Sr. Editor:
Tras una lectura detenida y con gran interés del artículo de Zurita et al1Repercusión de la hipercifosis sobre variables antropométricas y funcionales, publicado en el número de diciembre de la Revista Andaluza de Medicina del DeporteRev And Med Deporte, estimo oportuno realizar algunas apreciaciones y comentarios.
En primer lugar, el título del trabajo resulta incorrecto y desafortunado, dado que una alteración morfológica como la hipercifosis es consecuencia, en general, de alteraciones posturales, debilidad muscular y un erróneo esquema corporal; este último aspecto puede deberse a etiologías no estructurantes o estructurantes. Cabría destacar, dentro de las etiologías estructurantes, las causas congénitas (anomalías de la segmentación), las adquiridas (traumáticas, inflamatorias, infecciosas y neoplásicas) y las de tipo distrófico como la enfermedad de Scheüermann2. Se deriva, por tanto, que difícilmente la hipercifosis puede ser un factor que repercuta o condicione variables antropométricas como el índice de masa corporal que determina el estado de sobrepeso u obesidad.
Según se plasma en la introducción, los autores apuntan acertadamente que la obesidad se relaciona con alteraciones del aparato locomotor3, afirmación que está en consonancia con lo hallado por nuestro grupo de investigación4-7, no obstante, el título del trabajo apunta en el sentido contrario.
Se observan, además, problemas relacionados con la metodología: a) la variable «alteración raquídea» se dicotomiza en «sin patología» o «presencia de actitud hipercifótica o hipercifosis», lo cual resulta muy simplista puesto que entiendo que se deberían considerar dos momentos para el establecimiento de la clasificación: uno inicial, la exploración del plano sagital en bipedestación y en posición relajada, en el cual podemos distinguir si la curva dorsal es normal, aumentada o disminuida (rectificación) y otro posterior, en el caso de que la curva estuviese aumentada, en el que procederíamos a determinar si esta es reductible o no reductible (estructurada) mediante maniobras de autocorrección. Este procedimiento nos permitiría la clasificación correcta de una actitud cifótica o de una cifosis. Todo ello se realiza mediante mediciones objetivas y la utilización de pruebas de valoración reconocidas y fiables tales como la medición de las flechas sagitales2 o la medición mediante inclinómetros2,8,9; b) la variable prueba de Adams es una acertadísima maniobra exploratoria no solo del plano frontal para la detección de gibas que nos indicarán escoliosis estructuradas, sino también para la exploración dinámica de la columna en flexión en el plano sagital2, en la que igualmente podemos medir dos segmentos que serían C7-D12 (segmento dorsal) y D12-L5 (segmento lumbar)2.
Así pues, parece que el artículo carece de una metodología o, al menos, esta no se presenta de forma clara. Más aún, no se observa ningún tipo de medición o cuantificación de las curvas; sin esta se torna muy difícil el poder establecer correlaciones estadísticas con cualquier otro parámetro o variable.
Se observan también más problemas en los resultados del estudio. Si, por una parte, se aportan valores con los cuales estamos de acuerdo en general, un 8,5% de sujetos hipercifóticos y un 26,3% de prevalencia de sobrepeso y obesidad, por otro se estima conveniente que estos resultados fueran diferenciados por sexos7. En el párrafo quinto del mismo apartado se menciona: desde el punto de vista del análisis correlacional, la presencia de hipercifosis no deparó diferencias [...]; aunque no viene al caso explicar aquí para qué se utilizan los estudios de correlación, esta frase carece de sentido y fundamento. Se vuelve a afirmar en los resultados: Resaltamos aquí los datos más representativos en cuanto al análisis correlacional de las variables deformidad de la columna (hipercifosis) e índice de obesidad [...], sin embargo, no se indica dónde están los coeficientes de correlación que demuestran tal asociación.
Con respecto a las conclusiones, estas presentan varias aseveraciones incorrectas. Así, los autores indican que el 8,5% de los sujetos presenta patología de raquis y que se recomiendan ejercicios saludables y adaptados (con lo cual cualquier profesional de la salud estaría de acuerdo), y cierran con la afirmación de que se ha de favorecer la disminución de los síntomas dolorosos; pero, ¿es que todas las cifosis eran dolorosas?, ¿en niños tan jóvenes? Se estima oportuno recalcar una vez más que no pueden establecerse relaciones entre la obesidad y la hipercifosis, ya que tal afirmación no queda demostrada; además, datos publicados por nuestro grupo de investigación4-7 no apuntan hacia esa dirección.
Finalmente, los trabajos de investigación pueden ser de carácter descriptivo y son la base de posteriores análisis y planteamiento de hipótesis; no obstante, cualquier relación que se pretenda establecer, derivada de ellos, debería ser demostrada y justificada.
Correspondencia:
J.R. Alvero Cruz.
Escuela de Medicina de la Educación Física y el Deporte. Facultad de Medicina.
Universidad de Málaga.
Edificio López de Penalver.
Campus de Teatinos.
29071 Málaga.
Correo electrónico:alvero@uma.es