Pocas veces en la vida tiene uno la oportunidad de hacer una trilogía. En las dos últimas entregas de la revista he estado hablando de economía y desarrollo, libertad y desarrollo, y ahora tengo la oportunidad de aplicar estos conceptos transversales de economía al desarrollo o subdesarrollo del sector salud colombiano.
George Lucas, en su primera trilogía, La guerra de las galaxias, el Imperio contraataca y El retorno del jedi, habla de aspectos idealizados de la humanidad, como la fuerza interior de las personas, la maquinización del hombre y la humanización de la máquina, o el desarrollo tecnológico, pero la historia discurre en medio de una lucha por la libertad de la Alianza (el Imperio es el opresor). La Alianza, que es el débil, al final triunfa sobre el fuerte, aunque posee recursos de desarrollo menores a los que tiene el Imperio. El Imperio, por su parte, mucho más desarrollado en términos de resultados finales tecnológicos, ha obviado medir sus capacidades en términos de resultados globales y por ello sucumbe ante la insignificante y aparentemente poco desarrollada Alianza. El Imperio sucumbe porque no ha tenido en cuenta que la Alianza posee el lado claro de «la fuerza».
Los elementos de esta historia le encantaron al público porque en realidad son conceptos del inconsciente colectivo que están presentes en la vida de cada individuo del público: el deseo de libertad, la libertad ligada al desarrollo y el desarrollo como consecuencia de la libertad y finalmente el colapso de los que restringen la libertad. Es el deseo humano; el productor juega con el deseo humano y tiene éxito porque al final la libertad siempre gana y el desarrollo y la prosperidad aparecen como su consecuencia. En cambio, la restricción de la libertad siempre lleva, irremediablemente, al fracaso económico y al subdesarrollo. Claro está que estos dos últimos conceptos no son el producto de un deseo colectivo, más bien al contrario, son teorías económicas ampliamente probadas y demostradas a lo largo de la historia y recientemente retomadas por dos premios Nobel de economía: Amartya Sen y Angus Deaton. Sobre todo para Deaton, el desarrollo general de una sociedad depende del desarrollo que ésta tenga integralmente en salud y de que las libertades de los pacientes y los médicos sean debidamente respetadas, y se eviten las restricciones del mercado.
No me corresponde juzgar los hechos históricos que llevaron a la liquidación de Saludcoop y no desperdiciaré mi oportunidad de hacer una trilogía desgastándome en ello. Al contrario, aprovecharé este espacio para explicar por qué desde la macroeconomía Saludcoop estuvo condenada a este destino final desde sus inicios.
La primera razón para que un sector se subdesarrolle o desarrolle es restringir o liberar sus mecanismos de mercado, respectivamente. Saludcoop restringió los mecanismos de mercado del sector salud colombiano y, por tanto, terminó inevitablemente con el reciente anuncio ministerial de su liquidación, después de varios años de intervención. La intervención fracasó porque se mantuvo en la línea de restringir los mecanismos de mercado del sector salud colombiano.
Más allá de la liquidación de Saludcoop, el mayor asegurador colombiano, está el problema de la restricción de los mecanismos del mercado en el sistema de salud colombiano. No sólo Saludcoop restringía los mecanismos de mercado. Otras entidades en similares condiciones actuales y al borde del abismo actualmente también los hacen al tiempo que prevalece la permisividad del ministerio y la superintendencia de salud (probablemente por ignorancia económica). Restringir la oportunidad de escogencia del paciente es restringir completamente los mecanismos de mercado, asunto que desemboca inevitablemente en el colapso económico.
El punto vital de esta discusión desarrollada a través de mi pequeña trilogía reside en el hecho de que, mientras no se liberen completamente los mecanismos de mercado (principalmente con la libre escogencia del prestador por parte del paciente), el desarrollo no aparecerá en el sector salud colombiano e, increíblemente, tampoco en el país. Mientras no se respete la autonomía médica, el desarrollo no aparecerá en el sector salud colombiano e, increíblemente, tampoco en el país.
Deaton es claro en explicar que la causa del subdesarrollo reside en políticas públicas de salud equívocas y en la incapacidad del estado de ejercer un control sobre este determinado sector. La discusión podría ocupar un libro completo, pero con el fin de evitar aburrir a mi audiencia prefiero dejarla abierta, ya pensando en hacer una segunda trilogía, soñando con alimentar mi ego de escritor.
