A más de año y medio después de las primeras infecciones por el SARS-CoV2 y el brote pandémico, existen en nuestro país poco menos de 5 millones de personas que han pasado la enfermedad. Meses después de iniciada la pandemia COVID-19 se empezaron a reportar casos de afectación de varios sistemas además del respiratorio, posteriormente los casos de síndromes post-COVID y sobre mediados del 2020 la identificación del síndrome COVID persistente, presente hasta en un 10-20% de postinfectados, con una gran repercusión sociosanitaria.
La afectación neurológica del SARS-CoV-2 se identificó desde los primeros períodos de la infección, generando gran preocupación en la comunidad científica. Los eventos neurológicos agudos y subagudos más comúnmente descritos han sido la cefalea, el mareo, las alteraciones de consciencia y patologías menos frecuentes como ictus, encefalitis y mielitis, propios del SNC, así como otros propios del SNP con consecuentes neuralgias1.
Las pandemias por coronavirus previos como el MERS y SARS dieron a conocer ya una relación con la potencial afectación tanto del SNC como del SNP. Hoy con el SARS-CoV-2 se han descrito varios posibles mecanismos de daño neuronal2. En el síndrome post-COVID se evidenciaron otros tipos de daño neurológico como la conocida polineuromiopatía del enfermo crítico, quizá como consecuencia indirecta de los largos procesos de encamamiento y manejo en unidades de cuidados intensivos, pero igualmente se fueron reportando otras alteraciones neurológicas con altas prevalencias. Por otro lado, muchos de los tratamientos usados contra el COVID-19 como uso compasivo han demostrado algún tipo de neurotoxicidad.
Finalmente, fue sobre el período de identificación del COVID persistente cuando se empezó a reportar cuadros de dolor crónico en relación con esta enfermedad. Hoy se reconoce que el dolor más habitual relacionado es el somático y visceral, pero también existen reportes de dolor neuropático3, aunque mucho menos referenciado y quizá infradiagnosticado. Hoy en día aún no identificamos la etiología del dolor neuropático post-COVID, pero existen hipótesis sobre mecanismos directos por acción vírica acantonada en el organismo, e indirectos del tipo inflamatorios e inmunológicos.
En cuanto a la atención sanitaria, al igual que en muchas otras áreas, la pandemia generó la necesidad de modificar las pautas de atención al dolor crónico en general4. Además, para agravar aún más el problema sanitario, en relación con el COVID persistente, se evidenció que sus consecuencias neurológicas se pueden expresar en personas que inicialmente no fueron identificadas como casos al ser asintomáticos o que incluso tuvieron una afectación respiratoria leve. Esto implica una necesidad de aclarar su impacto con la identificación de nuevos casos de dolor neuropático en la atención especializada futura.
Desde los Grupos de Trabajo y Estudio de Dolor Neuropático de la Sociedad Española del Dolor y de la Sociedad Española de Neurología queremos alertar de la posibilidad de que estén pasando desapercibidos cuadros de dolor neuropático en afectados post-COVID por lo que queremos motivar a la comunidad de clínicos implicados en atender este tipo de pacientes para que estén pendientes del dolor neuropático entre sus expresiones. Esto permitiría identificar similitudes en tipos de afectación tanto por lesiones en SNC o SNP que permitan generar protocolos de diagnóstico inmediato, fundamental para el adecuado tratamiento, así como identificar, posteriormente, mecanismos terapéuticos acertados. Para tal, consideramos de importancia la generación de registros de pacientes, como ya se ha iniciado en otros países5, e invitamos a la comunidad clínica para que inicien estos o se sumen a aquellos que ya se vayan creando. De esta manera podremos adelantarnos a reconocer mejor la huella del SARS-CoV-2 en el dolor neuropático y mejorar su atención específica.