El pasado septiembre me notificaron el fallecimiento del Profesor Eduardo Bustos Obregón, el «Maestro», ya que así le llamábamos muchos de sus amigos y discípulos. La noticia nos ha llenado de tristeza; sabíamos que desde hacía algún tiempo su estado de salud era delicado, pero nunca esperábamos el triste desenlace.
Eduardo era un hombre bueno, su imagen era sin duda el fiel reflejo de su personalidad, tranquilo, sencillo, cordial, bondadoso.
Nacido en Santiago de Chile en 1937, desde la infancia fue un excelente y destacado estudiante. Finalizó sus estudios de medicina en 1963, y ya desde el inicio de su carrera mostró un notable interés por la biología celular, especialmente por los espermatozoides, afición que ya nunca abandonaría.
Finalizada su carrera, inició un largo periplo de formación como posgrado en muy diversos países, fundamentalmente EE. UU., Canadá y Alemania. Sus características personales y el dominio de los idiomas le permitieron una fácil integración y un gran número de amigos. De regreso a su país natal se dedicó de forma entusiasta a su vocación docente como profesor universitario.
En el mundo de la andrología ha sido uno de los más destacados representantes de habla hispana en esta especialidad. Debe destacarse su faceta de «maestro», formando a gran número de andrólogos de todos los países hispanoamericanos y despertando el interés hacia esta disciplina en numerosos investigadores, logrando hacerse merecedor del cariño, respeto y admiración de todos sus discípulos. Fue el director de más de 80 tesis, lo que podría resumir su vocación docente.
Su currículum es realmente impresionante, autor de innumerables publicaciones de gran talla científica, por las que se hizo merecedor del reconocimiento de numerosas universidades y sociedades del ámbito andrológico y de la reproducción a nivel internacional. Fue un viajero incansable participando activamente en más de 200 eventos científicos.
Eduardo fue un andrólogo siempre muy vinculado a nuestra ASESA, acudiendo a gran número de nuestros congresos nacionales y formando parte del Consejo Editorial de nuestra Revista.
En el cambio de milenio participó de forma entusiasta en el inolvidable Encuentro Iberoamericano de Andrología, que tuvo lugar en Cartagena de Indias (Colombia), encuentro que supuso el germen que originaría la Asociación de Sociedades Iberoamericanas de Andrología (ANDRO), de la que fue un gran defensor.
Fue un hombre de gran talla humana, noble, sincero, conversador ameno de profunda y amplia cultura, de pensamiento ágil, apariencia seria pero con gran sentido del humor, que sabía sazonar sus tertulias con alguna ocurrente broma o con alguna divertida anécdota, logrando así conseguir un ambiente agradable y relajado en sus amenas tertulias.
Con el fallecimiento de Eduardo la andrología iberoamericana pierde uno de sus grandes referentes, pero nos deja el legado de su intenso trabajo y a sus numerosos amigos el recuerdo imborrable de un hombre extraordinario y sencillamente bueno.