En una foto tomada en 1930 en el University College de Londres, Dawson, Smith y Harris se encuentran frente al cartonaje de una momia egipcia (fig. 1)1. Sir Grafton Elliot Smith (1871-1937) es el anatomista que “ha reescrito la historia del mundo”1. Paleopatólogo y egiptólogo, es el responsable de la gran excavación de restos humanos en Nubia que sacó a la luz centenares de piezas óseas del Egipto faraónico2; es suya la primera descripción paleopatológica de las momias reales de El Cairo3 y es suya también la primera radiografía de una momia real egipcia realizada en 1903, en compañía de un tal Dr. Khayaty asistido nada menos que por el arqueólogo Howard Carter (1874-1939), después de haberla cargado en un carro de plaza tirado por caballos y haberla transportado hasta un sanatorio en las cercanías de El Cairo. Se trataba del faraón Thutmosi IV (la imagen radiográfica ya no existe).
Warren Royal Dawson (1888-1968), es el egiptólogo que puso su atención sobre todo en la medicina egipcia, y que junto a Smith escribió, en Egyptian Mummies, el primer trabajo sobre Mummification in relation to medicine and pathology, ya que “la historia de la momificación tiene mucho que ver con la historia de la medicina”4. Henry Albert Harris (1886-1968), profesor de anatomía en Cambridge5, es el anatomoclínico que ha identificado correctamente esas estrías radiopacas que a veces están presentes en los radiogramas de los huesos largos y que hoy llamamos líneas de crecimiento (LC).
Hoy sabemos que las LC se deben a una fase de dilación y de sucesivo repunte del normal proceso de osificación endocondral durante el desarrollo longitudinal del hueso6. Líneas –referidas a mala alimentación, síndromes carenciales, raquitismo, enfermedades flogísticas crónicas del hueso, y traumas– que son consecuencia de un estrés metabólico que conduce a un crecimiento anormal del hueso, es decir, a un crecimiento no armonioso que procede a los saltos. En la práctica, la estría radiopaca es consecuencia de la falta de permeación del cartílago de crecimiento que aparece en concomitancia con el desequilibrio en el metabolismo calcio-fósforo. Habitualmente son bilaterales, simétricas, en los miembros inferiores, a la altura de las metáfisis de los huesos largos6. Se modifican en el tiempo desplazándose de manera sincrónica con el crecimiento del hueso, haciéndose más diáfanas e incompletas (fig. 2)6. Raramente se disuelven7 aunque tienden a desaparecer con el paso del tiempo. Las LC nos cuentan entonces la historia del hueso del individuo. Por ese motivo son también un importante signo paleo-radiográfico: identificadas en los radiogramas de antiguas piezas óseas, las mismas representan estigmas de sufrimiento individual, y detectadas en más individuos de una misma comunidad, pueden ser indicadores para evaluar los problemas médicos de la comunidad misma.
Poco después de la divulgación del descubrimiento de los rayos X, el 2 de febrero de 1896, el físico alemán Walter König, conjuntamente con el Dr. Tischendorf, “fotografían” con la nueva técnica algunas momias egipcias pertenecientes a la colección del Senckenberg Museum de Frankfurt. Examinan particularmente las rodillas de una momia infantil del período ptolemaico (fig. 3)8. El tiempo de exposición –informa König– es de 14 minutos y el radiograma, además de mostrar la fisiología de los cartílagos de crecimiento, evidencia también las tenues estrías radiopacas8. Las mismas habían sido evidenciadas también por la radiografía de los restos humanos del antiguo Egipto realizada en 1898 en el University College por el padre de la egiptología británica Sir William Matthew Flinders Petrie (1853-1942) (fig. 4)9. Tanto para los egiptólogos como para los radiólogos, estas estrías eran proporcionalmente hallazgos frecuentes. Se pensaba que debían atribuirse al efecto de bacterias del tipo rickettsia, parásitos intracelulares10.
En los años ¿20 del siglo pasado, Harris, por entonces asistente de la cátedra de anatomía del University College, y al mismo tiempo médico en la Child Welfare Clinic del hospital universitario, continúa con sus investigaciones. La doble actividad le permite desarrollar sinérgicamente la investigación anatomoclínica y la de laboratorio, referida particularmente al crecimiento esquelético tanto en condiciones normales como patológicas. Además, Harris analiza cuáles son los métodos radiográficos más efectivos para observar y hacer el seguimiento temporal de los cambios normales y patológicos que se producen en los huesos largos. Entre sus trabajos más conocidos, hay uno que resume todo lo que por entonces se conocía sobre el tema11, y es el referido a la correcta identificación de las líneas de detención del crecimiento y a sus génesis12–15 (figs. 5 a y b)12,13. La causa bacteriana, aun siendo sugestiva, es definitivamente descartada.
En el año en que fue tomada la foto en el University College, 1930, Harris estaba estudiando esa imagen radiográfica y resulta aparente que tuvo que haber cotejado sus argumentos de actualidad clínica con aquellos otros más estrictamente paleopatológicos de los dos estudiosos de la antigüedad egipcia, discutiendo quizá sobre la existencia real o presunta del tifus exantemático como«plaga» del antiguo Egipto. La rickettsia es, en efecto, el microorganismo transmitido por garrapatas, pulgas y piojos hasta entonces considerado el principal responsable de la marca radiográfica en cuestión. Es responsable de la fiebre botonosa mediterránea y del tifus exantemático. La foto congela en el tiempo este cotejo multidisciplinario, o mejor dicho, retrata la última fase de una carrera de postas: la de la medicina al servicio de la arqueología.
En paleopatología el estudio de las LC – que ahora con justicia son llamadas también líneas de Harris (LH) - es un buen indicador para evaluar las condiciones sanitarias (y por ende, el estado social) de una antigua comunidad, tan es así que hoy la validez del análisis de las LH como stress marker ha sido positivamente revaluado16. A modo de ejemplo, en lo referente al estudio de grupos de momias del antiguo Egipto en la ciudad de Dush, donde cada detalle contribuye a dar la impresión de que se trata de un lugar donde la vida era dura y donde la mayor parte de los habitantes sufría de malnutrición, las LH estaban presentes en el 60% de los casos estudiados, mientras en dos sitios del oasis de el-Kharga, las líneas de detención del crecimiento estaban presentes respectivamente en el 56% y en el 50% de los casos17. Estos datos superan el porcentaje considerado “normal” en el estudio radiográfico de las momias del antiguo Egipto: alrededor del 30% muestra líneas de Harris, lo que sugiere de todos modos que en general, el estado de salud en los períodos de infancia y adolescencia había sido precario (figs. 6 y 7)18,19.
Aunque no para todos: en las momias reales de El Cairo las líneas de Harris solo fueron identificadas en tres de estas: en la momia del faraón Ramsés III de la dinastía XX, que fue objeto además de un reciente estudio multidisciplinario20, en la de su nieto Ramsés V y en la momia se la reina Henettawy, princesa y sacerdotisa de la dinastía XXI21. Señal de que ser faraones en el antiguo Egipto era, en todo sentido, un gran privilegio.
Al Dr. Adrian M. K. Thomas, Presidente de la International Society for the History of Radiology por haber compartido conmigo sus conocimientos. Muchas gracias al Dr. Uwe Busch por la radiografía realizada por W. Koenig en 1896 y al Prof. Alfredo Buzzi por su valiosa ayuda.