La prevalencia de las demencias es elevada en personas mayores de 60 años, en torno al 5-7%, y la enfermedad de Alzheimer (EA) es la forma más frecuente (65-80%)1. Las demencias suponen un grave problema de salud pública, ya que se prevé un incremento en el futuro a corto plazo debido al aumento de la esperanza de vida con el consecuente envejecimiento de la población, hecho que supondrá una mayor demanda de cuidados médicos y sociales. Paradójicamente, en la actualidad, no existe la posibilidad de curación de estos pacientes o propiciar un retraso franco de la enfermedad mediante fármacos, ya que la fisiopatología íntima de la EA se desconoce. La terapia farmacológica actual no ofrece los resultados deseables, tanto en prevención primaria de la enfermedad como secundaria2.
En los últimos años se han publicado varios trabajos que intentan dilucidar los factores de riesgo y factores preventivos que pudieran estar relacionados con el desarrollo de la EA. En la tabla 1 se pueden diferenciar dichos factores de riesgo y preventivos, aunque muchos de ellos, sin una asociación clara en la actualidad3.
Principales factores de riesgo y preventivos en la enfermedad de Alzheimer
A) Factores de riesgo |
1. No modificables |
Edad, sexo, tamaño craneal, educación materna, factores genéticos |
2. Parcialmente modificables |
Factores epigenéticos (interacción ambiente-genes) |
3. Modificables |
Factores de riesgo fetales: hiponutrición materna |
Factores de riesgo en infancia y adolescencia: bajo nivel educativo y/o socioeconómico, obesidad |
Factores de riesgo en adultos y ancianos: obesidad, diabetes mellitus, hipertensión arterial, tabaquismo, arteriosclerosis, ictus, cardiopatía, trauma craneal grave, aislamiento social y tóxicos ambientales |
B) Factores protectores |
Actividad física, educación continuada, actividad intelectual y social |
Fuente: Anstey et al.3.
Ante este panorama tan poco alentador, diversos estudios han estimado que si se suprimieran los principales factores de riesgo (y como vemos en la tabla 1, muchos son factores de riesgo modificables) de demencia y EA, su incidencia podría reducirse hasta en un tercio4. Estos datos optimistas y esperanzadores han propiciado que, tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea se invierta en investigación sobre aspectos preventivos de la EA, tanto individuales como sociales (salud pública).
En Europa se están desarrollando 3 grandes estudios al respecto en 3 países de la Unión Europea (Finlandia, Holanda y Francia), bajo la tutela de la European Dementia Prevention Initiative5.
El estudio finlandés Finnish Geriatric Intervention Study to Prevent Cognitive Impairment and Disability (FINGER) es un estudio aleatorizado con más de 1.000 participantes con un periodo de seguimiento de 7 años e introduce actuaciones de variada índole (nutricionales, de control de factores de riesgo cardiovasculares y otras).
El estudio Prevention of Dementia by Intensive Vascular Care (preDIVA) está promovido por la Universidad de Ámsterdam y consta de una cohorte de más de 3.500 participantes con un periodo de seguimiento de 6 años. Los participantes del grupo control son tratados de la forma habitual, mientras los participantes del grupo intervención son sometidos a una terapia específica, donde un equipo de enfermeros y farmacéuticos monitorizan la terapia farmacológica, estilo de vida y factores de riesgo cardiovasculares.
El estudio francés Miltidomain Alzeimer Prevention study (MAPT) efectúa una intervención durante 3 años y un seguimiento posterior de 5 años a una cohorte de 1.600 participantes mayores de 70 años, con consejos sobre nutrición y actividad física principalmente.
En este contexto, parece que la prevención de la EA es a día de hoy, y a falta que haya resultados concluyentes de los grandes estudios que se están llevando a cabo, un hecho que debemos tener presente todos los profesionales sanitarios, tanto los que están en contacto íntimo y diario con pacientes diagnosticados de EA como los que no lo están. El control de los probables factores de riesgo y/o factores preventivos (educación, actividad física, vasculares y de estilo de vida, tabaco y otros) debe realizarse desde la infancia, periodo en el que se produce el mayor crecimiento cerebral.
Por todo esto, pensamos que es importante que todos los profesionales sanitarios, incluidos farmacéuticos y enfermeros, conozcan el posible cambio de paradigma en el manejo de los pacientes de EA y reflexionen sobre la importancia que puede tener la educación sanitaria en la población general, no solo en la prevención de enfermedades cardiovasculares, sino también en otras menos evidentes hasta ahora como son las demencias, más concretamente en la EA. Todo, por el bien de los pacientes presentes y futuros.