El tema de la seguridad alimentaria es considerado altamente prioritario, pero con grandes retos por enfrentar durante los próximos años (Godfray et al., 2010). Entre ellos se encuentran los procesos globales económicos, sociales y ambientales que determinarán el acceso a una dieta de calidad para un creciente número de personas. Y es aquí, en esta coyuntura de gran importancia, tanto para la investigación académica, como para la gestión pública, que se inserta la obra de Felipe Torres Torres: Canasta básica y calidad de la alimentación en México, editado por Ariel, unam y ciad (2014).
Este libro contribuye al debate de la definición y medición de la seguridad alimentaria por medio del concepto de la calidad de la alimentación.
Efectivamente, hay una necesidad de incluir nuevas formas para medir y considerar factores que contribuyan a apoyar políticas públicas para lograr una buena nutrición, como es el caso del ingreso de los hogares y su gasto en alimentos (Pinstrup-Andersen, 2009). Siguiendo esta vanguardia conceptual, el autor propone una canasta básica alimentaria que, a diferencia de la canasta básica “oficial”, toma en cuenta no sólo los niveles nutricionales de los alimentos, sino también del poder adquisitivo de la población.
La obra está dividida en cuatro capítulos, además de una introducción y las conclusiones generales. Un valor agregado que merece mención especial, es un apéndice electrónico descargable con 53 cuadros que provee información muy valiosa sobre precios, gasto por tipo de alimento, consumo, poder adquisitivo, entre otros datos, en series de tiempo para 30 años.
El primer capítulo versa sobre los aspectos globales que han influenciado la seguridad alimentaria, especialmente el cambio de modelo de desarrollo, que pasó del Estado-bienestar, a la activación del comercio libre internacional. Felipe Torres comenta que el resultado fue una crisis alimentaria generalizada, especialmente por el aumento de los precios de los alimentos y la consecuente falta de acceso a los mismos. Si bien las distorsiones del comercio internacional (dumping, por un lado, y barreras no arancelarias, por el otro) han tenido un efecto negativo para productores y consumidores locales, hubiera sido deseable que el autor dedicara unas líneas a plantear el problema de los intermediarios. En efecto, el sector agropecuario es especialmente vulnerable a la concentración del poder de mercado interno, por lo que la inequidad en el acceso a los alimentos no sólo se relacionaría con factores internacionales.
En el segundo capítulo se justifica y describe la propuesta de canasta básica alimentaria para medir la calidad en la alimentación de la población mexicana. Los argumentos conceptuales son claros y convincentes, sin embargo, hizo falta una demostración práctica con cifras o gráficas. Si bien es cierto que el apéndice contiene los cuadros correspondientes, hubiera sido un ejercicio interesante mostrar más detalle empírico y de ser necesario, reducir el texto en este capítulo, especialmente en las primeras secciones. Así se podría ratificar explícitamente la utilidad del enfoque para “exportarlo” a otras regiones o países.
La definición de calidad de la alimentación es abordada en el tercer capítulo en el cual Felipe Torres se centra en las características contenidas en el alimento para definirlo con calidad y de seguridad para su consumo. Es decir, se basa en un enfoque centrado en la oferta. Sin embargo, hay propuestas conceptuales que explican que la calidad de un producto puede definirse por la información disponible y las percepciones de los consumidores hacia el riesgo y atributos de calidad de los alimentos (Caswell y Mojduszka, 1996; Grunert, 2005). Esta sería un área interesante de investigación a futuro.
En el cuarto capítulo el autor utiliza de manera más intensiva la información disponible en el apéndice electrónico, para vincular el comportamiento de consumidores en el rubro de gasto en alimentos y la calidad de la alimentación. También se presenta una discusión interesante que, implícitamente, se refiere a un relativamente nuevo enfoque de la economía heterodoxa: la economía evolutiva. Aunque el autor no se refiere a ella de manera explícita, abunda en los conceptos del debate sobre la innovación consumo-oferta de la teoría evolutiva del comportamiento de consumo de los hogares de Nelson y Consoli (2010). Este marco conceptual discute si la oferta determina la evolución de la demanda o viceversa, o se trata de una coevolución; así, trata de explicar cómo los consumidores cambian o no de actividades y necesidades de consumo, dependiendo de los atributos de un bien, como serían los casos de la calidad y la seguridad alimentarias. Sin duda, otra ruta de investigación para México que la obra de Felipe Torres pone sobre la mesa.
El apéndice contiene mucha información que podría ser explotada con provecho, ya sea por el autor en una obra futura o por sus lectores. Una característica de algunos datos es que se ofrecen sólo los años pares (1992-2012) porque la Encuesta Nacional sobre los Ingresos de los Hogares (enigh) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía es de periodicidad bienal (inegi, 2013).
En conclusión, el libro Canasta básica y calidad de la alimentación en México escrito por Felipe Torres Torres resulta en un antecedente obligado para comprender la importancia de la calidad de la alimentación desde un punto de vista más comprehensivo que el que se ha utilizado a la fecha; así como para plantear oportunidades de investigación aplicada al área del sistema agroalimentario mexicano.