Leído con sumo interés el artículo original de Galipienzo et al.1, quisiera hacer unas consideraciones:
En primer lugar, felicitar a los autores por exponer los resultados quirúrgicos en un momento de sumo interés colectivo. La enfermedad producida por un nuevo SARS-CoV-2 coronavirus se ha propagado rápidamente en todo el mundo y es de reciente actualidad, por ello es necesario disponer de datos que avalen la práctica de la cirugía en estos momentos complejos. Aspectos como la prevención, detección, manejo clínico y la vacunación han modificado no solo la percepción, sino también la actitud en la atención sanitaria. Sin embargo, no dejan de tener valor los resultados quirúrgicos en la primera ola, y por ello la validación de la cirugía como segura aun en plena endemia por Covid-19.
En la primera ola del Covid-19 la disponibilidad de atención crítica fue reducida a su mínima expresión, siendo uno de los factores limitantes en la desprogramación de la cirugía mayor. Aun así, en la muestra seleccionada en el estudio de Galipienzo et al.1 en alrededor del 12% de los pacientes se utilizó la UCI quirúrgica con un reingreso del 1,5%, cifras que no se han comparado con la muestra preCovid, por lo que desconocemos si fueron similares o menores en el periodo previo a la pandemia.
En nuestro centro, en una serie de 585 pacientes de cirugía compleja electiva intervenidos en el periodo pico de la primera ola de infección Covid-19, la utilización de la UCI quirúrgica fue del 17,4%, significativamente inferior al 29% en la etapa preCovid para una muestra de pacientes intervenidos seleccionada de iguales características2. En la comparación de los resultados asistenciales en base a las complicaciones clasificadas según Clavien-Dindo 3-5, no se observaron diferencias significativas, indicando que la merma de disponibilidad de UCI podría ser relativizada en las situaciones de pandemia a fin de efectuar cirugías necesarias como son las de causa oncológica o aquellas con alta mortalidad en la lista de espera.
Finalmente quisiera resaltar que, aunque con buena intencionalidad, la comparación de resultados entre ambos periodos requiere de una mayor precisión tanto en la selección de la muestra (medida de la complejidad de los pacientes mediante escores de riesgo médico y quirúrgico) como en la metodología estadística, utilizando criterios de no inferioridad. Esta rigidez metodológica es necesaria para demostrar que la pandemia, cuando los protocolos de protección tanto para los pacientes como para los profesionales se implementan de manera correcta, no tuvo un impacto negativo en los resultados quirúrgicos en términos de morbimortalidad.