El pasado 16 de octubre falleció en Barcelona el Prof. Antonio Viladot Pericé, ex presidente de la SECOT, tras una penosa y cruel enfermedad soportada por él con un estoicismo y resignación cristiana verdaderamente admirable. Me cabe a mí el honor de escribir estas líneas en su memoria desde la emoción que me embarga, por la pérdida de un amigo entrañable y con la dificultad de glosar en un corto espacio su insigne figura.
Antonio nació en Barcelona en 1922 y allí desarrolló toda su vida profesional y su labor científica, que ha tenido y tiene una repercusión internacional debido al esfuerzo y genialidad de este catalán universal. Terminó sus estudios de Medicina en 1947 y se doctoró con Premio Extraordinario en Madrid en 1951. En una época de aislamiento de España y de dificultades, Antonio visitó y trabajó en Viena, con el Prof. Böhler y en París con Merle d'Aubigne y Lelievre y estuvo como Becario en el Instituto Rizzoli. Visitó también hospitales en Londres y Nueva York, en un esfuerzo encomiable de perfeccionamiento inusual, en las décadas de los 50 y 60 en nuestro país.
Profesor Antonio Viladot.
La labor docente de Antonio se desarrolló primero en la Facultad de Medicina de Barcelona y posteriormente en la Facultad de la Autónoma de Barcelona de la que fue Profesor Titular de C.O.T.
Su labor asistencial como médico tubo lugar básicamente en tres Centros, primero en la Facultad de Medicina en la Cátedra del Prof. Arandes hasta 1960, después como Jefe de Servicio de Cirugía del Aparato Locomotor del Hospital de San Juan de Dios de Manresa y por último como Jefe del Servicio de Cirugía del Aparato Locomotor del Hospital San Rafael, centro que solamente abandonó cuando la enfermedad le incapacitó físicamente, pues tras su jubilación, siguió vinculado al mismo en labores de tipo científico. Fue en este Hospital donde creó una Escuela de excelentes profesionales que continúan su ingente labor.
Hacer un resumen de su currículum de actividades científicas, publicaciones, honores... es imposible en estas cortas líneas ya que Antonio fue un ejemplo de dedicación y trabajo productivo a lo largo de su vida. Me gustaría destacar dos de los hechos más trascendentales, uno la publicación en 1956 de «Clínica y Tratamiento de las Enfermedades de los Pies», en colaboración con R. Arandes y X. Vilanova, obra que todavía conserva vigencia hoy en día y que fue pionera en su tiempo, pero además constituyó el inicio de una larga serie de libros posteriores sobre la Patología del Pie con los que todos hemos aprendido y que son obras de consulta obligada para conocer esta patología. El otro hecho que me gustaría destacar son los Cursos de Enfermedades de los Pies del Hospital de San Rafael, por donde hemos desfilado innumerables especialistas españoles y extranjeros y donde gracias a su dedicación, aprendimos a tratar el pie.
El importante número de trabajos científicos en revistas nacionales y extranjeras, capítulos de libros editados en España y en el extranjero, prólogos, Tesis Doctorales dirigidas, Cursos de Biomecánica y de otros temas, dan una idea de su labor científica y docente. Su importante proyección internacional queda reflejada en las innumerables actuaciones como Profesor invitado o conferenciante a lo largo y ancho del mundo. Antonio ha logrado que la Patología del pie lleve el apellido Viladot y ser referencia obligada en el ámbito internacional. También la lista de honores, premios, condecoraciones, Presidencia de Sociedades Nacionales e Internacionales es amplia. La SECOT quiso premiar su extraordinaria labor nombrándole Miembro de Honor de esta sociedad en 1998. Recuerdo todavía con la emoción con que recibió el diploma correspondiente de las manos de Luis Ferrández y mías, cuando ya la enfermedad había comenzado a minarle. En las horas de agradable conversación que mantuvimos después, hablamos de lo divino y de lo humano y constituyen para mí un grato recuerdo.
Todo este resumen define escuetamente al profesional entregado a su trabajo y al científico entusiasta, pero Antonio era además un ser humano excepcional. Era un hombre bueno, entrañable con todo el mundo, tolerante ante el discrepante e indulgente con el que erraba, modesto en su expresión y en su vida como todos los grandes hombres. Estaba dotado de un innato afán de conocimientos y de una inquietud científica permanente que distinguen a los mejores y todo ello, con una inmensa generosidad para transmitir su saber como el verdadero Maestro.
Su familia ha perdido un ser querido, Carmen a un marido excepcional y sus hijos a un padre ejemplar, pero sus amigos también nos sentimos huérfanos por su pérdida. A todos nos queda su entrañable recuerdo por la amistad co que nos honró y el cariño que nos dispensó. Su obra permanece y su huella será imborrable y ello nos consuela.
Siento que mi pluma no plasme la figura de Antonio como él se merece, pero desde luego lo he intentado con el mayor de los cariños. Descanse en Paz nuestro amigo.
