El excelente trabajo de Hijona Elósegui et al1 aborda una cuestión de extraordinaria importancia clínica y plenamente actual. En sus conclusiones subraya dos aspectos. Primero, en su serie la prevalencia de disfunción tiroidea es mayor que la publicada previamente2. Pensamos que se debe considerar que la población fuente del estudio de Hijona Elósegui et al no es una población general, sino que está compuesta por abortadoras espontáneas. Esta condición, como bien argumenta su propio trabajo, se asocia fuertemente con la presencia de disfunción tiroidea. También cabe suponer que esta prevalencia podría ser incluso mayor si se hubiesen seguido, a la hora de analizar los datos, las recomendaciones actuales que consideran 2,5 mU/l y no 4,5 mU/l como el límite de referencia superior de la concentración de TSH durante el primer trimestre de la gestación3,4.
El segundo aspecto de sus conclusiones tiene una relevancia clínica esencial, ya que refuerza el creciente número de evidencias5,6, que claramente señalan que la mera búsqueda de casos es insuficiente para el cribado y tratamiento de la disfunción tiroidea en la mujer gestante. Dada la trascendencia que tiene7,8, pensamos que es momento para que la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia recomiende el cribado universal de patología tiroidea durante la gestación.