Los tiempos están cambiando… El genio de Bob Dylan iluminó una frase, que en boca de cualquiera no resulta más que un tópico irrelevante o una perogrullada, pues la esencia del tiempo es el cambio; y no creo que recibiera el premio nobel por ella, aunque encierra una reflexión que todos nos hacemos y que se han hecho todos los que nos precedieron.
Los tiempos están cambiando, y los cirujanos ortopédicos de mi generación que en estos momentos estamos cruzando la línea de meta hemos vivido una época profesional deslumbrante.
Hemos visto como una apuesta política sensata: el sistema MIR, ha puesto a la medicina española en primera línea científica y es la columna vertebral de una sanidad pública universal de calidad, y de una sanidad privada altamente competitiva.
Los avances en las comunicaciones y en las herramientas de información nos han permitido aprender, compartir conocimientos, optimizar nuestro tiempo de estudio, en el que invertíamos largas y tediosas horas buscando bibliografía. Hemos asistido al feliz encuentro de la ciencia y la tecnología, propiciando unos métodos quirúrgicos cada vez menos invasivos y cada vez más precisos. También hemos visto cambiar la estructura asistencial; la diversificación y consolidación del trabajo por unidades nos ha permitido al menos suplir con una cierta motivación lo que se nos niega en retribuciones.
Y hemos asistido a la llegada y en gran medida a la lógica normalización de la mujer en el mundo de la Cirugía Ortopédica; la especialidad considerada menos abierta a la mujer y con menor diversidad étnica y racial1.
La SECOT, desde su fundación, ha sido testigo, pero también motor y vehículo de estos cambios, como modelo de sociedad científica y facilitador del desarrollo de otras sociedades monográficas y autonómicas desde las que canalizar el esfuerzo de todos en forma de reuniones, formación y publicaciones.
Ha sido la lectura del libro blanco de la SECOT, culminada en este 2022 por la junta directiva, la que me ha llevado al título de esta pequeña contribución a nuestra revista.
Sometidos como estamos a una auténtica tormenta de opiniones, directrices, normativas y decretos no siempre guiados por la independencia intelectual y expresados sin la modulación que imponen el buen gusto y el sentido común, no seré yo el que diga que la lectura de este libro blanco resulte obligatoria para nadie. Me permito desde luego recomendarla vivamente como punto de partida de reflexiones e incluso de alguna conversación entre colegas, si es que la dictadura del móvil nos ofrece algún respiro.
Vuelvo por un momento a mis ya lejanos (pero vívidos) tiempos de residente en el Hospital La Paz de Madrid. La única mujer adjunto de traumatología en aquel gran departamento sobrellevaba con estoicismo elegante, pero resignado, el continuo (y siempre amable) chicoleo de sus compañeros.
Una mujer en un departamento de traumatología era una verdadera rareza en 1980, aunque aquel año la doctora Ceballos ya publicaba en el Journal of Bone and Joint Surgery su artículo titulado «Prognosis in infantile idiopathic scoliosis»2.
Han pasado más de cuarenta años y desde luego las cosas han cambiado, pero ¿cuánto han cambiado?
Según el libro blanco de la SECOT, y otorgándole a nuestra sociedad la representatividad profesional que creo que tiene, las mujeres son actualmente el 30% de todos los cirujanos ortopédicos de España, pero nos vamos al 43% en el caso de los residentes en formación. Solo uno de cada 10 jefes de servicio es mujer, y entre las subespecialidades hay un cierto predominio de la dedicación preferente a Ortopedia Infantil y Cirugía de la Mano, con aplicación mayoritaria a la medicina pública (92%).
Con respecto a los datos del libro blanco SECOT de 2011, el número de mujeres prácticamente se ha duplicado, y aunque nuestra especialidad sigue manteniendo un perfil de predominio masculino, muestra una tendencia natural al equilibrio progresivo. Aparece aquí un dato actual inquietante y es la sensación de «estar quemado» en un 14% de mujeres residentes, que dobla ampliamente a la de sus compañeros varones.
Es llamativo que nuestra especialidad fuera una de las más demandadas en los ochenta por los varones; ahora más del 40% de las plazas de Cirugía Ortopédica son ocupadas por mujeres y muchos de aquellos han dirigido sus pasos a especialidades que ofrecen quizá más comodidad y mejores perspectivas pecuniarias.
También la percepción que se tiene de esta especialidad ha variado sensiblemente, desde aquellos arquetipos situados en la fuerza física, el yeso y una cierta tosquedad, a la realidad de una Cirugía altamente tecnificada donde la precisión instrumental, la robótica y pronto las técnicas regenerativas marcan el presente y el futuro de la misma.
¿Cualquier mujer puede ser un buen cirujano ortopédico? Indudablemente no; como tampoco cualquier hombre. Esta especialidad requiere cabeza y manos, pero también un corazón resuelto. ¿Dónde queda la fuerza física?; mi padre decía que no es tan importante tener fuerza… como hacer fuerza. Eso también lo saben todos nuestros residentes desde sus primeras guardias y aquí no cabe distinción de sexo.
¿Traumatólogas o traumatólogos? Tampoco en esto me corresponde hacer pronunciamiento. Me uno al criterio académico del gran Javier Marías, recientemente fallecido, dejando que cada cual decida la forma que crea más adecuada y otorgando al tiempo y al uso popular el establecimiento de la norma.
Aunque la SECOT ha estado (y está) presidida desde su fundación por hombres, y la presencia masculina en la composición de las juntas directivas sigue siendo mayoritaria, tres de las sociedades monográficas están presididas actualmente por mujeres: Columna, Ortopedia Infantil y Pie y tobillo. Y ha sido su trayectoria profesional y científica la que las ha llevado hasta ahí, no un criterio de paridad impuesto desde un departamento ministerial o por la influencia de las llamadas redes sociales.
Esto nos lleva a la presentación de la nueva directora y primera mujer al frente de nuestra revista: Dra. D.ª Yaiza Lópiz Morales, que me ha otorgado el privilegio de escribir este editorial.
Los tiempos están cambiando… también en la revista, que es ahora más visible y con un creciente nivel científico impulsado por los directores anteriores y sus comités editoriales. Nadie dude de que la nueva directora pondrá todo su esfuerzo y dedicación en seguir esta senda y conseguir el impacto que merece nuestra revista en el contexto internacional, pero es labor de todos contribuir con la aportación de nuestro mejor trabajo científico escrito en nuestro mejor español.
En mi opinión, la SECOT como sociedad científica tiene que seguir haciendo notar su presencia, aumentando si cabe su iniciativa en el debate público y en la relación con la empresa privada, con las autoridades sanitarias, desde ministerios y consejerías hasta jefes de servicio, para luchar por lo que realmente nos permita avanzar hacia la igualdad y el desarrollo en plenitud de nuestra especialidad a hombres y mujeres: unas retribuciones dignas, unos horarios racionales que permitan organizar la vida familiar, y reconocimiento del tiempo dedicado a la investigación y el estudio.
No sé qué pensaría Cervantes del hoy llamado lenguaje inclusivo, cuando pone en boca de Don Quijote:
«Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro».
No he encontrado hasta ahora mejor forma ni más rotunda de definir la igualdad.
