La escasez de estudios publicados sobre la incidencia del síndrome de desgaste profesional (burnout syndrome) en la práctica de la especialidad en nuestro país parece indicar que ha sido un problema en gran medida ignorado. Sin embargo, cierto número de estudios, basados en encuestas y cuestionarios tipificados en otros países y distintas especialidades, señalan una frecuencia e impacto considerables.
Detectar y objetivar las manifestaciones comunes del síndrome, como agotamiento emocional, fatiga, insomnio y depresión, no parece una tarea difícil. Sin embargo, establecer los distintos factores e interacciones que inciden en su aparición supone una mayor complejidad.
Es probable que no se haya dedicado la atención que merece en afrontar una realidad con repercusión negativa, tanto en la calidad asistencial a través de la insatisfacción profesional crónica en la práctica clínica cotidiana, como en el propio bienestar del médico más allá del ámbito estrictamente profesional, para el necesario disfrute del tiempo de ocio y de dedicación familiar.
Hemos considerado de interés publicar en este número un estudio descriptivo, transversal, de múltiples variables sociodemográficas realizado por Fontán et al en médicos especialistas del servicio de obstetricia y ginecología de un hospital universitario, un escenario probablemente representativo de otros muchos centros de nuestro país. Aun teniendo en cuenta las limitaciones del estudio, reconocidas por los propios autores, los datos proporcionados reafirman la existencia del problema en los médicos especialistas, situación sólo analizada previamente en un estudio sobre médicos residentes de 8 hospitales españoles1.
Los estudios transversales adolecen de limitaciones al no analizar tendencias a menos que se realicen de forma secuencial en las mismas poblaciones, aunque debe reconocerse que tales estudios son susceptibles de sesgos y exigen un análisis longitudinal de las múltiples variables que pueden influir en su incidencia evolutiva. Sin embargo, esto no invalida que estudios como el publicado en este numero aporten una información útil dado que, como punto de partida, importa más conocer la realidad del presente. El estudio permite afirmar que en nuestro entorno, como se ha mostrado en otros estudios de diversos países y escenarios, el desgaste profesional es una realidad. El descontento y la insatisfacción en la actividad de buen número de profesionales, con marcada despersonalización, dificultad en justificar su esfuerzo por la percepción de ineficacia en su labor clínica y falta de motivación en acudir al trabajo, deberían ser objeto de análisis en sus raíces, particularmente cuando, paradójicamente, afecta a la profesión médica considerada de modo tradicional como de importante componente vocacional.
Por otra parte, ¿cuáles son las características diferenciales que justifican su aparición o no en un sector de profesionales compartiendo un mismo escenario?, ¿en qué medida es la personalidad del médico y no la situación ambiental la determinante del «desgaste»? Contamos con cierta evidencia de la variación genética en humanos que proporciona una base biológica de las diferencias individuales en la respuesta al estrés. El neuropéptido Y (NPY) es un ansiolítico cuya liberación es inducida por el estrés, pero cuya expresión puede variar en función de polimorfismos individuales en su codificación genética2. Si el estrés crónico es considerado como el punto de partida del síndrome y la satisfacción en el trabajo tiene un efecto protector, parece razonable que las actuaciones dirigidas a eliminar el primero y potenciar la segunda pueden resultar un buen camino. Ello exige, sin embargo, cambios en la planificación de la atención sanitaria por parte de las administraciones y modificar las actitudes de los responsables de las instituciones en las que los profesionales realizan su labor, buscando un mejor equilibrio en establecer objetivos asistenciales. Puesto que no podremos modificar la constitución genética, es preciso dedicar mayor esfuerzo en detectar y eliminar los factores de estrés, proporcionando los elementos esenciales que contribuyan a potenciar la satisfacción profesional.