Como es tradición, hoy me ha correspondido el honor, por segunda vez, de escribir el editorial para la Revista Colombiana de Reumatología.
Primero, quiero aprovechar la oportunidad para enviar un saludo afectuoso y sincero a la Familia de Peñita, persona a quien la reumatología colombiana le debe mucho como quiera que fuera uno de sus pioneros y formador de muchos de nosotros.
Estamos transitando por caminos difíciles, con un país convulsionado y con amenazas en el frente de la salud, ya que se avecinan cambios en el ordenamiento jurídico dado por el trámite en el Honorable Congreso de la República de la Ley ordinaria que busca reformar la Ley 100 de 1993. A este respecto, las preocupaciones no son infundadas ya que la Junta Médica Nacional ha enviado una carta al presidente del Senado de la República en la cual manifiesta su desacuerdo por el proyecto que cursa en el Congreso. Igualmente, lo que se ha podido conocer y que impulsa abiertamente el Gobierno Nacional nos debe preocupar porque hay aspectos seriamente lesivos para la salud de los colombianos, y si esto sigue como va terminaremos como en Venezuela, graduando médicos de 3 años y especialistas graduados por internet. Es por esto que invito a todos los reumatólogos y a nuestros pacientes a estar alerta y dispuestos a seguir los lineamientos que la Asociación de Sociedades Científicas y la Junta Médica Nacional tracen, para evitar un mayor deterioro en las condiciones de salud del pueblo colombiano.
Son muchos los problemas que aquejan a nuestra especialidad y buena parte de ellos se podría solucionar de manera favorable si existiera una unidad de cuerpo y todos al unísono impulsáramos acciones en beneficio del colectivo; por esto dedicaré buena parte de mis esfuerzos en estos dos años, a insistir ante los reumatólogos que lo “bueno es enemigo de lo mejor” y que si dejamos los individualismos y las inseguridades, seguramente, nuestro panorama no será tan difícil, en especial, para las nuevas generaciones.
Siempre he sido un profundo admirador de la pintura del Maestro Rembrandt que plasmó en su cuadro de los Síndicos Pañeros, a personas de diferente credo, ejerciendo la labor mancomunada de calificar los paños que se transportaban en la época. ¿Por qué si en esas épocas podían ponerse de acuerdo estos personajes con diferencias de fondo en sus creencias religiosas, nosotros que no tenemos diferencias sustanciales no podemos trabajar en pro del bien común?