Hoy en día se distingue entre cuidado formal e informal o familiar. El cuidado formal es el profesional y lo proporcionan fundamentalmente las enfermeras. El cuidado no remunerado proporcionado por la familia, los amigos, los vecinos o parientes se denomina "informal" o "familiar", se presta cuando hay una necesidad de cuidado personal en actividades de la vida cotidiana, su objetivo es que las personas enfermas puedan permanecer en su hogar1,2.
El examen de la literatura consultada permite apreciar que los límites de estas actividades cada vez están más borrosos y que se están produciendo importantes cambios tanto en el perfil de los cuidadores informales como en el de las personas que requieren cuidados.
Situación actual de los cuidados informales en España
Aproximadamente un 28 % de las personas mayores españolas necesitan cuidados o atenciones especiales en mayor o menor medida. Los que reciben ayuda son fundamentalmente mujeres (69,3 %), más del doble que varones. Se suele tratar de mujeres viudas. La viudez es predominante en los cuidados (59 %) (Tabla 1).
Los mayores siguen prefiriendo vivir en su casa de siempre (78,6 %). La mayoría de los mayores (74 %) prefiere continuar en su propia casa recibiendo servicios sociosanitarios o los de una persona específica.
Muchas veces el deseo de permanecer en casa es una decisión forzada, se trata de mayores "cautivos" de su hogar.
Las actuales generaciones de mayores siguen confiando en las "red familiar": un 48,3 % cree que tendrá ayuda de un familiar para ser atendido, aunque a un 52, 2 % le gustaría que fuese así. A más de un tercio le gustaría un cambio de residencia, a casa de una hija sobre todo.
En España, un 17 % de la población ayuda habitualmente a personas de edad necesitadas de cuidados o atenciones especiales (1997), y la proporción de cuidadores de menos de 65 años es mayor.
Se trata ante todo de mujer (82,9 %), en edad adulta (45-64 años), en doble proporción que el resto de edades. La comparación de edades entre cuidador y cuidado se sitúa en algo menos de 30 años. Los cuidadores suelen ser personas de bajo nivel de estudios (87 %), normalmente autoclasificados como "amas de casa" (50 %), y de origen social modesto. Un 40 % de los hogares de los cuidadores no superan las 100.000 pesetas de ingresos mensuales, a pesar de que se estima que el 80 % del total del coste de los cuidados lo asumen directamente las familias del paciente3,4.
El cuidador principal suele ser la hija (52 %) frente al hijo (12,5 %). Le sigue en importancia el cónyuge de quien precisa la ayuda (16 %), pero sobre todo si el cuidado es el varón, en caso contrario suele ser la hija o la nuera antes que el propio esposo, aunque las nueras o yernos no suelen atender a sus suegros.
El 36 % de los cuidadores principales dedican más de 40 horas semanales a los cuidados5,6.
Principales factores que favorecen el cambio de los cuidados informales en España
El envejecimiento de la población, el aumento de la esperanza de vida, las transformaciones de la vida familiar, la incorporación de la mujer al mercado laboral, la disminución de la fecundidad y el menor tamaño familiar, las migraciones del medio rural al urbano, la inmigración, la mayor movilidad de los miembros de las familias y la dispersión geográfica que esto produce, el descenso de la tasa de viudez, un mayor nivel cultural, unos ingresos más regularizados, unos hábitos menos saludables, la aparición de hogares solitarios y unas demandas más exigentes... son algunos de los cambios demográficos que condicionarán que la población de cuidadores disponibles disminuya y que los cuidados requeridos cambien sustancialmente7,8.
Envejecimiento
A pesar de que las expectativas de vida han ido por delante de las proyecciones demográficas y contrariamente a lo que a menudo acaba pareciendo, el envejecimiento demográfico es un logro social de primera magnitud. En España la población de personas mayores ha aumentado notablemente. En 1960 los mayores de 65 años, eran el 8,2 % de la población. En 1991, el 13,74 %, en el 2000 el 16 % y en el 2006 serán el 21,24 %. Las cifras de mayores de 80 años, se han multiplicado por 2,2 en los últimos veinte años y en los próximos dos decenios se espera que se multipliquen nuevamente por 2, situándose en el 5 % del total de la población9-11. Las proyecciones de crecimiento por otra parte son rebasadas ampliamente año tras año, alcanzándose actualmente las cifras previstas para dentro de 50 años en algunas ciudades españolas12.
Y aunque los afectados por alguna discapacidad es del 9 % de la población del país y la demanda de cuidados creada es del 19 %, hay que desterrar la identificación de los procesos de envejecimiento con las situaciones de enfermedad y dependencia que suponga un aumento simétrico del número de personas mayores dependientes13 (Figura 1), a pesar de lo cual el hecho de que se considere, cada vez más, que el cuidado no es un problema exclusivo del ámbito familiar sino que se ha trasladado a la sociedad y el estado unido a otros factores como las trayectorias vitales de las personas (estilos de vida, condiciones laborales...) ejercen una influencia decisiva sobre la probabilidad que éstas tienen de acabar perteneciendo al colectivo de ancianos dependientes y que alcanzará una demanda de cuidados para el año 2050 del 40 % del total de demanda14,15.
Figura 1.Envejecimiento no es dependencia. Fuente: Manton et al, 1997.
La familia
La defensa de la familia se ha identificado tradicionalmente con las fuerzas conservadoras que han enfatizado la centralidad de la familia, sin proveerla, sin embargo, de los servicios y ayudas públicas que facilitaran su desarrollo. Por su parte las izquierdas en España han considerado históricamente que el temafamilia pertenecía al patrimonio ideológico de las derechas. Tales tradiciones políticas han retrasado los cambios de las familias españolas con relación a otros países de nuestro entorno y que han hecho que las políticas públicas de apoyo a las familias en España sean de las más insuficientes de la Europa Occidental16.
Los nuevos modelos familiares, nucleares, con poca descendencia y más inestables, añaden un principio de causalidad que abarca desde la mera posibilidad de trabajar, debido a una menor dependencia de las mujeres respecto al grupo familiar, hasta la necesidad de trabajar al perderse la hipotética seguridad del ingreso económico de un compañero estable. A esto habría que añadir la progresiva desrregulación del mercado laboral que fuerza a todos los miembros de la unidad familiar a contribuir a su mantenimiento económico17.
El descenso de la natalidad con unos índices de 1,07 niños por mujer significa que 9 de cada 10 parejas tendrán tan solo un hijo con la consiguiente reducción del tamaño medio familiar y la falta de apoyos a la familia nuclear (ausencia de tíos, sobrinos...)18.
Los contratos intergeneracionales sufrirán, así mismo, profundos cambios derivados de la movilidad geográfica y las migraciones, con lo que no tan solo los abuelos dejarán de estar cerca de los niños para ser cuidados a la vez, sino que tampoco estarán disponibles para cuidar de sus nietos. El volumen de la población en edad de trabajar según estos datos empezará a descender en España entre los años 2015 y 2020 y las futuras cohortes de mujeres de mediana edad (entre 45-60 años) que actualmente resultan las principales prestadoras de cuidados informales descenderá de 2,41 mujeres/< 80 años a 0,90 mujeres/< 80 años, al pasar la tasa media de actividad del 40 % actual a una cifra cercana la 72 %15,19 (Figura 2).
Figura 2.Cambios en los cuidadores. Fuente: INE: Proyecciones de la población de España; U.S Bureau of the Census.
El estado civil de los miembros de la familia también tiene importancia, ya que las personas mayores casadas pueden recibir cuidados tanto del cónyuge como de sus hijos, al menos desde un plano teórico, mientras que los divorciados carecen de cónyuge que les pueda proveer cuidados y parecen menos predispuestos a recibir cuidados de los hijos, lo que generará que aunque las relaciones familiares sigan siendo frecuentes y satisfactorias lo serán con separación de las unidades de convivencia20,21.
Así mismo serán cada vez más frecuentes los hogares unipersonales en los que las personas mayores vivan solas, derivados de la tendencia al aumento de la independencia intergeneracional en cuanto a modos de convivencia se refiere22.
La mujer como cuidadora principal
El llamadocuidado informal, se desarrolla en el ámbito de las relaciones privadas, tiene carácter "no remunerado" y el lugar principal donde se presta es el hogar, y este carácter doméstico le hace invisible para el espacio público, asumiéndose en nuestra sociedad como parte de las llamadas "tareas domésticas", y, como tal se asocia a un determinado rol de género: es "cosa de mujeres"23. Mucha gente piensa aún, que las mujeres están predestinadas a trabajar como enfermeras o cuidadoras, porque tienen aptitudes solícitas y maternales.
El hecho de que la atención informal sea, mayoritariamente, atención femenina, evidencia que existen cargas diferenciales entre hombres y mujeres, a pesar de que los hombres se van incorporando lenta pero minoritariamente en el cuidado familiar, especialmente entre los más jóvenes y con un mayor nivel educativo, lo que pone de manifiesto que en la actividad de cuidar las barreras de género también se cruzan, más teniendo en cuenta que su participación es bastante lineal, en el sentido de que su intensidad prácticamente no se ve afectada por el ciclo vital23-26.
La creciente incorporación de las mujeres al trabajo de mercado, no tiene como resultado el abandono del trabajo familiar: las mujeres continúan realizando esta actividad fundamentalmente porque le otorgan el valor que la sociedad patriarcal capitalista nunca ha querido reconocerle. Y si quieren trabajar es su responsabilidad individual resolver previamente la organización familiar. Así pues al centrar el interés social en la producción el sentimiento de la vida humana es desplazado al ámbito doméstico como una responsabilidad femenina y sus efectos han de ser asumidos por las propias mujeres, al tiempo que la devaluación genérica de las tareas realizadas por mujeres tiende a perpetuar su segregación ocupacional17,25,27.
Por otra parte, dada la globalización de la economía mundial de mercado se agrava el ya marcado desequilibrio social global. Se adjudica a las mujeres la responsabilidad en el aspecto social y el trabajo no remunerado crece en dimensión28.
Las actuales reformas políticas en España están basadas en las teorías de los economistas neoclásicos que parten del principio de que las diferencias en roles, derechos, recursos y responsabilidades de los sexos no son debidas a la discriminación o a los estereotipos de los roles de género sino a razones naturales y a la libre elección.
Las políticas neoliberales están basadas en la desigualdad tal como afirmaba Margaret Thatcher "creemos que las personas son desiguales y reclamamos nuestro derecho a la desigualdad" y en el hecho de que las mujeres asuman las responsabilidades sociales: el cuidado y mantenimiento de los individuos y las familias para conservar un estándar de vida decente al tiempo que los hogares continúan jugando un importante papel económico y social no tanto como productores de bienes como por su papel de productores y proveedores de servicios y se utiliza a las mujeres como amortiguador final del "dumping social"21,29,30.
Así pues la progresiva incorporación de las mujeres al mercado laboral unido al importante aumento de las mismas en el acceso a la educación superior y a las actuales condiciones políticas y culturales hacen prever que las mujeres con personas dependientes a su cargo, desarrollarán distintas estrategias para realizar el trabajo de mercado asumiendo las necesidades de sostenimiento de la vida humana. Lo cual no significa que no quieran participar en el trabajo remunerado, sino que ajustarán su participación a las necesidades de cuidados, con el fin de superar la contradicción básica entre la lógica del cuidado y la lógica del beneficio a no ser que se establezca una nueva organización social y una clara participación masculina que permita a las mujeres asumir ambos trabajos en condiciones análogas a los hombres21,25,31.
El grave problema planteado ante la necesidad de dar respuesta a la creciente demanda de cuidados hace que se tengan que plantear nuevas estrategias tendentes a un cambio de paradigma que signifique mirar, entender e interpretar el mundo desde la perspectiva de la reproducción y la sostenibilidad de la vida, situando el interés en el cuidado de las personas desplazando el centro de atención desde lo público mercantil hacia la vida humana, reconociendo es este proceso la actividad de cuidados realizada fundamentalmente por mujeres, en contraposición a las políticas de igualdad planteadas actualmente en que las mujeres deben igualarse a los varones en el modelo masculino de empleo y en el uso del tiempo.
El difícil equilibrio entre el cuidado formal e informal
No existe evidencia aunque una lógica de intervención así lo aconseje, sobre que la conexión entre el sistema formal e informal de apoyo, aumente la calidad de los cuidados, a pesar de ser una razón ampliamente utilizada a la hora de realizar intervenciones por parte de los responsables de planificación sociosanitaria. Por otra parte es incuestionable el arraigo del modelo biomédico en contraposición a un modelo holístico, antropológico o psicosocial en el sistema formal, a la hora de dar respuesta a las necesidades planteadas que vienen dadas desde políticas con una óptica neoliberal al servicio de la producción incluso en el ámbito de la salud y en las que la dependencia no aparece en los presupuestos del Estado al no tener la visibilidad política y social que necesita32.
Con estos planteamientos y dados los cambios apuntados anteriormente se presenta un difícil equilibrio entre la atención formal e informal, más teniendo en cuenta los recortes del gasto social en España que lo sitúan entre los más bajos de Europa con una diferencia de 6,1 puntos (en el año 92 era de 3,9 puntos)33. Sin embargo la cantidad y la calidad del cuidado se incrementa constantemente a medida que aumenta el estándar de vida y las expectativas de la población respecto a educación, salud, ocio e independencia. Ante la ausencia de respuesta pública porque precisa de compromiso y gasto público cada vez más mujeres con rentas suficientes (cuestión que difícilmente podrán hacer las mujeres de rentas más bajas) traspasan parte de su trabajo familiar doméstico a mujeres (y hombres) inmigrantes, con lo cual el problema no tan solo no se soluciona sino que sencillamente adquiere dimensiones más amplias, de alguna manera se estaría "globalizando", por lo que poner límites a la globalización, implica de hecho también, poner límite a la explotación de las mujeres25.
Este tipo de trabajo es una de las pocas opciones abiertas a las mujeres inmigrantes por tratarse de un trabajo oculto, no regulado, muy mal pagado y con frecuencia realizado en condiciones por debajo de los estándares normales34.
El hecho de que el cuidado y la atención a la familia no se consideren como "mercados", imposibilita la creación de puestos de trabajo regulados o de "nuevos yacimientos" como se definieron en el Informe Delors (1989)35 y facilita el número de inmigrantes clandestinas que sienten mucho más la desigualdad social ante la incertidumbre de los ingresos relacionada con los patrones de trabajo irregular, siendo causa de la tendencia a la feminización de la pobreza y de la pobre respuesta al problema de la prestación de cuidados17,21,29,36-39.
Por último señalar que otro de los recursos que se está utilizando para paliar el déficit de respuesta pública a la necesidad de cuidados es el del voluntariado. Teniendo en cuenta el importante papel que dichos colectivos pueden ofrecer a la sociedad, no es menos cierto que no pueden ser utilizados como sustitutos de las carencias comentadas y que en todo caso deben configurarse como elementos de apoyo a los grupos multidisciplinarios. El voluntariado tendrá que asumir responsabilidad social y fomentar solidaridad en la familia, en la comunidad y en el contexto internacional40. En España el voluntariado ha tenido un importante papel que falta saber como se afronta a partir de la profesionalización del ejército que ha mermado considerablemente los colectivos de voluntarios al dejar existir la prestación social sustitutoria de los objetores.
Por otra parte desde diferentes sectores políticos se hace mucha publicidad para incrementar el número de mujeres que presten serviciosad honorem en organizaciones de caridad, en iglesias, en asociaciones de mujeres y en otras para la atención y cuidado de personas discapacitadas. En tiempos de deterioro social en los países industrializados, el trabajo honorífico es sobrevalorado ideológicamente y ofrecido a las mujeres como actividad sustituta41.
El debate en un tema de tanta trascendencia como el de la prestación de cuidados, por lo tanto, no está tan solo, con ser importante, en el papel que deben jugar los diferentes agentes que participan sino sobre si los fondos públicos debieran gastarse en el poco desarrollado Estado de bienestar o en política de subsidios a grupos económicos poderosos que benefician a los sectores más pudientes de nuestra población e incrementan las desigualdades. El cambio en la cultura política sería pues un primer gran paso para poder resolver algunos de los graves problemas planteados.