El maltrato infantil o trauma no accidental es un problema de primer orden a nivel internacional que se calcula afecta a cerca de 12.000 niños/año en España. La existencia de lesiones específicas, así como de hallazgos no congruentes con el trauma referido, hacen que en muchas ocasiones sea el radiólogo el facultativo responsable de dar la voz de alarma sobre el abuso.
La tríada formada por hematoma subdural, fracturas metafisarias y fracturas costales posteriores se ha demostrado como muy característica del síndrome del “niño zarandeado”. La detección de lesiones agudas y crónicas, o en diferentes estadios de curación, en un mismo paciente es altamente específica de trauma no accidental. Fracturas de huesos largos en pacientes que aún no deambulan también son lesiones de alarma en el diagnóstico del maltrato.
Lesiones con alta especificidad para maltrato, como las lesiones metafisarias clásicas o las fracturas costales posteriores, pueden ser difíciles de demostrar radiográficamente y son, de forma habitual, clínicamente ocultas. De acuerdo con los protocolos de la American College of Radiology (ACR), se recomienda que cada extremidad, superior e inferior, sea valorada en tres radiografías distintas. Es importante utilizar sistemas radiográficos de alta resolución con bajo kilovoltaje (50-70 kvp) y miliamperaje adecuado.
El estudio mediante seriada esquelética se recomienda en todos los niños menores de 2 años con sospecha de maltrato. La seriada esquelética de seguimiento, en torno a las 2 semanas del estudio inicial, es útil para la detección de nuevas fracturas y para valorar la consolidación de otras, lo que facilita la datación de las lesiones.
La lesión craneoencefálica es la principal causa de muerte en el niño maltratado. Pese a que la tomografía computarizada suele ser la primera técnica de neuroimagen en el trauma no accidental, la resonancia magnética craneal aporta una mejor caracterización de los hallazgos presentes en la tomografía así como una mejor estimación de la cronología de la lesiones.
Child abuse or nonaccidental trauma is a major problem worldwide; in Spain, there are about 12,000 victims per year. The detection of specific lesions or findings that are incongruent with the reported mechanism of trauma mean that radiologists are often the physician responsible for sounding the alarm in cases of abuse.
The triad consisting of subdural hematoma, metaphyseal fracture, and posterior rib fractures is very characteristic of the battered child syndrome. The finding of acute and chronic lesions in the same patient is highly specific for nonaccidental trauma. Fractures of long bones in patients who have yet begun to walk should also alert to possible child abuse.
Lesions that are highly specific for abuse, such as classic metaphyseal fractures or posterior rib fractures, can be difficult to demonstrate radiographically and are usually clinically occult. The American College of Radiology (ACR) protocols recommend obtaining three separate X-rays of each upper and lower limb. It is important to use X-ray systems that give high resolution images with low kilovoltage (50-70 kvp) and appropriate milliamperage.
A skeletal survey consisting of a series of images collimated to each body region is recommended for all children under the age of two years in whom abuse is suspected. A follow-up skeletal survey about two weeks after the initial survey is useful for detecting new fractures and for assessing the consolidation of others, which helps in dating the lesions.
Head injuries are the leading cause of death in abused children. Although computed tomography is the first neuroimaging technique in nonaccidental trauma, magnetic resonance imaging of the head can better characterize the lesions seen on computed tomography and can help to estimate the age of the lesions.
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