Las guías de práctica clínica (GPC) son un conjunto de “recomendaciones desarrolladas de forma sistemática para ayudar a profesionales y a pacientes a tomar decisiones sobre la atención sanitaria más apropiada, y a seleccionar las opciones diagnósticas o terapéuticas más adecuadas a la hora de abordar un problema de salud o una condición clínica específica”1. Son necesarias para ordenar, evaluar y graduar el conocimiento disponible y con ello disminuir la variabilidad en la práctica debida a la incertidumbre. Son potencialmente útiles para facilitar la toma de decisiones clínicas de calidad a los profesionales sanitarios, para mejorar los resultados de salud, la información y la capacidad de elección para los pacientes y para mejorar la eficiencia global de los sistemas sanitarios. Asimismo, contribuyen a mejorar la calidad de la atención sanitaria prestada a los pacientes2,3.
En el año 2002 el escenario, con respecto a la elaboración de GPC en nuestro país, se caracterizaba por la escasez de iniciativas para elaborar GPC, confusión terminológica, exiguo rigor científico y financiación por parte de la industria principalmente4.
Ante esta situación nació GuíaSalud, como un proyecto de ámbito estatal, en el que participan todas las comunidades autónomas, con la misión de desarrollar y poner a disposición del Sistema Nacional de Salud (SNS) instrumentos de información, registro, selección, adaptación, implantación y actualización de GPC. En la actualidad, con el apoyo del Ministerio de Sanidad y Consumo, a través de los Planes de Calidad de 2006 y 2007, las Agencias y Unidades de Evaluación de Tecnologías Sanitarias están desarrollando GPC de calidad con una metodología común5.
El Plan de Calidad 2007 para el SNS impulsa y amplía el proyecto GuíaSalud, y ésta pasa a ser GuíaSalud Biblioteca de GPC en el SNS, con la misión de potenciar la oferta de recursos, servicios y productos basados en la evidencia científica a los profesionales del SNS e impulsar la creación de redes de colaboradores y la cooperación entre entidades relacionadas con las GPC y la medicina basada en evidencia.
Sus objetivos son: promover la elaboración, adaptación y actualización de GPC y otros instrumentos basados en la evidencia científica; facilitar el acceso y la utilización de un número significativo de guías y otros instrumentos y recursos basados en la evidencia; favorecer la implementación y utilización de las GPC; evaluar el impacto en salud y la mejora continua de la calidad con relación a la aplicación de las GPC; promover la formación para la elaboración, implementación y evaluación del impacto de las GPC; desarrollar herramientas de ayuda a los profesionales sanitarios, y promover la investigación en el ámbito de las GPC.
El esfuerzo de elaborar una GPC es considerable, es preciso un equipo multidisciplinario (clínicos, metodólogos, pacientes, documentalistas, etc.) y supone un coste humano y económico importante. En ocasiones se pueden plantear estrategias metodológicamente aceptadas, que lo aminoren en parte, como el proceso de elaboración, adaptación y actualización, que describen Etxeberria et al6 en este mismo número.
Siguiendo la hipótesis de Wennberg et al7, además de producir conocimiento en las áreas en las que hay incertidumbre (cuando no hay evidencia científica de la efectividad de las alternativas de tratamiento o diagnóstico en una situación concreta), es necesario tener en cuenta la difusión e implementación de éste para reducir la ignorancia (cuando haya evidencia científica del valor de las pruebas o tratamientos pero el médico o la organización la desconocen)8. Por ello son necesarias experiencias que cuantifiquen de forma directa o indirecta los resultados que ofrece la utilización generalizada de estas herramientas en un medio en concreto. Así, en el presente número se recoge la adherencia a una GPC de un proceso relativamente frecuente con la finalidad de mejorar la asistencia brindada a los pacientes, que secundariamente puede mejorar la cumplimentación de la historia clínica y su posterior explotación con fines investigadores y generadores de hipótesis de trabajo futuras9.
Tanto el trabajo desarrollado por Etxeberria et al6 como la evaluación de la adherencia a una GPC9 facilitan la elaboración de GPC y nos ayudan a cuantificar el grado en que los profesionales hacen uso de ellas.
En el escenario actual, vamos a disponer de numerosas GPC de calidad, pero el reto será que sean usadas por los agentes necesarios y que ello produzca mejoras en la salud. Por eso es preciso en nuestro medio determinar las claves de la implementación de GPC, desarrollando un marco metodológico común, a semejanza del establecido en la elaboración, y plantear experiencias de implementación que permitan conocer nuestra realidad10.
Estaremos pendientes de las experiencias de implementación de GPC que se van a desarrollar en nuestro entorno, que van a generar, sin lugar a dudas, muchas preguntas, pero van a permitir establecer las claves de la implementación en nuestro medio. Una vez alcanzado este punto, se podrá hablar del desarrollo de GPC en un medio u otro.
No cabe duda de que estos retos son ambiciosos y cubren las áreas necesarias para el desarrollo y la implementación de las GPC y que experiencias como las comentadas en este editorial deben de ser tenidas en cuenta.