Sr. Director:
Los trastornos por deficiencia de yodo (TDY) y su consecuencia más importante, el retraso mental prevenible, han sido en los últimos años objeto de campañas de salud maternoinfantil por parte de diversas instituciones, como la OMS, la UNICEF, el Consejo Internacional para el Control de los Trastornos por Déficit de Yodo (ICCIDD) y el Ministerio de Sanidad y Consumo de España, así como de trabajos de investigación realizados tanto por parte de diversas sociedades científicas como por personalidades científicas de relieve, citados en el artículo objeto de esta carta1. Como colofón, recientemente la prestigiosa revista New England Journal of Medicine ha dedicado un contundente e interesante editorial en el número de junio de 20062.
Por este motivo, quiero felicitarle por la oportunidad y la visión científica que usted y la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) han tenido con la publicación del excelente artículo de revisión1 que he leído en su revista. Mi especial felicitación a los autores por su excepcional trabajo, que, precisamente por ser matronas, hacen hincapié en el importante papel que tienen respecto a la información proporcionada a la mujer durante su ciclo vital.
No obstante, permítame realizar tres consideraciones adicionales:
-- Precisamente por ser la revista de la SEGO, Sociedad comprometida con la salud de la mujer, echo de menos una referencia a la recomendación explícita, realizada por ésta y por la Sección de Medicina Perinatal, sobre las necesidades terapéuticas de yodo en la mujer embarazada y lactante3.
-- Estas recomendaciones tienen en cuenta, además de la sal yodada, la utilización diaria de un suplemento de 200 µg de yoduro potásico durante el embarazo, si es posible, desde que se planifica, y durante la lactancia materna. Las razones para no utilizar únicamente la sal, como vehículo de suplementación de yodo, han sido ampliamente comentadas en la bibliografía4,5: la elevada morbimortalidad cardiovascular en nuestro medio y el estado hipervolémico de la gestante, por un lado, y la incapacidad para predecir la cantidad adecuada de yodo, unido a las dificultades de orden industrial para producir de forma generalizada esta sal, por otro. La utilización sistemática de 200 µg de yoduro potásico en la población de mujeres embarazadas y lactantes, especialmente en riesgo, está avalada científica y regulatoriamente con el fin de proteger al feto en formación y al recién nacido, y es comentada en distintas publicaciones6-9.
-- Finalmente, y por ser un capítulo de revisión, no encuentro referenciada, aunque sí comentada, en algunos párrafos de forma literal, la publicación más importante realizada en nuestro país sobre este tema10, en la cual se involucraron de forma interdisciplinaria unos profesionales de alto nivel con acreditada experiencia. Hoy por hoy, constituye una pieza clave en el conocimiento de los TDY que, como expresa la OMS, es, mundialmente y después de la inanición extrema, la causa nutricional más frecuente de retraso mental prevenible.