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Vol. 7. Núm. 2.
Páginas 135-136 (abril 2009)
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Íñigo Sáenz de Tejada
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Ignacio Moncadaa
a Jefe de la Unidad de Andrología. Hospital Universitario Gregorio Marañón. Madrid. España.
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Íñigo Sáenz de Tejada y Gorman falleció el día 18 de febrero de 2009 a las 2 de la madrugada a la edad de 51 años. Murió en casa, en su cama, rodeado por el cariño de su familia y de sus amigos. Su mujer, María Luisa, le acompañó suavemente de la mano a su último acto en esta vida, el difícil tránsito hacia la muerte; y lo hizo con esa alegría con la que enamoró a Íñigo. También estuvo arropado por el amor de sus hijas, padres, hermanos y amigos hasta el último momento. Y murió como vivió, con una enorme dignidad y con el porte aristocrático que siempre le caracterizó. Yo perdí a mi mejor amigo.

Íñigo nació en Madrid, su familia paterna provenía de Laguardia (Álava), un pueblecito con sabor medieval. En el centro de Laguardia la familia tiene un enorme caserón, posada del Camino de Santiago, en el que viven sus padres, Carlos y Judith. Al norte del pueblo y protegiéndolo de los vientos está la Iglesia de Santa María de los Reyes y detrás de su precioso pórtico reposan ahora las cenizas de Íñigo. Íñigo no era religioso, pero estaría encantado de saber que allí se dejaron sus cenizas, con todo el cariño. Su madre es americana, nacida en Boston, trabajó en la embajada de Estados Unidos en Madrid y todavía conserva su peculiar acento. Como buena bostoniana es demócrata hasta la médula y supo transmitir a Íñigo ese espíritu liberal e inconformista.

Íñigo fue un estudiante de medicina poco común, le gustaba jugar al mus en la cafetería de la facultad, la Autónoma de Madrid; le encantaba charlar, fumar, beber y tocar la guitarra. Pero le gustaba mucho la medicina, le gustaba comprender los mecanismos fisiológicos por el que funcionaban determinadas funciones. Desde muy pronto se puso en contacto con un diabetólogo para intentar comprender los problemas de erección de los diabéticos, con él trabajó durante algún tiempo. Mientras era estudiante de medicina, puso en marcha un programa de intercambio con la Universidad de Boston (Estados Unidos), y consiguió que un grupo de estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid fuera a Boston a hacer el último curso de medicina. Él se fue para allá con Charo, su primera mujer, se casaron de estudiantes en un juzgado de Pozuelo y se fueron tan contentos. Cuando terminó aquel año, Íñigo contactó con un psiquiatra y luego con un fisiólogo de Boston que le pusieron en contacto con el Departamento de Urología de la Boston University y con ellos comenzó a trabajar con una pequeña beca en 1983. A Íñigo le gustaba decir que se fueron con una mano delante y otra detrás, sin nada, con la ilusión de investigar en el área de la erección y la impotencia. Decía que su primer año en Boston fue sobre todo una pérdida de tiempo, muy pocos medios y muy pocos conocimientos, hasta que se le ocurrió comenzar a emplear los métodos de su amigo el fisiólogo Richard Cohen: la tecnología de las cámaras de órganos. Consistía en sumergir un tejido en cámaras que contenían una solución fisiológica a una temperatura fisiológica y podía detectar la respuesta de estas tiras de tejido a distintas sustancias farmacológicas o a estímulos eléctricos. Comenzó a investigar el tejido cavernoso del pene y a descubrir cuáles eran las sustancias que hacían que el músculo liso se contrajera o se relajara. Así, contribuyó a descubrir la fisiología del músculo liso del pene. Fue un pionero en esta área de la medicina, en esos años publicó en las revistas internacionales con mayor impacto. El artículo al que más cariño tenía era "Impaired neurogenic and endothelium-mediated relaxation of penile smooth muscle from diabetic men with impotence" (Saenz de Tejada I, Goldstein I, Azadzoi K, Krane RJ, Cohen RA. N Engl J Med. 1989;320:1025-30). Por fin la diabetes y la impotencia, nada menos en The New England Journal of Medicine.

Íñigo fue pionero en el descubrimiento del papel del óxido nítrico en la erección, como quedó patente en el artículo "Nitric oxide as a mediator of relaxation of the corpus cavernosum" (Saenz de Tejada I. N Engl J Med. 1992;326:1638). Pero publicó muchos otros, en revistas como American Journal of Physiology y muchos en The Journal of Urology. Le gustaba escribir, y lo hacía muy bien, ponía mucho cuidado en que lo que escribía fuera fácilmente digerible, pese a tratarse de investigación básica, o precisamente por ello. Me decía una frase que recuerdo con mucho cariño: "Lo que has escrito tiene que pasar como leche con miel por la garganta del que lo lee".

Conocí a Íñigo en 1990, cuando yo era todavía residente de urología. Me gustaba la andrología y escribí a Robert Krane, de la Boston University, que había editado un número de la Clínicas Urológicas de Norteamérica titulado "Impotence". Me contestó en perfecto español un tipo llamado Íñigo Sáenz de Tejada, autor de varios de los capítulos de ese monográfico. Me decía que estarían encantados de tenerme allí. Lo conocí unos meses después en una conferencia. Lo que más me impresionó fue su voz, profunda y sin aristas. Esa voz la mantuvo hasta su muerte.

Mis días en Boston con Íñigo marcarían mi vida personal y profesional; surgió entre nosotros una amistad que nunca abandonaríamos. Pese a ser muy distintos, nos quisimos como hermanos. Mantuvimos el contacto a partir de entonces durante varios años, hicimos planes para trabajar juntos, él quería volver a España y quería que sus hijas nacidas en Boston, Carlota y Andrea, vivieran en España con el resto de la familia. Ya en España, vino Míriam, tenía adoración por sus hijas.

Finalmente, Antonio Allona -una de las personas que más le han apoyado y ayudado- le consiguió lo que él quería: un lugar para seguir investigando y un lugar en el que ver a pacientes y poder ayudarles directamente a solucionar sus problemas de erección. Y se vino a Madrid; comenzó a trabajar en el Departamento de Investigación del Hospital Ramón y Cajal y el Servicio de Urología del Hospital Ruber Internacional. Pasaron los años y su personalidad fue creciendo como la espuma. Fue el boom de Viagra®, de la investigación, advisory boards de compañías farmacéuticas, publicaciones, conferencias. Puso en marcha su Fundación y reunió allí a un grupo de gente fantástica, Javier Angulo, Carmen, Milly, Natalia y los demás. Yo me uní a ellos durante bastantes años. Era un líder nato y así se mantuvo muchos años con gran éxito.

En esta época se divorció y se casó con María Luisa, de quien se había enamorado como un adolescente. Eran años felices, pero no todo fue fácil, en un mundo cambiante en el que se movía, también hubo momentos duros y difíciles, pero siempre supo estar por encima de los problemas con una sonrisa y una broma.

Lo peor fue cuando se le diagnosticó cáncer de páncreas. Y luchó todo lo posible, peleó hasta el último momento. Y lo llevó con ese aire nobiliario que le acompañó siempre, sin quejas amargas, manteniendo el sentido del humor y las maneras más educadas.

Íñigo fue una persona que dejó un impacto profundísimo en todos los que le conocimos y que tuvimos la suerte de vivir cerca él. Era bueno, generoso, inteligente, inteligentísimo, y con una personalidad inmensa. Su pérdida es enorme tanto como persona, como científico. Nunca le olvidaremos, nunca le olvidaré.

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