Mario Sebastiani y Mercedes Raffo Magnasco de Testa
Editorial Paidós; 2004.
En este sencillo pero denso libro de 200 páginas, los autores tratan de sacar a la luz el hecho de que las mujeres se enfrentan hoy a muchos dilemas como esposas, como madres, estudiantes o trabajadoras, relegando muchas veces su propia condición de mujer en beneficio de su hijo o de su familia.
Opinan que se debe ayudar a las mujeres y no dejarlas en soledad a la búsqueda de su instinto materno que en la actualidad parece, según dicen, "casi inexistente".
Para ellas, para que las ayuden a tener una mejor relación de pareja, un mejor diálogo con el médico y a conseguir una mejor posición para ser madres, está hecho este libro.
Tras el prólogo del Dr. Santiago Dexeus y unas palabras preliminares de los autores, se suceden 13 capítulos a través de los cuales se exploran los cambios emocionales durante el embarazo, la situación del futuro padre, la sexualidad y la experiencia del parto. Los últimos capítulos se dedican a las alteraciones emocionales del puerperio y la lactancia.
Con un tono muy realista y hasta ligeramente pesimista, estos autores tratan de ayudar a muchas mujeres y a sus compañeros para que vivan su embarazo con menos angustia y más libertad emocional.
Tener un hijo es una vivencia que cambia la vida, los propios valores y cambia, por qué no decirlo, para siempre, a la propia mujer. Es un paso muy importante y supone una gran prueba y un desafío a la autoestima de cada cual.
El Dr. Sebastiani ya escribió el libro El embarazo, ¿dulce espera?, en el que ya apuntó el tema que el embarazo supone un gran trastorno emocional que no tiene en ocasiones nada que ver con una dulce espera.
La psicóloga Mercedes Raffo nos recuerda que la embarazada puede sentirse muchas veces sola, ida, abstraída y hasta triste... Retrata y advierte sobre algunos médicos un poco "ineptos" que no captan ni se implican en los cuidados de sus pacientes embarazadas.
Aunque me molesta leerlo y verlo escrito, he de reconocer que existen bastantes profesionales que no se enteran de que los conocimientos técnicos por sí solos no curan ni alivian a nadie, ni van a convertirlos en buenos médicos.
La medicina tiene sus límites, sus fronteras... y su aspecto humano. Si en el ámbito de la práctica diaria y, sobre todo, en la que respecta al cuidado de las mujeres embarazadas, no se pone la cabeza, el alma y el corazón, no vamos a contribuir a que las embarazadas tengan más ratos de claridad que de oscuridad durante su vivencia.
El mejor servicio que un médico ha de prestar a sus semejantes es el de ser una persona amable, atenta, cariñosa y sensible y, además, implicarse con "ellas" en su nuevo proyecto.
Es un libro bonito y que dice muchas verdades; quizá más que dirigido a las futuras madres y padres deberían leerlo muchas personas que se dedican hoy al cuidado de la mujer embarazada y de sus familias.