INTRODUCCION
Existen cuatro presas básicas utilizadas en la escalada deportiva (fig. 1).
Fig. 1. A) Pinza abierta o en pinza. B) Regleta. C) Bidedo. D) Agarre en grieta.
Cada una de ellas requiere una técnica específica de ejecución. Estas variaciones en el agarre se traducen, por lo que respecta a la mano, en sobrecargas, presión-compresión, fuerzas de tracción, etc.
Presa abierta o en pinza (open grip): se utiliza cuando existen grandes salientes o presas amplias. Generalmente viene utilizada con un agarre fuerte, ya que el escalador levanta todo el peso de su cuerpo y se eleva por encima de ella (fig. 1A).
Regleta (cling grip): las interfalángicas distales quedan hiperextendidas soportando el peso, mientras que el escalador eleva su cuerpo por encima. Es una presa muy utilizada y una de las más dolorosas, debido sobre todo a la compresión que se produce en las puntas de los dedos y el esfuerzo excesivo en los tendones flexores, vainas adyacentes y poleas. Los escaladores más expertos suelen utilizar este agarre utilizando uno o dos dedos. Con moderación, este tipo de presa podría fortalecer las estructuras en los dedos y prevenir otras lesiones, pero al mismo tiempo puede ser perjudicial si se utiliza excesivamente (fig. 1B).
Monodedo/bidedo (pocket grip): consiste en introducir uno o más dedos en agujeros. Es una pinza muy dañina porque los flexores soportan todo el peso del cuerpo durante la subida (fig. 1C).
Agarre en grieta (pinch grip): es una presa donde la mano está introducida en una grieta existente entre dos rocas. Este tipo de presa está asociada a lesiones por avulsión, luxaciones o incluso amputaciones si se produce una caída o resbalamientos de forma inesperada (fig. 1D).
El uso excesivo o el mal uso de estas técnicas de agarre, y la falta de un programa de prevención, pueden favorecer la aparición de lesiones por sobrecarga.
El tipo de presa utilizada con mayor frecuencia dependerá en gran medida de la tipología de la roca y la modalidad de escalada que se practique. Así, hemos podido constatar que existen tres modalidades principales:
Escalada horizontal (bouldering): quizás sea una de las modalidades que menos lesiones provoca en la mano. Se utiliza sobre todo para trabajar la fuerza y presas difíciles.
Adherencia (face climbing): en esta modalidad, el escalador se suele ver obligado a utilizar pequeñas presas, agujeros y grietas minúsculas para poder ascender.
Escalada en roca (crack climbing): la roca presenta grietas más grandes donde pueden introducirse manos y pies. Generalmente se presentan huecos oblicuos en la roca que obligan al escalador a realizar movimientos de torsión para utilizar mejor las palancas de fuerza. Este tipo de escalada suele estar relacionada con lesiones de avulsión, luxaciones, etc.
El objetivo es determinar cuáles son las lesiones que aparecen con mayor frecuencia en la mano durante la práctica de la escalada deportiva, y establecer en un futuro una relación causa-efecto estudiando el tipo de roca, las presas utilizadas, la experiencia del escalador y las horas dedicadas a este deporte. De este modo podrán establecerse protocolos con programas de entrenamiento evitando las lesiones por sobrecarga.
MATERIAL Y MÉTODO
Hemos realizado un total de 97 encuestas y exploraciones físicas, la mayor parte de ellas a pie de pista, durante los meses de junio a noviembre de 2005, a un grupo de escaladores (88 varones y 9 mujeres), en Málaga y provincia, inscritos en la Asociación de Escaladores y Esquiadores.
Se ha tenido en cuenta la frecuencia con la que practican este deporte, el tipo de escalada que realizan y el tiempo que llevan practicándola. Asimismo, hemos documentado el tipo de lesiones sufridas, el tratamiento recibido en cada caso, a qué profesional acudieron y el resultado de la terapia aplicada.
RESULTADOS
De los 97 encuestados, 75 de ellos (72,75 %) referían haber sufrido lesiones en la mano y/o antebrazo relacionadas con la escalada. En este grupo, encontramos a menores de 30 años, que llevan practicando este deporte menos de 3 años (figs. 2 y3). Sólo 21 de ellos (20,37 %) acudieron a un profesional sanitario (fig. 4).
Fig. 2. Observamos como el mayor número de lesiones aparecen en las edades comprendidas entre los 25 y los 30 años.
Fig. 3. La mayor parte de los encuestados llevan practicando este deporte más de 10 años.
Fig. 4. De los 21 que acudieron a un profesional sanitario, la mayor parte optó por el tratamiento fisioterápico.
Al pedir referencias sobre el tratamiento médico que recibieron en cada caso, el 1,26 % habían sido tratados mediante antiinflamatorios no esteroideos (AINE) y reposo, mientras que cerca del 3 %, fueron derivados a rehabilitación. Sólo en uno de los casos se realizó un tratamiento combinado.
El resto, que representa más del 40 %, realizó "autotratamiento" y no consideraron necesario recibir asistencia médica, pese a que en el 7 % de los casos dicha lesión los mantuvo alejados de la práctica deportiva hasta 3 meses.
De todas las lesiones individualizadas en este estudio, se han elaborado seis 6 grupos, que se exponen a continuación.
Lesiones de tejidos blandos
Hemos incluido las lesiones ungueales, abrasiones del dorso o palma de la mano y cicatrices hipertróficas.
Las lesiones ungueales constituyen la lesión que se da con mayor frecuencia (95 % de los casos encuestados). Rara vez requieren un tratamiento específico para ello.
La hipertrofia en las cicatrices (6,2 %) la hemos encontrado en el dorso de la mano.
Lesiones de los tendones flexores
Estas lesiones responden a una patogenia y una sintomatología similar. Hemos encontrado dos tipos de lesiones tendinosas en los flexores:
Tenosinovitis: producida por un estrés repetido. La mayor parte de las tenosinovitis se han encontrado en la epitróclea. Algo más del 46 % (45 casos) refería haberla sufrido en algún momento a lo largo de su trayectoria deportiva. Por orden de frecuencia, la epitrocleítis viene seguida por la tenosinovitis de la musculatura flexora en la muñeca, 25 casos (25,8 %), y de los dedos, 18 casos (18,5 %) (fig. 5). Respecto al tratamiento, 11 de ellos (24,4 %) habían sido tratados con antiinflamatorios por vía oral y reposo.
Fig. 5. Frecuencia de las lesiones tendinosas por sobrecarga.
Roturas tendinosas: sólo hemos podido constatar 5 lesiones tendinosas debidas a la escalada deportiva. Todas ellas detectadas en escaladores con más de 3 años de experiencia, y tras esfuerzos prolongados cuando realizaban escalada en roca tras resbalar o escaparse la mano de una presa. Sólo un caso refería una rotura espontánea, pero no podemos establecer una relación directa con la práctica de este deporte, porque desconocemos la historia clínica previa del sujeto, el estado de las estructuras tendinosas, la presencia o no de patologías degenerativas, etc. El tratamiento médico recibido en todos lo casos fue de cirugía de urgencia. En la actualidad, y una vez pasado el período de convalecencia y tras la incorporación a la actividad deportiva, todos presentaban una limitación de la movilidad activa en la interfalángica proximal (IFP) del dedo, o los dedos afectados (pérdida de la extensión de entre 10° a 38°) (fig. 6).
Fig. 6. Extensión máxima conseguida a nivel de la interfalángica proximal.
Rotura de la polea A2
Diversos estudios bibliográficos refieren este tipo de lesión en más del 40 % de los escaladores profesionales1. En el estudio realizado no se ha detectado ningún caso diagnosticado como tal.
Lesiones articulares
El 83 % (57 de los encuestados) con más de 5 años de experiencia en la práctica de la escalada, y que realiza este deporte al menos una vez por semana, refiere dolor en los nudillos de todos los dedos, que aumenta durante la realización de la actividad, pero no desaparece al reposo (permanece con una intensidad 2-3 en la escala análoga). En el 57 % del total de los casos encuestados (58 casos) se aprecia una deformidad ligera en las IFP de los dedos largos, y refieren continuas "dislocaciones articulares" que no requieren tratamiento médico. Dicha deformidad no interfiere en la realización de las actividades diarias.
Lesiones ligamentosas
Esguinces: vienen referidos en el 72 % de los encuestados (70 casos). El 5 %, referidos en el primer dedo.
Rotura aguda de los ligamentos; no han sido diagnosticadas.
Síndrome del túnel del carpo
No hemos documentado ningún caso diagnosticado como tal.
No obstante, 17 de los 25 casos que habían sido diagnosticados como "tenosinovitis de muñeca" presentaban, en el momento de la exploración física, Tinnel positivo en el túnel del carpo y Phalen positivo.
DISCUSION
En las lesiones ungueales, el tratamiento incluye la limpieza, cuidado de la herida y protección de la zona lesionada para evitar aumentar la presión o abrasión. Este tipo de lesión es frecuente y todos los encuestados refieren haberla sufrido en algún momento, si bien restan gravedad a la misma y no suele apartarlos de la actividad deportiva.
La hipertrofia de las cicatrices se debe a abrasiones repetidas, sobre todo en aquellos escaladores que practican la escalada en grietas. Dado que los guantes no son aconsejables porque interfieren en la sensibilidad táctil y no aportan seguridad durante la escalada, hemos aconsejado a los escaladores que sufren este tipo de lesiones que además del reposo y cuidado local de las heridas, sería conveniente usar medidas preventivas para evitar el roce o abrasión durante el entrenamiento (taping, etc.) y durante la noche (ortesis).
Numerosos estudios2-5 hacen referencia a una amplia variedad de lesiones en los tendones flexores en la práctica de la escalada. Los que habían optado por el tratamiento fisioterápico (17,5 %) lo describen insuficiente, ya que se basaron en la aplicación de frío y ultrasonidos. En ningún momento se utilizaron técnicas de masaje profundo, trabajo excéntrico, ejercicios de deslizamiento tendinoso y/o férulas de reposo nocturnas para disminuir el roce con las vainas y las poleas.
La rotura de las poleas suelen ocurrir por un esfuerzo excesivo durante la realización del agarre. Generalmente los dedos segundo y tercero son los que más sufren esta lesión. En los casos agudos aparece dolor en la falange proximal, y a la palpación durante la flexión activa, se aprecia una dificultad de deslizamiento del flexor a ese nivel. En las roturas parciales se coloca un anillo a nivel de la polea durante 2-3 meses (fig. 7).
Fig. 7. Sindactílea.
Es frecuente encontrar escaladores con una deformidad en flexión en la IFP, suele ser bilateral y afecta al dedo anular6. El mecanismo de producción de las lesiones ligamentosas en los dedos descrito por los escaladores, ha coincidido en todos los casos (exceptuando las caídas). Referían que dicha lesión se producía durante la utilización de presas pequeñas, en las que queda atrapado el dedo en una maniobra rápida. Mientras que en el pulgar este tipo de lesiones era más frecuente, durante la apertura del mismo, en una presa grande en pinza (fig. 8). El tratamiento recibido en todos los casos en los que se acudió a un profesional sanitario fue reposo y antiinflamatorios orales. El período de inmovilización con el dedo en extensión variaba entre las 2 y las 3 semanas. Todos los casos, con menos de 1 año de evolución, en la actualidad refieren dolor en algún momento de la práctica deportiva en las articulaciones afectadas.
Fig. 8. Sobrecarga del pulgar en el agarre en pinza en grietas grandes.
CONCLUSIONES
Es necesario que el fisioterapeuta conozca la técnica deportiva a la hora de establecer protocolos que permitan prevenir las lesiones por sobrecarga, que, como hemos podido constatar con este estudio, aparecen sobre todo en la musculatura flexora.
El hecho de que nos encontremos un grupo tan numeroso de deportistas que llevan practicando la escalada deportiva más de 10 años, y que aproximadamente un 20 % de los encuestados dedicaran a este deporte más de 20 h semanales, podría hacernos pensar en lesiones degenerativas y en patologías por sobrecargas en el miembro superior.
No obstante, el tipo de patologías que aparecen podrían estar relacionadas al mismo tiempo con el tipo de escalada que realizan y con el tipo de roca donde se practica.
Algunas presas, como la denominada cling grip, provocan un estrés excesivo en los flexores. El peso del cuerpo es soportado por los dedos que se mantienen con las interfalángicas distales hiperextendidas y las IFP flexionadas, transmitiendo toda la fuerza a través del flexor superficial de los dedos.
Otro tipo de presa, como la denominada pocket grip, somete a un esfuerzo excesivo al flexor profundo (fig. 1C).
Las presas utilizadas varían en función a la tipología de la roca, provocando una mayor sobrecarga de unas u otras estructuras. No obstante, el escalador deportivo suele cambiar con frecuencia durante los entrenamientos el tipo de pared que asciende, por lo que, salvo en casos excepcionales (escaladores no preparados o con poca experiencia que realizan un ascenso de varios largos), no deberían aparecer lesiones diagnosticadas como tal en las estructuras sometidas a sobreesfuerzo. Diversos estudios bibliográficos1,7 indican que casi la mitad de los escaladores (40 %) ha sufrido la rotura de la polea A2. En nuestro estudio,no hemos encontrado casos identificados, lo que nos hace pensar que no se diagnostica a tiempo y sólo se detecta mediante pruebas complementarias una vez que han aparecido las complicaciones.
Ninguno de los escaladores encuestados posee un programa de prevención de lesiones, y el 83 % reconoce no realizar estiramientos previos ni tras la realización del esfuerzo. Tampoco realizan programas de trabajo muscular para fortalecer la musculatura antagonista. Es más, en caso de lesión, sólo 21 de 75 acudían a un profesional. Por lo tanto, la ausencia de fisioterapeutas especializados en esta modalidad deportiva se hace patente.