Se diseñó un estudio experimental con el objeto de conocer los efectos de la percepción subjetiva de victimización de violencia de pareja (sí vs. no), el género (mujer vs. hombre) y el tipo de violencia psicológica (sutil vs. manifiesta) en la victimización objetiva de violencia de pareja, en la evaluación del grado de violencia observado, el apego adulto y las tácticas de resolución de conflictos. Para ello, se presentó a una muestra de 121 participantes de 18 a 66 años (M=37,08) un dilema de violencia de género (sutil o manifiesto) en el que debían valorar el grado de violencia observada. Además, los participantes fueron evaluados en sexismo ambivalente, tácticas de resolución de conflictos, apego adulto, victimización percibida y en la vivencia objetiva de violencia de pareja. Los resultados mostraron que los contextos de violencia manifiesta eran evaluados como más representativos de violencia de género que los sutiles. Los varones, en comparación con las mujeres, valoraron que la violencia sutil influye más en el comportamiento de la víctima y la manifiesta en que la víctima acceda a las peticiones de su pareja. Por su parte, las mujeres informaron que la violencia manifiesta influye más en el comportamiento de la víctima y la sutil en que la víctima acceda a las solicitudes de su pareja. Los resultados también confirman la baja detección de la violencia sutil como constitutiva de violencia de género. No se encontró relación entre el género y la victimización de violencia de pareja con las tácticas de resolución de conflictos y el apego adulto. Se discuten las implicaciones de los resultados para la intervención.
An experimental study was designed with the aim of knowing the effects of the subjective perception of partner violence victimization (yes vs. no), gender (male vs. female), and psychological violence type (subtle vs. overt) on objective partner violence victimization; the evaluation of the observed degree of violence, the adult attachment and on the conflict resolution tactics. As for this, 121 participants, ranging from 18 to 66 years old (M=37,08), read a vignette of intimidate partner violence (subtle or overt) which should assess in the degree of observed violence. Moreover, participants were assessed in ambivalent sexism, conflict resolution tactics, adult attachment, perceived victimization, and objective experience measure of intimate partner violence. Results showed that the vignettes of overt violence were evaluated as more representative of gender violence than the subtle ones. Males, in comparison with females, assessed that subtle violence has a greater influence on victim behavior, and that the overt violence on access of victims to the partner claims. Meanwhile, females reported that overt violence has more influence on victim behavior, and that the subtle violence on facilitating the victim access to the partner claims. Results also confirm the low detection rate of the subtle violence as constitutive of gender violence. No relationship between gender and partner violence victimization with conflict resolution tactics and adult attachment was found. The implications of the results for intervention are discussed.
La violencia contra las mujeres se define como todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada (United Nations, 1993). En nuestro país, según el informe de la macroencuesta estatal de violencia de género de 2015, del total de mujeres de 16 años o más residentes en España, el 12,5% han sufrido violencia física o violencia sexual, el 25,4% violencia psicológica de control, el 21,9% violencia psicológica emocional, y el 10,8% violencia económica de alguna pareja o expareja, en algún momento de su vida. Además, según los resultados de la primera encuesta a escala de la Unión Europea sobre violencia de género contra las mujeres (Agencia Europea de los Derechos Fundamentales, 2014), el 33% de las mujeres españolas han sufrido violencia psicológica por parte de su pareja (actual o pasada), frente a la media europea del 43%. En este sentido, se constata la mayor prevalencia de la violencia psicológica frente a otros tipos de violencia en la pareja (Liles et al., 2012; Zorrilla et al., 2010).
De las distintas formas y subtipos de violencia contra la mujer, a saber: física, sexual, psicológica o psíquica y de privación de libertad (Krug, Dahlberg, Mercy, Zwi y Lozano, 2003), es la violencia física la que ha generado un mayor número de estudios, frente a la violencia psicológica y emocional, que ha recibido menor atención (Katz y Arias, 1999; O’Leary, 1999; Pico-Alfonso et al., 2006). De facto, este tipo de maltrato resulta más difícil de detectar que otras modalidades (Calvete, Corral y Estévez, 2005; Rodríguez-Carballeira et al., 2015) y se ha minimizado en importancia y daño potencial, especialmente en comparación con el maltrato físico, cuyos efectos son más fácilmente observables (O’Leary, 1999). Así, la violencia psicológica se define por conductas, actitudes y estilos de comunicación basados en la humillación, la desacreditación, el control, el retraimiento hostil, así como la dominación e intimidación, la denigración y los comportamientos celosos (Murphy y Hoover, 1999; O’Leary y Smith-Slep, 2003). En ocasiones es imperceptible, ya que se sitúa en una interacción cotidiana, propia de los problemas de la pareja o como una forma de demostrar el interés por el otro (Hirigoyen, 2005). Más en concreto, Marshall (1999) dio un paso adelante en el estudio de la violencia psicológica al diferenciar entre violencia psicológica sutil y manifiesta. La violencia psicológica manifiesta se caracteriza por la expresión de comportamientos de control, dominación e indiferencia, que son fáciles de reconocer porque utiliza un estilo agresivo y dominante. Por su parte, la violencia psicológica sutil se refiere a mensajes y acciones para subestimar, no tener en cuenta y aislar a la pareja, que son definidas como sutiles y que pueden aparecer en situaciones amorosas, graciosas y de cariño. No obstante, ambos subtipos repercuten en el bienestar de la mujer, dañan su imagen y tienen impacto en la percepción de la relación y de la pareja (Marshall, 1999).
El sexismo es un factor de riesgo de violencia contra la mujer (Ferrer y Bosch, 2005), de discriminación y desigualdad (Herrera, Herrera y Expósito, 2014; Pozo, Alonso, Hernández y Mellado, 2005), de aceptación de la violencia de género (Arce, Fariña, Carballal y Novo, 2009) y un predictor de violencia contra la mujer (García-Leiva, Palacios, Torrico y Navarro, 2009; Palacios et al., 2005). Sucintamente, la violencia contra la mujer ha sido relacionada con el sexismo ambivalente (García-Leiva et al., 2009). Tal y como establecen Glick y Fiske (1996), el sexismo ambivalente es resultado de la combinación de 2 tipos de sexismo: 1) sexismo hostil, que supone asumir una visión estereotipada y negativa de la mujer como ser inferior, y 2) sexismo benevolente, que considera a las mujeres débiles y necesitadas de la protección del hombre, y las idealiza, pero fundamentalmente como madres, esposas y objetos románticos. Atendiendo a esta diferenciación, algunos autores han puesto de manifiesto la relación entre sexismo hostil y actitudes más favorables hacia la violencia de género (Sakalli, 2001), actitudes predictoras del acoso sexual (Begany y Milburn, 2002) y la aceptación de las agresiones sexuales (Chapleau, Oswald y Russell, 2007). Sin embargo, otras investigaciones han constatado dicha relación también con el sexismo benévolo, mediante distintas formas: el prejuicio hacia las mujeres que tienen relaciones sexuales prematrimoniales (Sakalli-Ugurlu y Glick, 2003), la tolerancia hacia los abusos sexuales (Russell y Trigg, 2004) o la culpabilización de la víctima en casos de violación (Abrams, Viki, Masser y Bohner, 2003; Waterhouse, Reynolds y Egan, 2016). Además, en relación con esta variable se han analizado las diferencias de género, obteniendo resultados contradictorios: algunos estudios informan que los hombres exhiben más sexismo hostil y sexismo benévolo (Fowers y Fowers, 2010; Glick y Fiske, 1996; Travaglia, Overall y Sibley, 2009), mientras otros no encuentran diferencias en relación al sexismo benévolo (Chen, Fiske y Lee, 2009; Lameiras, Rodríguez, Calado, Foltz y González, 2006). De igual modo, cabe mencionar que algunas investigaciones han analizado la conexión entre sexismo y apego adulto. Así, las personas con alta puntuación en sexismo hostil, benevolente y ambivalente exhiben una puntuación elevada en apego evitativo y ansioso, esto es, apego inseguro (Garaigordobil, 2013). Este mismo efecto también ha sido hallado con la violencia de género (Loinaz, Echeburúa, Ortiz-Tallo y Amor, 2012).
Ante este estado de la literatura nos planteamos un análisis experimental con el que avanzar en el estudio de los efectos de la percepción subjetiva de victimización de violencia de pareja (sí vs. no), el género (mujer vs. hombre) y el tipo de violencia psicológica (sutil vs. manifiesta) en la victimización objetiva de violencia de pareja y en la evaluación del grado de violencia observada.
MétodoParticipantesParticiparon en el estudio 121 sujetos, 48 hombres (39,7%) y 73 mujeres (60,3%), con edades comprendidas entre los 18 y los 66 años (M=37,08; DT=11,44). En cuanto al nivel de estudios, el 12,4% tenía estudios primarios o básicos, el 27,4% había completado el bachillerato o cursado formación profesional, un 54% había cursado estudios universitarios y el 6,2% había completado estudios universitarios superiores (tercer ciclo). En lo relativo al estado civil, 69 eran solteros/as (57,5%), 44 casados/as (36,7%), 6 divorciados/as (5%) y uno viudo/a (0,8%). Un 77,7% (94 participantes) refirió tener pareja en el momento de la evaluación, frente a un 22,3% (27) que no mantenía relación sentimental alguna. De esos 27, 21 manifestaron haber tenido pareja en el pasado durante al menos 6 meses (80,8%), frente a 5 que expresaron no haber mantenido una relación de pareja en el pasado durante ese tiempo (19,2%). La duración de la relación de pareja (actual o pasada) se situó entre uno y 612 meses (M=135,25; DT=125,74).
Procedimiento y diseñoLa metodología de investigación empleada fue de tipo experimental. Antes de llevar a cabo el diseño definitivo, se presentaron los 6 dilemas con sus respectivas situaciones (sutil y manifiesta) a 21 jueces, de los cuales 16 fueron mujeres (76,2%) y 5 hombres (23,8%), con edades comprendidas entre los 22 y los 54 años (M=27,48; DT=9,125). La función de los jueces fue determinar si cada una de las situaciones era o no representativa de violencia de género y en qué grado (utilizando una escala Likert de 0 a 11, desde 0=nada representativa, a 11=totalmente representativa). De esta forma, puntuaciones menores de 5 determinan la situación como de «violencia sutil» y puntuaciones superiores a 6 califican la situación como de «violencia manifiesta». Los jueces fueron instruidos para que no manifestasen su percepción y opinión sobre los dilemas, sino para que evaluaran si los hechos descritos en ellos eran representativos de violencia de género y en qué grado.
En cuanto al estudio definitivo, se presentó a cada sujeto un dilema y solo una de las 2 situaciones diseñadas (sutil o manifiesta), en las que debían evaluar el grado de violencia de género, la influencia de la actuación masculina en el comportamiento de la víctima y el comportamiento de la misma ante dicha situación. Seguidamente, y rotando el orden de presentación con un procedimiento de rotación estándar (A, B, C…, B, C, A), se administraron el Ambivalent Sexism Inventory (Glick y Fiske (1996), la Escala de Tácticas para la Resolución de Conflictos (Straus, Hamby, Boney-McCoy y Sugarman, 1996), el Cuestionario de Apego Adulto (Melero y Cantero, 2008) y un cuestionario de conductas de victimización de violencia de pareja creado ad hoc.
La sensibilidad del diseño (1−β) para la obtención de diferencias significativas con un tamaño del efecto medio es superior a 0,93, es decir, la probabilidad de detectar diferencias significativas, en caso de tales, es superior al 93%.
Análisis de datosSe compararon medias ejecutando MANOVA con diseños completos o personalizados, según los intereses experimentales. De los 3 supuestos de esta herramienta, independencia de medidas, homogeneidad de varianzas y normalidad, la homogeneidad de varianzas fue sometida a prueba dado que podría ser violada, ya que algunas comparaciones implicaban grupos de tamaño iguales (grande/pequeño<1,5). Por ello, evaluamos este supuesto por la M de Box. Cuando la M de Box resultó significativa se contrastó la F teórica con la F empírica en aquellas comparaciones con grupos con varianzas heterogéneas (F de Levine), de modo que si la teórica es menor que la empírica debería aceptarse la hipótesis alternativa, y viceversa (Palmer, 1996). Este contraste no modificó ninguno de los resultados de los análisis.
Instrumentos de medidaPara el análisis de la percepción de la violencia psicológica sutil y manifiesta se elaboraron 3 dilemas que se ajustan a la definición de los distintos tipos de violencia de género. Cada uno de estos dilemas está compuesto de 2 situaciones, una de ellas denominada sutil y la otra denominada manifiesta. Dichos dilemas se siguieron de preguntas que actúan como método de evaluación de los mismos: grado de violencia de género, influencia en el comportamiento de la víctima y comportamiento de la víctima.
El sexismo ambivalente se evaluó con la versión en castellano del Ambivalent Sexism Inventory (Glick y Fiske, 1996). La fiabilidad total de este cuestionario es de α=0,90. A su vez, la subescala de sexismo hostil muestra un coeficiente α=0,89 y la subescala de sexismo benévolo de 0,86. Los sujetos responden a esta medida en una escala tipo Likert de 6 puntos (desde 0=totalmente en desacuerdo, a 5=totalmente de acuerdo). El sexismo es ambivalente porque está formado por 2 componentes claramente diferenciados (aunque relacionados): el sexismo hostil y el sexismo benévolo. El primero coincide básicamente con el sexismo tradicional, es decir, la actitud de prejuicio o conducta discriminatoria basada en la supuesta inferioridad o diferencia de las mujeres como grupo. El sexismo benévolo es definido como un conjunto de actitudes interrelacionadas hacia las mujeres que son sexistas en cuanto que las considera de forma estereotipada y limitadas a ciertos roles, pero que tiene un tono afectivo positivo (para el perceptor) y tiende a suscitar en este conductas típicamente categorizadas como prosociales o de búsqueda de intimidad.
Como medida de las destrezas para la resolución de conflictos se les pasó la versión española de la Escala de Tácticas para la Resolución de Conflictos de Straus et al. (1996). Este instrumento registra los recursos y soluciones empleados para resolver los conflictos, incluyendo los ataques físicos y psicológicos y el uso de la negociación entre 2 personas que comparten una relación marital, de cohabitación o de relaciones esporádicas. Las participantes señalan con qué frecuencia ellos y su pareja llevaron a cabo los diversos comportamientos reflejados en la escala en el último año, utilizando una escala de respuesta tipo Likert con 8 alternativas de respuesta (desde 0=no ha pasado antes, hasta 7=nunca el año pasado, pero sí antes). En cuanto a la fiabilidad, el factor de acciones físicas tiene un alfa de Cronbach de 0,96, mientras que el factor de acciones psicológicas presenta una fiabilidad de α=0,77. La escala global presenta un coeficiente de fiabilidad elevado de α=0,94.
También se les administró el Cuestionario de Apego Adulto (Melero y Cantero, 2008), que consta de 40 ítems que se agrupan en 4 factores: «baja autoestima, necesidad de aprobación y miedo al rechazo» (α=0,86); «resolución hostil de conflictos, rencor y posesividad» (α=0,80); «expresión de sentimientos y comodidad con las relaciones» (α=0,77); y «autosuficiencia emocional e incomodidad con la intimidad» (α=0,68). Los participantes respondieron al cuestionario en una escala tipo Likert de 6 puntos (desde 1=muy en desacuerdo, a 6=muy de acuerdo).
Por último, se les sometió a una medida de autoinforme de la victimización de violencia de pareja a través de una pregunta directa («¿Considera que ha sido víctima de violencia de pareja por parte de alguna pareja?») seguida, en su caso, de la identificación del contexto(s) (física, sexual, psicológica, económica). Como quiera que la violencia, especialmente la psicológica, no es, con cierta frecuencia, identificada como tal por las víctimas, se les administraron en tarea de reconocimiento unas acciones constitutivas de la misma a las que se les solicitaba que respondieran si habían sido objeto de ellas (intimidación, comportamiento controlador, minimización, abuso emocional, dominación, desprecio, negación, control/abuso económico, retirada afectiva, amenazas, culpabilización, abuso verbal, abuso sexual, agresión sexual, agresiones físicas sin lesiones, agresiones físicas con lesiones). Cada ítem se correspondió con las categorías de evaluación de la victimización de violencia de pareja clasificadas en la literatura. Los participantes respondían en una escala tipo Likert de 5 puntos (0=nunca, 1=a veces, 2=frecuentemente, 3=habitualmente, 4=casi siempre). La escala se mostró consistente internamente (α=0,88).
ResultadosViolencia psicológica sutil y manifiesta, género, victimización y evaluación del grado de violencia observadaSe ejecutó un diseño personalizado para los factores género (hombre vs. mujer), percepción de victimización de violencia de pareja (sí vs. no), tipo de violencia psicológica (sutil vs. manifiesta), la interacción entre tipo de violencia psicológica y género; y entre tipo de violencia psicológica y percepción de victimización de violencia de pareja en la evaluación del grado de violencia observada. Los resultados mostraron un efecto multivariado significativo para el tipo de violencia psicológica, F(3, 107)=8,14, p<0,001, ηp2=0,186, 1−β=0,990, y para la interacción entre el tipo de violencia psicológica y el género, F(3, 107)=5, p<0,01, ηp2=0,123, 1−β=0,906, explicando el 18,6 y el 12,3% de la varianza, tamaños elevado y moderado (Cohen, 1988), respectivamente.
Por su parte, las variables género, F(3, 107)=0,34, ns, ηp2=0,009, 1−β=0,115, percepción de victimización de violencia de pareja, F(3, 107)=0,59, ns, ηp2=0,016, 1−β=0,169, y la interacción entre esta última y el tipo de violencia psicológica, F(3, 107)=1,21, ns, ηp2=0,033, 1−β=0,318, no resultaron significativas a nivel multivariado.
Los efectos univariados pusieron de manifiesto (ver tabla 1) que los contextos de violencia psicológica manifiesta son evaluados como más representativos de violencia de género que los de sutil. En consecuencia, los resultados relativos al contexto de violencia permiten validar la manipulación experimental del diseño, confirmando la correspondencia de los contextos con la categoría sutil (M=1,06), esto es, «un poco» constitutivo de violencia de género (valor 1) o manifiesta (M=2,44), es decir, entre «bastante» (valor 2) y «muy» (valor 3) constitutivo de violencia de género.
Efectos univariados en la evaluación del grado de violencia observada por el factor tipo de violencia psicológica. Efectos intersujetos
Variable | F | p | ηp2 | Ms | Mm | 1−β |
---|---|---|---|---|---|---|
Grado violencia género | 24,60 | 0,000 | 0,184 | 1,06 | 2,44 | 0,998 |
Influye comportamiento víctima | 0,74 | 0,392 | 0,007 | 1,72 | 1,97 | 0,136 |
Comportamiento víctima | 0,49 | 0,485 | 0,004 | 0,43 | 0,33 | 0,107 |
Mm: media del grupo de tipo de violencia manifiesta; Ms: media del grupo de tipo de violencia sutil.
gl(1, 109).
Los efectos univariados de la interacción de tipo de violencia psicológica y género (ver tabla 2) revelaron que para los varones la violencia sutil influye más en el comportamiento de la víctima que para las mujeres (Ms=2,02 y 1,42, para varones y mujeres, respectivamente), en tanto que para ellas la violencia manifiesta es más influyente en el comportamiento de la víctima que para ellos (Ms=1,75 y 2,19, para varones y mujeres, respectivamente).
Efectos univariados en la evaluación del grado de violencia observada por la interacción entre los factores tipo de violencia psicológica y género. Efectos intersujetos
Variable | F | p | ηp2 | 1−β |
---|---|---|---|---|
Grado violencia género | 0,69 | 0,410 | 0,006 | 0,130 |
Influye comportamiento víctima | 7,66 | 0,007 | 0,066 | 0,783 |
Comportamiento víctima | 11,54 | 0,001 | 0,096 | 0,920 |
gl(1, 109).
En la misma línea, los efectos univariados de la interacción entre tipo de violencia psicológica y género (ver tabla 2) informan que según los hombres, en condiciones de violencia manifiesta, la víctima accederá en mayor medida a las peticiones de su pareja que las mujeres (Ms=0,52 y 0,14, para varones y mujeres, respectivamente), mientras que para las mujeres, en condiciones de violencia sutil, la víctima accederá a las peticiones de su pareja en mayor medida que para los hombres (Ms=0,31 y 0,55, para varones y mujeres, respectivamente).
Sexismo ambivalente, género y victimizaciónExisten diferencias mediadas por el género en sexismo ambivalente, F(2, 110)=3,12, p<0,05, ηp2=0,054, 1−β=0,590. Esto es, el factor género media diferencias en el sexismo ambivalente, explicando el 5,4% de la varianza, tamaño del efecto pequeño. Sin embargo, ni el factor percepción de victimización de violencia de pareja, F(2, 110)=1,03, ns, ηp2=0,018, 1−β=0,227, ni la interacción de género por victimización, F(2, 110)=0,83, ns, ηp2=0,015, 1−β=0,189, median diferencias en sexismo ambivalente.
Por su parte, los efectos univariados revelan (ver tabla 3) que existen diferencias mediadas por el género en el sexismo hostil, de tal forma que los hombres puntúan significativamente más que las mujeres en este factor.
Resolución de conflictos, género y victimizaciónNo existen diferencias multivariadas en la resolución de conflictos mediadas ni por el género, F(2, 94)=0,64, ns, ηp2=0,014, 1−β=0,155, ni por la percepción de victimización, F(2, 94)=0,59, ns, ηp2=0,012, 1−β=0,146.
Apego adulto, género y victimizaciónNo existen diferencias en apego adulto mediadas por el género, F(4, 107)=0,42, ns, ηp2=0,014, 1−β=0,145, la percepción de victimización, F(4, 107)=1,56, ns, ηp2=0,055, 1−β=0,467, ni por la interacción entre género y victimización, F(4, 107)=1,29, ns, ηp2=0,046, 1−β=0,391.
Medición objetiva de la violencia de pareja, género y percepción de victimización de violencia de parejaLos análisis multivariados revelan diferencias significativas en la victimización objetiva mediadas por el género, F(16, 95)=7,79, p<0,001, ηp2=0,567, 1−β=1, por la percepción de victimización, F(16, 95)=13,13, p<0,001, ηp2=0,689, 1−β=1, y por la interacción de ambas, F(16, 95)=7,84, p<0,001, ηp2=0,569, 1−β=1, explicando el género un 56,7% de la varianza, la percepción de victimización el 68,9% de la varianza, y la interacción de ambos el 56,9%; unos tamaños del efecto más que grandes (ηp2>0,27).
Los efectos univariados muestran (ver tabla 4) que los hombres informan que son objeto de más amenazas, retirada del afecto, desprecio, abuso emocional e intimidación que las mujeres.
Efectos univariados en la victimización objetiva de violencia de pareja por el factor género. Efectos intersujetos
Variables | F | p | ηp2 | Mh | Mm | 1−β |
---|---|---|---|---|---|---|
Culpabilización | 0,42 | 0,520 | 0,004 | 0,99 | 1,23 | 0,098 |
Negación | 0,71 | 0,400 | 0,006 | 0,35 | 0,54 | 0,133 |
Agresión sexual | 0,00 | 0,954 | 0,000 | 0,27 | 0,28 | 0,050 |
Amenazas | 9,03 | 0,003 | 0,076 | 0,75 | 0,25 | 0,846 |
Agresión física sin lesiones | 1,72 | 0,193 | 0,015 | 0,02 | 0,13 | 0,255 |
Abuso verbal | 2,67 | 0,105 | 0,024 | 1,08 | 0,67 | 0,366 |
Retirada afectiva | 34,76 | 0,000 | 0,240 | 1,82 | 0,58 | 1 |
Control/abuso económico | 2,59 | 0,110 | 0,023 | 0,00 | 0,13 | 0,358 |
Dominación | 0,08 | 0,784 | 0,001 | 0,81 | 0,73 | 0,059 |
Desprecio | 9,33 | 0,003 | 0,078 | 0,52 | 0,23 | 0,857 |
Abuso sexual | 0,13 | 0,718 | 0,001 | 0,65 | 0,54 | 0,65 |
Abuso emocional | 5,03 | 0,027 | 0,044 | 1,45 | 0,74 | 0,603 |
Agresión física con lesiones | 1,33 | 0,251 | 0,012 | 0,00 | 0,04 | 0,208 |
Minimización | 0,02 | 0,902 | 0,000 | 0,31 | 0,34 | 0,052 |
Intimidación | 7,34 | 0,008 | 0,063 | 1,06 | 0,49 | 0,766 |
Comportamiento controlador | 0,93 | 0,336 | 0,008 | 0,00 | 0,05 | 0,160 |
Mh: media del grupo de hombres; Mm: media del grupo de mujeres.
gl(1, 110).
Los efectos univariados informan (ver tabla 5) que aquellos que se perciben como víctimas de violencia de pareja han sido objeto, en la relación de pareja, de más culpabilización, negación, agresión sexual, amenazas, abuso verbal, retirada afectiva, dominación, desprecio, abuso sexual, abuso emocional e intimidación que los que no se identifican como víctimas de violencia de pareja.
Efectos univariados en la victimización objetiva de violencia de pareja por el factor percepción de violencia de pareja. Efectos intersujetos
Variables | F | p | ηp2 | Mv | Mnv | 1−β |
---|---|---|---|---|---|---|
Culpabilización | 12,31 | 0,001 | 0,101 | 1,75 | 0,47 | 0,935 |
Negación | 6,99 | 0,009 | 0,060 | 0,75 | 0,14 | 0,745 |
Agresión sexual | 7,18 | 0,008 | 0,061 | 0,50 | 0,06 | 0,757 |
Amenazas | 36,12 | 0,000 | 0,247 | 1 | 0,00 | 1 |
Agresión física sin lesiones | 1,72 | 0,193 | 0,015 | 0,13 | 0,07 | 0,255 |
Abuso verbal | 29,32 | 0,000 | 0,210 | 1,54 | 0,20 | 1 |
Retirada afectiva | 107,20 | 0,000 | 0,494 | 2,29 | 0,12 | 1 |
Control/abuso económico | 2,59 | 0,110 | 0,023 | 0,13 | 0,00 | 0,358 |
Dominación | 21,45 | 0,000 | 0,163 | 1,42 | 0,13 | 0,996 |
Desprecio | 46,42 | 0,000 | 0,297 | 0,71 | 0,04 | 1 |
Abuso sexual | 5,69 | 0,019 | 0,049 | 0,96 | 0,22 | 0,657 |
Abuso emocional | 24,57 | 0,000 | 0,183 | 1,88 | 0,31 | 0,998 |
Agresión física con lesiones | 1,33 | 0,251 | 0,012 | 0,04 | 0,00 | 0,208 |
Minimización | 3,38 | 0,069 | 0,030 | 0,50 | 0,15 | 0,445 |
Intimidación | 42,19 | 0,000 | 0,277 | 1,46 | 0,1 | 1 |
Comportamiento controlador | 0,41 | 0,524 | 0,004 | 0,04 | 0,01 | 0,097 |
Mnv: media del grupo de no víctima; Mv: media del grupo de víctima autopercibida.
gl(1, 110).
Los efectos univariados muestran (ver tabla 6) que los hombres que perciben que han sido víctimas de violencia de pareja informan haber sido objeto de más amenazas, abuso verbal, retirada afectiva, desprecio e intimidación que las mujeres víctimas. Por su parte, las mujeres que no se perciben como víctimas de violencia de pareja advierten que han sido más objeto de amenazas, abuso verbal, retirada afectiva, desprecio e intimidación que los hombres que no se perciben como víctimas.
Efectos univariados en la victimización objetiva de violencia de pareja por la interacción entre los factores género y victimización percibida. Efectos intersujetos
Variables | F | p | ηp2 | 1−β |
---|---|---|---|---|
Culpabilización | 0,53 | 0,468 | 0,005 | 0,111 |
Negación | 1,75 | 0,189 | 0,016 | 0,259 |
Agresión sexual | 0,00 | 0,954 | 0,000 | 0,050 |
Amenazas | 9,03 | 0,003 | 0,076 | 0,846 |
Agresión física sin lesiones | 3,79 | 0,054 | 0,033 | 0,488 |
Abuso verbal | 4,28 | 0,041 | 0,037 | 0,536 |
Retirada afectiva | 31,39 | 0,000 | 0,222 | 1 |
Control/abuso económico | 2,59 | 0,110 | 0,023 | 0,358 |
Dominación | 0,11 | 0,746 | 0,001 | 0,062 |
Desprecio | 8,43 | 0,004 | 0,071 | 0,821 |
Abuso sexual | 0,01 | 0,927 | 0,000 | 0,051 |
Abuso emocional | 2,91 | 0,091 | 0,026 | 0,394 |
Agresión física con lesiones | 1,33 | 0,251 | 0,012 | 0,208 |
Minimización | 0,02 | 0,902 | 0,000 | 0,052 |
Intimidación | 6,01 | 0,016 | 0,052 | 0,681 |
Comportamiento controlador | 0,41 | 0,524 | 0,004 | 0,097 |
gl(1, 110).
Esta investigación presenta una serie de limitaciones a tener en cuenta a la hora de generalizar los resultados. Primera, se trata de un estudio de simulación de baja fiabilidad, con lo que la generalización a contextos reales no se puede derivar automáticamente (Fariña, Arce y Real, 1994). Segunda, las respuestas de los participantes pueden estar mediadas por deseabilidad social o negación, dos formas de disimulación, dada la temática de la investigación. Con estas limitaciones en mente, de los anteriores resultados se extraen las siguientes conclusiones:
1. La violencia sutil de género no es considerada en la misma medida que la violencia manifiesta como constitutiva de agresiones de género. A este respecto, Calvete et al. (2005) sostienen que la violencia psicológica en general, y la sutil en particular, resultan menos objetivas que otros tipos de violencia, como la física o la sexual. Deductivamente, la violencia sutil es menos probable que se denuncie y detecte como tal. Todo ello se asocia a una cronificación y una escalada en la severidad de la agresión y, subsecuentemente, de la gravedad y la cronificación del daño psicológico (Bargai, Ben-Shakhar y Shalev, 2007; Buesa y Calvete, 2011; Fariña, Arce, Vilariño y Novo, 2014; Kessler, Sonnega, Bromet, Hughes y Nelson, 1995; Krug et al., 2003; Vilariño, Fariña y Arce, 2009).
2. Los resultados de esta investigación, en línea con estudios previos (Chen et al., 2009; Lameiras et al., 2006), corroboraron diferencias de género en sexismo ambivalente, que se relaciona con violencia física-verbal hacia las mujeres (García-Leiva et al., 2009; Torrico et al., 2005), con la discriminación (Herrera et al., 2014; Pozo et al., 2005) y con la aceptación de la violencia de género (Arce et al., 2009). Sucintamente, los varones presentan puntuaciones más elevadas en sexismo hostil que las mujeres. En consecuencia, el sexismo hostil, vinculado con actitudes más tolerantes hacia la violencia de género (Sakalli, 2001), está más impregnado en los varones. Por su parte, ambos géneros están igualados en sexismo benévolo, es decir, es igualmente admitido por hombres y mujeres. En esta línea, existen investigaciones que han puesto de manifiesto la relación entre sexismo benévolo y distintos tipos de violencia de género, como el prejuicio hacia las mujeres que tienen relaciones sexuales prematrimoniales (Sakalli-Ugurlu y Glick, 2003), la tolerancia hacia los abusos sexuales (Russell y Trigg, 2004) o la culpabilización de la víctima en caso de violación (Arce, Fariña y Fraga, 2000). Estos resultados apuntan a que la prevención de la violencia de género ha de centrarse en concienciar a las mujeres de que el sexismo benévolo es una forma de sexismo; y que las actitudes sexistas preceden a la violencia contra la mujer (Díaz-Aguado, 2003; Díaz-Aguado y Martínez-Arias, 2001). Con los varones la intervención ha de dirigirse al control del sexismo ambivalente, especialmente el hostil, hacia la mujer.
3. La victimización objetiva se mostró fuertemente relacionada con la percepción subjetiva de victimización, con el género y con la interacción de ambos factores, resultados que son prácticamente absolutos e invariables dada la magnitud de los tamaños del efecto. En cuanto al género, los hombres víctimas informan de una mayor intensidad de victimización que las mujeres víctimas. Es muy difícil que realmente la victimización sea mayor en varones que en mujeres, atribuyéndose a una distorsión en la percepción de victimización de aquellos, es decir, los umbrales de victimización son diferentes entre hombres y mujeres, más elevados en mujeres (minimización de la violencia); sin duda, una secuela de la victimización entre las mujeres: la ocultación y asunción de la violencia. Además, la victimización objetiva y subjetiva caminan de la mano, especialmente en la violencia psicológica. En consecuencia, las víctimas de violencia, incluida la psicológica, gozan de la capacidad de reconocimiento de la victimización. Así pues, las mujeres, a pesar de que reconocen la victimización de violencia de pareja, al ser una capacidad general a toda la población, minimizan la misma, lo que indefectiblemente redunda en una menor tasa de visibilización (denuncia). Por ello, es necesario implementar nuevas intervenciones a fin de que aflore esta victimización oculta.
Conflicto de interesesLas autoras declaran no tener ningún conflicto de intereses.