teorías que encasillan el fenómeno educativo como relaciones de enseñanza y aprendizaje. Los discursos que nos hablan busca mostrar, en términos generales, el desarrollo teórico y reflexivo de la autora, que es el que trabaja en el seminario de Discurso Pedagógico dentro de la especialidad que ella dirige.

El libro comienza abordando una idea aclaratoria indispensable y medular: concebir a la materialidad discursiva no como algo obvio ni natural, sino más bien como una práctica social. El primer capítulo inicia dando cuenta de cómo la economía capitalista ha hecho un ensayo del mundo entre la dualidad individuo-población, bajo el ideario de la autonomía y el progreso; esto lo define como un optimismo del orden, donde la salud con el discurso médico, y la educación con el discurso pedagógico, fungen como instrumentos políticos de la sociedad disciplinaria. En Argentina el paradigma del trabajo domina a la civilización; de ahí es que surge la exclusión, porque una lectura laboral de la sociedad ubica a la gente en un sitio determinado, situando al desempleado (o desocupado) en la marginalidad, con unos elementos identificatorios que se constituyen como las nuevas celdas del panóptico del capitalismo. Este capítulo se autodefine como un ensayo inútil sobre lo inútil, porque entiende a la búsqueda de lo inútil como una “práctica del saber”, es decir, no pretender la verdad objetiva es posicionarse contra la neutralidad y la servidumbre a regímenes políticos. También hace hincapié en aclarar que la categoría discurso no consiste en el uso del lenguaje, es decir, no son palabras que albergan una lectura social como sumatoria de individualidades; discurso es una práctica social, son conceptos, así como construcciones político-sociales de la realidad donde el sujeto lo es porque es consecuencia de una sujeción. Los diferentes discursos son instrumentos del poder y del saber, porque son epocales. Para esbozar una construcción en esta realidad capitalista es preciso volcar la mirada a la exclusión, al control y la sumisión de todo discurso; y para ello se propone una amplia perspectiva, un diagrama que exhiba las relaciones y sus entramados. La autora argumenta que actualmente, ante un lenguaje deformado, la memoria se desfigura; se repiten acontecimientos que se explican en la lógica jerárquica que ha estado alojada en las personas desde procesos viejos e históricos de pedagogización que conducen a la gobernabilidad y la facilitan. Retoma el caso de Argentina, nación que ha arreglado con cuidado su historia, país congruente con derechos postergados y dictaduras sangrientas y detentoras de símbolos; de ahí que se proponga, en este capítulo, entender la historia como una ruptura de la vida cotidiana que revitalice la memoria.

El capítulo II vuelve a hacer uso del concepto de exclusión, el cual funciona valiéndose de la prohibición; tal es el caso de las normatividades universitarias en Argentina durante la dictadura, que estaban enfocadas al control, la prevención de la insurrección y el uso de la intervención (como categoría repudiable). Actualmente esa categoría es usada como una supuesta reivindicación progresista que forma parte, entre otras, de las perversidades en el entramado saber-poder. En consonancia con las redes del poder y la situación histórico-económica del país desde Alfonsín, y la crisis que se desató entonces, hasta el menemismo y su modelo económico de la productividad, basado en fortalecer el sector privado, la autora analiza la implicación de estas acciones en la universidad —supuestamente apolitizada—, leyéndola desde el régimen político de la verdad, es decir, de la verdad impulsada desde el discurso científico, que nutre al poder político y al sistema económico. El capítulo explica qué son las sociedades de discurso, entre ellas las sociedades científicas (que vigilan y controlan sus discursos y habilitan a sus parlantes distinguidos) y las doctrinas (que, por el contrario, marcan dependencia del sujeto al discurso, y entre éste y el interlocutor). Las sociedades científicas y las doctrinas, afirma, están separadas por una línea delgada, y para ilustrar esto toma como ejemplo la contraportada de un manual de medicina en donde se introducen cuestiones religiosas. Este ejemplo se puede leer como el cruce pedagógico que hay entre la curación y la confesión religiosa, que desde los años noventa, con los menemistas, mutó hacia la especialización.

En el tercer capítulo comienza hablando del panorama argentino en el umbral del nuevo milenio; un horizonte gris al final del menemismo, marcado por movimientos sociales en América Latina. El escenario político para el país marca ciertos movimientos convenencieros y una universidad con presupuesto reducido, enfrascada, además, dentro de discursos entreguistas sobre las plataformas políticas. La autora relata un episodio que muestra el vaivén entre lo micro y lo macro, vistos como unidad, porque asegura que los sujetos hablamos en el interior de los discursos sociales, somos pensados y no por eso hablamos idéntico, pues asumimos un lugar en el discurso. Así, el sistema educativo se somete al reduccionismo vertical del proceso enseñanza-aprendizaje; como en el aspecto profesional, la vestimenta sobredetermina la pertenencia o el control: es el caso de los médicos o los estudiantes. De esta manera se muestra cómo el discurso es algo que:

…ritualiza su habla al instituir un conjunto de gestos, comportamientos, modalidades enunciativas, modelos identificatorios, aspectos visibles, imágenes, cuantiosos detalles que se registran como cualidades o rasgos que han de caracterizar a sus hablantes, a la vez que distribuyen sus saberes y prácticas posibles (p. 45).

En el marco de la crisis de 2001, ésta es advertida por fraudes, corrupción y manejos gubernamentales que hacen uso de redes que se diseminan en la sociedad, pues —siguiendo la lógica foucaultiana de este libro— cabe profundizar que el poder no es algo radicado en un lugar específico, mucho menos un discurso; opera en la individualización, en la soberanía vigilada (tecnologías de punta), en las nuevas formas de encierro. El Estado ejerce sus prácticas gubernamentales mediante la impunidad, mientras la globalización se ejerce —o dice ejercerse— por la socialización y la inclusión, al mismo tiempo que individualiza y sectoriza. Como señala la autora, la sociedad imperial funciona por la ruptura y la corrupción; déficit y corrupción se entrelazan con el siniestro escenario internacional de la posible bio-guerra entre estadounidenses y musulmanes durante la década pasada. Cuando Emmanuele habla de la sociedad del poder, la define como un grupo de grandes maniobras financieras que desplaza a las figuras políticas; entonces, en el neoliberalismo menemista, lo que primó fue la sociedad del conocimiento.

En el capítulo IV, el de las irreverencias discursivas, se afirma que la miseria del caos político surge de las entrañas de lo económico y de ahí se dispersa a todos los espacios sociales de poder como una gobernabilidad desquebrajada; hasta las protestas se ven como intersticios en los que se canaliza el poder como necesidad de expresarse aun dentro de un pensamiento que nos es hablado. Se rescata la aportación de Laclau, quien dice que el lenguaje (discurso) es toda práctica productora y receptora de sentido; también rescata la idea de la esperanza, que surge de saber a partir de lo imposible. De ahí nace el entusiasmo, que la autora evidencia en una Argentina arrastrada por el caos fiscal y social, y ante una expectativa nueva que surge con el kirshnerismo (la resignación entusiasta). La movilidad política se extrapola a la universidad en sus disputas, en sus modos de control y en su discursividad, presentes en los exámenes y en los concursos de cargo, que son dispositivos adheridos a intereses en torno a lo electoral, estratégico o académico; así, política y pedagogía se complementan, mientras que ideología y ciencia muestran que no son antagónicas, pues la primera determina a la otra. La parte final de este capítulo denuncia la dictadura del número; el número prima en la lectura de la vida misma, y dentro de la discursividad política se instala como la lógica binaria que da cabida a los enfoques tecnocráticos que abundan y abundaron en las universidades, en sus políticas e instrumentos de control. Se han validado regímenes con la lógica de la verdad de la dictadura del número.

Así cierra la autora este trabajo de acopio teórico, evidencial y testimonial. Y concluye con el rescate de algunas de las principales reflexiones que ha hecho por años durante el cruce académico con el célebre Foucault, y que la han llevado a escribir ocho libros y un sinnúmero de artículos y ensayos; en ellos la impronta principal ha sido el análisis de las relaciones políticas y sociales desde el suelo económico de lo discursivo, y desde una perspectiva arqueológica y genealógica. El análisis de textos, relatos, sermones, vivencias, leyes, panfletos o cualquier otro material digno de ser considerado le sirve para entender que, en el discurso, nadie es el poseedor y dueño a título del mismo. Y en cuanto a la categoría abordada por la propia Emmanuele —el discurso pedagógico— lo trabaja desde la noción indispensable que busca continuamente puntualizar que la “educación en tanto práctica social produce un Discurso cuya especificidad radica en transportar, diseminar, esparcir —bajo su vigilancia— la materialidad de otros Discursos Sociales” (p. 75).

A grandes rasgos, este trabajo es de utilidad para todo investigador que busque abordar el conocimiento desde perspectivas que no conciban los métodos tradicionales y convencionales que se imponen desde la ortodoxia de la academia, pues de forma práctica y directa esboza una serie de muestras que conducen a un análisis hermenéutico de las redes de poder las cuales, a final de cuentas, se circunscriben en un discurso amplio que nutre a otros discursos que dominan a la sociedad. Otro gran aporte radica en mostrar cómo el poder se puede analizar desde las relaciones más altas de las decisiones públicas y sus grandes personajes y gobernantes, hasta en los diálogos y relatos en las instituciones, e incluso en las relaciones interpersonales cotidianas, pues todas proceden de una matriz discursiva común y se interrelacionan como un entramado.

Estudiante del Doctorado en Humanidades y Artes con mención en Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Rosario y becario de CONICET, con la investigación asentada en el Instituto Rosario de Investigación en Ciencias de la Educación.

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