En las epidemias de enfermedades infecciosas que han tenido letalidad se ha observado un incremento del riesgo de trastornos mentales, especialmente ansiosos, depresivos y de estrés postraumático en los infectados, sus familias y el personal de salud que los atiende;1 sin embargo, la actual pandemia por COVID-19 tiene particularidades que no tienen precedentes. Entre estas particularidades están: el riesgo de contagio por personas asintomáticas; la amplia variabilidad en la gravedad de los síntomas de los infectados, las medidas de distanciamiento social implementadas en casi todos los países del mundo que han sido de larga duración y han llevado tanto a problemas económicos como a cambios en la manera de trabajar, recibir educación, vivir en familia y relacionarse con otros. Todo esto hace que no sean predecibles las consecuencias reales sobre la salud mental y que sea muy grande la necesidad de investigar el tema desde varias perspectivas;2 de hecho, ya se han planteado tópicos prioritarios en salud mental que deben ser investigados de manera interdisciplinaria.3
La investigación en salud mental durante la pandemia es muy importante en Latinoamérica, donde la mortalidad por COVID-19 está entre las más altas del mundo y la frecuencia de condiciones de vulnerabilidad como la pobreza, el hacinamiento y dificultades en el acceso a los servicios de salud pueden hacer que el efecto sea muy distinto al que se pueda observar en otras regiones. Uno de los temas prioritarios es el impacto de la pandemia, las medidas de confinamiento y la manera de manejar la información en la frecuencia de problemas mentales en la población general y en grupos vulnerables como personal de salud, ancianos, niños, minorías étnicas, entre otros. Desde el inicio de la pandemia surgió un gran número de publicaciones sobre frecuencia de síntomas mentales en la comunidad y en estos grupos,4,5 pero no hay claridad en si son causados por la pandemia, cuál es el curso longitudinal, si existe un incremento real en la incidencia de trastornos psiquiátricos asociada con la pandemia o cuáles serán las consecuencias a largo plazo en el nivel poblacional.
Las consecuencias de la pandemia en los pacientes con trastornos mentales también son fuentes de múltiples preguntas de investigación. Se sabe que son un grupo vulnerable y el tratamiento en las actuales condiciones se ha hecho más difícil. Además, la atención de una gran proporción de pacientes psiquiátricos ha tenido que cambiar rápidamente hacia la telesalud,6 a pesar de que previamente había prejuicios sobre esta como: dudas sobre un buen establecimiento de una alianza terapéutica, incomodidad de los pacientes por falta de familiaridad con la tecnología y privacidad, problemas técnicos como la calidad del video y del audio, las regulaciones legales y dificultades para la prescripción de fármacos.7 Las investigaciones previas habían mostrado similitudes con la atención presencial en confiabilidad diagnósticas y satisfacción de usuarios, pero es un campo en el que hay mucho por indagar como su efectividad, las condiciones para atención en pacientes con deterioro cognitivo, dificultades visuales o auditivas, el manejo de las condiciones de emergencia, entre otros.8 Además, existe el potencial de emplear novedosas estrategias de telesalud mental para la prevención, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación que podrían contribuir a mejorar la morbilidad por problemas mentales aun en sitios donde el número de psiquiatras es insuficiente.9
Otro tema que se ha considerado prioritario en investigación es el de las consecuencias de la infección por COVID-19 sobre la salud mental de quienes han estado infectados; tanto por las consecuencias psicológicas de tenerlo como por las alteraciones neurológicas a corto y largo plazo que pueden presentarse por la enfermedad.10,11 Se ha pensado que es posible que el pronóstico de los trastornos mentales se afecte y que se incrementen las tasas de suicidio.12 Adicionalmente, se ha propuesto la necesidad de un seguimiento a los niños cuyas madres tenían infección por el embarazo por posibles efectos a largo plazo como los que han sido descritos para otras enfermedades virales.3
Los anteriores son sólo ejemplos de los temas que se han planteado dentro de las agendas de investigación por la pandemia. Indudablemente quedan muchos por fuera y es la oportunidad para crear conocimiento que pueda utilizarse en un futuro para situaciones similares y evaluar nuevas formas de atención que podrían seguir usándose aún cuando se acabe esta contingencia.