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Inicio Revista Española de Geriatría y Gerontología La vitamina D. Una hormona encubierta
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Vol. 49. Núm. 5.
Páginas 199-200 (septiembre - octubre 2014)
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La vitamina D. Una hormona encubierta
Vitamin D. A hormone in disguise
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Manuel Montero-Odasso
Professor of Medicine, Epidemiology and Biostatistics, Director Gait and Brian Lab, Parkwood Hospit, Division of Geriatric Medicine, The University of Western Ontario, Scientist Lawson Health Research Institute, London, Ontario, Canada
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Carmen Mateo-Pascual, Rosa Julián-Viñals, Teresa Alarcón-Alarcón, Maria Victoria Castell-Alcalá, Jose Manuel Iturzaeta-Sánchez, Angel Otero-Piume
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Más allá del rol de la vitamina D en el metabolismo fosfocálcico, evidencia generada en las últimas décadas, demuestra que la vitamina D es una hormona con acciones pleiotrópicas y sistémicas más allá del efecto óseo. Específicamente, la vitamina D es un seco esteroide que necesita ser activado por 2 hidroxilaciones, siendo el paso limitante la 1-alfa-hidroxilación en células renales. Desde el descubrimiento de la amplia distribución de la enzima 1-alfa-hidroxilasa1 se ha podido documentar los efectos sistémicos, genómicos y no genómicos, en diversos órganos y tejidos mediados por un receptor de vitamina D (VDR)2,3.

La deficiencia de vitamina D se está reconociendo cada vez más como una epidemia mundial, y como la causa más común de deficiencia de vitamina D es la exposición solar inadecuada, no resulta sorprendente que los países de latitud superiores tienen una alta incidencia. Sin embargo, está surgiendo la evidencia de que esta deficiencia no solo se limita a latitudes con baja exposición solar2–4.

El estudio presentado por la Dra. Pascual et al. demuestran en una población española que la insuficiencia de vitamina D está presente en un tercio de la población estudiada, y que la deficiencia es muy prevalente y cercana al 80%, dato que está en armonía con previos estudios poblacionales en Europa y el resto del mundo.

La deficiencia de vitamina D ha sido relacionada no solo con problemas óseos y musculares como la osteoporosis o las caídas, sino también con problemas cardiovasculares, oncológicos, enfermedades mediadas por inmunodulación, como la esclerosis múltiple, los trastornos cognitivos y las demencias, e incluso con infecciones crónicas como la tuberculosis2. La interesante asociación de la deficiencia de vitamina D y los problemas cognitivos encontrados en ese estudio, está también en línea con previas asociaciones descritas y aporta más validación a este intrigante hecho. El VDR posee amplia distribución en el cerebro y el resto del sistema nervioso, por lo que existe la posibilidad de efectos neurológicos y cognitivos no bien entendidos.

En consecuencia, existe una convincente racionalidad que soportaría la suplementación universal de vitamina D y hasta en dosis supra-farmacológicas.

La suplementación con vitamina D posee, al menos, un efecto demostrado en la función neuromuscular y en la prevención de caídas5. En el año 2005, postulamos que la vitamina D es una «autentica hormona» que preserva la función neuromuscular3. Asociaciones con niveles de vitamina D y función cognitiva6,7, medidas de atrofia cerebral y equilibrio8–10 han sido descritos, lo que sugiere que el efecto de reducir caídas podría ser mediado por mejoras no solo musculares, sino también en el sistema nervioso11.

Las dosis exacta para preservar o mejorar la función neuromuscular es todavía tema de controversia, pero en un reciente metaanálisis muestra que las dosis diarias de al menos 1.000IU por día posen mejor efecto en actividad y función neuromuscular que dosis mensuales o anuales12.

En cambio, existe un discrepancia entre los estudios observacionales y estudios de intervención con vitamina D para prevenir episodios oncológicos, respiratorios y cardiovasculares o mortalidad. Esta divergencia sugiere que la deficiencia de vitamina D es también un marcador de problemas de salud más que un agente causal. Procesos inflamatorios implicados en la ocurrencia de enfermedades crónicas reducirían los niveles séricos de vitamina D, lo que explicaría por qué un nivel bajo de vitamina D se asocia con una amplia gama de trastornos.

En consecuencia: ¿es la suplementación con vitamina D una panacea que cura los males asociados al envejecimiento? Probablemente no. ¿Es la deficiencia de vitamina D un marcador de enfermedades crónicas? Probablemente, sí.

Ensayos clínicos controlados, aleatorizados y doble ciegos son necesarios para demostrar que la suplementación universal de vitamina D es beneficiosa más allá de su efecto en la función neuromuscular y ósea. Mientras tanto, evidencia robusta sostiene que en adultos mayores la suplementación mejora aspectos de la movilidad y reduce las caídas. Lo efectos en otras enfermedades y en la mortalidad general, aunque plausibles, no han sido aún probados. El artículo de la Dra. Pascual et al. demuestran que la deficiencia de vitamina D es universal en el adulto mayor y apoya la conveniencia de suplementación en esta población con el objetivo de prevenir el desarrollo de problemas de movilidad y caídas.

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