La inquietud intelectual, el trabajo arduo, y la dedicación incansable a los pacientes, fueron las cualidades constantes de los Fundadores de la Sociedad de Cirugía de Bogotá, donde uno de sus objetivos principales fue la creación de un hospital moderno donde pudieran aliviar el dolor de los enfermos, y cuyo sueño cristalizado, estuvo dirigido posteriormente por colegas no ajenos a tan encomiables virtudes, siendo uno de ellos el doctor Julio Arturo Arboleda Sanz de Santamaría1,2.
No es de extrañar que el doctor y catedrático Julio Arturo Arboleda, expusiera sus conocimientos adquiridos con la especialidad en París, pero sí sorprende la temprana discusión que plantea acerca de las llamadas hoy concreciones conjuntivales, demostrando su enorme interés y capacidad de observación, pues apenas solo unos años atrás, el doctor Theodor Leber, había descrito la conjuntivitis petrificante3 describiendo pacientes con concreciones de aspecto calcáreo en la conjuntiva bulbar y fondos de saco, especialmente en mujeres jóvenes.
El doctor Arboleda observó agudamente concreciones similares pero a diferencia del doctor Leber, las encontraba en la conjuntiva tarsal, describiéndolas como corpúsculos calcáreos, del tamaño de una cabeza de alfiler, de color blanco amarillento y de consistencia dura que podían producir síntomas de fotofobia y lagrimeo leve, de igual manera a como lo observamos hoy en día.
Analizando el contexto de la época, probablemente hubiera sido más fácil sumarse a los detractores del doctor Leber, quienes sustentaban una etiología histérica e inducida por las mujeres con el fin de llamar la atención, además era considerable la dificultad en el diagnóstico histopatológico, que tardaría por lo menos 40 años más4; sin embargo, el poder inquisitivo y de discernimiento del doctor Arboleda fueron superiores, iniciando estudios sobre estos hallazgos, con coloraciones de violeta de genciana, azul de metileno, hematoxilina, azul de Leischmann, insolubilidad en el agua y reactivos que confirmaban la presencia de carbonato de cal, los cuales se desarrollaban probablemente a expensas de las glándulas de Henle y Kraus, como 15 años después comenzaría a ser reconfirmado5.
La propuesta del doctor Arboleda de nombrar una nueva afección llamándola conjuntivitis calcárea crónica era avanzada para la época y estaba justificada teniendo en cuenta las diferencias en los hallazgos clínicos, sintomatología y prevalencia, con lo descrito hasta ese momento. Al igual que él, hoy describimos estos hallazgos como frecuentes6 y también se tratan como él lo sugirió, por medio de la escisión quirúrgica, cuando la sintomatología lo amerita.