Ideólogo de la técnica AO, diseñó más de 80 instrumentos para el manejo quirúrgico de las fracturas. Inspirado en el trabajo de John Charnley, desarrolló un modelo de prótesis de cadera del que se han implantado más de un millón de unidades en todo el mundo. Se calcula que durante su vida realizó 20.000 intervenciones quirúrgicas que incluyen 4.000 prótesis de cadera, por lo que fue nombrado «cirujano del siglo xx » en el Congreso de la Sociedad Internacional de Ortopedia y Traumatología 2002, en San Diego…
El fallecimiento de Maurice Müller el pasado 10 de mayo motiva miles de testimonios de condolencia, pero el reconocimiento de la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología a su figura es especialmente sentido y viene envuelto de un sentimiento de orfandad dada la intensa acción de su magisterio en España y los ancestrales vínculos de amistad que mantenía con muchos traumatólogos de nuestro país.
Maurice Müller nació y cursó sus estudios primarios en Biel (Bienne), ciudad suiza bilingüe situada en el cantón de Berna. Desde su infancia había manifestado insistentemente su vocación por la cirugía, cursó con excepcional brillantez los estudios de Medicina en Neuchatel y Berna, y se licenció en Lausana en 1944.
Durante su época de estudiante realizó pruebas de destreza tridimensional que lo orientaron hacia la cirugía ortopédica. Pero su interés por la especialidad se agudizó al visitar a un excombatiente de la II Guerra Mundial, portador de un clavo de Küntscher.
Adquirió su formación quirúrgica en la clínica Balgrist, de Zúrich, y se doctoró en esta Universidad en 1946. El mismo año contrajo matrimonio con Martha Lüthi, mujer con la que compartió toda su vida y ejerció de musa inspiradora de muchos de sus proyectos científicos y mecenazgos artísticos.
Su paso por los distintos cantones suizos lo dotó de un poliglotismo fluido y una sensibilidad hacia la multiculturalidad que tuvo ocasión de demostrar en el hospital etíope de Jimma el año siguiente de su doctorado. Allí viajó con su esposa y se ofreció al emperador para organizar una red asistencial traumatológica, pero Hailie Selassie le insistió en su interés por el tracoma como principal problema sanitario del país. Müller dedicó su tiempo a diseñar un programa encaminado a combatir el mal endémico del que al parecer se obtuvieron notables beneficios. La amistad entre ambos personajes perduró en el tiempo.
A su vuelta de Etiopía completó el período de «perfeccionamiento» en Liestal y Friburgo y finalmente regresó a Zúrich. Viajero incansable, contactó con Robert Denis en Bruselas en 1950, y de aquel encuentro con el cirujano pionero de la reducción anatómica, la fijación interna y la consolidación «sin callo visible» germinó la AO suiza que fundó en 1958 con Martin Allgöwer, Hans Willenegger y Robert Schneider, hecho que provocó un cambio trascendente en el ejercicio de la traumatología universal: se desarrollaron implantes e instrumentos y se dictaron normas para el tratamiento adecuado en cada tipo de fractura. Asimismo, se creó un gran centro de documentación de casos clínicos tratados con la técnica AO ofrecido a la comunidad científica internacional.
En 1960 fue nombrado Jefe de Servicio del Hospital de San Galo (Sant Gallen, Suiza) en donde implantó por primera vez una prótesis total de cadera tipo Charnley. En 1963 fue nombrado Profesor de la Universidad de Berna y Jefe del Servicio de Cirugía Ortopédica del Insel Hospital, puesto que ejerció hasta 1980.
Rafael Orozco conoció a Müller durante una de las «Sesiones Ortopédicas» organizadas por Santos Palazzi Duarte en el Hospital del Sagrado Corazón de Barcelona (1964). Precisamente, en las demostraciones quirúrgicas de otra de las «Sesiones» celebrada 3 años más tarde, Müller implantó una prótesis de cadera por primera vez en España. En aquella época, Rafael tuvo el privilegio de presenciar las evoluciones del famoso profesor desde un rincón de su quirófano bernés. La conversación entre ambos se limitó a temerosos saludos del alumno con las lacónicas correspondencias del maestro. Rafael que, a sus 29 años, dirigía el nuevo Hospital de la Cruz Roja de Tarragona, nutrido en gran parte por pacientes traumáticos, tuvo ocasión de ejercitarse en la técnica AO antes de que se editara el primer Manual AO, el de las famosas cubiertas amarillas, en 1969.
A los pocos años de su primera visita a Berna regresó con un gran maleta llena de radiografías correspondientes a pacientes tratados en Tarragona, siguiendo estrictamente los principios de la técnica AO suiza. Müller lo recibió en su recién estrenado despacho del Hospital Lindenhof. Mientras Rafael le mostraba, caso por caso, en el negatoscopio, el profesor dirigía ocasionales miradas displicentes mientras despachaba asuntos con su secretaria. Cuando acabó la presentación Müller dijo: «Volvamos a empezar», y revisaron de nuevo todos los casos, uno a uno, hasta el último detalle. Aquél fue el preludio de una gran amistad que se considera facilitó la buena aceptación de nuestros cirujanos cuando acudían a Suiza para conocer la «filosofía» de la innovadora técnica quirúrgica para adiestrarse en el manejo de los sofisticados instrumentales e implantes.
A finales de 1971 se constituyó en Tarragona la AO española (Orozco, Cañadell, Palazzi Duarte, González Más y Samper) y al cabo de un año y medio se celebró la primera reunión científica convocada por esta sociedad en el Hospital Central de la Cruz Roja en Madrid. Allí acudieron los líderes de la AO italiana y la AO suiza, con Müller al frente. En aquel encuentro ya se gestó el primer curso teórico práctico de la técnica AO en España, que se celebró en la Universidad de Navarra. A éste siguieron cursos anuales en los que se han formado generaciones de traumatólogos y que contaron durante años con la potente figura del maestro suizo muy conocido también por el desarrollo de su modelo de prótesis de cadera.
Casi al unísono de la construcción de la imponente Fundación Maurice Müller en Berna (1974), que incluía un auditorio con estudio de televisión, se constituyó su modesta filial española con una dotación económica orientada a la documentación clínica y la creación de audiovisuales en materia de osteosíntesis y prótesis de cadera. La Fundación española se mantuvo vinculada físicamente a la ubicación de su presidente, Rafael Orozco, en Marbella (1975–1976), ocupándose de la instalación y puesta en marcha de un quirófano dotado de una gran cabina de flujo laminar (5×3m), tecnología de punta, que en España en aquel momento sólo se disponía en el Hospital La Fe de Valencia. Además, se mantuvo la labor docente continuada y se llevó un excepcional encuentro de expertos, que incluyó a Müller y los jefes de servicio de todos los hospitales cantonales suizos (Weber, Ganz, Fernández, etc.).
Posteriormente, en 1977 la Fundación se trasladó a Barcelona donde sigue hasta nuestros días, desde allí estableció vínculos con las Universidades Autónoma y Central (profesores Balibrea, Navarro y Suso), desarrolla múltiples cursos de doctorado, «máster de osteosíntesis» y simposios, publica diversos libros, entre los que destaca el «Atlas de osteosíntesis», basado en el sistema de clasificación alfanumérico de las fracturas de Müller. El «atlas», que contiene ejemplos de casos intervenidos por muchos cirujanos españoles, se ha editado en 5 idiomas, incluido el chino. La reciente edición de esta obra en 2 volúmenes incorpora las vías de abordaje con espléndidas fotografías anatómicas a todo color (Sales, Videla, Llusá, Forcada y Nardi).
Bajo la envoltura tosca o distante, típica de los megapensadores, que aparentaba Maurice Müller se encontraba un hombre bondadoso, generoso y de una sensibilidad exquisita. Vivimos personalmente su indisimulada alegría cuando fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Barcelona. Éste fue el primero de estos reconocimientos al que siguieron otras 13 universidades de todo el mundo, y tampoco podemos olvidar su sentida emoción, hasta el llanto, cuando nos comunicó el fallecimiento de su viejo amigo Merlé d’Aubigné.
En el ámbito de la vida particular es poco conocida la circunstancia de la lesión macular que presentó su esposa Martha. Visitada en los hospitales más prestigiosos del mundo, se consideró que evolucionaría irremediablemente hacia la ceguera completa. Hasta tal punto era así que ya se habían efectuado las modificaciones arquitectónicas en su casa de Berna previendo esta evolución. Pero con ocasión de uno de sus viajes a Barcelona se le facilitó una visita en el Instituto Barraquer. Allí Alfredo Muiños, oftalmólogo zaragozano, fallecido recientemente, le practicó un tratamiento que resolvió la progresión. El matrimonio mostró reiteradamente su agradecimiento y el reconocimiento del alto nivel alcanzado por la medicina española.
Maurice y Martha nos abandonaron tras concluir una de sus acciones de mecenazgo más relevantes. Donaron 33 millones de euros para la construcción y equipamiento del Centro Cultural Paul Klee de Berna, sorprendente edificio singular que se diseñó bajo su inspiración. Su museo, que reúne más de 4.000 obras de arte, resulta una visita obligada y motivo de culto para cualquiera de nosotros que viaje a Suiza. Mientras tanto, es seguro que en nuestra actividad profesional diaria sabremos reconocer alguna huella en la que se refleje la influencia del Maestro desaparecido, dediquémosle entonces un pensamiento de gratitud.