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Vol. 45. Núm. 179.
Páginas 9-33 (octubre - diciembre 2014)
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Vol. 45. Núm. 179.
Páginas 9-33 (octubre - diciembre 2014)
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Desarrollo económico y trayectorias históricas. Una aproximación al caso de Brasil y México
Economic Development and Historical Trajectories: An Approach to Brazil and Mexico
Développement économique et trajectoires historiques. Une approche des cas du Brésil et du Mexique
Desenvolvimento econômico e trajetórias históricas. Uma aproximação ao caso do Brasil e do México
经济发展与历史抛物线:研究巴西和墨西哥的一个方法
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Miguel Ángel Rivera Ríos
Autor para correspondencia
mriver@unam.mx

Facultad de Economía, unam, México.
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Cuadro 1. La brecha internacional, 1900-2008 (porcentaje del pib per cápita respecto al de EU)
Cuadro 2. Dos modalidades de path dependence
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Resumen

Para abordar el análisis del desarrollo económico como proceso sujeto a una trayectoria histórica, se comienza con un breve repaso de las aportaciones y limitaciones de la economía del desarrollo, la corriente pionera en esta subdisciplina. De allí se pasa a diferenciar el crecimiento económico moderno (basado en la innovación continua), del desarrollo tardío y del atraso económico. Sobre las bases anteriores se propone un marco teórico para unificar aspectos de la teoría del desarrollo, de la teoría institucionalista con algunos elementos del estatuto de los procesos complejos, en particular, la dependencia del sendero (path dependence). Ese marco teórico se aplica a dos casos nacionales: Brasil y México con el fin de perfilar su trayectoria histórica de desarrollo y proponer una explicación a las divergencias en el desempeño económico de ambos países.

Palabras clave:
desarrollo económico
crecimiento económico
teoría del desarrollo
economía del desarrollo
trayectoria histórica
Abstract

To analyze economic development as a process subject to a historical context, this work begins with a brief overview of the contributions and limitations of development economics, the pioneering school of thought in this sub-discipline. It then differentiates modern economic growth (based on continuous innovation) from delayed development and economic underdevelopment. Based on this, the study proposes a theoretical framework to unify aspects of development theory, specifically, institutional theory and some elements of complex processes, primarily path dependence. This theoretical framework is then applied in two countries, Brazil and Mexico, to define their historical development trajectories and propose an explanation for the divergent economic performance seen in these two nations.

Key words:
Economic development
economic growth
development theory
development economics
historical trajectory
Résumé

Pour aborder l’analyse du développement économique comme processus sujet à une trajectoire historique, l’auteur rappelle d’abord brièvement les apports et les limitations de l’économie de développement, le courant pionnier dans cette sous-discipline. De là, il en vient à différencier la croissance économique moderne (basée sur l’innovation continuelle) du développement tardif et du retard économique. Sur ces bases, il propose un cadre théorique pour unifier des aspects de la théorie du développement, de la théorie institutionnaliste et quelques éléments du statut des processus complexes, notamment la dépendance du sentier (path dependence). Ce cadre théorique est appliqué à deux cas nationaux, le Brésil et le Mexique, dans le but de déligner leurs trajectoires historiques et de proposer une explication aux différences entre les performances économiques de ces deux pays.

Mots clés:
développement économique
croissance économique
théorie du développement
économie du développement
trajectoire historique
Resumo

Para abordar a analise do desenvolvimento como processo sujeito a uma trajetória histórica, se começa com uma breve revisão dos aportes e limitações da economia do desenvolvimento, a corrente pioneira nesta matéria. A partir daí, se passa a diferenciar o crescimento econômico moderno (baseado na inovação contínua), do desenvolvimento tardio e do atraso econômico. Sobre as bases anteriores se propõe um marco teórico para unificar aspectos da teoria do desenvolvimento, da teoria institucionalista com alguns elementos do estatuto dos processos complexos, em particular, a dependência da trajetória (path dependence). Esse marco teórico se aplica a dois casos nacionais: Brasil e México, com o fim de perfilar sua trajetória histórica d desenvolvimento e propor uma explicação às divergências no desempenho econômico de ambos os países.

Palavras-chave:
desenvolvimento econômico
crescimento econômico
teoria do desenvolvimento
economia do desenvolvimento
trajetória histórica
摘要

为研究经济发展的历史背景,本文首先回顾了发展经济学的贡献和局限以 及这一领域的最新思想。本文对现代经济增长与迟延发展、不发达经济做 了区分。以此为基础,这项研究提出了一个理论研究框架,以综合发展理 论的各个方面,特别是制度经济学以及复杂过程和路径依赖的一些要素。 这一理论框架选择了巴西和墨西哥作为案例研究国家,以确立它们的历史 发展抛物线,并对这两个国家的发展差异作出解释。

关键词:
经济发展
经济增长
发展理论
发展经济学
历史抛物线
Texto completo
Introducción

La teoría del desarrollo ha experimentado cambios fundamentales de estatuto, metodología y orientación prescriptiva. Hasta hace poco en la subdisciplina prevaleció una metodología lineal, de causalidad simple, limitada por el enfoque “economicista” (lo político como exógeno). La teoría tradicional del desarrollo siguió el enfoque practicado por los teóricos del crecimiento, consistente en desestimar las causas remotas o de fondo del crecimiento, para centrarse en las directas e inmediatas, como en la acumulación de capital o el cambio tecnológico (véase Maddison, 2007, la justificación de este enfoque). Al dar prioridad a las llamadas causas inmediatas incurrían en una suerte de tautología, como lo ha señalado North y Thomas (1978), porque la acumulación de capital o el cambio tecnológico es el crecimiento mismo en su modalidad intensiva. Los primeros teóricos del desarrollo, no prestaron suficiente atención a las “precondiciones” político-institucionales para detonar el desarrollo, centrándose más bien en las causas inmediatas; lo anterior, se asocia a una transposición conceptual.1

La economía del desarrollo (ed) fue una expresión de esa metodología y análisis. Pero hubo líneas de resistencia desde 1950-1960, que dieron lugar a un debate. Particularmente Myrdal y Hirschman propusieron otro enfoque precursor de una nueva teoría. Myrdal (1979), quien propuso el concepto de trampa del atraso para subrayar las fuerzas de causación acumulativa que mantienen a un país atrasado en lo que después se llamaría un equilibrio ineficiente. El concepto de falla de coordinación nació en el debate sobre las estrategias de desarrollo que pretendían lograr el llamado gran empuje (Rosenstein-Rodan, 1960). Hirschman propuso el concepto de crecimiento desequilibrado (1963). Lamentablemente los complejos acontecimientos de los sesenta, que afectaron adversamente a la mayor parte de los países de América Latina (Hirschman, 1985), pusieron en duda la validez de los principios que sustentan la modernización industrial, esencia del compromiso prescriptivo de la ed. Se descontinúo el debate y reemergió la ortodoxia. A partir de los ochenta se verificó una recuperación de las líneas heterodoxas afines a la ed (Rivera, 2010). En esa recuperación representada especialmente por Wade (1999) y Amsden (1989), se registró un creciente desinterés por lo que se consideran casos “fallidos” de desarrollo (básicamente los latinoamericanos) y un desplazamiento hacia los casos “exitosos”, en Asia. En ese giro los enfoques explicativos de alcance general fueron desplazados por tratamientos teóricos específicos, desapareciendo el concepto de atraso socioeconómico, para ser sustituido por el desarrollo tardío. Sin negar los méritos de la obra de Amsden (2001), un observador que tomara la perspectiva de la ed encontraría preguntas sin respuesta: por qué pese al avance del capitalismo mundial, la mayor parte de la humanidad vive en condiciones de atraso y el desarrollo tardío es una excepción. El libro de North y Thomas (1978) partía de ese reconocimiento, subrayando el fracaso de los científicos sociales en la búsqueda de una respuesta teórica a ese problema.

En los noventa las tesis de North y coautores ejercían influencia en la metodología de estudio de los países llamados en desarrollo (Rivera, 2009). El leit motiv es que el desarrollo es posible, pero no inevitable. Una de las líneas de investigación más promisoria dentro de ese replanteamiento es la nueva teoría del desarrollo (Hoff y Stiglitz, 2002). Aunque es una propuesta en gestación, presenta dos características: a) propone una ruptura de las barreras disciplinarias que minaron a la ed y b) es un campo en el que se han aplicado herramientas metodológicas que reconocen la complejidad de los fenómenos sociales, como el path dependence, la ecología social, etcétera.

El enfoque de dependencia del sendero lleva a rediscutir el concepto de desarrollo socioeconómico.2 No se trata solamente de que los distintos países tardíos muestren niveles o tasas diferentes de crecimiento del pib per cápita, sino que muchos de ellos están atrapados en la “trampa del atraso”. En la actualidad poco más de 1 000 millones de personas, principalmente en África viven en condiciones económicas y políticas degradantes. En América Latina (con la excepción de Brasil y en menor medida de Argentina), también en Asia (sobre todo Indonesia y Filipinas, Pakistán, etc.), el crecimiento económico en su sentido moderno, como lo definió Kuznets (1973), está presente pero es limitado. Aunque la mayoría de esos países experimentan regularmente auges cíclicos asociados al despunte de la renta internacional del suelo, al menos un tercio de la población viven en condiciones de pobreza, el poder estatal tiene una connotación depredadora y el aprendizaje social está inhibido o es limitado (a estos países los llamaremos tardíos tipo B). Un grupo diferente lo constituyen los países tardíos que han experimentado un crecimiento continuo, reduciendo sus elevados porcentajes de pobreza y cerrado la brecha internacional; aunque son pocos, entre ellos están algunos de los países más poblados del mundo como China e India.

Crecimiento económico moderno, segundo desarrollo tardío y del atraso económico: la economía política del poder

El concepto de crecimiento económico moderno de Kuznets (op. cit.) propone establecer la especificidad organizacional y la dinámica de los países industrializados o desarrollados. Ese puñado de países ha logrado sostener sus avances por casi dos siglos, sin experimentar regresiones, gracias a una transformación histórica cuyo pináculo es la integración entre ciencia, tecnología e industria. Los alemanes fueron, por así decir, los primeros en llegar (Mowery y Rosenberg, 1998). En Estados Unidos se reconoció la superioridad de este sistema y se adoptaron sus fundamentos a partir de comienzos del siglo xx (ibid.).

Debemos remitirnos a Barnes (1990: cap. 3), que define el poder como capacidad social para la acción (op. cit.: 87). Esa capacidad radica en la sociedad pero por la lógica del proceso histórico, se concentra en cierto polo, limitando la capacidad de acción de la gran mayoría y confiriendo a ciertos individuos o grupos el monopolio de esa capacidad (Johnson y Earle, 2000). Obviamente el poder, y por ello, la capacidad social para la acción, se instaura con el fin de controlar la producción y reproducción de la riqueza. El poder lo concentra una coalición de élites que está estructurada jerárquicamente de acuerdo a su acceso a activos y riqueza (North et al., 2009: cap. 1).

North et al. (op. cit.), distinguen dos estadios en la constitución del orden social y la instauración del poder. La primera forma, que es la dominante y se ha superado sólo excepcionalmente en la historia, es la llamada acceso restringido o esstado natural (op. cit.: cap. 1). El objetivo es asegurar el acceso privilegiado a los activos y recursos más rentables a favor de las élites (op. cit.: 13-15). El orden social abierto es el sustento de la relativa prosperidad y superioridad económica del mundo occidental (ibid.). El paso al orden abierto se dificulta por la propensión depredadora de las élites (Evans, 1995). A su vez tenemos tres tipos de estados naturales: frágil, básico y maduro (North et al., op. cit.). En los estados frágiles contemporáneos como Haití, Somalia e Irak, la estabilidad de la coalición es precaria y puede fracturarse ante ciertos cambios, como el remplazo del líder, conduciendo a la violencia y a la formación de nuevas coaliciones. En contraste, el Estado natural básico constituye una organización más estable en lo que concierne primeramente a las instituciones públicas, sus relaciones internas y la superación de la violencia abierta en el traspaso del liderazgo, lo que da estabilidad relativa a la coalición dominante. El Estado natural maduro tiene su característica distintiva en la capacidad de sostener organizaciones de élite más allá de la esfera del Estado; se desarrolla la ley privada que da a esos miembros la capacidad de extender sus arreglos o acuerdos, lo que legitima la autoridad central que los representa como coalición.

En el contexto histórico del desarrollo tardío, las coaliciones dominantes en el estado natural básico, propio del orden social de América Latina, tienen una fuente específica de inestabilidad. Se trata de la demanda de ascenso de élites intermedias o inferiores, asociado, por ejemplo, a avances productivos, ya que es problemático que un cambio en el estatus de riqueza de lugar a un reacomodo en la jerarquía aceptado por todos. Lo anterior se debe a que no hay propiamente una estructura de derechos sino de privilegios y se carece de arbitraje por terceros (North et al., op. cit.: 32-34), atributos institucionales que podemos llamar “superiores”.

Se parte de la hipótesis, para pasar al caso tardío, que el atraso prevalece en tanto no se acota el poder de las élites; en este punto se propone, partiendo de Barnes (op. cit.), el concepto de espacios de movilización social: el acotamiento del poder de las élites implica cierto grado de restitución del poder a la base de la sociedad; los espacios sociales se amplían principalmente mediante la educación y capacitación para el trabajo, lo que constituye el fundamento de los avances en la capacidad productiva social, o sea, el desarrollo económico.

Desarrollo tardío y trampa del atraso: evidencia histórico-factual

Al partir del hecho observable de que en el mundo actual coexiste el atraso socioeconómico con un extraordinario avance del capitalismo mundial, apoyado en una revolución tecnológica. Sin embargo, la relación actual entre los países es diferente a la de mediados del siglo xx, cuando la industrialización estaba confinada a un pequeño grupo que generaba casi 65% del pib mundial (Hikino y Amsden, 1998: 4). El modelo centro-periferia reflejaba muy bien la enorme brecha internacional entre las potencias occidentales y la periferia hacia 1950. El cambio drástico se manifestó dos décadas después cuando un pequeño grupo de países periféricos aceleró su desarrollo, cerrando rápidamente la brecha internacional, es decir, redujo su atraso relativo, mientras que la mayoría de las economías de la periferia sufrió uno mayor.

En el grupo tardío “B”, que se rezaga cabe distinguir tres subgrupos: a) los estados fallidos; b) las naciones que no tienen futuro desde la perspectiva del desarrollo tardío (economías pequeñas, con limitado avance de la industrialización y débil posición estratégica), y c) los casos “paradójicos”, porque pudiendo pertenecer al grupo “A” no han traspasado la barrera institucional fundamental (pasaje al estado natural maduro) y el aprendizaje colectivo es limitado; en general tienen amplio territorio y abundancia de recursos naturales, así como un importante avance industrial que pone en evidencia un potencial inhibido; su crecimiento es de tipo predominantemente extensivo. El cuadro 1 nuestra el comportamiento de la brecha internacional en ambos grupos. Además, en los del “B”, los márgenes de exclusión social son elevados (la pobreza afecta a por lo menos un tercio de la población. En ese caso se encuentran todos los de América Latina, excepto Brasil, los de África y Sur de Asia (World Bank, 2011-2013; cepal, 2014).

Cuadro 1.

La brecha internacional, 1900-2008 (porcentaje del pib per cápita respecto al de EU)

  1900  1950  1970  1990  2003  2008 
TARDÍOS "A"             
Corea del Sur  15  39  54  63 
Brasil  17  17  20  21  20  21 
TARDÍOS "B"             
México  28  21  27  22  23  26 
Filipinas  25  13  12  10 

Fuente: Maddison, 1997 y 2008 y Maddison Daba Base. Dólares Geary-Khamis de 1990.

Para definir con mayor rigor el caso paradójico habría que tener en cuenta la definición de desarrollo económico proporcionada por autores clásicos y modernos, entre estos últimos tenemos a Meier (1995: 7-9). Desarrollo es crecimiento más cambio estructural de la economía y sociedad. Dada esa relación, la producción debe crecer, en el largo plazo, más rápido que la población y el crecimiento a largo plazo del pib per cápita real debe ser mayor a 1.5% anual, para de esa forma reducir la brecha internacional; en correlación con lo anterior se debe reducir la proporción de la población en condiciones de pobreza (ibid.).3

Los estudios de Alice Amsden (1989 y 2001) dejaron sólidamente establecidas las bases de la teoría y la experiencia del desarrollo tardío, es decir, explican los factores que posibilitan el cierre de la brecha internacional entre los tigres (con base en la aceleración del aprendizaje tecnológico). En el cuadro 1 se ilustra el comportamiento de la brecha internacional de algunos países tardíos; los “A”, la reducen y los “B” la amplían.

Propuesta para el estudio de las trayectorias de desarrollo tardío

La trampa del atraso no significa necesariamente estancamiento, sino la tendencia a no superar las barreras críticas del desarrollo, que como se ha insistido, es primeramente de naturaleza institucional. La persistencia del atraso se equipara a la acción de fuerzas que en física se llaman de retroalimentación positiva (Arthur, 1988). Ese enfoque lleva al marco de los sistemas complejos, pero no a los sistemas complejos adaptables como los que analiza Holland o la escuela de Santa Fe, sino a los asociados a los procesos sociohistóricos, captados por la metodología de la dependencia del sendero/trayectoria o path dependence.4

Lo que se propone aquí, empezando por el postulado que viene a continuación, es sugerir algunos lineamientos tentativos con el fin de centrar la atención sobre esta importante convergencia entre la teoría del desarrollo y la metodología de la complejidad histórica, aplicados al desarrollo tardío y su relación con el crecimiento moderno y, por supuesto, la persistencia del atraso económico.

Siguiendo la propuesta de North (1993) y David (2001), se distinguen dos modalidades de senderos. De un lado está el lock-in, que equivale a una trayectoria adversa, equiparable a un equilibrio sub-óptimo. La segunda modalidad parte de la primera, ya que se rompe el lock-in y se produce una ramificación o estructuración de alternativas, que puede dar como resultado una mejora definitiva en el desempeño económico. En este último caso también hay dependencia del sendero porque las decisiones que pueden adoptar los actores están acotadas por la historia pasada, o sea, lo que se innova lleva cierto peso del pasado (David, 2001: 89).

En la constitución de la trayectoria hay un punto de partida, es decir, un evento originador que establece el proceso de auto-reforzamiento. En la formulación efectuada por David (op. cit.) y Arthur et al. (op. cit.) puede tratarse de eventos accidentales que dan lugar a un patrón institucional que se auto-refuerza. A diferencia del diseño tecnológico dominante de David, en la sociedad el evento originador de la trayectoria puede ser un hecho traumático cuya incidencia no se borra al correr del tiempo sino que persiste institucionalmente (David, op. cit.: 270).

Se adoptó la hipótesis de que la trayectoria tardía se inició con la dominación colonial, este es el acontecimiento traumático que constituye el punto de partida de los casos tardíos. Sin embargo, el proceso no es enteramente determinante como explica Acemoglu et al. (2001), porque el patrón de dominación y el alcance de la dislocación no es similar en todos los casos. Habría dos casos límite: a) territorios con una elevada dotación natural de recursos de fácil acceso, cuyas sociedades son propensas a sufrir una dislocación mayor y b) territorios con menor dotación de recursos y facilidades de acceso, cuya explotación exige a los colonizadores flexibilizar las restricciones sobre la población (op. cit.: 27). Los países latinoamericanos son el mejor ejemplo de sociedades inscritas en el inciso (a). Cabe admitir una atenuante en el caso de Brasil, ya que la riqueza natural no se descubre de golpe. Principalmente, por eso México y Brasil siguen trayectorias diferentes, lo que ilustra la importancia de la interrelación entre factores determinantes (el punto de partida) y los que no los son(el proceso político). Pero esto no es lo único importante. La necesidad de defender la integridad del territorio puede significar el inicio de la ampliación de los espacios de movilización social (diferencia básica entre ambos países, porque en un caso la campaña es exitosa y en otra fallida). Por ahí habría una posible ramificación de trayectoria. Ante este factor originador de segundo orden no es posible delimitar a priori la bifurcación, ya que hay un conjunto de factores indeterminados, como en todo sistema complejo. La determinación por el sendero significa que los actores tienen marcos de acción (aunque acotados), aunque persiste la influencia relativa de la primera fuerza originadora, o sea, el estado “extractivo” y después la integración o partición territorial (Acemoglu et al., op. cit.: 33).

Hay un segundo problema para el cambio de trayectoria. La ampliación de los espacios de movilización social es sólo la condición necesaria para detonar el desarrollo. La detonación efectiva requiere condiciones de entorno mundial favorables, que se convierte en condición suficiente. La regla es que sólo podrán consolidar el cambio de trayectoria si el país tardío cuenta con el beneplácito de la potencia dominante próxima (Japón para los Tigres asiáticos e India y EU para México) o condiciones de excepcionalidad (China).

Cambios de trayectoria y ramificaciones

Como regla general, los países tardíos “A” que seguían una trayectoria adversa, experimentaron una ruptura (path breaking) que los ubicó en una línea más conductiva al aprendizaje social (caso de los Tigres Asiáticos). El cambio de trayectoria se consolidará cuando el aprendizaje colectivo adquiera la masa crítica y esté en concordancia con el paradigma mundial prevaleciente. Lo anterior se aprecia con más detalle en la modalidad ii del cuadro 2: las restricciones originarias están atenuadas, lo que abre la posibilidad de una ramificación de la trayectoria si cambia la dinámica de la coalición dominante. En la medida que esto último no es determinante caben básicamente dos posibilidades: a) una ampliación, por lo general acelerada, de los espacios de movilización social y b) una regresión a la dinámica previa que sitúa el sistema a su trayectoria anterior o induce a una paralela a la que ya había. Como caso intermedio cabe la posibilidad de que la ampliación de los espacios de movilización social sea un proceso intermitente e incida sobre la trayectoria de manera incremental. Se verá que el caso de Brasil parece ajustarse a esa última variante.

Cuadro 2.

Dos modalidades de path dependence

Carácter  Modalidad I  Modalidad II 
Inicio u originación  Dislocación social severa  Dislocación social atenuada 
Proceso  Persistencia determinística o lock-in  Estructuración de alternativas o path breaking 
Cambio institucional  Exógeno  Endógeno 
Coalición dominante  Inestable  Estable 

Fuente: adoptado de Ebbinghaus, 2009.

Como factor detonante, las crisis severas comprometen la estabilidad de la coalición dominante y abren la posibilidad de un cambio favorable de trayectoria (caso discutido por Hoff y Stiglitz, op. cit.: 425). Para estabilizarse la coalición dominante puede poner en marcha un proceso de ampliación de los espacios de movilización social, pero el cambio en la trayectoria depende de la continuidad del proceso de ampliación (op. cit.: 419).

Ubicación de dos experiencias nacionales tardías: México y Brasil

La drástica reducción de la brecha internacional y el abatimiento de la pobreza permiten identificar los cambios exitosos de trayectoria: en Asia Oriental-Pacífico (Corea del Sur, Taiwán, Singapur y recientemente China). Pertenecen a ese grupo Brasil e India, aunque hay aspectos controversiales, primeramente porque no experimentan el quiebre drástico de trayectoria observado en el grupo asiático. India superó el colapso sufrido al inicio del siglo xx y desde 1990 cerró moderadamente la brecha internacional, en tanto que Brasil muestra una trayectoria única por su estabilidad, con un modesto avance logrado desde mediados del siglo xx (véase el cuadro 1). El porcentaje de pobreza disminuye sustancialmente en ambos. México ha presentado a lo largo de su historia rompimientos parciales de la trayectoria adversa iniciada con el sigloxix, pero desde finales del xx experimenta una regresión que lleva a intentos fallidos de ruptura del lock-in.

En el breve análisis comparativo que sigue, se realiza una caracterización de la trayectoria de desarrollo de Brasil y México. Brasil se clasifica como ramificación anticipada a una trayectoria positiva; en contraste con el caso de México, pese a factores de potencialidad, persiste el lock-in. En el inciso que sigue no se efectúa una descripción o narrativa histórica, aunque necesariamente hay referencia a hechos centrales. Se trata de un análisis que gira en torno a los tres principales factores discutidos en el apartado anterior: a) el inicio histórico del proceso, diferenciando entre desventaja atenuada vs. exacerbada; b) cohesión de la coalición, baja o alta dependiendo de cómo responde a choques endógeno-exógenos, y c) apertura/cierre de los espacios de movilización social, que se expresa principalmente en el acceso y calidad de la educación para el pueblo;5 la ampliación de espacios tiene como vehículo social las estrategias de aprendizaje social, como un importante componente tecnológico.

¿Cuál es la incidencia de las fuerzas externas o del régimen de poder mundial sobre la trayectoria histórica nacional? A diferencia de lo que plantean las teorías dependentistas o tercermundistas, hay una interrelación entre factores adversos y facilitadores. Del lado adverso, cuenta lo que Amsden (2001) llama crowding-out, o sea, el acaparamiento efectuado por la empresa extranjera a expensas de la nacional (punto subrayado por los dependentistas); del lado positivo, se encuentra la creciente difusión internacional del conocimiento tecnológico, pero cuyo aprovechamiento depende de la capacidad social de absorción, lo que remite al factor (c). Además, cuando un país tardío alcanza cierto nivel de industrialización, independientemente de si su mercado interno es mayor o menor, requiere acceso a los mercados internacionales (una explicación en Dabat et al., 2010). Este es el factor crítico, ya que ese acceso depende de una decisión política de la potencia líder, cuyas élites no tendrán en principio razones para conceder el acceso preferencial, ya que equivale a admitir a un competidor. Los países de trayectoria exitosa han gozado de lo que llamaremos el “beneplácito” de la potencia o potencias líderes. El otorgamiento de ese estatus, como se sabe, ha sido muy raramente concedido en el siglo xx y en lo que va del actual. Tal concesión, que equivale a “hacer espacio para que un invitado se acomode”, tiene costos sociales para la o las potencias mundiales, que ceden mercado. Generalmente, hay un fuerte interés estratégico para conceder el beneplácito, como en el caso de Corea del Sur (contención del comunismo durante la guerra fría) o India (contención del poderío de China). China y Brasil en calidad de países continente logran, a partir de cierto momento, un margen sustancial de beneplácito. En otros, como en México, se niega el beneplácito, no se expresa, sino tácitamente, por una combinación entre desconfianza por la inestabilidad interna, procesos económicos fallidos y una proximidad geográfica difícil de manejar en sí.

Brasil: cambio endógeno anticipado e incremental bajo coerción atenuada6

A diferencia de Corea del Sur, Brasil no experimentó un cambio abrupto de trayectoria, sino que tuvo avances incrementales desde finales del siglo xix. Lo distintivo en este país es la cohesión de la coalición dominante, aunque los espacios de movilización social se ampliaron de manera relativamente lenta, pero con un impresionante récord de crecimiento económico, sólo interrumpido por las crisis mundiales.7 Salvo los vaivenes cíclicos no se presentaron factores externos que incidieran negativamente en la trayectoria como, por ejemplo, las invasiones extranjeras que sufrió México en el siglo xix. Más bien, Brasil fue una amenaza y agresor de sus vecinos (Roett, op. cit.: 36). Enfrentó una sucesión de rebeliones secesionistas que se atenuaron a partir de 1850, cuando las élites comprendieron que era de su interés encontrar medios de arbitraje y moderación.

Con un punto de partida adverso, como en toda colonia, el tipo sui géneris de colonialismo portugués débil (Schwartz, 1990), más el descubrimiento gradual de la riqueza natural,8 determinó que el grado de dislocación social fuera menos profundo que en los dos grandes imperios precolombinos, Perú y México (Schwartz, op. cit.; Levine y Crocietti, 1999). El exterminio de la población nativa fue fulminante y los esclavos negros fueron las víctimas de la explotación, quedando los “blancos pobres” como grupo intermedio, pero sin restricciones étnicas para ascender socialmente.

En el marco de lo anterior, este país “continente” la fuerza inicial conformadora de la trayectoria histórica, fue el esfuerzo temprano de las élites por ampliar el territorio y evitar posteriormente su fragmentación, lo que requirió una construcción institucional que Hayes (1989: Introducción) llama la mística de la nación armada. La importancia de la estabilidad se reconoció tempranamente, bajo el Imperio de Dom Pedro II (Levine y Crocietti, 1999: 59). Bajo el interés común de mantener la integridad del territorio, la cohesión de las élites se apoyó en un inicio en un sistema de dos partidos que desarrollaron tempranamente una gran habilidad para la conciliación; los partidos Conservador y Liberal surgieron con Dom Pedro II (Roett, op. cit.: 46). La segunda institución que posibilitó la unificación de las élites fue el ejército (Hayes, op. cit.: 122). Este fue un proceso lento que se inició en 1850 con la incorporación de la guardia nacional al orden imperial (Hayes, op. cit.: 99). Los principales ideólogos de finales del siglo xix, Oliveira Vienna y Honorio Rodríguez, plantearon la necesidad de fortalecer ciertas características nacionales que mantuvieran la unidad de la sociedad brasileña (Hayes, op. cit.: 81).

Aunque Brasil fue la quintaesencia de la sociedad extractiva (Acemoglu et al., 2001), que comenzó a edificarse desde la fundación de las capitanías hereditarias, decretadas por Dom Joao III (Roett, op. cit.: 39; Kohli, 2004: 89), el astuto control ideológico de los esclavos (la imagen de esclavitud benigna y de raza cósmica) (Levine, y Crocietti, op. cit.: 143 y ss.) y los impedimentos iniciales a que los inmigrantes europeos adquirieran tierra (Abreu y Verner, 1997: 8), dieron lugar a una muy poderosa coalición dominante que estableció rigurosas restricciones de acceso, pero no se opuso a cierta movilidad social.

La irrupción de la violencia y, por ende, la inestabilidad social y política pudo producirse con el boom cafetalero a finales del siglo xix, con el posible enfrentamiento entre la nueva élite y los poderosos azucareros (Abreu y Verner, op. cit.). Dada la cultura de conciliación heredada de Dom Pedro ii, las dos facciones evitaron la confrontación y pactaron para superar la fragmentación del territorio, contribuyendo a consolidar la ramificación de la trayectoria. Esto fue decisivo para iniciar la industrialización de Brasil, ya el boom de las exportaciones primarias se tradujo en una incipiente industrialización alimentada por la construcción ferroviaria (Abreu y Verner, op. cit.).

El proyecto de industrialización deliberada comenzó con Getulio Vargas, inspirado políticamente por el movimiento de los tenentes (Levine y Crocietti, op. cit.: 158-159) y con un entorno favorable pues llegó el fin de la vieja división internacional del trabajo y se produjo el nacimiento de la ideología industrialista. Con la dictadura militar (1964-1985), se consolidó el avance de la industrialización por sustitución de importaciones, bajo la dirección de una naciente tecnocracia, que dominaba de forma rápida, pero de manera desigual, la gestión gubernamental para el fomento industrial (Hayes, op. cit.). El avance de la industrialización hacia los cincuenta puso a prueba la cohesión de la coalición que se ampliaba con los “nuevos empresarios”. El problema que se presentó fue una réplica de finales del siglo xix: los primeros industriales (de bienes de consumo no duradero) tenderían a oponerse a la concesión de privilegios a los industriales de “segunda generación” y con ello a minar el proceso. El acuerdo político fue darle amplio espacio a Kubitschek para impulsar la sustitución de insumos industriales y bienes de consumo duradero por medio de los “enlaces posteriores” (véase la discusión en Hirschman, 1996: 489). La coalición dominante estuvo de nuevo a punto de dividirse ya que no sabían cómo responder al fallido intento de establecer una democracia controlada, o una fórmula legalista, a inicios de los sesenta (Hayes, op. cit.: 208), que iba asociada a un giro hacia la izquierda (ibid.). El acuerdo cupular fue combinar el golpe militar con el desarrollo y entregar el poder una vez que el peligro de la supuesta subversión se hubiera eclipsado (Polanco, 2012: cap. 4).

La consolidación de la industrialización en Brasil, como señala Hirschman (1996: 195-200), siguiendo a Antonio Barros de Castro, quedó plasmada en el Segundo Plan Nacional de Desarrollo (1973-1979), una vez que Medici entregó las riendas del gobierno a Geisel (Polanco, 2012: 125). En lugar de aplicar una política monetaria restrictiva como respuesta al shock petrolero

[…] Geisel y sus asesores decidieron desviar las inversiones industriales de las industrias de automóviles y de bienes de consumo duradero de los años del milagro, para canalizarlos hacia los sectores representativos de la última etapa de la industrialización como los insumos intermedios, sobre todo de la industria química y metalúrgica y los bienes de capital (Hirschman, 1996a: 197-198).

La interpretación anterior se opone a la “estructuralista”, que postula el fracaso o “agotamiento” de la industrialización por sustitución de importaciones en Brasil a inicios de los sesenta, como sostienen Tavares (1972), Furtado (1968) y O´Donnell (1978). Hirschman, que critica esa interpretación, la llama de aceleración del crecimiento industrial por medio del incremento de la desigualdad en la distribución del ingreso. El mito del fracaso de la industrialización brasileña nació con esa interpretación.9 Irónicamente el fracaso afectó a Argentina y México, pero por otras razones. En Brasil el compromiso con la industrialización fue político y sobrevivió las pugnas faccionales, logrando algo parecido a lo que fue decisivo en la industrialización coreana: la flexibilidad para corregir el rumbo subordinando los intereses facciosos. El mejor ejemplo es el éxito brasileño en pasar del tipo de cambio sobrevaluado a uno cercano al equilibrio, necesario, tanto para no entorpecer el aumento de las exportaciones de manufacturas, como para no desincentivar al sector nacional de bienes de capital (Maddison, 2008).

Los gobiernos civiles de Sarney en adelante, pero sobre todo Cardoso, pudieron lidiar con la herencia de desequilibrios derivadas de la aceleración de la industrialización, con el apoyo del fmi, pero gozando de un margen considerable de maniobra de la que careció México (Polanco, op. cit.; Fishlow, 2011: 33 y ss.); Brasil, aunque endeudado, había usado productivamente esa situación. La ampliación de los espacios de movilización social se aceleró desde finales de los noventa, lo que quedó patente en la disminución acelerada de la pobreza (World Bank, op. cit.: cuadro 2.7; Keck, 1992: 20 y ss.). Las reformas que llevó a cabo Cardoso con el aval de la coalición significaron el inicio del pasaje al orden abierto. Las élites han acordado acotar su poder no sólo de facto, sino formalmente; en consecuencia el Estado adquiere autonomía de acción y no requiere la autorización tácita o expresa de la coalición. El extraordinario significado de este logro histórico se ve oscurecido por las interpretaciones antitéticas; también por la tendencia (y eso aplica a los sucesos posteriores a 2007) a confundir el comportamiento cíclico de una economía con uno tendencial.

México: discontinuidad de la industrialización por el conflicto intermitente entre las élites10

La conquista y colonización del territorio que hoy es México fue un proceso devastador que diezmó sistemáticamente a la población nativa (Maddison, 2007: 87). Por ende, el dominio colonial puede considerarse un punto de partida altamente adverso, con repercusiones duraderas y, por ello, el inicio de la trayectoria que sigue el México actual. El drástico acotamiento de los espacios de movilización social del México colonial y el recién independizado, estaba sólidamente edificado en los imperios precolombinos, sobre todo el azteca. Sin embargo, a partir de la Independencia hubo factores que tenían la potencialidad de modificar la trayectoria original.

Desde la colonización las élites de la Nueva España, peninsulares y criollos, entraron en conflicto estableciendo un patrón histórico de confrontación antitético al brasileño.11 Después de la independencia ese conflicto llevó a la guerra civil. El periodo comprendido entre 1810 y la llegada de Porfirio Díaz al poder fue de estancamiento económico, ya que la guerra de independencia destruyó prácticamente la industria minera; el sistema político quedó descabezado (Hansen, 1971: 20). El conflicto entre las élites fue determinante en la derrota ante Estados Unidos en 1846-1848. Se trató de un golpe devastador que renovó el punto de arranque adverso, poniendo en evidencia adicionalmente el abismo entre las élites y el pueblo, causa última de la derrota. La conmoción social provocada por la derrota explica la reforma juarista, que abrió la posibilidad de un cambio de trayectoria. El programa de laissez faire enarbolado por Juárez era contrario a la realidad que había en el país, excepto en un aspecto; la Constitución de 1857 era enteramente válida al sustentar un gobierno centralizado, el único antídoto para superar la fragmentación nacional (Cosío Villegas, 1957). Lamentablemente, al haber un vacío legal consustancial a la conflictividad de las élites, el deslinde de tierras significó un desastre para las comunidades indígenas y la aparición de grandes propiedades improductivas; ciertamente cobró fuerza el granjero, principalmente en el norte, figura crucial del conflicto revolucionario (Womack, 1992: 78-81).

Ante fuerzas sociales contrapuestas, el país pudo haberse fragmentado, pero operó la única salida viable: la dictadura y la emergencia de la figura mesiánica de Porfirio Díaz (Katz, 1992). Ésta puede considerarse un factor de rectificación de la trayectoria, ya que logró la integración nacional gracias a los ferrocarriles y la subordinación de los caciquismos locales (ibid.). De ahí que la clave radicara en unificar a las élites mediante una política de concesiones que implicaran ampliar los espacios de poder; tal estrategia se vería facilitada por las condiciones internacionales excepcionalmente favorables. Durante el Porfiriato se añadieron nuevos estamentos a la coalición dominante, por dos vías: a) los nuevos inmigrantes europeos y estadounidenses que invirtieron en las nuevas industrias y b) el crecimiento de la economía agrominero-exportadora benefició a los pequeños granjeros del norte, cuyo perfil cultural era diferente al del México ancestral. El reacomodo iba en principio en detrimento de los descendientes de los “conquistadores”, que controlaban el aparato de Estado. Se advierte entonces que la tarea política de reunificar a la coalición dominante no iba a ser fácil. Como explica Vernon (op. cit.: 49), la exclusividad de los privilegios se hicieron más difíciles de sostener en una economía que se integraba internamente con poderosos agentes que competían entre sí por la mano de obra, el crédito, el agua, etc. (Vernon, op. cit.: 70). Además, el cambio fue tan fulminante que desprotegió a los más pobres, principalmente en el medio rural, ya que hubo un reemplazo del maíz por cultivos de exportación (Solís, 1970: 69). El levantamiento armado fue el resultado del fracaso de las élites que no lograron unificarse y negociar los efectos del choque del súbito avance económico. Aunque la historiografía nacional presenta a la Revolución mexicana como un motivo de orgullo, en realidad es, como todo conflicto social, resultado de la incapacidad de lograr un liderazgo natural. En todo caso el núcleo de la coalición porfirista se rompió y, aunque sus segmentos más importantes sobrevivieron, se unificaron en el siglo xx de otro modo y con la presencia de nuevos elementos.

En el periodo comprendido entre 1917, con la convocatoria de la Convención Constituyente y la realización de las reformas cardenistas se superó el Estado frágil incluyendo el traspaso del poder de manera relativamente legitimada.

Descabezada la oligarquía porfirista su lugar lo ocuparon los caudillos del Norte (Schryer, 1986). Dotada de bases organizativas desarrollistas con las reformas de Cárdenas, no hay duda que se produjo lo que se ha llamado aquí una bifurcación en la trayectoria que alcanzó su apogeo en el “milagro mexicano” o revolución industrial (Reynolds, 1973: 222 y ss; Mosk, 1950). Lo difícil de explicar es, a partir de qué momento, para usar el concepto de Hoff y Stiglitz (op. cit.), las instituciones inferiores bloquearon a las instituciones superiores que emergieron con las reformas cardenistas. Una pista fundamental se encuentra en los conflictos provocados a la formación de la clase empresarial o “burguesía industrial”, a partir de finales de la segunda guerra mundial, problema similar al experimentado por Brasil. Las diversas generaciones de empresarios que surgen a medida que avanza el proceso de sustitución de importaciones, protagonizan una lucha política por acaparar los beneficios del proteccionismo y los subsidios (Hirschman, 1996). Ese conflicto, propio de la industrialización sustitutiva, abre la posibilidad de una negociación o una imposición, replicando el proceso anterior al Porfiriato. La solución del conflicto provocado por el agotamiento de la etapa “fácil” de industrialización sustitutiva (IS) dependía, al igual que en el caso de Brasil, de un cambio de estrategia (comienzo de la racionalización de la protección, junto con el fin de la sobrevaluación cambiaria). Ese acuerdo no se logró, al contrario, el grado de protección aumentó (Wallace y Ten Kate, 1979; Fajnzylber, 1983), y también la dependencia de los bienes de capital importados (Balassa, 1988: 36-38; Hirschman, 1996a: 195 y ss.). Esta es la pieza central de la explicación de por qué la economía mexicana perdió paulatinamente el fuerte impulso que tomó con las reformas cardenistas, hasta llevar a una etapa de fuertes desequilibrios. Significativamente Brasil y México confrontaron los mismos problemas y tuvieron al alcance opciones de política semejantes, pero los resultados fueron muy diferentes. Entonces la diferencia no está en los instrumentos, sino en la forma como se utilizan, y esto se hace de acuerdo a los intereses de la coalición dominante (Chapman, 2011). ¿Por qué el conformismo social? La clave parece encontrase en la pax priista. Hansen (1971) se pregunta cuáles fueron los factores institucionales que contribuyeron a esa pasividad. El autor encuentra un elevado conformismo consustancial a muy limitadas demandas de la mayor parte de la población, apoyando al régimen casi a cambio de nada, lo cual minimiza las fuerzas por un cambio social. El autor destaca lo que ya se sabe: que cerca de una tercera parte de la población en realidad sufrió una disminución absoluta y relativa de sus niveles de vida para finales de los sesenta. Hansen cita tres posibles causas de esa pasividad, pero la más interesante es que una de las reglas del sistema priista, por ende, del estamento superior, la “familia revolucionaria”, era que las élites no debían buscar una solución a los conflictos fuera de las reglas internas del sistema. De haberse quebrantado esta regla ciertas facciones hubieran buscado en momentos críticos apoyo de la población excluida.12

Los excluidos, explica Hansen, forman tres tipos característicos: el localista, el subordinado y el participante. El primero, explica, no espera nada del gobierno, en gran parte como resultado de la ignorancia de lo que significa y hace. El segundo, tiene conciencia de que hay gobierno y, a su vez, está ligado afectivamente a él, pero sus relaciones se establecen de manera abstracta o general e incluso acepta que hay una extensión gubernamental que le afecta, pero adopta una actitud pasiva. El participante

[...] apoya a la revolución y las instituciones políticas que han surgido después de la cuarta década y, por otra, es verdaderamente cínico en lo que se refiere a la política mexicana y los líderes políticos. Su cinismo y desconfianza con respecto al funcionamiento del sistema actual, generalmente lo lleva a evitar las actividades políticas y a esperar poco o nada para sí mismo, de parte del gobierno (op. cit.: 242).

Es crucial integrar estos elementos para entender los procesos que caracterizan a México después de 1980.

La crisis iniciada en 1982 debilitó a la coalición dominante, que tuvo escasa capacidad de negociación frente al Fondo Monetario Internacional. Aun en esas condiciones, no estaba cerrada la posibilidad de que la coalición dominante se reunificara pactando reglas para llevar a cabo el proceso decisivo de la reforma neoliberal: la privatización. El traspaso de activos estatales fue tan grande que implicó, efectivamente, la reordenación de la coalición. Polanco (2012: 106 y ss.) distingue dos modalidades de privatización: a) la que se efectúa a partir de un acuerdo entre las élites, o “pactada” (licitación abierta, con libre acceso y con derechos y obligaciones claramente definidas) y b) la privatización sin acuerdo entre las élites, bajo el control de la cúspide burocrático-gubernamental que tiene un espacio coyuntural de maniobra para dar un golpe de mano; no hay pacto previo o si existe se tergiversa, de modo que los beneficiarios están preseleccionados y la licitación es mayormente una simulación (ibid.). Al no haber consenso entre las élites, hay una secuela de divisionismo que se agudiza cuando los beneficiarios obtienen privilegios y concesiones monopólicas (Polanco, op. cit. y Hernández, 2011). Este proceso, ocurrido en el gobierno de Salinas, formaba parte de una estrategia más amplia de reforma, inspirado en la experiencia coreana: poderosos consorcios que fueran la punta de lanza nacionalista ante la apertura y la firma del tlcan (Rivera, 2009a). De ser válida esa hipótesis, lo que vino después con la crisis de 1994 indica que el proyecto colapsó, aunque el reacomodo de la coalición fue irreversible, con una nueva jerarquía. El resultado fue la faccionalidad entre las élites, se produjo una regresión del orden social (los derechos sucumbieron a los privilegios, prevaleció la ilegalidad de los poderosos) y la gobernabilidad se deterioró al nulificar las políticas a profundidad, de las que depende la reestructuración (Hoff y Stiglitz, op. cit.).

Conclusión

El enfoque de trayectoria histórica se aplicó a Brasil y México, que confrontando problemas económicos similares, siguen trayectorias diferentes, dependiendo de las condiciones iniciales y la dinámica política. Vimos que la cohesión de la coalición es determinante en la toma de decisiones. Así, Brasil representa un caso de alta cohesión y moderada capacidad de rectificar la trayectoria y México de baja cohesión, con fuerte propensión a la fragmentación. Aunque los resultados no estaban predeterminados, hay una inducción a reproducir los patrones originales de desempeño. México puso de manifiesto que las crisis estructurales o momentos de oportunidad (después de la Independencia, el inicio del Porfiriato, en los años de 1930, el descalabro de inicios de los 1980 y la privatización) replantearon las opciones, pero dentro de márgenes menos flexibles y mayor propensión a reproducir los patrones previos de respuesta a la crisis. Cabe subrayar, precisamente por eso, que la formulación de políticas es el vehículo del cambio, pero en sí mismas aportan poco si no hay una coalición de fuerzas que le dé sustento.

Notas

1

La transposición teórica es la propensión a transferir a un país económicamente atrasado la estructura analítica propia de un país avanzado, como es la centralidad del cambio tecnológico, las organizaciones avanzadas, la economía del conocimiento, etcétera.

2

Pocos países de la “periferia” cumplen en la actualidad las condiciones para afirmar que están en proceso de desarrollo, principalmente porque la tasa de crecimiento del pib per cápita es inferior a 1.5% anual y, por ende, su grado de atraso relativo se mantiene o aumenta.

3

La tasa de crecimiento real anual del pib per cápita de los países desarrollados entre 1820 y 1992 es de 1.5% de modo que para reducir la brecha internacional los países tardíos deben de crecer a tasas superiores; de hecho las economías dinámicas de Asia experimentaron una tasa de crecimiento del pib per cápita superior a 4% anual (para los datos 1820-1992, véase Maddison, 1997: 87; para los datos de los países dinámicos de Asia véase World Bank, 2011: cap. 4).

4

No se adoptará la propuesta conceptual de John Holland (2004) de sistemas auto-adaptables, ya que al igual que las estructuras en disipación y los procesos dominados por la termodinámica de la teoría evolucionista (Allen, 1988) replican los rasgos de las economías con capacidad de innovación continua y no las economías de proceso tardío, cuya complejidad remite a la inercia histórica con opción social acotada de ruptura de la trayectoria.

5

Cuando hay ampliación de los espacios de movilización social, se puede dar por hecho que la coalición dominante está explícitamente nucleada en torno a objetivos desarrollistas, atenuando la depredación social (Wade, op. cit.).

6

La revisión histórica de Brasil llega hasta la conclusión del gobierno de Cardoso, ya que las reformas que llevó a cabo en nombre de la coalición, asegura el inicio del pasaje al orden abierto (Roett, 2010).

7

Entre 1900 y 1973 Brasil tiene la tasa anual más alta crecimiento del pib real en escala mundial, sólo superado por Japón y Finlandia (Abreu y Verner, 1997).

8

La “fiebre del oro”, empezó más de un siglo después de iniciada la colonización (Russell Wood, 1990).

9

Hirschman (1963) resume así el argumento concentrador y excluyente: cuando un país latinoamericano llega a la fase de producción de bienes durables como automóviles, su política tenderá a convertirse en autoritaria y represiva. El ingreso se concentra deliberadamente para favorecer a las clases medias y altas, a expensas del pueblo, cuyos salarios se mantienen bajos, con represión.

10

El estudio de la trayectoria mexicana llega hasta la ejecución de la privatización, cuyo eje fue la venta de Telmex, que reabrió el capítulo de lucha interna de las élites, factor de la regresión institucional.

11

Lynch (2010: 292-300) explica la superioridad del estatus de los peninsulares frente a los criollos; ambos actuaban temerosos de las masas empobrecidas a las que despreciaban y no entendían. Ese abismo social se moldeó durante 300 años y se replicó en el siglo xix, llegando al grado de la alianza de los conservadores con Maximiliano. Se repite en la segunda mitad del xx, lo que hace más difícil la bifurcación.

12

En el debate político de los sesenta se discutía si la pax priista había cumplido su papel (dejar atrás la sociedad agraria y semianalfabeta, acotando la violencia) y la dinámica política debía dirimirse en marcos más flexibles (véase Madrazo, 1971, la obra contiene su ideario político).

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J. Womack Jr.
La revolución mexicana, 1910-1920.
Historia de América Latina, 9. México, América Central y el Caribe, 1870-1930,
[World Bank 2011-2013]
World Bank (2011-2013), World Development Indicators 2011, Washington.
[World Bank 2012]
World Bank (2012), World Development Indicators 2012, Washington.

La transposición teórica es la propensión a transferir a un país económicamente atrasado la estructura analítica propia de un país avanzado, como es la centralidad del cambio tecnológico, las organizaciones avanzadas, la economía del conocimiento, etcétera.

Pocos países de la “periferia” cumplen en la actualidad las condiciones para afirmar que están en proceso de desarrollo, principalmente porque la tasa de crecimiento del pib per cápita es inferior a 1.5% anual y, por ende, su grado de atraso relativo se mantiene o aumenta.

La tasa de crecimiento real anual del pib per cápita de los países desarrollados entre 1820 y 1992 es de 1.5% de modo que para reducir la brecha internacional los países tardíos deben de crecer a tasas superiores; de hecho las economías dinámicas de Asia experimentaron una tasa de crecimiento del pib per cápita superior a 4% anual (para los datos 1820-1992, véase Maddison, 1997: 87; para los datos de los países dinámicos de Asia véase World Bank, 2011: cap. 4).

No se adoptará la propuesta conceptual de John Holland (2004) de sistemas auto-adaptables, ya que al igual que las estructuras en disipación y los procesos dominados por la termodinámica de la teoría evolucionista (Allen, 1988) replican los rasgos de las economías con capacidad de innovación continua y no las economías de proceso tardío, cuya complejidad remite a la inercia histórica con opción social acotada de ruptura de la trayectoria.

Cuando hay ampliación de los espacios de movilización social, se puede dar por hecho que la coalición dominante está explícitamente nucleada en torno a objetivos desarrollistas, atenuando la depredación social (Wade, op. cit.).

La revisión histórica de Brasil llega hasta la conclusión del gobierno de Cardoso, ya que las reformas que llevó a cabo en nombre de la coalición, asegura el inicio del pasaje al orden abierto (Roett, 2010).

Entre 1900 y 1973 Brasil tiene la tasa anual más alta crecimiento del pib real en escala mundial, sólo superado por Japón y Finlandia (Abreu y Verner, 1997).

La “fiebre del oro”, empezó más de un siglo después de iniciada la colonización (Russell Wood, 1990).

Hirschman (1963) resume así el argumento concentrador y excluyente: cuando un país latinoamericano llega a la fase de producción de bienes durables como automóviles, su política tenderá a convertirse en autoritaria y represiva. El ingreso se concentra deliberadamente para favorecer a las clases medias y altas, a expensas del pueblo, cuyos salarios se mantienen bajos, con represión.

El estudio de la trayectoria mexicana llega hasta la ejecución de la privatización, cuyo eje fue la venta de Telmex, que reabrió el capítulo de lucha interna de las élites, factor de la regresión institucional.

Lynch (2010: 292-300) explica la superioridad del estatus de los peninsulares frente a los criollos; ambos actuaban temerosos de las masas empobrecidas a las que despreciaban y no entendían. Ese abismo social se moldeó durante 300 años y se replicó en el siglo xix, llegando al grado de la alianza de los conservadores con Maximiliano. Se repite en la segunda mitad del xx, lo que hace más difícil la bifurcación.

En el debate político de los sesenta se discutía si la pax priista había cumplido su papel (dejar atrás la sociedad agraria y semianalfabeta, acotando la violencia) y la dinámica política debía dirimirse en marcos más flexibles (véase Madrazo, 1971, la obra contiene su ideario político).

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