Hemos leído con interés el caso clínico de Días et al.1 en el que se hace referencia al empleo de una combinación de bloqueos fasciales en cirugía de mama. Los autores realizan un bloqueo pectoral (PEC II), bloqueo fascial pecto-intercostal y el bloqueo de las ramas del nervio supraclavicular. Y si bien presentan esta combinación de bloqueos como novedosa en este tipo de cirugía, reconocen un déficit analgésico de la pared torácica anterior, a nivel medial.
En nuestra experiencia, y basándonos en la inervación de la pared torácica, la realización de un bloqueo serrato intercostal en la línea media axilar a nivel de la cuarta costilla (BRILMA) aporta una analgesia adecuada para este tipo de cirugía2, con un ahorro en consumo de opioides y una disminución del dolor crónico asociado a este tipo de cirugias3. Por lo que ponemos en valor la realización de dos bloqueos efectivos (PEC y BRILMA)4 frente a la técnica de los autores con su déficit analgésico.
Estamos de acuerdo en que en la era covid-19 es conveniente evitar el manejo de la vía aérea, sobre todo en pacientes positivos, sospechosos o sin pruebas de confirmación PCR, para minimizar el riesgo de contagio. Siempre debemos proporcionar una buena calidad asistencial con los mínimos riesgos asociados. Bajo esa premisa, compartimos las afirmaciones de Días et al., los bloqueos fasciales son una buena opción analgésica que tener presente en la era COVID y no COVID. No solo a nivel de pared torácica, donde la combinación de técnicas hemos visto que es efectiva, sino también en cirugía de la pared abdominal superior. En estas cirugías los nuevos bloqueos fasciales se han presentado como una opción efectiva5, evitando en ocasiones la anestesia general.
Por ello abogamos por incorporar los bloqueos fasciales de modo rutinario a nuestras estrategias anestésicas y analgésicas, ello va permitir la realización de muchos procedimientos sin necesidad de manipular de la vía aérea.