se ha leído el artículo
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No obstante, la mayor parte de los individuos que sufren un primer episodio psicótico (PEP) evolucionan hacia un cuadro crónico e inestable y de gran variabilidad clínica. Además, cada episodio psicótico ejerce un papel neurotóxico que da lugar a un empeoramiento cognitivo y a un aumento de la resistencia al tratamiento. Por ello, la población con PEP, al encontrarse en el mismo punto evolutivo, constituye una muestra única para la evaluación de las variables clínicas, resultados funcionales y factores de riesgo asociados a los trastornos psicóticos. Además, permite obtener una muestra de calidad para los estudios, una buena proyección de la población real y, por lo tanto, una mayor capacidad de extrapolación de los resultados.</p><p id="par0010" class="elsevierStylePara elsevierViewall">En los últimos años se han aunado esfuerzos para <span class="elsevierStyleItalic">reconceptualizar</span> holísticamente la enfermedad psicótica. Hemos pasado de considerarla una enfermedad limitada al SNC a concebirla como un trastorno heterogéneo de implicaciones multisistémicas<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0005"><span class="elsevierStyleSup">1</span></a>. Los pacientes experimentan una aceleración del envejecimiento prematuro a nivel psíquico-físico que explica el deterioro cognitivo que se da en estos pacientes. La relación entre procesos de envejecimiento prematuro y esquizofrenia nos hace ir atrás en el tiempo hasta una de las primeras descripciones de la enfermedad realizada en 1853 por Bénédict Morel, quien la bautizó con el término de <span class="elsevierStyleItalic">demence précoce</span><a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0010"><span class="elsevierStyleSup">2</span></a>. Morel la describió como un trastorno mental de la población adulta joven que con el tiempo tendía al deterioro del funcionamiento mental y a la incapacidad del sujeto. Lejos de la definición de Morel, nos encontramos en un momento de reformulación de la enfermedad. La gran magnitud de estudios ha permitido un avance cuantitativo, así como una acumulación de evidencias a ritmo exponencial, pero acompañadas de muchas controversias y limitaciones que superar. Es tan importante la focalización en la utilidad clínica de los hallazgos como la búsqueda de una visión integradora.</p><p id="par0015" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Entre los factores de riesgo ambientales asociados al PEP, el cánnabis está en primera posición. Aunque el uso de <span class="elsevierStyleItalic">Cannabis sativa</span> en occidente se remonta a tiempos de Galeno, no fue hasta 1895 que el <span class="elsevierStyleItalic">Indian Hemps Drug Commission</span> reconoció por primera vez la asociación entre cánnabis y enfermedad mental. El 55% de los pacientes con un PEP presentan antecedentes de consumo de cánnabis o bien son consumidores habituales. Sin embargo, no es solo este colectivo el que presenta una elevada prevalencia de consumo. Estamos frente a la droga ilegal más consumida en España y en el resto del mundo. El análisis de series temporales realizado en 2013 en el Plan Nacional sobre Drogas<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0015"><span class="elsevierStyleSup">3</span></a> (EDADES y EEUDES) presenta un claro predominio del sexo masculino, con el 12,9% de hombres entre 15-64 años y el 5,4% de las mujeres entre 15-64 años. El mayor consumo se sitúa entre los 15 y 17 años.</p><p id="par0020" class="elsevierStylePara elsevierViewall">El consumo de cánnabis se ha relacionado con mayor sintomatología positiva y menor negativa, un peor curso<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0020"><span class="elsevierStyleSup">4</span></a> y pronóstico<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0025"><span class="elsevierStyleSup">5</span></a> (mayor duración de psicosis no tratada, concepto relacionado con un aumento de recaídas y peor respuesta al tratamiento) de la enfermedad psicótica. Muchos estudios epidemiológicos han intentado establecer sin éxito una relación de causalidad entre el consumo de cánnabis y los trastornos psicóticos. No obstante, han extraído de ellos resultados sugerentes, como que el consumo de cánnabis podría precipitar el PEP en personas vulnerables<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0030"><span class="elsevierStyleSup">6</span></a>; que los sujetos con una personalidad premórbida tienden al consumo de sustancias ilícitas<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0035"><span class="elsevierStyleSup">7</span></a>; que el inicio temprano del consumo se podría asociar a un debut más precoz y que el consume de cánnabis no formaría parte de una psicosis preexistente<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0040"><span class="elsevierStyleSup">8</span></a>; que el inicio de la sintomatología psicótica tiene lugar entre 7 y 8 años después de la primera exposición al cánnabis<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0045"><span class="elsevierStyleSup">9</span></a>; que la edad de inicio del tratamiento disminuía al aumentar el grado de consumo en 1,93 años<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0050"><span class="elsevierStyleSup">10</span></a>, y que el cánnabis daría lugar a un aumento de la sintomatología extrapiramidal, peor adhesión al tratamiento, mayores tasas de desempleo, violencia, criminalidad y aumento del riesgo de suicidio<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0055"><span class="elsevierStyleSup">11</span></a>.</p><p id="par0025" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Se han descrito distintas alteraciones a nivel del SNC relacionadas con el consumo de cánnabis. Este contiene 2 principios activos principales: el THC y el cannabidiol. El THC es un antagonista del receptor CB1, una proteína G que forma parte del sistema endocannabinoide y que se expresa presinápticamente en las interneuronas glutaminérgicas y gabaérgicas, actuando como neuromodulador inhibiendo la secreción de glutamato y GABA. CB1 también se encuentra regulando sistemas serotoninérgicos, acetilcolinérgicos y dopaminérgicos, incrementando el tono de estas neuronas en determinadas regiones del SNC. THC a dosis repetidas da lugar a la sensibilización y disminución del input en las zonas ricas en este receptor, facilitando así la psicosis. Esta teoría gana fuerza con el hecho que existe una disminución de la capacidad de síntesis dopaminérgica en el córtex estriado asociada al consumo de cánnabis<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0060"><span class="elsevierStyleSup">12</span></a>. El sistema endocannabinoide juega un papel crucial en la determinación y mantenimiento de la plasticidad sináptica. Su señalización es imprescindible en la proliferación neuronal, migración, posicionamiento de neuronas corticales y sinaptogénesis<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0065"><span class="elsevierStyleSup">13</span></a>. Es por ello que aberraciones en este sistema de señalización durante períodos críticos del neurodesarrollo podrían dar lugar a su disfunción. En la adolescencia, se da un aumento de densidad de CB1 en el córtex prefrontal e hipocampo y por ello un aumento de cannabinoides endógenos en estas regiones<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0070"><span class="elsevierStyleSup">14</span></a>. Vista la influencia del cánnabis en el SNC, se han publicado numerosos estudios que buscan determinar posibles cambios estructurales en consumidores de esta sustancia y en sujetos con trastornos psicóticos. Sin embargo, ¿hay diferencias a nivel estructural entre los sujetos con un PEP sin antecedentes de consumo de cánnabis y los sujetos con un PEP con antecedentes de consumo de cánnabis? En esta revisión, se pretende realizar un análisis estructurado y crítico de la bibliografía disponible sobre las alteraciones estructurales que se encuentran en sujetos con un PEP consumidores de cánnabis (C+).</p></span><span id="sec0010" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0070">Material y métodos</span><span id="sec0015" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0075">Estrategia y criterios de búsqueda</span><p id="par0030" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Se ha realizado una búsqueda en la base de datos del portal PubMed. Se han incluido todos los estudios publicados desde 2003 hasta 2013 sin ninguna restricción de idioma y seleccionados en función de los criterios de inclusión que se exponen a continuación. Las palabras de búsqueda han sido: <span class="elsevierStyleItalic">schizophrenia</span> / <span class="elsevierStyleItalic">substance related disorders</span> / <span class="elsevierStyleItalic">recent-onset</span> y <span class="elsevierStyleItalic">marijuana abuse</span> / s<span class="elsevierStyleItalic">chizophreni</span>a / <span class="elsevierStyleItalic">magnetic resonance imaging</span>. Una vez realizada la búsqueda y habiendo obtenido un resultado de 41 artículos, se han excluido todos aquellos clasificados como revisión (un total de 8). Después de leer los resúmenes de los 33 artículos restantes se excluyeron aquellos que a pesar de no estar clasificados en PubMed como revisión sí que lo eran (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6), aquellos en los que se utilizaban otras técnicas de imagen distintas a RMN estructural (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>4), solo incluían pacientes con diagnóstico de trastorno/episodio psicótico pero no evaluaban la comorbilidad con el consumo de cánnabis (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1), solo estudiaban el efecto del cánnabis en neuroimagen independientemente del diagnóstico del sujeto evaluado (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>3) o bien no utilizaban los criterios diagnósticos establecidos por DSM-IV/DSM-IV-R o CID-10 (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1). Restaron un total de 20 artículos que fueron leídos detenidamente y se excluyeron 10 en total, ya que no utilizaban los criterios diagnósticos según DSM-IV/DSM-IV-R o CID-10 (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>2) o bien no se centraban exclusivamente en PEP (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>8). De los 10 restantes, fueron excluidos aquellos duplicados (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>3), restando finalmente 7 estudios (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig0005">fig. 1</a>).</p><elsevierMultimedia ident="fig0005"></elsevierMultimedia></span><span id="sec0020" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0080">Variables registradas</span><p id="par0035" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Las variables y resultados obtenidos en cada estudio han sido colocados sistemáticamente en la <a class="elsevierStyleCrossRef" href="#tbl0005">tabla 1</a>. Estos aspectos registrados han sido: tipo de diseño, tamaño de la muestra, número de PEP no consumidores de cánnabis (C–), número de PEP C+, número de sujetos sanos C–, número de sujetos sanos C+, relación hombres-mujeres, edad media, policonsumo (incluido alcohol y nicotina), áreas evaluadas y hallazgos.</p><elsevierMultimedia ident="tbl0005"></elsevierMultimedia></span></span><span id="sec0025" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0085">Resultados</span><p id="par0040" class="elsevierStylePara elsevierViewall">A continuación se exponen los resultados de los estudios analizados, dividiéndolos según si se trata de estudios transversales o longitudinales. Visto que nos encontramos delante de la evaluación de una patología claramente variable e inestable a lo largo del tiempo, esta distinción es obligada dada la ventaja en validez que supone el estudio longitudinal frente al transversal. Sin embargo, la existencia de estudios longitudinales con individuos después del debut de un PEP es más bien escasa, obligando a la inclusión de una mayoría de estudios transversales.</p><span id="sec0030" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0090">Estudios transversales</span><p id="par0045" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Cahn et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0075"><span class="elsevierStyleSup">15</span></a> plantearon el estudio con un total de n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>27 sujetos PEP C+ y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>20 sujetos PEP C–. Según criterios DSM-IV, de los 47 sujetos PEP, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>37 cumplían criterios para esquizofrenia; n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6 cumplían criterios para trastorno esquizofreniforme, y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>4 cumplían criterios para trastorno esquizoafectivo. También según criterios DSM-IV-CIDI, de los 27 sujetos PEP C+, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>9 presentaban consumo abusivo y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>18 dependencia antes del inicio de la medicación antipsicótica. Se excluyeron todos aquellos pacientes que presentasen policonsumo. Se calculó la dosis acumulada de cánnabis y se controló el número de sujetos que siguió consumiendo cánnabis al menos 3 días a la semana durante los 3 meses en los que se realizaron las pruebas de neuroimagen. Los 2 grupos fueron emparejados por edad, altura, peso, lateralidad, educación parental, diagnóstico, duración de la enfermedad, duración y características de la fase prodrómica, severidad de la enfermedad y dosis acumulada de antipsicóticos. Se utilizó RMN 1.5T para la obtención de las neuroimágenes y se examinaron los volúmenes craneales, el volumen cerebral total, la sustancia blanca y gris, cerebelo, tercer ventrículo, ventrículos laterales y volumen del núcleo caudado. En cuanto a los resultados, encontraron que los PEP C+ presentaban una disminución de la asimetría de los ventrículos laterales respecto a los PEP C– (F<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>4,45, df<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1,43; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,04). Los PEP C– presentaron el ventrículo izquierdo mucho mayor que el derecho.</p><p id="par0050" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Szeszko et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0080"><span class="elsevierStyleSup">16</span></a> incluyeron un total de n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>51 sujetos PEP y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>56 sujetos control. Entre los sujetos PEP, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>36 cumplieron criterios DSM-IV para esquizofrenia, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>8 para trastorno esquizoafectivo y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>7 para trastorno esquizofreniforme. Entre estos 51 PEP, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>8 cumplieron criterios DSM-IV de abuso de cánnabis y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>12 de dependencia de cánnabis. De estos 20 C+, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1 presentaba dependencia al alcohol y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5 abuso. De estos últimos 6, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1 presentaba abuso de cocaína, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1 abuso de sustancias alucinógenas y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1 dependencia a la cocaína. De los 31 pacientes PEP C–, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>2 presentaron consumo patológico de alcohol. Del total PEP, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>25 no habían sido aún tratados con ningún tipo de antipsicótico. El grupo control lo diseñaron con un total de 56 voluntarios sanos, sin antecedentes psiquiátricos ni historia de abuso de sustancias. Se utilizó RMN 1.5T, utilizando métodos de parcelación del córtex prefrontal basados en la anatomía de los surcos. Las medidas fueron completadas con MEDx, alineando las imágenes a través de las comisuras anterior y posterior para estandarizar los individuos. Después fueron examinadas por técnicos de imagen que desconocían a qué grupo pertenecía cada muestra. Los 3 grupos (grupo control, PEP C+ y PEC C–) no difirieron en cuanto a características sociodemográficas, excepto en el nivel educacional, siendo mucho mayor en los sujetos control (F<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6,64, df<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>2,97; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,002). Además, se encontró que entre el grupo PEP C+ habían más sujetos que no habían tomado nunca medicación antipsicótica en comparación con el PEP C– (χ<span class="elsevierStyleSup">2</span><span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>4,76, df<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,029). En cuanto a neuroimagen, el principal hallazgo fue una disminución de la sustancia gris del giro cingulado anterior (F2,108<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6,39; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,002) en los sujetos PEP C+ en comparación con los sujetos sanos (t1,108<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>–2,19; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,031) y los PEP C– (t1,108<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>–2,41; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,018). El análisis repetido con el no-uso de antipsicótico como covariable concordó con los resultados anteriores. La disminución de sustancia gris en el giro cingulado anterior se mantuvo estadísticamente significativa aun cuando se excluyeron del estudio los sujetos que presentaban policonsumo.</p><p id="par0055" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Bangalore et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0085"><span class="elsevierStyleSup">17</span></a> realizaron un estudio con el fin de demostrar que los cannabinoides exógenos pueden alterar las estructuras cerebrales ricas en CB1 y que estos cambios pueden observarse en pacientes con un PEP C+. Hipotetizaron que los cannabinoides exógenos pueden alterar la plasticidad sináptica mediada por endocannabinoides endógenos, afectando así la maduración cerebral durante la adolescencia. Además, utilizaron pacientes no tratados previamente con antipsicóticos, de manera que su uso no interfiere en los resultados (excluyeron aquellos con antecedentes de tratamiento de más de 2 semanas de duración). Reclutaron un total de 39 pacientes con un PEP diagnosticado con criterios DSM-IV (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>32 de esquizofrenia, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1 de trastorno esquizofreniforme y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6 de trastorno esquizoafectivo) y añadieron toda la información clínica según la <span class="elsevierStyleItalic">Structured Clinical Interview for DSM disorders</span> (SCID). Entre los sujetos con un PEP, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>24 no presentaban antecedentes de consumo de sustancias y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>15 presentaban un uso frecuente de cánnabis (≥<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>3 según SCID) con más de un mes de duración. Además, 8 de los 15 PEP C+ presentaban policonsumo. Se reclutaron 42 sujetos sanos de la misma zona geográfica que los PEP (Pensilvania). Se realizaron RMN 1.5T y se analizaron mediante SPM5 ejecutado por Matlab 7. Se consideraron las regiones ricas en CB1, hipotetizando que estas serían las más alteradas por la disrupción del sistema endocannabinoide: córtex prefrontal dorsolateral, hipocampo, giro cingulado posterior y cerebelo. No se encontraron diferencias significativas entre PEP C+ y PEP C– a nivel de córtex prefrontal dorsolateral, hipocampo ni cerebelo. Sin embargo, los PEP C+ presentaron una disminución de la sustancia gris en el giro cingulado posterior derecho respecto a los PEP C– (F[1, 34]<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5,606, p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,024, ηp 2<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,142) y grupo control (F[1,52]<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>4,81, p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,033, ηp 2<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,085). Estos resultados no variaron cuando en análisis posteriores se excluyó a 2 pacientes PEP C+ con antecedentes de tratamiento antipsicótico de menos de 2 semanas de duración. Mediante ANCOVA también se encontró una disminución del volumen del hipocampo izquierdo (F[1, 34]<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5,052, p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,031, ηp 2<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,085). Sin embargo, no se encontraron diferencias entre PEP C+ y PEP C– a nivel de sintomatología global utilizando las escalas SAPS y SANS con el género y la edad como covariables.</p><p id="par0060" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Wobrock et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0090"><span class="elsevierStyleSup">18</span></a> quisieron encontrar las diferencias entre PEP C+ y PEP C– a nivel del giro temporal superior, del complejo amígdala-hipocampo y del giro cingulado entre un grupo de pacientes PEP. Para ello se sirvieron de una muestra total de 41 sujetos con una primera hospitalización por trastorno esquizoafectivo (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5) o esquizofrenia (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>36) según criterios CID-10. Entre estos 41 pacientes, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>20 presentaban antecedentes de abuso de cánnabis evaluados según la EuropASI. Entre estos 20 sujetos C+, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>7 consumían también anfetaminas/éxtasis, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>2 opioides, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>8 cocaína, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1 alucinógenos y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1 alcohol. Por otro lado, 21 pacientes no presentaban antecedentes de abuso de sustancias. Todos los pacientes se evaluaron psicopatológicamente mediante BPRS-versión de 18 ítems y SANS para la sintomatología positiva, negativa y psicopatología general. La evaluación clínica global fue realizada mediante la escala CGI para la severidad y <span class="elsevierStyleItalic">Global Assessment of Functioning</span> (GAF) para el funcionamiento global. Las imágenes fueron obtenidas mediante RMN 1.5T y medidas manualmente mediante Analyse 3.0 por un técnico que desconocía tanto la identidad de los pacientes evaluados como su diagnóstico. En cuanto a los resultados, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los sujetos C+ y C–. Aunque los mismos autores presentaron anteriormente un estudio en el que encontraron una disminución de la asimetría en el giro temporal superior en los C–, en este estudio no pudieron corroborarlo. Tampoco encontraron relaciones estadísticamente significativas entre la psicopatología y los volúmenes de las estructuras mesolímbicas. Sin embargo, sí encontraron que los pacientes diagnosticados de trastorno esquizoafectivo presentaban mayor volumen en el giro temporal superior que en el grupo diagnosticado de esquizofrenia (22,1 vs. 18,7<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>cm; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,042, t test de doble cola). No obstante, aunque se excluyeran del estudio los sujetos con trastorno esquizoafectivo y se incluyeran solamente aquellos con esquizofrenia en el grupo de C–, los resultados se mantuvieron estadísticamente no significativos. Sin embargo, los pacientes C+ mostraron una mayor tendencia a la ansiedad y depresión en comparación con los C–. Así pues, en términos morfovolumétricos a nivel de las regiones temporolímbicas, los pacientes con un PEP (diagnosticados de trastorno esquizoafectivo o bien esquizofrenia) C+ no difirieron significativamente de los C–.</p><p id="par0065" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Cohen et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0095"><span class="elsevierStyleSup">19</span></a> quisieron evaluar los efectos del consumo de cánnabis en el cerebelo de sujetos PEP, ya que hasta el momento solo se habían realizado en pacientes PEP sin comorbilidad de consumo de cánnabis (Picard et al., 2008)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0120"><span class="elsevierStyleSup">24</span></a>. Para ello tomaron una muestra de 19 sujetos con diagnóstico de PEP según DSM-IV, de los cuales 13 no presentaban antecedentes de consumo de cánnabis y 6 sí, siendo evaluados según <span class="elsevierStyleItalic">The Opiate Treatment Index</span>. Se diseñó un grupo de sujetos sanos de los cuales 19 no presentaban antecedentes de consumo de sustancias y 19 sí. Entre los criterios de exclusión se encontraba el abuso o dependencia de cualquier otra sustancia diferente al cánnabis, exceptuando la nicotina y el alcohol. Las neuroimágenes cerebelosas fueron tomadas mediante RMN 1.5T. El <span class="elsevierStyleItalic">mapping</span> paramétrico sugirió que existían cambios regionales en la sustancia gris dependiendo de la edad de inicio del consumo de cánnabis, los años de uso y la dosis acumulada total. Estos hallazgos fueron corroborados mediante el test de permutación y posthoc mediante regresión lineal: la disminución de la sustancia gris se confirmó por los 3 lóbulos dependiendo de la edad de inicio, años de uso y dosis acumulada total, pudiendo esta última confirmar los resultados por sí sola (lóbulo <span class="elsevierStyleSmallCaps">III</span>: b<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>x0,63, t<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>x2,6, p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,02; lóbulo <span class="elsevierStyleSmallCaps">IV</span>: b<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>x0,74, t<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>x3,1, p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span><<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,01; lóbulo <span class="elsevierStyleSmallCaps">V</span>: b<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>x0,52, t<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>x2,2, p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span><<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,05). Los PEP mostraron diferencias en la disminución de la sustancia gris cerebelosa a nivel de la vermis, lóbulo <span class="elsevierStyleSmallCaps">IX</span> izquierdo, lóbulo <span class="elsevierStyleSmallCaps">III</span> bilateral, pedúnculo y flóculo, confirmados posteriormente por <span class="elsevierStyleItalic">mapping</span> paramétrico. Sin embargo, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas a nivel de la sustancia gris regional cerebelosa en PEP C+ (F1,51<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,84).</p></span><span id="sec0035" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0095">Estudios longitudinales</span><p id="par0070" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Los estudios longitudinales brindan una oportunidad única en los estudios con PEP. Nos permiten eliminar la variabilidad inducida por el tratamiento con antipsicóticos y el antes mencionado efecto tóxico de cada episodio psicótico. Desgraciadamente, aunque en la última década se han visto en aumento vertiginoso, los estudios de este tipo escasean y más con los criterios de inclusión usados en esta revisión.</p><p id="par0075" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Rais et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0100"><span class="elsevierStyleSup">20</span></a> realizaron un primer estudio longitudinal en el que quisieron evaluar como el consumo del cánnabis puede hacer más extensivas las reducciones de volumen de sustancia gris cerebral observadas en los sujetos PEP. La disminución de este volumen se relaciona con un peor pronóstico, de la misma manera que también se le relaciona el consumo de cánnabis. Para ello, utilizaron una muestra de n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>51 PEP, de los cuales 19 presentaban antecedentes de consumo de cánnabis y 31 no. De estos sujetos incluidos en el grupo PEP, ninguno presentaba policonsumo (excepto nicotina y alcohol). Los PEP fueron evaluados mediante criterios DSM-IV, diagnosticándose n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>39 de esquizofrenia, n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>1 de trastorno esquizoafectivo y n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>9 de trastorno esquizofreniforme. Paralelamente, definieron un grupo de 31 sujetos sanos sin antecedentes de consumo de cánnabis ni otras sustancias (excepto nicotina o alcohol) y se comprobó que no presentaban antecedentes de enfermedades psiquiátricas evaluándolos mediante el <span class="elsevierStyleItalic">Schedule for Affective Disorders and Schizophrenia Lifetime Version</span>. Al inicio del estudio, el grupo PEP y el grupo de sujetos sanos control se encontraban sanos físicamente y no presentaban historia de traumatismo craneoencefálico. Los PEP fueron evaluados mediante el <span class="elsevierStyleItalic">Comprehensive Assessment of Symptoms and History, Positive and Negative Syndrome Scale</span> (PANNS) para la severidad de la enfermedad y CIDI para conocer el grado de abuso de cánnabis. A los 5 años después del inicio del estudio, los 51 PEP fueron reevaluados con el <span class="elsevierStyleItalic">Comprehensive Assessment of Symptoms and History</span>; se testó la necesidad de cuidados mediante <span class="elsevierStyleItalic">The Camberwell Assessment of Need</span>, el número de hospitalizaciones, el nivel de funcionamiento mediante el GAF, el abuso de sustancias y el perfil sintomático mediante PANNS. Después de los 5 años de intervalo entre el inicio del estudio y la repetición de las medidas, el número de diagnósticos de esquizofrenia pasó de 39 a 51, es decir, todos. Los sujetos fueron aparejados entre los 2 grupos por edad, sexo, lateralidad y estatus socioeconómico. La toma de imágenes se realizó mediante RMN 1.5T. Como resultados, no encontraron diferencias grupales significativas en cuanto a sexo, lateralidad, edad, educación e intervalo de realización de la RMN. En el inicio del estudio, la única diferencia volumétrica estadísticamente significativa entre los 3 grupos fue que el tercer ventrículo se mostraba mayor en los PEP+ C– que en los PEP+ C+. En las neuroimágenes iniciales y finales, los PEP C+ y los PEP C– no presentaron diferencias en sintomatología positiva y negativa ni en tiempo de hospitalización, así como tampoco hubo diferencias entre ellos en cuanto a sustancia blanca-volumen. Sin embargo, los PEP C+ presentaron una mayor pérdida de sustancia gris (F<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>8,11, df<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5,76; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,001), un aumento mayor de los ventrículos laterales (F<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>3,87, df<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5,76; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span><<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,003) y del tercer ventrículo (F<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>4,04, df<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5,76; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span><<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,03) y una disminución mayor del volumen total (F<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>2,78, df<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5,76; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span><<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,07). El aumento del tercer ventrículo se relacionó con un mayor <span class="elsevierStyleItalic">Camberwell Assessment of Need score</span>, lo cual supone que los pacientes precisaron de mayor atención en el funcionamiento diario. El aumento del ventrículo lateral también se relacionó con un menor GAF <span class="elsevierStyleItalic">score</span>. La pérdida de sustancia gris también se corroboró en estudios con sujetos aparejados, mostrando los PEP C+ mayor pérdida que los PEP– y que los PEP+ C–, así como los PEP+ C– mayor pérdida volumétrica que los PEP–.</p><p id="par0080" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Rais et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0105"><span class="elsevierStyleSup">21</span></a> ampliaron el estudio años más tarde para definir cuáles eran las regiones que sufrían una mayor disminución de la sustancia gris, considerando el grosor cortical y la superficie cortical, y las correlacionaron con la sintomatología positiva y negativa encontradas. Los sujetos y las medidas de neuroimagen fueron las mismas que en el estudio previo. Como resultados, concluyeron que no había diferencias estadísticamente significativas entre C+/C– en cuanto a adelgazamiento cortical, cambios de grosor del córtex y diferencias focales de grosor en las RMN iniciales. Sin embargo, se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los sujetos PEP– y PEP+ en cuanto a la media de disminución del grueso cortical de todo el córtex, y concretamente en los PEP C+, siendo más evidente a nivel del córtex prefrontal dorsolateral (CPFDL) izquierdo, córtex cingulado anterior izquierdo y lóbulo occipital izquierdo. Además, se encontró en sujetos PEP una correlación negativa entre el aumento de la sintomatología negativa y la disminución de CPFFL (B<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>–0,17, t<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>–2,06; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,05) y lóbulo occipital (B<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>–0,167, t<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>–2,78; p<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>0,01).</p></span></span><span id="sec0040" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0100">Discusión: implicaciones clínicas y limitaciones</span><p id="par0085" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Cahn et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0075"><span class="elsevierStyleSup">15</span></a> observaron disminución de la asimetría de los ventrículos laterales en los sujetos PEP C+. Sin embargo, esto es un hallazgo absolutamente inesperado y probablemente poco consecuencia directa del consumo de cánnabis, ya que este no presenta predilección hemisférica. De todas maneras, sí que hay estudios en los que se encontró que los sujetos fumadores de cánnabis presentaron menor líquido cefalorraquídeo ventricular en comparación con los no fumadores. Sin embargo, el carácter transversal de este estudio no descarta que las alteraciones estructurales puedan ser observadas en estudios prospectivos en los que se evaluase la evolución de la enfermedad.</p><p id="par0090" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Szesko et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0080"><span class="elsevierStyleSup">16</span></a> observaron disminuciones volumétricas a nivel de la sustancia gris del giro cingulado anterior en sujetos PEP C+. El giro cingulado anterior es una estructura relacionada estrechamente con las funciones ejecutivas, la inhibición de respuestas, flexibilidad en el cambio de tareas y secuenciación de acciones motoras. También se ha relacionado esta área cerebral con la aparición de sesgos atencionales para estímulos relacionados con el cánnabis, así como con la percepción de necesidad de consumo. Las alteraciones estructurales en la sustancia gris del giro cingulado anterior en el paciente psicótico se asocian a una peor toma de decisiones (infravaloración del riesgo, impulsividad, búsqueda del beneficio a corto plazo sin poder realizar un balance entre castigo-recompensa) y por lo tanto, a un mayor abuso de cánnabis. Los hallazgos podrían predecir el posible comportamiento del sujeto así como su tendencia, y por lo tanto podrían establecerse medidas preventivas para evitar situaciones que empeorasen el cuadro.</p><p id="par0095" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Bangalore et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0085"><span class="elsevierStyleSup">17</span></a> encontraron que los pacientes PEP C+ presentaban una mayor reducción densitométrica de la sustancia gris y volumétrica en el córtex del cíngulo posterior derecho en comparación con los PEP C– y los sujetos sanos. Este estudio sugiere que los PEP y el cánnabis interaccionan, resultando en alteraciones estructurales. El córtex del cingulado posterior (CCP) es una estructura imprescindible para el sistema límbico. Un menor CCP o bien su reducción se han visto asociados a un peor <span class="elsevierStyleItalic">outcome</span> en individuos en riesgo o con una psicosis ya existente. Estudios post mortem han encontrado un aumento de densidad de CB2 en sujetos con un elevado consumo de cánnabis (con más de un mes de abstinencia), así como también alteraciones del sistema gabaérgico y colinérgico. El sistema GABA se regula por inputs glutaminérgicos, ambos alterados en las psicosis, dando lugar a las comunes disfunciones cognitivas y de la memoria. Entre los puntos fuertes de este estudio, nos encontramos con la ausencia de diferencias cuando se excluyen los individuos que presentan policonsumo, sugiriendo que los cambios observados se asocian exclusivamente al consumo de cánnabis. Sin embargo, no puede establecerse una relación clara entre los cambios volumétricos en la sustancia gris, la distribución de CB1 y el consumo de cánnabis.</p><p id="par0100" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Wobrock et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0090"><span class="elsevierStyleSup">18</span></a> esperaban encontrar que los individuos PEP C+ presentarían mayores volúmenes ventriculares y menor volumen mesolímbico, lo cual implicaría un peor pronóstico de PEP comórbido, ya que implicaría atrofia cortical y disminución de la densidad de sustancia gris. Sin embargo, los PEP C+ no presentaron diferencias morfométricas ni volumétricas en las regiones temporolímbicas en comparación con los PEP C–. No obstante, observaron que los PEP C+ presentaron mayor tendencia a la depresión y ansiedad que el grupo control o C–. Aunque la hipótesis fue proyectada con posibles aplicaciones clínicas, el estudio carece de validez, tal y como se expone más adelante.</p><p id="par0105" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Cohen et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0095"><span class="elsevierStyleSup">19</span></a> encontraron alteraciones cerebelosas dosis-dependientes a nivel de la sustancia gris de los lóbulos <span class="elsevierStyleSmallCaps">III</span>, <span class="elsevierStyleSmallCaps">IV</span> y <span class="elsevierStyleSmallCaps">V,</span> pero con diferencias globales dentro de los límites de la normalidad. Los PEP mostraron una reducción de la sustancia gris a nivel de la vermis, pedúnculo y lóbulo <span class="elsevierStyleSmallCaps">III</span> derecho. Tampoco en los PEP el cerebelo se mostró atrófico en términos globales, lo cual sugiere un desarrollo cerebral descompensado. La neuropatología del vermis ya ha sido reportada con anterioridad y parece relacionarse con la psicopatología en pacientes no tratados previamente. Esta estructura está relacionada con el procesamiento espinocerebeloso de la coordinación de la musculatura axial, y su disfunción lo está con la alteración del control atencional, la disregulación afectiva y social, así como los delirios. Esta definición encaja con la sintomatología que nos encontramos en los pacientes psiquiátricos. El pedúnculo, por su parte, se relaciona con la memoria asociativa y la formación de esta. Los trastornos de los lóbulos <span class="elsevierStyleSmallCaps">III</span>, <span class="elsevierStyleSmallCaps">IV</span> y <span class="elsevierStyleSmallCaps">V</span> en los sujetos C+ se relacionan con déficits somatosensoriales y del lenguaje, trastornos en la <span class="elsevierStyleItalic">working memory</span>, de la función espacial, de la función ejecutiva y del procesamiento de la información emocional. Este estudio ha podido describir alteraciones en sujetos PEP y C+ separadamente, pero no ha llegado a ningún resultado conclusivo en cuanto a la comorbilidad PEP C+. No obstante, no excluyó el policonsumo (n<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>=<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>8 eran consumidores habituales de cocaína) y un 33% de ellos admitieron consumir sustancias ilícitas en la semana anterior a la realización de las pruebas de neuroimagen, lo cual podría suponer una alteración de los resultados.</p><p id="par0110" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Rais et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0100"><span class="elsevierStyleSup">20</span></a> en su primer estudio longitudinal demostraron que los sujetos PEP C+ presentaban un aumento del tercer ventrículo, del ventrículo lateral y una disminución de la sustancia gris total mayor en comparación con los PEP C–. Los sujetos PEP C+ también presentaron una menor mejoría de la sintomatología positiva y negativa con el tiempo, en comparación con los sujetos PEP C–, aun habiendo estandarizado el tratamiento antipsicótico. Un gran número de artículos científicos han relacionado la disminución del volumen de estos ventrículos con un peor pronóstico. Con este estudio, uno puede afirmar que esto sea lo que sucede en los PEP C+ visto que presentan una menor mejora de la sintomatología en comparación con los sujetos C–. Sin embargo, no podemos asegurar con rigidez que esta afirmación sea cierta dado que el número de días de hospitalización y el <span class="elsevierStyleItalic">global functioning outcome</span> se mantienen invariables entre los C+ y los C–. No obstante, las alteraciones volumétricas en los C+ no pueden atribuirse a diferencias en el volumen inicial o a diferencias en la evaluación clínica, como ocurre cuando comparamos estudios transversales (los sujetos C+ no presentaron alteraciones volumétricas significativas al inicio del estudio en comparación con los C– ni con los PEP–), así como tampoco a variaciones en la medición, ya que fueron cuantitativa y cualitativamente similares en ambos grupos. Así pues, podemos hablar de una amplificación de la vulnerabilidad individual preexistente a cambios en el SNC asociados con la esquizofrenia a cargo del cánnabis. El estudio demuestra que los efectos del cánnabis en la esquizofrenia pueden explicarse mediante su efecto facilitador de la aparición de cambios cerebrales progresivos.</p><p id="par0115" class="elsevierStylePara elsevierViewall">En la ampliación del estudio realizado por Rais et al.<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0105"><span class="elsevierStyleSup">21</span></a>, no encuentran diferencias estadísticamente significativas entre sujetos PEP C+ y PEP C– a nivel de grosor cortical. Sin embargo, encuentran una disminución más acusada en los PEP C+ a nivel del CPFDL izquierdo, córtex cingulado anterior izquierdo y lóbulo occipital izquierdo en comparación con los PEP C–. Este estudio es congruente con los hallazgos descritos por Bangalore et al. y Szeszko et al. Además, la exposición al cánnabis se relaciona con trastornos cognitivos por alteración del córtex prefrontal, lo cual encajaría con los resultados. Szeszko et al. relacionaron las alteraciones en el córtex cingulado anterior y CPFDL con la sintomatología negativa y las alteraciones cognitivas. Además, aquí relacionaron la menor mejoría de la sintomatología negativa, ya encontrada anteriormente, con los trastornos en el córtex prefrontal dorsolateral y el córtex cingulado anterior. Estas áreas descritas son ricas en CB1. La aportación de cannabinoides exógenos podría desregular el sistema endocannabinoide, resultando en una imposibilidad de protección del cerebro frente a eventos exotéricos. Esto se traduciría en la desensibilización y una menor inhibición, volviendo a los individuos consumidores más vulnerables al daño exotóxico a nivel del CPFDL y córtex cingulado anterior. Además, esta situación podría verse agravada por el efecto tóxico a nivel del SNC de la psicosis inducida por el cánnabis. Todo esto explicaría el motivo por el cual los PEP C+ presentan un mejor curso y pronóstico a nivel clínico y funcional en los casos que dejan de fumar cánnabis. Respecto a la reducción del lóbulo occipital en sujetos C+, es un hallazgo no esperado, aunque ya descrito anteriormente en sujetos crónicos y PEP. Así pues, los sujetos C+ son más vulnerables al adelgazamiento cortical en áreas ricas en CB1, relacionándose con un peor funcionamiento cognitivo y una peor mejoría de la sintomatología positiva y negativa después de un PEP. Entre las limitaciones de este estudio, además de las mencionadas anteriormente, se habla de una reducción global cortical en una zona concreta, sin establecer si hay aumentos paralelos de grosor en estas áreas. Esto orientaría hacia una alteración de la distribución cortical y no hacia una simple reducción.</p></span><span id="sec0045" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0105">Conclusiones y futura investigación</span><p id="par0120" class="elsevierStylePara elsevierViewall">La psiquiatría es una ciencia que se ha cuestionado muchas veces a lo largo de la historia por su carácter descriptivo y falta de bases y pruebas biológicas. Sin embargo, aunque cada vez se aleja más de ese punto de partida y pretende acercarse más a una psiquiatría biológica, no está resultando tarea fácil. En esta revisión se ha querido determinar cómo influye el consumo de cánnabis en el PEP a nivel de neuroimagen a fin de de encontrar un explicación a los ya descritos efectos en el curso, respuesta al tratamiento y pronóstico de la enfermedad. Se han evidenciado con distintas limitaciones. En primer lugar, son pocos los estudios que han investigado esta relación, y una gran parte de ellos carecen de utilidad en la práctica clínica y no consideran la relación entre los hallazgos y la posterior disfunción en términos de funcionamiento global y pronóstico. Los estudios aportan, en su mayoría, datos epidemiológicos muy interesantes, pero con poca evidencia dadas las características de los estudios. En segundo lugar, puede apreciarse con un evidente sesgo de publicación, que expresa la probabilidad de que un estudio sea publicado cuando este presenta resultados positivos. En tercer lugar, con relación a los estudios analizados, es difícil llegar a una conclusión a partir de todos ellos, ya que divergen en cuanto a criterios de selección de pacientes, diseño y variables consideradas. Existe una gran variedad metodológica en el muestreo, dando lugar a una vertiginosa variabilidad y atenuación de los hallazgos. Además, las muestras son poco realistas. Utilizan pacientes ideales prototípicos que no se encuentran habitualmente en la práctica clínica. Los estudios PEP presentan una ventaja en este aspecto, dando lugar a una población mucho más amplia. Es remarcable la baja representación del sexo femenino. Este hecho tiene su explicación en la mayor prevalencia de esta enfermedad entre el colectivo masculino. Un aspecto común entre todos los estudios es el pequeño tamaño muestral. Esto representa uno de los principales problemas de la investigación psiquiátrica que hace perder poder estadístico al estudio. Además, esta pérdida de poder acaba teniendo un efecto sumativo: nuevos estudios toman como precedentes otros ya existentes con <span class="elsevierStyleItalic">n</span> pequeña, modificando alguna variable pero sin aumentar la <span class="elsevierStyleItalic">n</span>, generando nuevos hallazgos sin replicar o rechazar los anteriores. Esto último da lugar a un incremento de estudios estadísticos de poder cuestionable. Otra de las limitaciones comunes en la mayoría de estudios es la ausencia de un grupo PEP– C+, lo cual resulta básico para distinguir si el hallazgo descrito se presenta exclusivamente en PEP o se da también en la población general consumidora de cánnabis. La esquizofrenia es una patología extremadamente variable, inestable y progresiva, por lo que los estudios transversales no son tan adecuados como los longitudinales para describir estos cambios. Sin embargo, la mayoría son del primer tipo, incapaces de distinguir un cambio evolutivo, de predecir en el tiempo y, por lo tanto, careciendo de aplicabilidad como marcadores pronósticos. En ningún estudio se considera el tipo de cánnabis consumido por los sujetos. Los últimos avances han demostrado que además del THC, el cannabidiol (CBD) también contribuye a la psicopatología del cánnabis. Lo sorprendente (y contradictorio) es que a este último se le han atribuido propiedades antipsicóticas que contrarrestarían el efecto de THC<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0110"><span class="elsevierStyleSup">22</span></a>. La relación THC/CBD depende del género y parte de la planta de donde se extrae la droga. No considerar este hecho resulta ser un vacío importante en cualquier estudio que investigue los efectos de esta droga en el organismo, ya que significa obviar qué molécula estamos mayoritariamente investigando. Con relación al policonsumo, muchos de ellos incluyen sustancias ilícitas que han demostrado un efecto en el SNC, como la cocaína y la atrofia cerebral<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0115"><span class="elsevierStyleSup">23</span></a>. Por ello, es difícil distinguir si los hallazgos son debidos única y exclusivamente al consumo de cánnabis. Además, la mayoría de estudios no especifican si se consideran los antecedentes familiares, antecedentes obstétricos, traumáticos u otros factores de riesgo que podrían implicar una alteración estructural premórbida. Por último, respecto a las pruebas de neuroimagen, nos encontramos con la difícil delimitación de algunas áreas concretas del SNC (como son, por ejemplo, la amígdala y el hipocampo). Esto, sumado al hecho de la gran variabilidad en cuanto a resolución de escáner, número de cortes y grosor de estos, genera demasiada variabilidad entre los estudios como para poder ser comparados acuradamente.</p><p id="par0125" class="elsevierStylePara elsevierViewall">No obstante, podemos llegar a algunas conclusiones. Los efectos del cánnabis suelen ser particularmente fuertes en aquellas regiones ricas en receptores CB1, como son el cíngulo, el cerebelo y el córtex prefrontal dorsolateral. La revisión evidencia una gran variedad de efectos del cánnabis en pacientes con un PEP, indicando una posible hipersensibilización en los pacientes C+, una funcionalidad anómala en el sistema endocannabinoide y, por extensión, en la plasticidad neuronal. Dicha plasticidad neuronal juega un papel imprescindible en determinados períodos de elevada vulnerabilidad, como lo es la adolescencia, también marcada por la gran prevalencia de consumo de cánnabis. La complejidad cerebral, junto a la reciente introducción de las técnicas de neuroimagen en psiquiatría, han dado lugar a este retraso respecto al resto de la medicina.</p><p id="par0130" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Es difícil establecer una relación de causalidad entre las alteraciones estructurales cerebrales observadas en los PEP y el consumo de cánnabis. La falta de concreción en los estudios realizados hasta el momento hace más difícil el trabajo. Dada la elevada prevalencia de consumo de cánnabis entre los pacientes psicóticos, es claramente necesaria una futura investigación con un claro objetivo de dilucidar esta relación, cuantificarla y relacionarla con criterios de valoración del pronóstico y respuesta al tratamiento. Este estudio debería basarse en la población PEP, a fin de homogenizar la muestra, registrar el patrón de consumo (dando especial importancia al tipo de cánnabis consumido), la presencia de otros factores de riesgo para el desarrollo de la psicosis (traumas infantiles, antecedentes obstétricos, familiaridad, etc.), así como cuantificar la vulnerabilidad individual en modo estandarizado y estructurado, registrar la personalidad premórbida, la edad de inicio de la sintomatología, caracterizar los pródromos y la emoción expresada familiar. El estudio debería ser longitudinal, medir el grado de afectación clínica con escalas de evaluación como la PANNS/YMRS/MADRS, evaluar la funcionalidad global y la mejoría o empeoramiento clínico (con la Escala de Impresión Clínica Global, GAF o C-GAS para menores de 18 años), la cognición social (GEOPTE), evaluar la respuesta al tratamiento y el patrón de consumo en el <span class="elsevierStyleItalic">follow-up</span>. Es importante que el estudio cuente con un buen tamaño muestral (><span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>300), incluir un grupo de sujetos sanos C+ y realizar un seguimiento exhaustivo en el tiempo, anotando cualquier tipo de cambio. Sería interesante también incluir un grupo con elevado riesgo de desarrollo de PEP. En ese caso, podríamos incluir los familiares de primer grado de los sujetos que han desarrollado un PEP y someterlos a pruebas de neuroimagen cada 2 años para detectar las diferencias y tener estudios premórbidos en caso de desarrollar la enfermedad.</p><p id="par0135" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Karl Jaspers (1883-1969) fue uno de los primeros en defender que la <span class="elsevierStyleItalic">paranoia</span> podría ser resultado de cambios biológicos. Durante su período de especialización, ya defendió que la psiquiatría pedía a gritos una aclaración sistemática del pensamiento de aquel entonces y criticó los criterios diagnósticos y métodos clínicos utilizados. Por ello fue duramente rechazado e ignorado por sus contemporáneos, hasta tal punto que incluso el mismo Albert Einstein dijo que parecían las teorías de un «loco drogado». La psiquiatría se caracteriza por ser una especialidad médica particularmente mediática y sometida a la crítica de un mayor público (inexperto y a veces muy perjudicial)) en comparación con otras especialidades médicas. También ha sufrido muchas reinterpretaciones y la llegada de nuevas corrientes, muy a menudo contextualizadas por el momento histórico. Por todo ello, es importante alejar la psiquiatría de ideas filosóficas y teorías faltas de método científico, así como controlar la calidad —más que la cantidad— de todas aquellas nuevas, con el fin de velar por la excelencia de nuestro campo.</p></span><span id="sec0050" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0110">Conflicto de intereses</span><p id="par0140" class="elsevierStylePara elsevierViewall">La autora declara no tener ningún conflicto de intereses.</p></span></span>" "textoCompletoSecciones" => array:1 [ "secciones" => array:12 [ 0 => array:3 [ "identificador" => "xres757078" "titulo" => "Resumen" "secciones" => array:4 [ 0 => array:2 [ "identificador" => "abst0005" "titulo" => "Antecedentes" ] 1 => array:2 [ "identificador" => "abst0010" "titulo" => "Objetivos" ] 2 => array:2 [ "identificador" => "abst0015" "titulo" => "Resultados" ] 3 => array:2 [ "identificador" => "abst0020" "titulo" => "Conclusiones" ] ] ] 1 => array:2 [ "identificador" => "xpalclavsec759195" "titulo" => "Palabras clave" ] 2 => array:3 [ "identificador" => "xres757077" "titulo" => "Abstract" "secciones" => array:4 [ 0 => array:2 [ "identificador" => "abst0025" "titulo" => "Background" ] 1 => array:2 [ "identificador" => "abst0030" "titulo" => "Objectives" ] 2 => array:2 [ "identificador" => "abst0035" "titulo" => "Results" ] 3 => array:2 [ "identificador" => "abst0040" "titulo" => "Conclusions" ] ] ] 3 => array:2 [ "identificador" => "xpalclavsec759194" "titulo" => "Keywords" ] 4 => array:2 [ "identificador" => "sec0005" "titulo" => "Introducción" ] 5 => array:3 [ "identificador" => "sec0010" "titulo" => "Material y métodos" "secciones" => array:2 [ 0 => array:2 [ "identificador" => "sec0015" "titulo" => "Estrategia y criterios de búsqueda" ] 1 => array:2 [ "identificador" => "sec0020" "titulo" => "Variables registradas" ] ] ] 6 => array:3 [ "identificador" => "sec0025" "titulo" => "Resultados" "secciones" => array:2 [ 0 => array:2 [ "identificador" => "sec0030" "titulo" => "Estudios transversales" ] 1 => array:2 [ "identificador" => "sec0035" "titulo" => "Estudios longitudinales" ] ] ] 7 => array:2 [ "identificador" => "sec0040" "titulo" => "Discusión: implicaciones clínicas y limitaciones" ] 8 => array:2 [ "identificador" => "sec0045" "titulo" => "Conclusiones y futura investigación" ] 9 => array:2 [ "identificador" => "sec0050" "titulo" => "Conflicto de intereses" ] 10 => array:2 [ "identificador" => "xack251855" "titulo" => "Agradecimientos" ] 11 => array:1 [ "titulo" => "Bibliografía" ] ] ] "pdfFichero" => "main.pdf" "tienePdf" => true "fechaRecibido" => "2016-04-27" "fechaAceptado" => "2016-05-16" "PalabrasClave" => array:2 [ "es" => array:1 [ 0 => array:4 [ "clase" => "keyword" "titulo" => "Palabras clave" "identificador" => "xpalclavsec759195" "palabras" => array:6 [ 0 => "Cánnabis" 1 => "Hábito de fumar marihuana" 2 => "Neuroimagen" 3 => "Trastornos psicóticos" 4 => "Trastornos relacionados con el consumo de sustancias" 5 => "Imagen por resonancia magnética" ] ] ] "en" => array:1 [ 0 => array:4 [ "clase" => "keyword" "titulo" => "Keywords" "identificador" => "xpalclavsec759194" "palabras" => array:6 [ 0 => "Cannabis" 1 => "Marijuana smoking" 2 => "Neuroimaging" 3 => "Psychotic disorders" 4 => "Substance-related disorders" 5 => "Magnetic resonance imaging" ] ] ] ] "tieneResumen" => true "resumen" => array:2 [ "es" => array:3 [ "titulo" => "Resumen" "resumen" => "<span id="abst0005" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0010">Antecedentes</span><p id="spar0005" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Existen muchos estudios de neuroimagen con el objetivo de evaluar los cambios que se dan a nivel del sistema nervioso central en consumidores de cánnabis. Sin embargo, pocos han sido realizados en sujetos con un primer episodio psicótico (PEP), una de las poblaciones con mayor prevalencia de uso de esta droga ilícita.</p></span> <span id="abst0010" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0015">Objetivos</span><p id="spar0010" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Evaluar las alteraciones estructurales que se dan en consumidores de cánnabis que debutan con un PEP y sus implicaciones en el curso y pronóstico de la enfermedad psicótica. Estrategia de búsqueda: búsqueda sistematizada en la base electrónica PubMed de artículos publicados entre el 2003 y el 2013. Criterios de selección: se han incluido todos los estudios que evalúan las diferencias a nivel del sistema nervioso central, en base a pruebas de RMN estructural en población con un PEP según criterios DSM-IV/R o CID-10 e historia de consumo de cánnabis.</p></span> <span id="abst0015" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0020">Resultados</span><p id="spar0015" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Las variables fueron analizadas y registradas en forma de tablas. Las principales alteraciones en PEP en consumidores de cánnabis se encontraron a nivel del córtex del giro cingulado, hipocampo, tercer ventrículo, ventrículo lateral, lóbulo occipital izquierdo, córtex prefrontal dorsolateral y sustancia gris total.</p></span> <span id="abst0020" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0025">Conclusiones</span><p id="spar0020" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Los hallazgos presentan mucha variabilidad entre estudios y estos presentan una considerable cantidad de sesgos. La alteración más frecuentemente reportada es la reducción del córtex cingulado y la sustancia gris total en PEP de consumidores de cánnabis. Sin embargo, se precisa mucha más investigación al respecto.</p></span>" "secciones" => array:4 [ 0 => array:2 [ "identificador" => "abst0005" "titulo" => "Antecedentes" ] 1 => array:2 [ "identificador" => "abst0010" "titulo" => "Objetivos" ] 2 => array:2 [ "identificador" => "abst0015" "titulo" => "Resultados" ] 3 => array:2 [ "identificador" => "abst0020" "titulo" => "Conclusiones" ] ] ] "en" => array:3 [ "titulo" => "Abstract" "resumen" => "<span id="abst0025" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0035">Background</span><p id="spar0025" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">There are many neuroimaging studies that aim to evaluate the changes that occur in the CNS of cannabis users. However, few studies have been conducted on subjects with a First Episode Psychosis (FEP), one of the largest populations with the highest prevalence of cannabis drug usage.</p></span> <span id="abst0030" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0040">Objectives</span><p id="spar0030" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">To evaluate the specific structural abnormalities that appear in FEP in Cannabis users and the implications on the clinical course and outcome of the psychotic disease. Searching strategy: Systematic research of articles published in the electronic database PubMed from 2003 to 2013. Selection criteria: All studies were included that assess the differences in CNS based on findings in structural MRI in a FEP population diagnosed using DSM-IV/R criteria and a history of cannabis usage.</p></span> <span id="abst0035" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0045">Results</span><p id="spar0035" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">The variables had been analysed and registered in tables. The main alterations of FEP appear in cingulate gyrus grey matter, hippocampus, third ventricle, and lateral ventricle, as well as left occipital lobe, dorsolateral prefrontal cortex, and total grey matter.</p></span> <span id="abst0040" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0050">Conclusions</span><p id="spar0040" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">The findings show a high variability among the studies, and these same studies have a statistical bias. The most frequent alteration reported is the reduction in cingulate cortex and total grey matter. Therefore, further studies are required.</p></span>" "secciones" => array:4 [ 0 => array:2 [ "identificador" => "abst0025" "titulo" => "Background" ] 1 => array:2 [ "identificador" => "abst0030" "titulo" => "Objectives" ] 2 => array:2 [ "identificador" => "abst0035" "titulo" => "Results" ] 3 => array:2 [ "identificador" => "abst0040" "titulo" => "Conclusions" ] ] ] ] "multimedia" => array:2 [ 0 => array:7 [ "identificador" => "fig0005" "etiqueta" => "Figura 1" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr1.jpeg" "Alto" => 2584 "Ancho" => 2512 "Tamanyo" => 219965 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0045" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Material y métodos. 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entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (+) C (+): 21,13<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>3,12 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Szesko et al., 2008</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Transversal</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">107</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">56</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">0</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">31</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">20</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">78:29</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">PEP (–) C (–): 25,7<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6,7 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">+/–</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Giro cingulado anterior<br>Giro frontal superior<br>Lóbulo orbitofrontal</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Disminución volumétrica de la sustancia gris del giro cingulado anterior en los sujetos PEP (+) C (+)</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (+) C (–): 24,8<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>4,9 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (+) C (+): 22,4<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>3,6 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">Bangalore et al., 2008</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">Transversal</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">81</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">42</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">0</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">24</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">15</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">51:30</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">PEP (–):<br>H: 24,90<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>7,70. M: 26,08<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5,26 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">Sí</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">Córtex prefrontal dorsolateral<br>Hipocampo<br>Córtex del cingulado posterior<br>Cerebelo</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">Disminución de la sustancia gris en el cingulado posterior derecho y disminución del volumen hipocampal izquierdo en PEP (+) C (+)</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (+):<br>H: 24,16<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6,99.M: 25,69<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>7,51 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">Wobrock et al., 2009</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">Transversal</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">41</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">0</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">0</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">21</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">20</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">27:14</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">PEP (+) C (–): 3,5<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6,9 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">Sí</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">Giro temporal superior<br>Complejo amígdala hipocampo<br>Giro cingulado</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="2" align="left" valign="top">Sin hallazgos diferenciales a nivel estructural cerebral en PEP (+) C (+) pero mayor tendencia a los trastornos depresivos y de ansiedad</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (+) C (+): 23,7<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">Cohen et al., 2012</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">Transversal</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">55</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">19</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">17</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">13</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">6</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">46:9</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">PEP (–) C (–): 21,5<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>2,3 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">Sí</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">Cerebelo</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="4" align="left" valign="top">Sin hallazgos diferenciales a nivel estructural cerebeloso entre PEP (+) C (+) y PEP (+) C (–)</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (–) C (+): 22,7<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>2,4 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (+) C (–): 23,28<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5,10 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (+) C (+) 21,83<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>3,91 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Rais et al., 2008</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Longitudinal</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">82</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">31</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">0</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">32</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">19</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">70:12</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">PEP (–) C (–): 24,72<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6,66 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">No</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Volumen intracraneal<br>Volumen cerebral total<br>Volumen de sustancia blanca total<br>Volumen de sustancia gris total<br>Ventrículo lateral<br>Tercer ventrículo</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Aumento del tercer ventrículo y ventrículo lateral, disminución de la sustancia gris total en sujetos PEP (+) C (+) en comparación con PEP (+) C (–)</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP(+) C (–): 23,28<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5,10 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (+) C (+) 21,83<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>3,91 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Rais et al., 2010</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Longitudinal</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">82</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">31</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">0</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">32</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">19</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">70:12</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">PEP (–) C (–): 24,72<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>6,66 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">No</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Diferencias de grosor cortical regionales a partir de los datos del anterior estudio (2008)</td><td class="td" title="table-entry " rowspan="3" align="left" valign="top">Sin diferencias de grosor cortical estadísticamente significativas entre PEP (+) C (+) y PEP (+) C (–). Sin embargo, PEP (+) C (+) presentan una disminución más acusada en el córtex prefrontal dorsolateral izquierdo, el córtex cingulado anterior izquierdo y el lóbulo occipital izquierdo</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (+) C (–): 23,28<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>5,10 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td-with-role" title="table-entry ; entry_with_role_rowhead " align="left" valign="top">PEP (+) C (+): 21,83<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>±<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>3,91 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr></tbody></table> """ ] "imagenFichero" => array:1 [ 0 => "xTab1251666.png" ] ] ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0050" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Estudios considerados para la revisión y sus principales hallazgos</p>" ] ] ] "bibliografia" => array:2 [ "titulo" => "Bibliografía" "seccion" => array:1 [ 0 => array:2 [ "identificador" => "bibs0005" "bibliografiaReferencia" => array:24 [ 0 => array:3 [ "identificador" => "bib0005" "etiqueta" => "1" "referencia" => array:1 [ 0 => array:2 [ "contribucion" => array:1 [ 0 => array:2 [ "titulo" => "¿Qué hemos aprendido de la investigación en primeros episodios psicóticos?" 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2017 Octubre | 10 | 1 | 11 |
2017 Septiembre | 16 | 5 | 21 |
2017 Junio | 1 | 0 | 1 |
2017 Abril | 2 | 0 | 2 |
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