La evidencia revela de forma contundente una alta prevalencia de enfermedades crónicas, trastornos neurodegenerativos, trastornos inflamatorios infecciosos y de salud mental en países con menores recursos y oportunidades socioeconómicas en comparación con países de alto ingresos socioeconómicos. Diferentes factores sociales, incluyendo aquellos en los que las personas nacen, crecen, viven y envejecen, llamados en conjunto determinantes sociales de la salud (DSS), determinan en gran medida las mencionadas disparidades en salud. El estatus socioeconómico, la educación, el empleo, el acceso a la salud, las oportunidades de nutrición, las experiencias sociales adversas tempranas, la exclusión social y las experiencias de violencia o conflicto son DSS críticos que predicen un aumento de riesgos cardiometabólicos, trastornos afectivos, de ansiedad, los relacionados con el estrés, los trastornos neurodegenerativos, del neurodesarrollo y los trastornos de los hábitos y la conducta, entre otros.
Múltiples DSS impactan la salud mental a lo largo de la vida. Las adversidades sociales tempranas impactan en el neurodesarrollo y se relacionan con trastornos mentales. Más aun, la presencia de riesgos sociales mediados por DSS afectan de manera específica a procesos neurobiológicos específicos reduciendo la salud cerebral. En esta línea se ha mostrado que las personas que han sufrido pobreza y adversidades sociales tempranas, incluyendo maltrato, negligencia o exclusión, presentan importantes huellas en el curso de vida que impactan de manera persistente procesos biológicos inflamatorios y metabólicos, además de afectar la estructura y el funcionamiento cerebral y la cognición, amplificando la vulnerabilidad para presentar condiciones de salud mental.
Las experiencias ambientales críticas, incluidas las desencadenadas por DSS, pueden inducir cambios en diversas moléculas biológicas que interactúan con el ADN, determinando qué genes se activan o desactivan. Este mecanismo biológico para controlar la expresión génica se denomina epigenoma. Recientemente diferentes investigaciones han empezado a revelar los impactos de los DSS sobre la expresión génica, un campo del conocimiento conocido como el epigenoma social. Los estudios sobre el epigenoma social se están empezando a desarrollar significativamente en el campo de la salud cerebral y de distintas condiciones crónicas. Un conjunto de modificaciones epigenéticas en genes inflamatorios, metabólicos, de estrés y neurotróficos se han relacionado a la presencia de DSS. Dichos marcadores de epigenómica social, a su vez, se han asociado con la aparición de trastornos relacionados con el estrés, trastornos de ansiedad y trastornos del afecto. Además, diferentes modificaciones epigenéticas en distintos genes predicen el envejecimiento acelerado y la aparición de condiciones neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer y otras demencias relacionadas.
A pesar de estos avances en el conocimiento, la mayoría de los estudios sobre las interacciones sociobiológicas en la salud mental, incluidos los estudios de epigenómica social, carecen de diversidad, lo que afecta a la generalización de los biomarcadores para diferentes trastornos neuropsiquiátricos en personas que habitan regiones con alto riesgo asociado a DSS. A pesar de la carga de los trastornos relacionados con el estrés, la depresión, la ansiedad y las demencias que afectan de manera desproporcionada a las poblaciones subrepresentadas, la investigación sobre las interacciones sociales, genéticas y epigenéticas críticas para comprender la etiología y el riesgo de las enfermedades mentales se ha generado de manera desproporcionada en los países de ingresos altos. Los estudios realizados en países de alto ingreso sobre modelos explicativos del riesgo de enfermedad y sus sustratos sociobiológicos han mostrado ser poco reproducibles o escalables a poblaciones diversas como las que habitan en Latinoamérica. Un estudio adicional de esas interacciones en poblaciones con altos riesgos asociados a DSS, como las poblaciones latinoamericanas se hace necesario.
Además de la mencionada alta carga en salud asociada con la alta presencia de DSS en Colombia y otros países de Latinoamérica, en la región también confluye una alta prevalencia de condiciones crónicas, incluyendo diabetes, hipertensión y obesidad. Sumado a esto, en la región existen dificultades para promover políticas públicas que amplifiquen hábitos de vida que lleven al bienestar y que controlen desenlaces clínicos específicos. Así, en Latinoamérica se hace necesario promover agendas estructuradas de investigación para estudiar las interacciones complejas entre DSS, epigenética, genética, procesos neurocognitivos y condiciones de disparidad en salud incluyendo los trastornos mentales. La promoción de estos estudios puede ayudar a los equipos que promueven políticas públicas y acciones en salud a enfrentar se hace los retos en salud de la región. Además, estas iniciativas pueden aportar a generar comprensión específica y ajustada regionalmente sobre la forma en la que riesgos sociales particulares determinan desenlaces en salud mental.
