Siempre he pensado que el ser humano se debe reinventar todos los días y para ello debe explorar caminos en todas las esferas que conforman su realidad; es por esto que busco refugio en la fotografía, en el teatro, en la música, en mis estudios, en mi religión.
Me gusta encontrar ese punto de vista a veces disonante que permanece oculto a las miradas pasajeras y a los esquemas de la sociedad, me gusta ver la sorpresa, alegría, tristeza, intriga, que se encuentra en el rostro de las personas cuando les apuntas con una cámara; me gusta ver las historias que se tejen entre el diafragma y el inconsciente de la gente; y un poco más sencillo, me gusta plasmar el recuerdo, el azul del cielo, el negro de las pupilas y lo cambiante del mundo.
Esta fotografía a la que llamo “centro grávido” es una mirada a la realidad ondulante, es un distractor para los ojos, una pincelada que trata de armonizar los verdes profundos de un jardín botánico.