El ideario de la integración regional ha sido históricamente uno de los temas más discutidos en las reflexiones latinoamericanas, José Briceño, en el primer capítulo, rastrea sus orígenes a mediados del siglo xix y le da un seguimiento a partir de lo que considera sus dos ideas principales, la autonomía política y el desarrollo económico. Por su parte, Miguel Ángel Barrios resume sus antecedentes y continuidad en los nexos entre el unionismo hispanoamericano del siglo xix y el latinoamericanismo integracionista del siglo xx, poniendo el énfasis en la necesidad de construir una identidad cultural propia en la región como prerrequisito indispensable para la realización del Estado continental industrial, concepto desarrollado por Alberto Methol Ferré en el epílogo de la obra.
La profusa literatura del pensamiento regionalista latinoamericano encuentra según Andrés Rivarola, una convergencia histórica en los años cincuenta alrededor de las ideas de Prebisch y de la cepal.El autor explica en su contribución que esta corriente teórica y su marco institucional surgen como una expresión del “nacionalismo regionalista” y buscan legitimar académicamente las estrategias de desarrollo en proceso de instrumentación formulando desde lo económico una crítica a la ortodoxia librecambista. Cabe señalar que el libro destaca en su conjunto tanto el carácter pragmático de las reflexiones realizadas a partir de los años cincuenta como su relevancia en términos históricos.
En este orden de ideas, el principal aporte de la obra en su primera parte reside justamente en rescatar y dar un seguimiento histórico y multidisciplinario a las especificidades del pensamiento de América Latina sobre la integración regional. En la segunda y tercera parte, la compilación busca razonar respectivamente, los aspectos políticos y económicos considerados cruciales por los distintos autores desde marcos analíticos, por demás diversos, pero teniendo siempre por referencia ineludible las posibilidades reales de materializar un proyecto sostenible para la región.
De esta manera, mientras Tullo Vigevani y Haroldo Ramanzini señalan la escasa importancia del tema integracionista en el pensamiento brasileño hasta los años ochenta del siglo xx motivada por la continentalidad del país y por la fuerza y tradición de la idea del fortalecimiento nacional en el quehacer político, María Antonia Correa, documenta el peso y la trascendencia del tema en las reflexiones de ideólogos, teóricos de la integración e intelectuales mexicanos en los sesenta. En este sentido, el primer trabajo tras revisar las corrientes de pensamiento nacionales interesadas en el regionalismo en la segunda mitad del siglo pasado afirma que el reciente interés por la temática en Brasil surge en la medida en que puede transformarse en un instrumento para el fortalecimiento nacional. Por su parte, la segunda contribución critica el desapego a partir de los años noventa del gobierno de México con relación a las ideas defendidas décadas antes por sus intelectuales a raíz del repliegue del país a las decisiones de Estados Unidos.
En perspectiva, la comparación resulta relevante dado que en ambos casos la negativa presente o pasada a un compromiso regional decidido resulta de la interpretación del interés “nacional” por parte de las autoridades políticas. A la luz del trabajo de Tullo Vigevani y Haroldo Ramanzini, es difícil pensar que en algún momento el proyecto integracionista latinoamericano ha estado cerca de cristalizar en un lugar que no sea el imaginario de la intelectualidad de la región, siendo que la principal potencia de la zona ha priorizado históricamente de forma alternativa en términos de su política exterior, sus aspiraciones de tener un papel destacado en el escenario internacional con lo que Ruy Mauro Marini calificara de pretensiones subimperiales.
De cara a las posibilidades futuras reales de un proyecto de esta naturaleza, sobra decir que al parecer su definición sólo podría partir pragmáticamente, como lo traslucen varios de los análisis presentes en esta obra, de asumir un frente común articulador antiestadounidense, al interior del cual los países mantengan posturas colaborativas de largo aliento evitando posiciones de tipo subimperial. Lo anterior nos remite entonces a la necesidad de establecer, como lo propusiera la cepalen su momento y lo documenta Guerra-Borges en su contribución, principios de cooperación mutua y reciprocidad entre países, así como mecanismos de tratamiento más favorable destinados a las naciones de menor desarrollo relativo.
Huelga decir que estas medidas son incompatibles con la lógica de la división internacional del trabajo actual, orquestada por organismos internacionales como la omc, basados en la defensa de la libre competencia. Así lo muestra a su vez la experiencia histórica de la región, Guerra-Borges al realizar un recuento de los obstáculos prácticos encontrados por la mccay la alalchace referencia directa a la omcy atribuye gran parte del fracaso del; “más importante acuerdo latinoamericano de los años preliminares [...] (a) la imposición desde el exterior de un esquema que no correspondía a las aspiraciones de los países” (p. 211).
Esta tensión sistémica permanente entre los requerimientos de una integración regional sostenible entre iguales y una dinámica de funcionamiento económico-político global jerarquizada y desigual es una cuestión central que la obra aborda sólo de manera parcial e indirecta, por lo general mediante una recopilación amplia aunque repetitiva de las ideas pioneras de la cepalen lo referente al desarrollo económico. Mientras Carlos Mallorquín hace una interesante reseña del contexto histórico de la conformación de la Comisión a partir de las ideas seminales de Prebisch y de sus debates con distintos teóricos contemporáneos sin hacer, sin embargo, mención al tema título del libro, Alejandro Gutiérrez pone en evidencia el viraje ideológico de la cepala partir de la crisis de los años ochenta, al marcar tres etapas del punto de vista integracionista del organismo, el viejo regionalismo asociado a la isi, el regionalismo abierto ligado al Consenso de Washington y, finalmente, el regionalismo posliberal actual marcado por una pluralidad de reflexiones.
A grandes rasgos, desde una perspectiva teórico-histórica, el libro rescata las reflexiones que han germinado en América Latina sobre la integración regional poniendo especial atención en el aspecto económico cepalino que verá el proyecto como forma de ampliar los mercados internos latinoamericanos con el fin de sustentar un proceso de industrialización tendiente a elevar los niveles de ingresos y superar la dependencia de las naciones de la región en relación con los “centros” de poder. Un complemento necesario al trabajo realizado son entonces contribuciones menos descriptivas que profundicen en aspectos empíricos que arrojen enseñanzas prácticas y den cuenta en definitiva, de la viabilidad presente de las reflexiones reseñadas.
En este orden de ideas, redondear el cuadro esbozado requiere confrontar, por un lado, los elementos de análisis señalados con distintos contextos y, en especial, con la praxis económica contemporánea y, por otro, incluir algunos temas trascendentes adicionales tales como el grado de complementariedad entre las economías o el papel de las grandes empresas trasnacionales en la determinación de los flujos comerciales, por tan solo citar dos ejemplos. Ángel Casas, utilizando diversas citas de fuentes bibliográficas indirectas, señala entre otros, el argumento de la teoría de la dependencia en relación con: “la enorme influencia que tienen intereses monopólicos extranjeros en la región” (p. 230) con el fin de resaltar las diferencias de dicha corriente con la escuela cepalina. Al respecto, el resurgimiento de estos debates en el marco de las condiciones económico-políticas globales actuales pudiera revitalizar la agenda integracionista en la región.