Sr. Director:
La esclerosis tuberosa, epiloia o enfermedad de Bourneville es una enfermedad autosómica dominante, de penetrancia variable, con mas de un 50% de casos aparecidos por mutación espontánea. Se manifiesta por la aparición de malformaciones en diversos órganos y tejidos, siendo clásica la tríada angifibromas, epilepsia y retraso mental.
Los hamartomas angiofibrosos o angiofibromas aparecen en más del 80% de los pacientes, habitualmente a partir de los 5 años de edad, y se localizan en la región centrofacial. Se han tratado con diversos proce dimientos como la electrocoagulación, el pelling químico, la dermoabrasión, la criocirugía y diversos tipos de láseres. Exponemos a continuación nuestra técnica y resultados en un paciente tratado con un equipo básico de láser de CO2.
Figura 1.Multiples angiofibromas en la región facial.
Paciente de 27 años de edad, soltero, diagnosticado en la infancia de esclerosis tuberosa, con antecedentes familiares de esta enfermedad en su madre, hermano y tía materna, que acudió a nuestra consulta para el tratamiento de múltiples lesiones papulosas, eritematosas, de 2-5 mm de diámetro agrupadas en las mejillas, la nariz y el mentón (fig. 1).
Figura 2. Resultados tras el tratamiento con láser CO2.
Bajo anestesia general y profilaxis antiherpética con valaciclovir, utilizamos un equipo de láser de CO2 de 25 W y aplicamos 10 W de potencia en el modo continuo, forma pulsada y focalizado con un spot de 1 mm, sobre las lesiones papulosas, hasta conseguir su desecación y aplanamiento. Eliminamos los restos tisulares con una gasa empapada en agua oxigenada diluida al 10% en suero fisiológico. Después de secar cuidadosamente la superficie cutánea, usamos de nuevo el láser con los mismos parámetros, pero de forma desfocalizada para producir una láser-abrasión de las unidades estéticas de mejillas y nariz. Por último aumentamos la distancia focal para disminuir la altura del peldaño con la piel no tratada.
Sin eliminar la piel fotocoagulada, en este último pase aplicamos una gruesa capa de ácido fusídico en pomada, cubierta por una gasa siliconada. Después colocamos varias capas de gasas y las sujetamos con una malla de tubo. A las 48 h levantamos el apósito e iniciamos curas abiertas con lavados con agua y jabón y posterior aplicación de ácido fusídico cada 3-4 h, excepto durante la noche. A los 6 días el paciente había completado la epitelización y fue dado de alta (fig. 2), recomendando la aplicación frecuente de hidratantes y fotoprotectores.
En una visita de control a los 6 meses no observamos recidiva de las lesiones.
Los adenomas sebáceos producen una preocupación estética tanto en los pacientes como en sus familiares, lo que los convierte en la causa más frecuente de solicitud terapéutica.
La gran importancia a nuestro juicio de la tecnología láser reside en la selectividad de cada láser por un cromóforo, lo que nos permite respetar el tejido no afectado. La hemoglobina es el cromóforo principal de la luz de argón, vapor de cobre y colorante pulsado (488-600 nm). Estos láseres serían muy útiles para tratar el contenido vascular de los angiofibromas. Desgraciadamente no tenemos ningún tipo de láser selectivo para tratar la proliferación del colágeno. El láser de CO2 (10.600 nm) se absorbe principalmente por el agua. El agua está presente en mayor o menor proporción en todos los tejidos, por lo que este láser puede ser utilizado para el tratamiento de ambos componentes del angiofibroma, con buenos resultados, siempre que respetemos el tiempo de relajación térmica de los tejidos. Sin embargo, son poco frecuentes las publicaciones que recojan el uso del láser CO2 en esta patología1-5.