INTRODUCCIÓN
La diabetes mellitus es la enfermedad endocrinometabólica que con mayor frecuencia coincide con el embarazo. Se caracteriza por una insuficiencia insulínica absoluta o relativa, que conlleva una alteración en la movilización y aprovechamiento de la glucosa por parte de las células.
En el embarazo, clasificaremos la diabetes en pregestacional, identificada antes del inicio de la gestación, y gestacional, aquélla diagnosticada en el curso del embarazo1, que frecuentemente desaparecen tras el parto.
Durante la gestación, principalmente en la segunda mitad, se produce un efecto diabetógeno por el aumento de hormonas hiperglucemiantes (cortisol, lactógeno placentario, prolactina y progesterona), lo que provoca resistencia a la insulina. Este efecto va aumentando a medida que avanza la gestación. Si la reserva pancreática responde adecuadamente, no habrá alteraciones en el metabolismo de la glucosa, pero si esta reserva está disminuida, aparecerá la diabetes gestacional. No se trata de un déficit absoluto de insulina (que puede segregarse en cantidad incluso superior a lo normal), sino una mayor resistencia a esta hormona.
La incidencia poblacional de diabetes gestacional varía aproximadamente entre un 2 y un 14%, según etnias, criterios diagnósticos y áreas poblacionales estudiadas2.
La aparición de diabetes gestacional supone un riesgo aumentado para la mujer de desarrollar diabetes del adulto a lo largo de su vida (en torno a un 20-30%).
Del mismo modo, el desequilibrio endocrinológico en la diabetes gestacional supone un riesgo para el feto, tanto en su desarrollo intrauterino (muerte fetal intraútero, retraso de crecimiento intrauterino, macrosomía fetal, etc.) como en posibles complicaciones a largo plazo3.
Sin embargo, la alteración más característica en los fetos de madre diabética es la macrosomía fetal, debido a la hiperglucemia materna y la hipersecreción insulínica fetal, lo que condiciona un estado anabólico con un crecimiento fetal desproporcionado y un aumento del tejido adiposo.
Estos fetos presentan mayores dificultades durante el parto y mayor frecuencia de complicaciones neonatales (hipoglucemia, hipocalcemia, síndrome de distrés respiratorio, policitemia, infecciones, etc.).
La aparición de estas complicaciones fetales está en relación con un peor control metabólico durante la gestación. Así, el objetivo principal en la diabetes gestacional es mantener un estado de euglucemia, con glucemias basales entre 60 y 90 mg/dl y 1 h posprandiales menores de 140 mg/dl4,5.
El control del crecimiento fetal mediante ecografía es un arma importante en estas gestaciones para detectar una posible macrosomía fetal. A pesar de que la ecografía posee un amplio margen de error en la estimación del peso fetal6, la realización de ecografías seriadas puede contribuir a detectar el inicio de un crecimiento disarmónico.
Gracias a los avances en la insulinoterapia, así como a una mejora en los métodos de control fetal, se ha conseguido en muchos casos resultados perinatales en las pacientes con diabetes gestacional, comparables a los obtenidos en las gestaciones normales.
El objetivo de nuestro estudio es la identificación de grupos de riesgo dentro de las pacientes diabéticas gestacionales para el desarrollo de complicaciones perinatales.
PACIENTES Y MÉTODOS
Estudio descriptivo, retrospectivo, de las mujeres de raza caucásica, con gestación única, controladas en la consulta de Alto Riesgo Obstétrico en el Complexo Hospitalario de Ourense, que desarrollaron una diabetes gestacional entre enero de 2001 y enero de 2004.
En nuestro centro se realiza una prueba de cribado a todas las gestantes, con una sobrecarga oral con 50 g de glucosa en las semanas 24 o 28, o en los 3 trimestres si existen factores de riesgo7. Si la glucemia a la hora es ≥ 140 mg/dl, se realiza una sobrecarga oral con 100 g.
El diagnóstico de diabetes gestacional viene dado por el hallazgo de 2 valores patológicos en la sobrecarga de 100 g, o si la determinación de 2 glucemias basales en 2 ocasiones supera los 126 mg/dl, o una determinación casual con glucemia > 200 mg/dl. Se toman como referencia los valores del segundo Workshop del National Diabetes Data Group (ayunas: 105 mg/dl; 1 h: 190 mg/dl; 2 h: 165 mg/dl; 3 h: 145 mg/dl).
Las gestantes con diabetes gestacional fueron controladas en la unidad de Diabetes Gestacional (Servicio de Endocrinología y Nutrición y la Consulta de Alto Riesgo Obstétrico) del Complexo Hospitalario de Ourense.
Se analizaron 133 historias, y se excluyeron 18 mujeres que finalizaron su gestación en otro centro, por lo que el estudio estadístico se realizó con 115 pacientes.
Se recogieron los siguientes datos:
Antecedentes familiares (grado y línea de herencia).
Antecedentes personales: edad al inicio de la gestación, historia de hipertensión arterial, enfermedad endocrina previa, diabetes gestacional previa, número de cigarros al día, número de gestaciones, partos y abortos previos, historia de infertilidad, número de fetos muertos y fetos macrosómicos previos.
Gestación actual: edad gestacional al diagnóstico de la diabetes gestacional, índice de masa corporal (IMC) al inicio de la gestación, determinación de fructosamina, hemoglobina glucosilada (Hb1ac), TSH, anticuerpos antitiroideos (TPO Ab, Tg Ab) y T4 libre en 1 o en 2 ocasiones (según criterios del Servicio de Endocrinología y Nutrición). La primera determinación se hizo en el momento del diagnóstico, y la segunda en la analítica más próxima al parto.
Patología gestacional asociada: desarrollo de enfermedad hipertensiva asociada al embarazo, retraso del crecimiento intrauterino (RCIU), muerte fetal, alteraciones tiroideas (hiper o hipotiroidismo), amenaza de parto prematuro
Seguimiento ecográfico: alteraciones en el crecimiento (exceso o defecto), alteraciones en el líquido amniótico (exceso, defecto).
Tratamiento: dieta (kcal/día), edad gestacional de inicio de insulinoterapia y dosis máxima de insulina diaria requerida previa al parto.
Finalización de la gestación: edad gestacional, finalización espontánea o programada: mal control metabólico, sospecha de RCIU, sospecha macrosoma, embarazo cronológicamente prolongado (ECP), rotura prematura de membranas (RPM), cesárea electiva por indicación obstétrica, oligoamnios, hidramnios.
Parto: vía y tipo de parto, peso del recién nacido, Apgar al minuto y a los 5 min, complicaciones maternas en el parto y puerperio (distocia de hombros, desgarro del canal del parto, hematoma, hemorragia en puerperio inmediato, anemia con disminución de la hemoglobina materna > 3 puntos, patología puerperal infecciosa).
Índice ponderal fetal de Rohrer8: peso neto del recién nacido entre el peso medio (p50) para la edad gestacional y el sexo según las tablas de Lubchenco9.
Complicaciones fetales: ictericia, policitemia, hipoglucemia (leve: no requiere ingreso del neonato, con glucemia 30-40 mg/dl asintomática; grave: requiere ingreso si es sintomática y/o < 30 mg/dl), hipocalcemia, síndrome de distrés respiratorio, traumatismos, infecciones, malformaciones.
Para el «seguimiento ecográfico» se utilizó el ecógrafo Philips HDI 4000, utilizando como referencia las curvas de crecimiento fetal de Hadlock. Las medidas fetales determinadas fueron el diámetro biparietal, la circunferencia cefálica, el contorno abdominal y la longitud femoral, diagnosticándose como defecto de crecimiento cuando el perímetro abdominal estaba por debajo del percentil 10 y exceso de crecimiento aquel que superaba el percentil 90 de dichas curvas.
Los datos estadísticos se analizaron con el paquete estadístico SPSS v11.0 para Windows. Se aceptó como nivel de significación p < 0,05. Para el análisis estadístico se utilizó la prueba de la χ2 cuadrado para variables cualitativas, la t de Student y el análisis de la varianza para relacionar variables cuantitativas y cualitativas, así como el coeficiente de correlación de Pearson para variables cuantitativas. Finalmente, se ajustó el modelo mediante regresión logística o regresión lineal según el tipo de variable dependiente.
RESULTADOS
Análisis descriptivo
La edad media de las pacientes de nuestra serie fue de 32,89 años (intervalo de confianza [IC] del 95%, 23,30-42,47).
El 53% de las mujeres tenían antecedentes familiares de diabetes. Un 6,36% de las pacientes tenían antecedentes personales de hipertensión arterial siendo la edad media de estas pacientes 33,71 años (IC del 95%, 25,90-40,79), porcentaje similar al de mujeres que tenían historia de enfermedad endocrina previa.
El 40,9% de las mujeres estudiadas eran primigestas, el 26,1% secundigestas, el 22,6% tercigestas y el 10,4% tenían 4 o más gestaciones previas. Existía historia de 1 o 2 abortos previos en el 28,9% de los casos.
La prevalencia de diabetes gestacional en nuestro medio se sitúa en torno al 4,2%. El antecedente de diabetes gestacional incrementó el riesgo de presentar dicha patología en una gestación posterior a un 20,59% en nuestra serie. Probablemente este dato esté infravalorado, ya que en los casos de las pérdidas embriofetales ocurridas previamente a la realización del cribado de las semanas 24-28, no existiría el diagnóstico previo de diabetes gestacional.
La edad gestacional media al diagnóstico de la diabetes gestacional fue de 27,41 semanas, (IC del 95%, 13,69-41,13) y el IMC medio al inicio de la gestación fue de 26,32 (IC del 95%, 16,28-36,36).
Los valores medios de la fructosamina en una determinación al diagnóstico de la diabetes gestacional y en una segunda cifra próxima al parto fueron, respectivamente, de 212,03 µmol/l (IC del 95%, 133,88-287,18) y de 209,14 µmol/l (IC del 95%, 138,13-280,15).
La hemoglobina glucosilada al diagnóstico presentó un valor medio del 4,71% (IC del 95%, 2,73-6,69), y su valor medio próximo al parto fue del 4,83% (IC del 95%, 3,75-5,91).
Todas las pacientes se trataron con una dieta de 2.000-2.300 kcal y un 25,22% precisaron tratamiento con insulina. En éstas, la edad gestacional media de inicio de la insulinización fue de 29,41 semanas (IC del 95%, 15,14-43,68) y la dosis media de insulina requerida al final de la gestación, de 14,79 unidades/día.
Un 24,3% de las mujeres presenta distintas patologías asociadas a la gestación o que se manifiestan por primera vez durante ésta, de las que destacamos: RCIU (12,2%), hipotiroidismo (9,2%), enfermedad hipertensiva de la gestación (6,2%), amenaza de parto prematuro (6,1%), otras (4,3%).
El crecimiento se consideró normal en un 71,3% de los casos, y se sospechó un exceso de crecimiento en un 13,9% de los embarazos y un crecimiento deficiente en un 14,8%.
Al analizar la relación entre la valoración ecográfica del crecimiento y el posterior índice ponderal fetal de Rohrer, encontramos que en los casos en que se diagnosticó exceso de crecimiento la media del índice ponderal fetal fue de 1,266 (IC del 95%, 1,180-1,351). En los que se valoró el crecimiento como deficiente, la media del índice ponderal fetal fue 0,83 (IC del 95%, 0,773-0,902).
En cuanto la valoración del líquido amniótico, se hizo el diagnóstico de oligoamnios en un 18,3%, y de hidramnios en un 4,3% de las pacientes.
El IMC medio al final de la gestación fue de 29,12 (IC del 95%, 20,14-38,10), y el 81,4% de las mujeres estaba por encima de 25.
Los motivos de finalización del embarazo se desglosan en: espontánea (40,7%), mal control metabólico (17,7%), RCIU (10,6%), RPM (8%), sospecha de macrosomía (5,3%), indicación obstétrica (5,3%), término-ECP (4,4%), oligoamnios (3,5%), preeclampsia (2,7%) e hidramnios (1,8%).
La edad gestacional media en el momento del parto fue de 38,37 semanas (IC del 95%, 34,94-40,12).
Se produjo un parto eutócico en un 57,5% de los casos, partos instrumentales en un 11,5% y se finalizó mediante cesárea en un 31% de las gestantes.
En cuanto a las complicaciones maternas durante o derivadas del parto, en un 8% de los casos se produjo desgarro del canal del parto, y se presentó distocia de hombros en un 5,3% de los partos. En un 9,7% se complicó con hematoma (bien de la episiotomía o de la cicatriz de la cesárea), en un 6,2% de los casos se produjo una pérdida hemática importante, contabilizada como una disminución de la hemoglobina de 3 mg/ml o más, y se produjo un caso de endometritis puerperal.
El análisis de los pesos fetales al nacimiento se hizo mediante 2 determinaciones: por una parte, se analizó el peso fetal neto y, por otra, se calculó el índice ponderal fetal de Rohrer.
Encontramos un 11,5% de los neonatos con un peso ≤ 2.500 g y un 3,6% con un peso ≥ 4.000 g.
En cuanto al índice ponderal fetal, fue menor o igual a 0,8 en el 10,6% de los casos y fue mayor o igual al 1,3 en el 7,1%.
Se calculó un índice de Apgar ≤ 6 en el primer minuto en un 2,7% de los nacimientos y a los 5 min en un 1,8%.
La complicación neonatal observada con más frecuencia en nuestro estudio fue la hipoglucemia (contabilizada hasta las 48 h de vida), que la presentaron el 49,1% de los neonatos, aunque en más de la mitad de los casos fue leve y asintomática. En un 25,9% se encontró ictericia.
En un 18,8% de los nacimientos se observó dificultad respiratoria, contabilizándose 8 (7,14%) casos de distrés respiratorio moderado que conllevó el ingreso en la unidad de cuidados intensivos neonatales. Otras complicaciones que aparecieron en menor proporción fueron la policitemia (12,5%), la hipocalcemia (4,5%), el trauma obstétrico (2,7%) o la infección neonatal (2,7%).
Análisis estadístico bivariante
Mediante el análisis estadístico de la base de datos, encontramos una correlación positiva estadísticamente significativa entre la edad gestacional al diagnóstico de la diabetes y la edad gestacional al inicio del tratamiento con insulina, siendo el índice de correlación de Pearson de 0,661 (p < 0,000).
La edad gestacional al diagnóstico presenta, a su vez, una correlación negativa estadísticamente significativa con la dosis de insulina máxima requerida, con un índice de correlación de Pearson de 0,338 (p < 0,000).
Encontramos una correlación estadísticamente significativa entre el IMC al inicio de la gestación y la dosis de insulina previa al parto, con un índice de correlación de Pearson de 0,247 (p = 0,008).
También observamos una relación estadísticamente significativa entre la dosis de insulina máxima previa al parto y el índice ponderal fetal, con un índice de correlación de Pearson de 0,298 (p < 0,005)
En cuanto a la relación de las complicaciones maternas durante el parto (sumando desgarro perineal, disminución de hemoglobina mayor de 3 puntos, hematoma e infección) y las complicaciones neonatales observadas, encontramos un índice de correlación de Pearson de 0,207 (p < 0,05.)
Encontramos una correlación de signo negativo, índice de correlación de Pearson de 0,177, entre el IMC al inicio de la gestación y la edad gestacional al diagnóstico de la diabetes. Esta relación fue no significativa estadísticamente (p > 0,05), pero debido a su gran significación clínica se refleja en el estudio.
Al analizar la relación entre la dosis de insulina máxima requerida y la edad gestacional de inicio del tratamiento con insulina, encontramos una correlación de signo negativo, con un índice de correlación de Pearson de 0,344 (p > 0,05), no significativa estadísticamente, que necesitaría estudio posterior.
Regresión logística
Por último, en la regresión logística, encontramos una asociación estadísticamente significativa entre la presencia de complicaciones neonatales y la edad gestacional al diagnóstico, con una p = 0,04, ajustado por la edad de la madre, el IMC al inicio y al final de la gestación, y los valores iniciales de hemoglobina glucosilada y fructosamina.
DISCUSIÓN
La diabetes gestacional ha sido el objetivo de múltiples estudios y numerosas publicaciones, tanto por parte de los ginecólogos-obstetras como por parte de los endocrinólogos.
Sin embargo, existen pocos estudios concluyentes, realizados con un tamaño poblacional adecuado, de modo que al revisar la bibliografía aparecen hipótesis y afirmaciones contradictorias en este campo.
El primer punto de controversia lo encontramos en el diagnóstico de la diabetes gestacional. Los diferentes autores y sociedades científicas defienden distintos métodos de cribado10 y diferentes poblaciones diana11.
La American Diabetes Association recomienda un cribado selectivo entre las semanas 24 y 28 de gestación con 50 g de glucosa y determinación de la glucemia a los 60 min, y se considera positivo si la glucemia es ≥ 140 mg/dl. Son excluidas las gestantes menores de 25 años, con un IMC inferior a 25, sin antecedentes familiares ni personales de interés.
La World Health Organization recomienda un cribado sistemático en todas las gestantes con 75 g de glucosa y determinación de la glucemia a las 2 h. Se siguen los criterios diagnósticos similares a la población no gestante.
En nuestro hospital se siguen las recomendaciones de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia12 y de la Consellería de Sanidade Galega, realizándose un cribado sistemático entre las semanas 24 y 28 de gestación con 50 g de glucosa, como ya comentamos en la «Introducción».
El inicio diabético durante la gestación supone un desequilibrio en las condiciones metabólicas del organismo materno que, en determinadas situaciones, puede conllevar también alteración de las condiciones fetales.
Otro punto en el que encontramos opiniones encontradas es en la repercusión fetal de la diabetes gestacional. Los diferentes autores coinciden en que existe una serie de complicaciones en la gestante diabética (macrosomía, hidramnios, amenaza de parto prematuro, hipoglucemia, ictericia, etc.) que aparecen con mayor frecuencia que en el embarazo de la mujer sana13.
Sin embargo, encontramos múltiples estudios en los cuales se observa similitud en los resultados y complicaciones obtenidos de mujeres con diabetes14 durante la gestación y mujeres con gestaciones normales15. Se plantea si el tratamiento de la diabetes gestacional es siempre necesario, o si se debe individualizar a las gestantes según sus condiciones. Se cuestiona el resultado perinatal en los trabajos publicados por determinados grupos16, en los que la incidencia de macrosomas y de algunas complicaciones neonatales (principalmente hipoglucemia) es mayor en el grupo tratado que en aquel que siguió conducta expectante.
Analizando nuestros resultados, las gestantes en las que el inicio diabético fue más temprano necesitaron mayor cantidad de insulina y de forma más temprana (asociación estadísticamente significativa), de modo que el control metabólico con dieta y ejercicio no fue suficiente.
Asimismo, las gestantes que partían con un IMC mayor al inicio de la gestación tendían a presentar la diabetes más tempranamente. Esta correlación, aunque en nuestra muestra no es estadísticamente significativa, nos parece relevante, de modo que sería de sumo interés plantear un futuro estudio con mayor tamaño muestral para valorar si se confirma esta tendencia.
Sí resultó significativa la correlación entre IMC al inicio del embarazo y la dosis de insulina máxima requerida. De esta forma, los cuadros de diabetes en las mujeres obesas presentaron un inicio más temprano, eran peor controlados y se asociaban con mayor frecuencia otras complicaciones gestacionales, resultados que son comparables a los observados por otros autores17.
La bibliografía sobre la relación entre la obesidad y las complicaciones gestacionales y neonatales es amplia18. El sobrepeso (IMC > 25) y la obesidad (IMC > 30) suponen un mayor riesgo de presentar enfermedad hipertensiva19 asociada al embarazo, diabetes gestacional, incremento del índice de cesáreas y aumento del peso fetal. Se considera más influyente el sobrepeso al inicio de la gestación para el desarrollo de estas complicaciones que la ganancia ponderal excesiva durante el embarazo20.
Creemos que el seguimiento más intensivo y el tratamiento activo deberían ir dirigidos a las gestantes, que habiendo desarrollado una diabetes gestacional, tienen mayor riesgo de presentar complicaciones perinatales21.
El control metabólico en estos embarazos supone una dificultad mayor, por lo que se hace necesario el incremento de la dosis insulínica, con la contrapartida de una mayor tendencia a un peso fetal al nacimiento por encima del percentil 90 para su edad gestacional.
El feto macrosómico tiene asociadas una serie de complicaciones, tanto durante el parto como en su vida posnatal e incluso adulta. Presentan más incidencia de anemia, índices de Apgar inferiores, ingresos más frecuentes en las unidades de cuidados intensivos neonatales, condicionan partos más largos, con mayor proporción de partos instrumentales y mayor índice de cesáreas. Hemos visto la interrelación existente entre la diabetes gestacional y la obesidad materna, y ambas son factores de riesgo para la macrosomía fetal22, lo que complica aún más el abordaje terapéutico en estas pacientes.
Encontramos en la bibliografía estudios en los que se propone una clasificación en diabetes gestacionales de alto y bajo riesgo para el desarrollo de fetos macrosómicos23. En ellos, se encuentra un mayor riesgo en los casos de diabetes con un diagnóstico más temprano, glucemias elevadas en ayunas y un perímetro abdominal fetal superior al percentil 75, mantenido tras instauración de dieta y/o insulina.
Nos parece interesante constatar el bajo índice de fetos macrosómicos (3,6%) presente en nuestra serie, de modo que es posible disminuir la morbimortalidad asociada a la macrosomía fetal mediante un control adecuado de las gestantes.
La valoración ecográfica de las gestaciones complicadas con diabetes supone otro de los puntos de discusión.
Uno de los parámetros esenciales en el seguimiento de estas gestantes es el control del crecimiento fetal, de modo que ante la sospecha de un crecimiento excesivo (macrosomía fetal) o ante la sospecha de un RCIU, se considerará que la gestación es de mayor riesgo. Sin embargo, encontramos estudios en los que se plantea la dificultad en la estimación del peso fetal en estos embarazos24, más acentuado cuando el peso fetal estimado supera los 4.000 g25.
Como ya hemos comentado, el diagnóstico de macrosomía fetal o de RCIU implica una conducta obstétrica más activa, tanto en el tratamiento de estas pacientes como en la indicación del momento y de la vía de finalización de la gestación.
En nuestra experiencia, la sospecha de RCIU concordó con un índice ponderal fetal inferior a 1 (0,773-0,902), y los fetos en los que se valoró el crecimiento como excesivo presentaron un índice ponderal fetal superior a 1 (1,180-1,351). Por tanto, en el grupo escogido para el estudio, la valoración ecográfica del crecimiento fue acorde con los pesos fetales obtenidos al nacimiento.
CONCLUSIONES
El resultado de esta revisión puso de manifiesto que las dudas que frecuentemente nos encontramos en la práctica clínica, en el seguimiento de estas pacientes, son puntos de debate y desconcierto generalizados. El manejo más activo o la actitud más expectante tienen sus beneficios y sus inconvenientes, de modo que en ocasiones es difícil encontrar un equilibrio.
El manejo obstétrico, coordinado con la consulta de endocrinología y nutrición, y asociado a un seguimiento ecográfico preciso, supone un control adecuado para estas pacientes, consiguiendo en la mayor parte de los casos comparar a estas pacientes con gestantes sanas. Los resultados perinatales obtenidos, aunque con variaciones, son similares a los observados en la bibliografía.
El objetivo a cumplir fue establecer diferentes grupos de riesgo en las diabetes gestacionales.
Analizando nuestros datos, las mujeres que presentaron una diabetes gestacional de más difícil manejo y con peores resultados perinatales fueron aquellas en las que el inicio diabético fue más temprano y que presentaban un IMC más elevado al inicio de la gestación. En estos embarazos se requirió mayor dosis de insulina, presentaron más complicaciones al parto y se asociaron a mayores índices ponderales fetales y complicaciones neonatales.
Es, por tanto, en este grupo en el que debemos realizar un control más exhaustivo, con tratamiento activo y un adecuado control ecográfico, con el fin de mejorar los resultados en las pacientes diabéticas gestacionales de mayor riesgo, que son las que suponen un riesgo real de complicaciones neonatales