El sismo ocurrido el 19 de septiembre del presente año en la ciudad de México, a 32 años del ocurrido en la misma fecha y en el mismo lugar1, ha motivado una respuesta intensa de voluntariado en la generación llamada millenials; las redes sociales invitaron a participar y localizar las áreas geográficas más necesitadas de apoyo de brigadistas e insumos, y el poder de convocatoria y el espíritu de solidaridad fue ejemplar, incluso rebasando el número solicitado para dichas actividades2.
Analizando este fenómeno, es de considerar la respuesta a la siguiente pregunta: ¿la generación millenial es la más preparada para afrontar un desastre de esta magnitud?
Hay que reflexionar sobre varias vertientes; la presente generación ha sido criticada en el pasado por mostrar poco interés en los problemas públicos, estar ensimismados en sus propias necesidades, tener poca capacidad de comunicación verbal y una responsabilidad parcial en lo que tradicionalmente se ha considerado una obligación: trabajo fijo, definición de metas, compromiso, sacrificio, esfuerzo, etc3.
La mayoría de los brigadistas que de manera voluntaria acudieron al llamado mostraron alto sentido de responsabilidad, así como un espíritu de civilidad sin parangón, aunque al parecer algunos vieron la oportunidad de tomarse una foto y etiquetarse como altruistas por haber ido momentáneamente a mover escombro por corto tiempo.
Una generación poco expuesta a las desgracias de la vida: muerte, guerra, epidemias, despojo social, etc., puede entrar en conflicto emocional con lo que regularmente se encuentra en una situación de desastre por sismo: cadáveres, lesionados, daños estructurales, fugas de gases/químicos, indefinición de planes y demás. No cualquiera tiene el espíritu y el temple para ser médico, bombero, paramédico, enfermero y/o rescatista.
Hubo casos de personas que rebasaron largas jornadas laborales (> 24 h) sin dormir, comer o descansar, en la mayoría sin tener ningún vínculo emocional y/o geográfico con el lugar en el que estaban participando; desde el punto de vista humanitario, se pudiese aplaudir una acción solidaria de esta magnitud, pero la poca o nula preparación de un gran contingente juvenil que de manera precoz y espontanea acude a una situación de desastre termina siendo el primer paso para la espera de una gran cantidad de pacientes con el denominado estrés postraumático4.
Es necesario estratificar un mínimo necesario de requisitos para que se pueda ser voluntario en una región con propensión a sismo, por ejemplo, edad, preparación y experiencia, entre otros.
Una respuesta desbocada de voluntarios a una necesidad de ayuda inmediata puede resultar contraproducente para el bienestar físico y mental de esos mismos voluntarios.
