Médicos y no médicos de Asturias conocían, y muchos le trataban, a Don Alejo. Aunque jubilado hace unos años, su imagen, siempre con Aurora, su mujer, era muy familiar en Oviedo. Por eso su fallecimiento fue tan popularmente sentido.
Había nacido en Buenos Aires en 1915, pero tras la Primera Guerra Mundial su familia se trasladó a Oviedo, en donde se asentó y en donde realizó Alejo los estudios de Enseñanza Secundaria.
A los 17 años se trasladó a Valladolid para estudiar Medicina, que concluyó en Santiago de Compostela. En 1936 la Guerra Civil le sorprende finalizando la carrera, lo que hizo que fuese utilizado como médico de primera línea en los frentes de Asturias, el Ebro y Levante, en donde realizó una meritoria labor. Esta coyuntura no le impidió volver a las aulas y licenciarse en Medicina brillantemente en 1940.
Realizó su entrenamiento en la especialidad de Cirugía Ortopédica y Traumatología en el Hospital Marqués de Valdecilla, de Santander. Estando allí es reclamado por la Universidad de Santiago de Compostela, en donde profesores de la última etapa de la Licenciatura eran conocedores de sus dotes para la Docencia.
Vuelve allí con intención de seguir la Carrera Universitaria, pero sufre un nuevo cambio al plantearse volver a Oviedo, casarse y obtener por oposición la plaza de Médico Titular de la Fábrica de Armas. Tenía 28 años y regentó este puesto tres años más, renunciando voluntariamente al hacerse cargo, con un grupo de prestigiosos compañeros, del Sanatorio Getino de la capital asturiana, de donde llegó a ser Director hasta su cierre en la década de los setenta.
En la época de desarrollo de la Seguridad Social actuó como Jefe de Cupo de Traumatología en la Residencia Sanitaria de Oviedo.
He tenido la fortuna de conocer, posteriormente tratar y luego contar con la amistad de Alejo, entre otras cosas por mi relación con sus dos hijos traumatólogos.
Era un trabajador incansable. Su clínica Getino estaba abierta 24 horas todos los días del año. Trató todo tipo de patologías y todo tipo de pacientes: traumáticos, laborales, deportivos, etc. Estaba en la clínica y vivía en ella. Siempre ha tenido un trato exquisito con los pacientes, los amigos y los compañeros. Era un asiduo y activo congresista tanto nacional como internacional, así como eficaz comunicador y escritor de artículos científicos. Modificó técnicas quirúrgicas y popularizó otras poco conocidas, y lo hacía con una sencillez poco habitual. Sin duda hubiese sido acertada su continuidad en la oferta que le había hecho la Universidad de Santiago de Compostela, en donde leyó su Tesis Doctoral, que fue excelentemente valorada.
Sin embargo no todo es mérito de Alejo. Ha tenido la fortuna de tener una compañera excepcional, Aurora, con la que tuvo nueve hijos, seis de los cuales son médicos. Fue su compañera, incluso en la Clínica, que administraba con mano firme y eficacia empresarial.
Dos de sus hijos, Julio y Carlos, son nuestros compañeros de especialidad, el primero en Cádiz y Carlos en Oviedo. Han heredado lo mejor de sus padres, la profesionalidad y la exquisitez de trato.
A todos sus hijos, pero a estos dos en especial, queremos hacer llegar la felicitación por haber contado con un padre como Alejo, nuestra condolencia por su pérdida y la expresión más sincera de nuestro afecto, que rogamos hagan extendida a sus otros hijos y al resto de su familia.